sábado, 11 de mayo de 2019

PABLO AGUADO, ¡¡TORERO!!

Cuatro de abril de 2016. Domingo. Ya había pasado Semana Santa y en Las Ventas ya estábamos inmersos en los habituales festejos primaverales que suelen ser el preludio a las fiestas de la Comunidad Autónoma de Madrid y a las de San Isidro. Ese domingo cuatro de abril había programada una novillada con picadores, una más de las muchas que se celebran en Las Ventas a lo largo de toda la temporada, y en ella estaba anunciada una novillada de Sánchez Herrero para ser estoqueada por un veterano en aquel entonces de la novillería y viejo conocido en ese foro (Miguel Ángel León) y dos debutantes en Madrid llamados Pablo Aguado y José Ruiz Muñoz. Los tres, sevillanos. 

Los novillos de Sánchez de León resultaron flojos, bobalicones y descastados, pero ello no impidió que uno de los debutantes, vestido de un bonito terno corinto muy cargado en oro con unas cuantas puestas ya, dejara esparcido por el ruedo multitud de destellos de toreo eterno acompañados por esa esencia de la escuela sevillana que tanto se caracteriza por la multitud de remates, adornos, naturalidad y arte. ¡¡Un novillero radicalmente distinto a los demás, que no se retuerce, que torea bonito, que trata de llevar a los toros hacia atrás y que ofrece el pecho al citar!! ¿Estaremos soñando?No cortó orejas esa tarde, ni tampoco hizo faena alguna merecedora de ello, pero... ¡¡Al demonio con la casquería!! Lo importante es que aquí ha quedado demostrado que hay torero a seguir, y que si sigue dentro de ese estilo va a darnos grandes tardes de toros.

Fue pasando el tiempo y, como no podía ser de otra manera, muchas fueron las atenciones que se pusieron sobre Pablo Aguado en sus respectivas actuaciones, tanto fuera como dentro de Madrid. No sabría explicar qué pasó después, pero tras aquella novillada no vi por ninguna parte a aquel chaval que tanto me deslumbró durante la tarde que se presentó en Madrid. Continuó su etapa de novillero siendo uno de los punteros de este escalafón, pero el concepto que derrochó posteriormente se acercaba más quizás a esa vulgar Tauromaquia 2.0 a la que tanto se venera hoy en día, que a aquel aroma sevillano y eterno que tanto deslumbró una tarde de abril en Madrid. Tomó la alternativa en Sevilla una tarde de la feria de San Miguel del año 2017, y Pablo Aguado bajó considerablemente su número de actuaciones como matador de toros respecto a las que sumaba como novillero. Vino a Madrid, a confirmar doctorado, una tarde de la feria de Otoño de 2018 ante una corrida de Victoriano del Río, en sustitución de Paco Ureña, y esa tarde le cortó una oreja al sexto, pero se podría decir que no convenció lo más mínimo a la exigente afición de Madrid. Mucho menos hace algunos días, ante los toros del Torero que se lidiaron el Domingo de Resurrección. La pregunta era "¿dónde quedó aquel torerito que despertó la llama del toreo caro aquella tarde de abril del 2016?". Si casi pareció un espejismo...

La respuesta a esta cuestión, qué alegría más grande, la encontré en la tarde de ayer, en la Plaza de Toros de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Todo lo expuesto sobre lo que hizo Pablo Aguado la tarde qie debutó como novillero en Madrid quedó reflejado ayer, viernes de farolillos, en lo que fue una gran faena al tercer toro de Jandilla. Perono en sensaciones, sino en el marco incomparable de una gran faena de muleta plagada de muletazos por ambos pitones que resucitaron el toreo de verdad, el de siempre ¡¡Qué manera de torear!! ¡¡Qué torería, qué empaque, qué naturalidad, que manera de llevar atrás a los toros!! ¡¡Qué gusto y qué variedad para rematar las series de muletazos!! Pases de la firma, cambiados de mano, kikirikís, pases de pecho llevados al hombro contrario... Y lo mejor de todo, ligados al último muletazo, sin ceder medio milímetro de terreno y con la misma naturalidad de quien se toma un café. Toreó Pablo Aguado, pero no solo toreó con la muleta. Qué verónicas dejó plasmadas al toro que cerró plaza, tanto para recibir al toro de salida como en el quite que fue réplica al de Morante. Verónicas lentas, con el toro hilado completamente al percal y sin echar el pie atrás en ningún momento. ¡¡Qué poco se ve esto ya!!

Pablo Aguado, en definitiva, destapó ayer tarde el tarro de las esencias, y los aficionados acabamos toreando después de todo, ya fuera por el sevillano paseo de Colón, camino del Real de la Feria, en casa, en el puesto de trabajo o en el bar. Y además, lo hizo con el mérito añadido de que toreó y puso a todos de acuerdo en una tarde en la que él, visto lo visto en la afición maestrante y escuchado lo escuchado a los pagafantas de la tele, parecía convidado de piedra ante el de Puebla del Río (a quien le vociferan eso de biiiiiiiieeeeeeeeeeeennnnnjjjjjjjjjjjjj antes incluso de que el capotazo sea una realidad), y ante el huracán Roca Rey, quien cuelga el cartel de "No hay billetes" allá donde pisa, pero cuya tauromaquia se basa en los chabacanos modos dospuntocero. 

Pablo Aguado, ¡¡torero!! Madrid le espera en los próximos días con gran expectación, la que causa un toreo de tantísimos quilates.

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