Se acabó el cotarro. ¿Qué vamos a hacer sin toros, después de un mes intenso acudiendo a la plaza, fieles a nuestra cita con la Fiesta? ¿Qué va a ser de nosotros a partir de ahora, sin esas animadas tertulias con los vecinos de abono; sin nuestras alegrías cuando se ven retazos de torería y de emoción; sin nuestros enfados cuando se viven despropósitos; sin esas tardes de tedio en las que uno solo tiene ganas de que todo acabe para irse a cena; sin el día a día típico de San Isidro de conocer los toros a lidiarse por la tarde o de leer las opiniones de otros aficionados sobre lo acontecido en el día anterior?
Se acabó la feria de San Isidro de 2018, y lo ha hecho con la tradicional corrida no incluida en el abono que lleva el nombre de la Prensa, en la que se ha lidiado una corrida de Victorino Martín. ¡¡Una de Victorino Martín para finalizar este mes de toros!! Como en aquellos tiempos que tan lejanos parecen en los que se cerraba la feria lidiándose una de cárdenos herrados con A coronada. Qué tiempos aquellos, en las que Victorino Martín era un clásico cerrando la feria y nunca dejaban indiferente a nadie, gracias a su bravura, casta, emoción y dureza. Qué lejano queda todo aquello.
Qué melancolía y qué tristeza se palpaba en el ambiente una vez los aficionados abandonaban la plaza después de lidiarse la de Victorino para finiquitar este mes de toros. Y no porque se trate del fin de la feria precisamente. Melancolía, tristeza, enfado, decepción y hasta cierta resignación, porque cada año, cada temporada, cada festejo y cada corrida que, desde un tiempo a esta parte, se lidia de esta ganadería, más en evidencia queda el hecho de que el heredero del gran Victorino Martín Andrés no tiene lo que se dice en mente seguir con la cría de aquel albaserrada duro, encastado, vivo, emocionante, completo en los tres tercios y bravo. Qué se le pasa por la cabeza a Victorino Martín García es algo que solamente él conoce, pero vistos los resultados ofrecidos desde hace un tiempo a esta parte, desde luego que el actual ganadero no parece ser muy partidario de la casta. Y si lo es, sus toros lo disimulan bastante mal.
La corrida de Victorino Martín que ha cerrado el mes de toros venteño ha venido muy bien presentada y es justo, qué menos, resaltar la impresionante fachada que lucieron los seis animales. Pero, salvando el tercero de la tarde que sí hizo honor al hierro y a la casta (y tan solo a medias, ya que muy poco se le castigó en varas), ahí se quedó la cosa. En solamente fachada. Ni emplearse en el caballo, ni casta, ni ese temperamento tan de lo Victorino, ni nada de nada. Y de castigo en el primer tercio, no hablemos. ¡¡A quien se le hubiera dicho hace 12 años, y de ahí para atrás, que a los victorinos se les pegan dos refilonazos y ya con eso van sobrados!! ¡¡O pegarle un pendulazo desde los medios como el que le ha pegado Manuel Escribano al cuarto, y el animal si inmutarse!! ¡¡Qué ruina!!
Escriban, Ureña y de Justo han dado cuenta de la corrida y, cada uno a su estilo, han hecho lo que buenamente han podido y sabido hacer. Manuel Escribano, más allá de irse a portagayola en sus dos toros, banderillear a toro pasado, el pendulazo desde los medios (al Victorino que sabe que se lo puede hacer, claro), dar medios pases muy mal colocado y sin gracia alguna, así como matar malamente, no da para más el hombre. Ante dos toros flojitos, sosos y pastueños, ha calcado sendos quehaceres basándose en las premisas anteriormente enumeradas.
Paco Ureña ha estado hoy en Madrid después de perderse su anterior compromiso del día 25 de mayo por una lesión cervical. Y dentro de que ante el segundo toro ha estado bien y de no haber matado mal se hubiera llevado una merecida oreja, bien es verdad que se le ha visto limitado de facultades y lejos del 100% que se requiere para estar ante el toro. El segundo de la tarde ha sido un toro suavón y manejable al que ha conseguido llevar embebido en los vuelos de la muleta en muletazos sobre la mano derecha en los que corrió la mano con despaciosidad y mando. Una sola serie con la izquierda templada y poderosa, y aquí acabó el toro y la faena. Con inteligencia se fue Ureña a por la espada, y antes de cuadrar al toro intentó naturales sobre la mano derecha, que no destacaron. Una estocada caída que hizo guardia le impidió pasear una merecida oreja.
Intentó Ureña ante el quinto realizar el toreo, pero el oponente pasaba sosamente y sin transmitir, por lo que cualquier conato de toreo por parte del matador quedaban en nada. Se excedió Paco Ureña más de la cuenta porfiando ante semejante ejemplar, y el personal acabó aburrido y pidiendo la hora.
El único toro de la corrida que desarrolló condición picante en la muleta fue el tercero, tan poco castigado en varas como toda la corrida, y con el que Emilio de Justo no se entendió, en una faena muy atropellada y falta del más mínimo atisbo de temple y poder por parte de un Emilio de Justo que se vio muy por debajo de la situación. El toro tuvo buena condición sobre todo por el lado derecho, y su matador, sacádolo al tercio, comenzó con series de muletazos sobre la mano derecha, en los que pocos muletazos dejaron de ser enganchados. Cambió de Justo la muleta a la mano izquierda, lado por el cual el animal no embestía con la misma claridad que por el pitón derecho, y de Justo no consiguió alargarme el viaje al toro y tirar de él con poderío. De nuevo cambió el torero a la mano derecha, y siguieron los enganchones y la falta de mando sobre una embestida que se fue al desolladero sin ser aprovechada por un torero al que le vino grande todo.
El sexto tuvo un peligro sordo y probó a los banderilleros en cada envite que estos osaban a afrontar. Cumplieron con sobriedad, y el tercero José Luis Neira, de la cuadrilla de Escribano, evitó algunas cornadas al estar siempre atento y bien colocado. De Justo estuvo valiente y dispuesto ante semejante prenda. Aguantó gañafones y coladas estoico y resolvió la papeleta con dignidad, pero de nuevo volvió a alargar el trasteo innecesariamente, pues lo único que podía haber sacado ante ese toro hubiera sido una cornada. Se tiró a matar con verdad, pero cobró una estocada desprendida.
Más allá de ese buen hacer de José Luis Neiro en los quites, dentro de las cuadrillas destacó Pedro Iturrialde señalando un puyazo en el sitio, la brega de Ángel Gómez al tercero y los pares de banderillas de Morenito de Arles a este tercero.
lunes, 11 de junio de 2018
sábado, 9 de junio de 2018
8 DE JUNIO DE 2018, TRIGESIMOSEGUNDA DE FERIA: PEPE MORAL Y CHAPARRITO, TOREO GRANDE Y CASTA
La tarde iba pasando sin pena ni gloria y, al arrastre del tercero, se intuía una adolfada que añadir a la colección de mojigangas que lleva sumando esta ganadería en los últimos años. La corrida solamente tenía buena fachada y el tipo clásico del señor Marqués de Albaserrada, pero hasta ese momento la casta era muy justita siendo generosos. Ángel Sánchez fue investido matador de toros sorteando un ejemplar que fue el que menos albaserrada tuvo de tipo, por alto, zancudo y no demasiado largo. Poco le arrearon en varas a este toro, y menos aún hizo por meter los riñones. Llegó a la muleta el de Adolfo muy agarrado al piso y con los niveles de casta bajo mínimos, y Ángel Sánchez se contagió de la sosería del animal realizando un trasteo despegado y atropellado, sin que en ningún momento se llegaran a intuir las buenas maneras que dejó evidentes cuando era novillero.
El segundo de la tarde, al cual se le simuló la suerte de varas y tampoco hizo mucho por empujar debajo del peto, mandó a El Cid a las manos de los doctores propinándole una cornada de 20 centímetros en el muslo cuando le iniciaba la faena por unos muletazos de tanteo. Pepe Moral, sin miramientos, se lo quitó del medio rápido después de probar por el pitón derecho lo orientado que estaba el animal.
El tercero se empleó en el caballo lo mismo que sus dos predecesores, si bien el castigo que recibió de parte del piquero fue más contundente que los dos anteriores. En banderillas el animal ya mostraba una marcadísima tendencia a tablas, y Pepe Moral quedó prácticamente inédito ante semejante marrajo, el cual confirmó su mansísima condición huyendo de cada muletazo que el matador intentaba darle. Pepe Moral se lo llevó a terrenos de toriles con la intención de probarlo en su terreno, pero ni ahí el toro quiso saber nada de nada, por lo que el matador, resginado, lo despachó más pronto que tarde.
A partir de aquí muchos ya pensaban en que la cosa no remontaba, pero en esto que cuando menos se lo espera uno va y salta la liebre. O lo que es lo mismo, un toro con casta. Y el cuarto adolfo lo fue. Después de realizar una pelea con el caballo en la que cumplió empujando y metiendo riñones, aunque saliendo suelto de ambos encuentros y haciendo incluso amago de saltar las tablas, terminó por sacar temperamento, pies y las dificultades propias de un mansazo con casta. Ante tal prenda, Ángel Sánchez intentó realizarle toreo bonito sin tan siquiera doblarse con él ni dominarlo por abajo. Y el resultado fue que, siendo un toro para pocas florituras, Ángel Sánchez se vio muy por debajo del manso encastado. Demasiado toro quizás para un recién doctorado.
El quinto de la tarde fue Chaparrito, uno de los toros de la feria así a bote pronto. Recibió dos varas en las que Pepe Moral lo dejó en suerte con corrección y de largo, arrancándose de largo pero sin terminar de emplearse bajo el peto con bravura, pues en el primer puyazo sólo empujó con un pitón e incluso salió suelto, y en el segundo puyazo llegó a defenderse y pegar cabezados. En el segundo tercio ya se intuía, por cómo metía la cara el albaserrada y por cómo se desplazaba, que ahí iba a tener Pepe Moral toro para dar en Madrid el campanazo gordo que le hacía falta para meterse a su afición en el bolsillo. Manuel Pérez Valcárcel dejó un gran par de banderillas, y Juan Sierra arriesgó mucho en otro y siendo achuchado por el encastado animal, saliendo del paso con mucha torería. Una vez se quedaron Chaparrito y Pepe Moral solos el uno frente al otro, llegó a Las Ventas la emoción de un toro encastado siendo podido por un torero que estuvo tremendo con él. Lo saca el matador a los medios doblándose para, posteriormente, ejecutar una serie de derechazos en las que templó y mandó al animal con muchísima torería y corriendo bien la mano para llevarlo hacia atrás. Otra serie más con la derecha, muy mandona y despaciosa, fueron el preludio a que Pepe Moral se echara la franela roja a la zocata. Y con esa mano, siempre cruzado y cargando la suerte, llevó al toro de nuevo con mucho poder toreando en redondo. ¡¡Eso es torear!! Mal hizo Pepe Moral en cambiar de nuevo a la mano derecha, pues con la zurda estaba alcanzando grandes cotas de lucimiento, pero algunos de los derechazos que dejó volvieron a tener aroma de toreo caro. Cuando quiso volver a torear con la zurda, ya poco toro quedaba, y con mucha inteligencia se fue Pepe Moral a por la espada. Oreja de ley para Pepe Moral que, de no haber sido precedida por un pinchazo, podían haber sido dos perfectamente. Y petición de vuelta al ruedo para un buen toro, no concedida con acierto: en varas el toro no se empleó con la bravura necesaria para tal cosa (otra cosa es que a otro presidente, hace unos días, se le fuera la olla mostrándole el moquero azul a un marrajo).
Y el último de la tarde, que se dejó pegar sin más dos puyazos fuertes, también le vino grande al toricantano. Esta vez Ángel Sánchez asentó las zapatillas e hizo gala de mucha mejor colocación, pero nunca consiguió someter a un animal con las complicaciones propias de la casta. Derechazos y naturales muy acelerados y a media altura, acortando mucho el viaje al toro y echándoselo encima, son el resumen más conciso sobre este quehacer que cerró la tarde.
Adolfo Martín por fin embarcó a Madrid algunos toros que derrocharon el verdadero tipo del Marqués de Albaserrada y la casta suya de antaño que hizo a los aficionados respetar esta ganadería y tenerla entre sus favoritas. Y de entre todos, destacó el buen Chaparrito, un puro albaserrada con el que Pepe Moral convenció a la parroquia venteña toreando de verdad.
El segundo de la tarde, al cual se le simuló la suerte de varas y tampoco hizo mucho por empujar debajo del peto, mandó a El Cid a las manos de los doctores propinándole una cornada de 20 centímetros en el muslo cuando le iniciaba la faena por unos muletazos de tanteo. Pepe Moral, sin miramientos, se lo quitó del medio rápido después de probar por el pitón derecho lo orientado que estaba el animal.
El tercero se empleó en el caballo lo mismo que sus dos predecesores, si bien el castigo que recibió de parte del piquero fue más contundente que los dos anteriores. En banderillas el animal ya mostraba una marcadísima tendencia a tablas, y Pepe Moral quedó prácticamente inédito ante semejante marrajo, el cual confirmó su mansísima condición huyendo de cada muletazo que el matador intentaba darle. Pepe Moral se lo llevó a terrenos de toriles con la intención de probarlo en su terreno, pero ni ahí el toro quiso saber nada de nada, por lo que el matador, resginado, lo despachó más pronto que tarde.
A partir de aquí muchos ya pensaban en que la cosa no remontaba, pero en esto que cuando menos se lo espera uno va y salta la liebre. O lo que es lo mismo, un toro con casta. Y el cuarto adolfo lo fue. Después de realizar una pelea con el caballo en la que cumplió empujando y metiendo riñones, aunque saliendo suelto de ambos encuentros y haciendo incluso amago de saltar las tablas, terminó por sacar temperamento, pies y las dificultades propias de un mansazo con casta. Ante tal prenda, Ángel Sánchez intentó realizarle toreo bonito sin tan siquiera doblarse con él ni dominarlo por abajo. Y el resultado fue que, siendo un toro para pocas florituras, Ángel Sánchez se vio muy por debajo del manso encastado. Demasiado toro quizás para un recién doctorado.
El quinto de la tarde fue Chaparrito, uno de los toros de la feria así a bote pronto. Recibió dos varas en las que Pepe Moral lo dejó en suerte con corrección y de largo, arrancándose de largo pero sin terminar de emplearse bajo el peto con bravura, pues en el primer puyazo sólo empujó con un pitón e incluso salió suelto, y en el segundo puyazo llegó a defenderse y pegar cabezados. En el segundo tercio ya se intuía, por cómo metía la cara el albaserrada y por cómo se desplazaba, que ahí iba a tener Pepe Moral toro para dar en Madrid el campanazo gordo que le hacía falta para meterse a su afición en el bolsillo. Manuel Pérez Valcárcel dejó un gran par de banderillas, y Juan Sierra arriesgó mucho en otro y siendo achuchado por el encastado animal, saliendo del paso con mucha torería. Una vez se quedaron Chaparrito y Pepe Moral solos el uno frente al otro, llegó a Las Ventas la emoción de un toro encastado siendo podido por un torero que estuvo tremendo con él. Lo saca el matador a los medios doblándose para, posteriormente, ejecutar una serie de derechazos en las que templó y mandó al animal con muchísima torería y corriendo bien la mano para llevarlo hacia atrás. Otra serie más con la derecha, muy mandona y despaciosa, fueron el preludio a que Pepe Moral se echara la franela roja a la zocata. Y con esa mano, siempre cruzado y cargando la suerte, llevó al toro de nuevo con mucho poder toreando en redondo. ¡¡Eso es torear!! Mal hizo Pepe Moral en cambiar de nuevo a la mano derecha, pues con la zurda estaba alcanzando grandes cotas de lucimiento, pero algunos de los derechazos que dejó volvieron a tener aroma de toreo caro. Cuando quiso volver a torear con la zurda, ya poco toro quedaba, y con mucha inteligencia se fue Pepe Moral a por la espada. Oreja de ley para Pepe Moral que, de no haber sido precedida por un pinchazo, podían haber sido dos perfectamente. Y petición de vuelta al ruedo para un buen toro, no concedida con acierto: en varas el toro no se empleó con la bravura necesaria para tal cosa (otra cosa es que a otro presidente, hace unos días, se le fuera la olla mostrándole el moquero azul a un marrajo).
Y el último de la tarde, que se dejó pegar sin más dos puyazos fuertes, también le vino grande al toricantano. Esta vez Ángel Sánchez asentó las zapatillas e hizo gala de mucha mejor colocación, pero nunca consiguió someter a un animal con las complicaciones propias de la casta. Derechazos y naturales muy acelerados y a media altura, acortando mucho el viaje al toro y echándoselo encima, son el resumen más conciso sobre este quehacer que cerró la tarde.
Adolfo Martín por fin embarcó a Madrid algunos toros que derrocharon el verdadero tipo del Marqués de Albaserrada y la casta suya de antaño que hizo a los aficionados respetar esta ganadería y tenerla entre sus favoritas. Y de entre todos, destacó el buen Chaparrito, un puro albaserrada con el que Pepe Moral convenció a la parroquia venteña toreando de verdad.
jueves, 7 de junio de 2018
7 DE JUNIO DE 2018, TRIGESIMOPRIMERA DE FERIA: DE DESAFÍO, EL NOMBRE COMO MUCHO
La feria languidece y cada día se hace más cuesta arriba venir a los toros. Y gran parte de culpa de que esto suceda la tiene el simple hecho de que cada tarde, salvo muy contadas excepciones, ha sido un enorme fiasco y el aburrimiento se ha apoderado de los aficionados. Por muchas mamadurrias de corridas de La Cultura, Las 6 Naciones o Desafío Ganadero que Monsieur Gafapasta se invente para venderlo como un espectáculo único.
Hoy, trigesimoprimera de abono, ha tocado precisamente de eso ultimo: un desafío ganadero entre dos hierros de origen Santa Coloma, distribuidos en tres toros con el hierro de Rehuelga, y otros tres con el de Pallarés. Eso, en la teoría.
En la práctica, la corrida terminó siendo un pseudodesafío entre 3 toros de Pallarés, dos de Rehuelga y uno, sobrero, de José Luis Marca que salió al ruedo para sustituir al segundo, de Pallarés, el cual salió lesionado. ¿Que quién ganó el tal desafío? Pues como todo en la vida, esto será según a quién se le pregunte, pero en cuanto a un servidor respecta, la cosa quedó en lo que llega siendo un premio "desierto". A los dos toros de Rehuelga se los protestó mucho por su baja alzada, y no ser demasiado aparatoso de carnes ni de cara. Vamos, lo que llegan siendo protestas a eso de estar en tipo. Quizás es que algunos esperaban ver zambombos de la talla del célebre Liebre lidiado hace justo un año. O sea, kilos, carnes, más kilos, más carnes, y así hasta que salga un elefante con cuernos para que se considere "bien presentado". Pero los dos salieron en tipo, qué gran pecado. Su comportamiento se resume en pocas palabras: de haber estado dotados de más poder y fuerzas, ambos hubieran sido de lío. Pero como se trató de un par de inválidos, todo lo demás les vino muy grande. Los cuatro de Pallarés levantaron más alzada, lucieron más carne y cornamenta, y la tablilla les sumó algunos dígitos más. Para los amantes de esta estadística, no por otra cosa... Y en especial, destacó un hermosísimo zambombo, el sexto, que parecía una albóndiga con patas y cuernos. La antítesis perfecta del toro de Santa Coloma. O la panacea del trapío y de la buena presentación, según quién lo mire vaya.
Y el sobrero de José Luis Marca, otro zambombo regordete con mucho genio y poco apto para toreo excelso del siglo XXI.
La corrida, más allá de todas esas cosas, sacó posibilidades para propiciarle el triunfo a la terna. No excesiva casta, pero sí algunas arrancadas bonacibles como para triunfar. Ese verbo, ni Iván Vicente, ni Javier Cortés ni Javier Jiménez lo consiguieron conjugar en la tarde de hoy.
Iván Vicente pasó por ambos pitones al soso y flojo primero con frialdad, aseo y no muchas apreturas. No había toro ahí para nada de nada, pero Iván Vicente estuvo rato porfiando como si la cosa fuera a alcanzar altura en algún momento.
El cuarto fue el mejor de la corrida. Hizo una pelea en varas que fue de menos a más: protestó e hizo ademán de quitarse el palo en la primera vara, metió mejor la cara en la segunda, y puesto por tercera vez de largo, se arrancó pronto y a galope para acudir al peto a empujar metiendo los riñones y la cara abajo. Notable pelea en este tercer encuentro, y tres puyazos arriba aunque algo traseros por parte de Jesús Vicente. El toro tuvo muchísima nobleza y también casta, y acudía con prontitud y franqueza a cada cite de Iván Vicente quien, apático, muy espeso y sin apreturas, se lo dejó ir sin torear en una faena larguísima de trapazos en la que hasta el toro terminó aburrido de tanta vulgaridad.
Javier Cortés venía con ambiente después de la buena tarde que dio hace un mes en esta plaza vestido de goyesco. Pero esta no fue la suya. El segundo, de Pallarés, no se empleó en el caballo, y Abraham Neiro con su excelente brega mostró que el toro se desplazaba con nobleza y buenas formas. Cortés, ya con la muleta, comenzó dando derechazos a media altura y haciendo pasar al toro con trallazos metiendo mucho el pico. Cogió la mano izquierda Javier Cortés y, citando muy encima, volvió a pegar trallazos sin mandar en ningún momento, quedándose el toro corto y sin que el matador consiguiera alargar el viaje. Transcurrió la larga faena en ese halo de vulgaridad y mal hacer del torero, quedando el toro por encima, y mandándolo al desolladero con una estocada caída perdiendo la muleta. El quinto fue el sobrero de José Luis Marca, manso y muy bruto al que Javier Cortés le intentó imponer, con nulo acierto, el toreo 2.0 de cites fuera de cacho, trapazos hacia fuera, pico y pierna retrasada. Y en un momento dado el toro, que no era la tonta del bote, se lo llevó por delante y le propinó una fortísima voltereta que dejó muy mermado al matador, quien tuvo que ser atendido en la enfermería una vez estoqueado el toro. Valiente y dispuesto Javier Cortés, pero desacertado al plantearle la monofaena de siempre a tan complicado animal.
Javier Jiménez tuvo en su haber al segundo de los dos inválidos que se lidiaron con el hierro de Rehuelga, y con el que pegó muchos pases aliviados y sin obligar lo más mínimo al toro, para evitar la genuflexión de este dada su poca fuerza. No le puso las cosas fáciles el pastueño zambombo de Pallarés que cerraba corrida, pero tampoco imposibles. Ya en el caballo se arrancó con alegría hasta en tres ocasiones, pero sin hacer nada que no fuera defenderse una vez se le colocaba el palo en el morrillo. Por cierto que Agustín Romero, además de ejecutar la suerte más que correctamente, colocó el palo en todo lo alto, dejando así tres puyazos sencillamente COLOSALES. Enorme este picador. Ya cambiado al tercio de muerte, el toro demostró estar un tanto agarrado al piso, así como que se desplazaba con recorrido una vez tenía a bien de arrancarse. Javier Jiménez no supo tirar del toro en ningún momento, siempre pegando latigazos hacia fuera y quitándole la muleta de la cara para perderle pasos y tener que volver a colocarse siempre. Por debajo de las posibilidades que ofreció el animal Javier Jiménez. Una pena.
El desafío ganadero Rehuelga-Pallarés no dio más de sí salvo un toro bueno que fue el tercero, los puyazos de Agustín Romero al sexto, y un buen par de banderillas de Jesús Robledo "Tito" al cuarto. Y es que el final del festejo, la sensación fue de que se desafío, la corrida solamente tuvo el nombre.
Hoy, trigesimoprimera de abono, ha tocado precisamente de eso ultimo: un desafío ganadero entre dos hierros de origen Santa Coloma, distribuidos en tres toros con el hierro de Rehuelga, y otros tres con el de Pallarés. Eso, en la teoría.
En la práctica, la corrida terminó siendo un pseudodesafío entre 3 toros de Pallarés, dos de Rehuelga y uno, sobrero, de José Luis Marca que salió al ruedo para sustituir al segundo, de Pallarés, el cual salió lesionado. ¿Que quién ganó el tal desafío? Pues como todo en la vida, esto será según a quién se le pregunte, pero en cuanto a un servidor respecta, la cosa quedó en lo que llega siendo un premio "desierto". A los dos toros de Rehuelga se los protestó mucho por su baja alzada, y no ser demasiado aparatoso de carnes ni de cara. Vamos, lo que llegan siendo protestas a eso de estar en tipo. Quizás es que algunos esperaban ver zambombos de la talla del célebre Liebre lidiado hace justo un año. O sea, kilos, carnes, más kilos, más carnes, y así hasta que salga un elefante con cuernos para que se considere "bien presentado". Pero los dos salieron en tipo, qué gran pecado. Su comportamiento se resume en pocas palabras: de haber estado dotados de más poder y fuerzas, ambos hubieran sido de lío. Pero como se trató de un par de inválidos, todo lo demás les vino muy grande. Los cuatro de Pallarés levantaron más alzada, lucieron más carne y cornamenta, y la tablilla les sumó algunos dígitos más. Para los amantes de esta estadística, no por otra cosa... Y en especial, destacó un hermosísimo zambombo, el sexto, que parecía una albóndiga con patas y cuernos. La antítesis perfecta del toro de Santa Coloma. O la panacea del trapío y de la buena presentación, según quién lo mire vaya.
Y el sobrero de José Luis Marca, otro zambombo regordete con mucho genio y poco apto para toreo excelso del siglo XXI.
La corrida, más allá de todas esas cosas, sacó posibilidades para propiciarle el triunfo a la terna. No excesiva casta, pero sí algunas arrancadas bonacibles como para triunfar. Ese verbo, ni Iván Vicente, ni Javier Cortés ni Javier Jiménez lo consiguieron conjugar en la tarde de hoy.
Iván Vicente pasó por ambos pitones al soso y flojo primero con frialdad, aseo y no muchas apreturas. No había toro ahí para nada de nada, pero Iván Vicente estuvo rato porfiando como si la cosa fuera a alcanzar altura en algún momento.
El cuarto fue el mejor de la corrida. Hizo una pelea en varas que fue de menos a más: protestó e hizo ademán de quitarse el palo en la primera vara, metió mejor la cara en la segunda, y puesto por tercera vez de largo, se arrancó pronto y a galope para acudir al peto a empujar metiendo los riñones y la cara abajo. Notable pelea en este tercer encuentro, y tres puyazos arriba aunque algo traseros por parte de Jesús Vicente. El toro tuvo muchísima nobleza y también casta, y acudía con prontitud y franqueza a cada cite de Iván Vicente quien, apático, muy espeso y sin apreturas, se lo dejó ir sin torear en una faena larguísima de trapazos en la que hasta el toro terminó aburrido de tanta vulgaridad.
Javier Cortés venía con ambiente después de la buena tarde que dio hace un mes en esta plaza vestido de goyesco. Pero esta no fue la suya. El segundo, de Pallarés, no se empleó en el caballo, y Abraham Neiro con su excelente brega mostró que el toro se desplazaba con nobleza y buenas formas. Cortés, ya con la muleta, comenzó dando derechazos a media altura y haciendo pasar al toro con trallazos metiendo mucho el pico. Cogió la mano izquierda Javier Cortés y, citando muy encima, volvió a pegar trallazos sin mandar en ningún momento, quedándose el toro corto y sin que el matador consiguiera alargar el viaje. Transcurrió la larga faena en ese halo de vulgaridad y mal hacer del torero, quedando el toro por encima, y mandándolo al desolladero con una estocada caída perdiendo la muleta. El quinto fue el sobrero de José Luis Marca, manso y muy bruto al que Javier Cortés le intentó imponer, con nulo acierto, el toreo 2.0 de cites fuera de cacho, trapazos hacia fuera, pico y pierna retrasada. Y en un momento dado el toro, que no era la tonta del bote, se lo llevó por delante y le propinó una fortísima voltereta que dejó muy mermado al matador, quien tuvo que ser atendido en la enfermería una vez estoqueado el toro. Valiente y dispuesto Javier Cortés, pero desacertado al plantearle la monofaena de siempre a tan complicado animal.
Javier Jiménez tuvo en su haber al segundo de los dos inválidos que se lidiaron con el hierro de Rehuelga, y con el que pegó muchos pases aliviados y sin obligar lo más mínimo al toro, para evitar la genuflexión de este dada su poca fuerza. No le puso las cosas fáciles el pastueño zambombo de Pallarés que cerraba corrida, pero tampoco imposibles. Ya en el caballo se arrancó con alegría hasta en tres ocasiones, pero sin hacer nada que no fuera defenderse una vez se le colocaba el palo en el morrillo. Por cierto que Agustín Romero, además de ejecutar la suerte más que correctamente, colocó el palo en todo lo alto, dejando así tres puyazos sencillamente COLOSALES. Enorme este picador. Ya cambiado al tercio de muerte, el toro demostró estar un tanto agarrado al piso, así como que se desplazaba con recorrido una vez tenía a bien de arrancarse. Javier Jiménez no supo tirar del toro en ningún momento, siempre pegando latigazos hacia fuera y quitándole la muleta de la cara para perderle pasos y tener que volver a colocarse siempre. Por debajo de las posibilidades que ofreció el animal Javier Jiménez. Una pena.
El desafío ganadero Rehuelga-Pallarés no dio más de sí salvo un toro bueno que fue el tercero, los puyazos de Agustín Romero al sexto, y un buen par de banderillas de Jesús Robledo "Tito" al cuarto. Y es que el final del festejo, la sensación fue de que se desafío, la corrida solamente tuvo el nombre.
miércoles, 6 de junio de 2018
6 DE JUNIO DE 2018, ¿EXTRAORDINARIA? CORRIDA DE LA ¿BENEFICENCIA?: A BENEFICIO DE LOS TAURINEJOS
Todo lo Extraordinaria que puede ser una corrida incardinada en mitad de la feria y con el cartel confeccionado desde el mes de febrero. Salvo que se tenga en cuenta que no estaba incluida en el abono y aquí todo el mundo, abonado o no, ha tenido que aflojar la caponata si no quería que el portero le dijese suba aquí y dé pedales, enseñando el dedo del medio. Y también, teniendo en cuenta las lonas de plástico con el escudo de la Comunidad de Madrid, camufladas como tapices (está la cuenta corriente de Plaza 1 para tapices de verdad), que colgaban de las andanadas; así como las banderillas, las divisas con moña y la ilustre presencia del Emérito, con la que nos sentimos honrados (un servidor por lo menos). Pero bueno sí, aceptemos pulpo como animal de compañía, y califiquémoslo de Extraordinara. Qué sería entonces cuando se daba después de San Isidro y se remataba el cartel con los triunfadores de esta feria...
De Beneficencia... Pues hombre, si en la letra pequeña del cartel decía algo así del estilo de "A beneficio de los taurinejos, para satisfacer su cuenta corriente", clavado y mondado. Si se habla de Beneficencia para referirse a aquellos añorados tiempos en los que los toreros donaban sus honorarios a causas benéficas de verdad, de Beneficencia tuvo lo mismo que la pesebrera poltrona del Plus tiene de amor por la objetividad. Qué bonita es esa placa de mármol ubicada en el patio de caballos, y que recuerda a los toreros que un día tuvieron verdaderos gestos benéficos en fecha tal señalada. Desde 2007 lleva sin inscribirse ni una más, concretamente en aquella fecha en que Morante de la Puebla se encerró con seis toros en beneficio de una entidad con fines solidarios. Once años después, ahí sigue, esperando a ver si alguno hace por inscribirse en ella. Quizás, Alejandro Talavante, con fecha 25 de mayo de 2018, debiera aparecer no tardando mucho. Por lo demás... Bueno, igual los nombres de Antonio Ferrera, Miguel Ángel Perera y Ginés Marín, con fecha 6 de junio de 2018, y con la siguiente inscripción: "en beneficio de Plaza 1, para que el año que viene adquiera tapices, y ceda las lonas que cuelgan de las andanadas al primer agricultor que pillen por ahí, para que con ellas tape el remolque en tiempos de la aceituna". Y quedarían como Dios. Porque lo de "en beneficio de Plaza 1, para que empiece a adquirir las cabezas de camada para ser lidiadas en la primera plaza del mundo"... Menos complicado sería ver a Emilio Muñoz cortar una oreja en Madrid.
Nuestra cita anual Extraordinaria de Beneficencia se completó con un cartel en la que los renombrados Ferrera, Perera y Ginés Marín estaban anunciados para vérselas y deseárselas ante una corrida de Alcurrucén muy desigual de presencia y hechuras, muy poco castigada en el primer tercio, y cuya condición fue mansa y rajada hasta decir basta. Pero sirvió para los toreros. O, por lo menos, hubo toros aptos para que los toreros alcanzaran altas cotas de lucimiento. Y también hubo casta. No a raudales, pero lo suficiente para deleitarse en algunos momentos con ella.
Hablando de deleitar, poco de ello supieron los toreros de esta tarde, teniendo toros más que de sobra para hacerlo. Antonio Ferrera, por ejemplo, tuvo en su haber al primero para de una vez por todas darle la razón a todos aquellos que le aclaman como la panacea de la torería y el buen toreo, pero una vez más eso tendrá que esperar. Huidizo el toro de salida, nadie fue capaz de poner orden para fijarlo en el capote. Hasta que llegó Montoliú, ya en banderillas, y le echó el capote abajo unas cuantas de veces para conseguir meterlo en vereda. Y oye, que el marrajo metía la cara y todo. Ferrera se dejó de chiquitas desde el momento cero y se fue a terrenos de toriles con él, y cosas de la vida, el toro empujó y se comía la muleta en todo momento en que Ferrera se la presentaba e intentaba tirar de él. El toro nunca dejó de embestir, sobre todo por el pitón que le da el dinero a los toreros, cosa de la que no se enteró un Ferrera perfilero, despegado, poco asentado y menos mandón aún. El marrajo, encastado, se fue sin torear y con las orejas puestas al desolladero.
El cuarto fue un burel muy complicado que requería mano baja y mando. Mucho mando. Y Ferrera, con actitud abúlica y desganada, se dedicó a espantarle las moscas durante toda, consiguiendo con ello que el toro pareciera peor de lo que en realidad fue. En otro momento quizás pueda ser lo de Ferrera y Madrid...
Miguel Ángel Perera, ilustre pegapases al servicio de la chabacanería hecha tauromaquia, estuvo estuvo lo suyo. "Y ¿qué es lo suyo?", pensarán algunos. Pues sacar de paseo el capote de brega y utilizarlo únicamente para darse un garbeo por el ruedo con él recogidito mientras pone poses, inhibirse de la lidia como hace siempre, y realizar su misma faena de hace dos semanas, y del año pasado, y de hace dos, y cinco, y diez, y...
Ante un borrego soso y parado como fue el segundo, y un nobilísimo ejemplar que tuvo dulces arrancadas como lo fue el quinto, nada más que eso: trallazos citando al hilo y perfilero, esconder la patita, pico, latigazo hacia fuera y vuelta a empezar. Es lo que hay, lo que lleva tiempo habiendo y lo que seguirá habiendo cada vez que este hombre se vista de luces. Nada más que añadir.
Ginés Marín tiene un concepto del toreo que más quisieran muchos echárselo a las espaldas. Bueno, o mejor dicho, más quisiéramos muchos que la mitad del escalafón lo tuvieran. Pero al hombre todavía le falta reposarse más, asentarse y poder tirar de los toros con mayor suavidad y mando. Y, sobre todo, no dejarse llevar por orejitas festivaleras que no hacen sino engañar al que las recoge de manos del alguacil. El tercero fue noble a secas y duró muy poco, pero Marín, en una faena con aires muy toreros, consiguió sacarle algunos muletazos sueltos (no muchos ciertamente) que llegaron a llevar al toro atrás de la cadera, siempre cruzado el torero y cargando la suerte. Ni siquiera esa epidemia llamada bernardinas que ahora todos utilizan para cerrar la faena, incluido Marín ante este tercero, no le quitaron a la faena el aroma de clasicismo que tuvo. Pero al quehacer de Marín le faltó en sí más rotundidad y, sobre todo, Toro. De haber matado muy bien, la oreja concedida no hubiera tenido reproche. Pero con un pinchazo y una estocada trasera y un palmo caída, se antoja como más que prescindible.
¿Que le hacía falta Toro a Ginés Marín? Pues toma el sexto toro, que vas a tener toro para reventar Madrid. Y sobre todo, no lo piques mucho, criatura. No vaya a ser que te lleven comisión por ello. Pero esta vez Marín, quizás porque se conformaba con un sólo despojo, quizás porque aún está verde para estas cosas, o vaya usted a saber por qué, no se las terminó de entender con un encastado animal que se arrancaba con prontitud y repetía con carbón y emoción. Ginés no se puso en el sitio ni una sola vez, y lo aburrió, y de paso aburrió al personal, con trapazos poco templados, pegando el latigazo hacia fuera, y haciendo que el toro quedara por encima de la situación. La voz que llegó de cierta parte de la plaza espetando se va sin torear, no pudo definir mejor la faena.
No fue una gran corrida de Alcurrucén ni mucho menos. Se puede decir incluso, sin miedo a equivocarse, que de ella se esperaba muchísimo más. Pero echó toros aptos para cortarse orejas y hacer el toreo, yéndose al desolladero con ellas puestas y, además, sin torear. Pinceladitas de Ginés Marín ante el tercero, y nada más.
Eso, por parte de los de oro. Los de plata, cabe resaltar la magnífica tarde con capote y banderillas de Javier Ambel, que una vez más demostró que es de los subalternos más completos que existen en la actualidad. Montoliú también le pegó algunos capotazos buenos al primero, y sobre todo destacar a Guillermo Marín señalándole al tercero dos puyazos en todo lo alto, consiguiendo hacer la suerte con total pureza y toreando a caballo. Aunque parezca mentira a veces, todavía quedan grandes picadores.
martes, 5 de junio de 2018
5 DE JUNIO DE 2018, VIGESIMONOVENA DE FERIA: Y CHUPETERO NOS DESPERTÓ DEL LETARGO
Qué tarde más mala estaba saliendo. Muchos ya desertaban de su escaño siendo arrastrado el quinto, aburridos y decepcionados por la falta de trapío y de casta de los de Pepe Escolar, y también por el pegapasimo de los tres matadores, incapaces de sacarle partido a una corrida suavona que se dejó torear con nobleza.
Y con el ambiente cargado de tedio y pesar, hizo aparición en el ruedo un galán apodado Chupetero, con el número 10 en el costillar. Los aplausos no tardaron en oírse una vez que los aficionados pudieron comprobar de cerca la preciosa estampa del bicho. Tanto así, que parecía el padre de sus cinco predecesores. Chupetero ya dejó claro desde el primer capotazo que tomó de Luis Bolívar que sus embestidas iban a llevar mucha clase. Bolívar consiguió estirarse en el recibo y sacarse algunos lances templados. Luego, ya en varas, dejó al toro de largo para que fuera lucido. Chupetero entró al primer encuentro y el picador, Félix Majada, no fue capaz de agarrar el puyazo, por lo que el toro empujó con la cara abajo y cumplió en este primer encuentro sin el palo encima. Bolívar lo volvió a colocar largo y de nuevo Majada, después de hacer la suerte con algo más que corrección, volvió a no conseguir agarrar el puyazo, por lo que el toro de nuevo volvió volvió emplearse con muy buenas maneras, pero sin ser castigado. Con dos entradas, el toro apenas sí tenía dos pequeños refilonazos, por lo que Bolívar volvió a colocarlo de largo por tercera vez y el toro acudió de nuevo con alegría, pero esta vez el picador colocó el palo, resultando ser el puyazo caído, y en un primer momento el animal metió la cara y empujó, pero después echó la cara arriba e hizo ademán de quitarse el palo. Lo sacaron inmediatamente y se cambió el tercio bajo las protestas de los aficionados, pues hubiera gustado mucho ver al toro en una cuarta vara. En banderillas el toro se desplazaba largo y surcaba el albero con el morro, cosa que se demostró gracias a los buenos capotazos de ese magnífico peón de brega que ha sido siempre EL Jeringa. No menos se lucieron con los palos sus compañeros de cuadrilla, Miguel Martín y sobre todo Fernando Sánchez. La lidia de Chupetero estaba resultando intensa hasta el momento, y prometía más vibración según Bolívar se disponía a vérselas cara a cara con él. Los primeros muletazos, con la derecha y en los mismos medios, el toro desbordó por completo al matador con su casta, cambiando este de mano para continuar con naturales. Se vio a Bolívar más reposado y asentado con la muleta en esta mano, pero los primeros muletazos no consiguieron salir ni limpios ni mandones. Le siguió otra serie en la que Bolívar consiguió tirar de Chupetero con más mando y poder, pero sin cruzar la línea ni una sola vez. El resto de la faena, basada sobre la mano izquierda, continuó la tónica de pases muy despegados de Bolívar en los que metió mucho el pico y sin conseguir en ningún momento someter al animal para llevarlo podido. El toro se fue parando y quedando más corto cuanto más se le alargan la faena, además de que empezó a aburrirse y a salir con la cara alta de cada muletazo. Y es que hasta el toro se aburrió de tal faena, ganándole la partida a su matador. Se tiró Bolívar a matar como quien se tira a la piscina en plancha, saliendo rebotado y cobrando una estocada que cayó en buen sitio. Gran ovación para el buen Chupetero, quien dio un toque colorido a tan gris tarde; y palmas entremezcladas con pitos para Bolívar.
La corrida, más allá de ese gran Chupetero, tuvo muy poca historia. Los toros de Pepe Escolar, quitando a ese Chupetero y al cuarto de la tarde, tuvieron presencia más de preescolar, por chica, terciada, vareada, y luciendo muy poco remate. Tampoco fue un derroche de casta la corrida, lo que no quiere decir que no se les pudiera haber toreado y lucirse ante ellos. Rafaelillo, en esta su segunda y última tarde isidril, de nuevo fue autor mediato de sendos asesinatos durante el tercio de varas a sus dos opinentes, ejerciendo otra vez como matarifes Juan José Esquivel y Agustín Collado, quienes mañana no podrán ni mover el brazo derecho más de medio milímetro a causa de las agujetas. Rafaelillo pasó sin pena ni gloria ante dos toros sin grandes complicaciones aparentes durante los dos primeros tercios, pero que una vez con Rafaelillo delante, parecían alimañas. Nunca fue capaz el matador de bajarles la mano, ni de someterlos con poderío, ni de alargarles el viaje. Más bien, se dedicó a pegar trallazos por arriba y a acortarle el viaje a los animales, lo que provocaron arreones por parte de los de cuatro patas y dos cuernos. Mal con la espada Rafaelillo en sus dos toros, y conclusión final de que su feria ha sido bochornosa.
A Robleño se le aplaudió y jaleó mucho en su primer toro, un preescolar al que se le pegó también bastante en varas, y terminó con una embestida tan suavona que recorbada sobremanera a los saltillos mexicanos que las figurinas de porcelana se rifan al otro lado del charco. De esta condición se valió Robleño para sacar algunos muletazos templados con la mano derecha, pero sin conseguir tirar del toro hasta el final. Más bien, se la dejaba puesta, corría la mano con suavidad y, a mitad del muletazo, se la quitaba del hocico al toro. Tal quehacer llegaba a ciertos sectores de la plaza, pero en otros se le recriminaron al matador tales maneras. Acabó con estocada caída y atravesada, más dos descabellos.
Mucha menos suerte tuvo Robleño ante el quinto, el más morucho de toda la corrida y, por ende, con nulas posibilidades de lucimiento. Robleño se excedió en tiempo ante el toro, realizando una faena larga y totalmente hueca de emoción y de interés.
Bolívar, además de su quehacer lidiador ante el buen sexto, tuvo en sus manos en tercer lugar a un ejemplar que, muy castigado en el primer tercio, sacó en el tercio a muleta cierta nobleza y actitud de dejarse torear, pero sin la más mínima casta. Bolívar bien pudo haber sacado algunos muletazos excelsos ante tan manejable ejemplar, pero su faena, basada casi por completo sobre la mano zurda, no pasó de los trallazos pegando el latigazo hacia fuera, y colocándose fuera de cacho. La estocada tendida y caída que dejó fue suficiente.
El encastado y buen Chupetero no ha servido, ni mucho menos, para tapar la decepcionante tarde de los escolares. Corrida muy suavona y carente de casta, así como presentación censurable. Claro, los buenos ya sabemos para dónde están reseñados... ¿Se dará la vuelta alguno en Santo Domingo este año, como en años anteriores? Ahi estaremos para verlo.
4 DE JUNIO DE 2018, VIGESIMOCTAVA DE FERIA: DON OCTAVIO CHACÓN
Lo siento, pero no puedo empezar de otra manera: OCTAVIO CHACÓN, EL MATADOR MÁS SERIO DE TODOS CUANTOS HAN VENIDO EN ESTE SAN ISIDRO. Y una vez dicho esto, vayamos al grano, que en esta tarde ha habido como para alimentar a una granja de pollos durante quince años.
La de Saltillo de esta tarde ha tenido muchísimas cosas y muchísimos matices: emoción, mansedumbre, dureza, malas ideas, genio, moruchez algunos, casta otros... Y en base a todo eso, se asienta la frase que sale a relucir en tardes así: nadie se aburrió. Y es muy cierto, en una tarde como la de hoy el aburrimiento se ausentó de los tendidos, los vendedores de pipas se quedaron con la caja registradora tal cual, y el cesto de las almendras fritas que pulula por el tendido durante toda la corrida presentó el mismo aspecto al final que al principio de la corrida. Dios me libre de defender la excelsa mansada que don Joaquín Moreno Silva, propietario de la ganadería de Saltillo, ha echado esta tarde en Las Ventas. Tal cosa es tarea que se presume imposible de llevar a cabo. ¿Que nadie se aburrió? Cierto. ¿Que la emoción estuvo presente en todo momento, alentada en gran parte por esa mala uva de los toros, la cual requería a los lidiadores el carné y un saber estar adecuado? Verdad verdadera. ¿Que no era imposible lucirse con estos toros y estar más dignos? Ahí han quedado grandes momentos protagonizados por algunos hombres de luces. ¿Que una corrida así, por mucho que deje de aburrir, es la antibravura? Correcto. ¿Que esto no hace sino que dejar en evidencia aún más los grandes males de la Fiesta, que son la monotonía que produce el medio-borrego bobo, cosa que hace que creamos que se nos apareció la Virgen cuando una corrida sale con mala leche? El perfecto resumen de la tarde de hoy.
Corrida complicadísima para estar delante, pero no imposible. No señor. Bueno, imposible hacer eso de se torea mejor que nunca, o como se diga. Pero no para el lucimiento, lo cual no necesariamente llega única y exclusivamente con lo de pegar pases. Y si no, ahí quedan los quehaceres de Sebastián Ritter y, sobre todo, de Octavio Chacón, quienes han dado una magnífica lección, sobre todo el segundo, de cómo se puede alcanzar grandes cotas de lucimiento ante una corrida de este calibre. ¿Enseñarán a partir de ahora en las escuelas este tipo de cosas? No estaría de más.
Se podía estar muy digno, como ha hecho el novel de la terna, Sebastián Ritter, a quién no se le puede poner ningún pero. El tercero fue un manso huidizo, ante el cual se quiso poner de verdad para sacarle buenos muletazos, pero lo único que pudo hacer fue aguantar estoico los parones y las probaturas del toro. No se alargó Ritter en exceso, culminando con un decoroso y muy torero macheteo sobre los pies, para acabar con la vida del marrajo de estocada tendida y atravesada, que sirvió.
El comportamiento que tuvo el sexto de la tarde recordó más a un morrucho castellano que a un toro de lidia de verdad. El morucho ya de por sí puso en serios aprietos a los banderilleros a la hora de clavar los palos, quienes no consiguieron hacerlo de otra forma que no fuera de una en una, ya que el toro se venía con muchos pies y perseguía hasta el final. Ritter, ya con la muleta, de nuevo intentó ponerse, pero el toro le quitó rápido de la cabeza la idea cuando se le vino al pecho en uno de esos conatos. En otra, le arrebató la muleta de un gañafón y se fue derecho a por él, haciéndole hilo y llegando a darle caza casi cuando se disponía a saltar las tablas, afortunadamente sin consecuencias graves aparentes. No se demoró más, y metió la mano con habilidad para dejarle la estocada.
Digna, pero muy digna su actuación.
También cabía el triunfo esta tarde y ante estos toros, aun pegando muy pocos muletazos buenos. Y si no, que le pregunten a Octavio Chacón, ese torero de cuyas hazañas en los duros festejos del valle del Tiétar se lleva tiempo hablando en muchas tertulias de aficionados. Y esta tarde en Madrid, tales hazañas han sido refrendadas ante un mansurrón que se dejó dar algunos muletazos por el lado derecho, y ante un marrajo pregonado que en todo momento fue a por el bulto que había detrás de la franela roja.
El mansurrón que tuvo cierta bondad por el lado derecho abrió plaza, y Chacón, con el capote, lo sacó a los medios andando hacia atrás y llevándolo muy toreado y sometido por abajo, con una suavidad y un poderío exquisito. Dejó al toro de largo hasta tres veces, cumpliendo en las dos primeras y cantando la gallina en el tercero; y después de esto dejó plasmado Chacón un bonito quite por delantales que volvieron a mandar sobre la embestida. Con mucho orden y acierto de desarrolló una lidia dirigida por el matador, quien ya con la muleta en la mano, comenzó la faena doblándose y sacando algunos muletazos de mucho sabor. Basó el torero la faena en el tercio, donde pegó algunas series con la mano derecha donde sobresalierom algunos redondos muy mandones que llevaron al toro hasta el final. Cogió la izquierda, pero lo único que quedó claro es que por ese lado el toro no quería nada, y volvió a la derecha para dejar otra serie en la que la noblota condición del animal por este lado ya estaba muy apagada. Dejó Octavio Chacón una estocada tendida y atravesada que, aunque tardó en hacer efecto, sirvió. Y tardó porque el toro fue más duro que una piedra y se negaba a doblar, llegando incluso a levantarse en varias ocasiones. Los pañuelos asomaron para pedir una oreja ganada a todas las de la ley, pero el único pañuelo que asomó fue... El azul. Sí, vuelta al ruedo a un toro que acabó manseando en el tercer puyazo, que por el lado derecho no pasó de pastueño, y que por el izquierdo no tuvo ni uno. Increíble pero cierto. Muy protestada tal concesión, y clamorosa vuelta al ruedo que se pegó Octavio Chacón bajo las ovaciones unánimes de toda la plaza.
No con menos brillantez resolvió la papeleta Chacón ante el cuarto, el cual de salida le apretó hacia dentro pero, haciendo gala de inteligencia y recursos, se dio media vuelta y volvió a sacárselo a los medios arrastrando el capote y mandando. Volvió a ponerlo tres veces en el caballo otra vez con sobriedad y afán lidiador, el toro recibió tres puyazos en los que cabeceó y se dolió de la vara como buen marrajo que fue. En banderillas no lo puso tampoco fácil, cortaba, apretaba hacia los adentros y echaba la cara arriba, pero nada de eso fue impedimento para que el subalterno Vicente Ruiz colocara dos grandes pares de banderillas. El toro, después, no tuvo ni uno de pregonado que fue. Chacón se dobló por abajo e intentó ponerse para sacarle algún derechazo, pero el toro, lejos de seguir la muleta, se lanzaba como un cohete al pecho del matador, quien como pudo, volvió a dar otra muestra más de dignidad y de vergüenza torera haciendo una lidia breve sobre las piernas, y matándolo sin más dilación con una estocada que cayó en todo lo alto. Gran ovación para él una vez arrastrado el toro.
La gran tarde de Octavio Chacón no acabó con la lidia y muerte a estoque de sus toros, pues estuvo en el resto de turnos muy atento de todo, muy bien colocado para hacer el quite, tanto en el ruedo como dentro del callejón; salió acompañando a los caballos de picar para cortar el viaje del toro si hubiera hecho falta, y hasta dejando en suerte al toro de algún compañero cuando este no era capaz. Sobran las palabras acerca de Octavio Chacón.
Esaú Fernandez completó la terna para hacerse cargo de segundo y quinto, y para no hacer leña del árbol caído mejor acortar palabras: no quiso ni ver a ninguno de sus dos toros y fue incapaz en todo momento de resolver la papeleta con un mínimo de dignidad, como sí hicieron sus compañeros ante situaciones no menos complicadas que las que él tuvo. Al quinto, además, no se lo dejó vivo de milagro, pues es mitin de pinchazos que ofreció fue de escándalo. Quizás Esaú debería tener en cuenta que esto de la Tauromaquia no es sólo pegar pases.
Las cuadrillas de a pie, más que menos, resolvieron la papeleta también dignamente, y hasta en muchos casos, con lucimiento y torería. Tal fue el caso de Alberto Cerrato, tercero a las órdenes de Octavio Chacón, quien salvó la vida unas cuántas veces a los compañeros gracias a su magnífica colocación en el ruedo, y además logró soplarle un gran par de banderillas al primero. Vicente Ruiz también brilló con los palos y saludó montera en mano tras parear al cuarto. Sobre los seis picadores que ayer actuaron, baste con decir que a todos sin excepción se les debería tocar el bolsillo por las carnicerías y cuchilladas que asestaron a los animales por todas las partes de su cuerpo. En todas, excecto en donde se debe picar.
La de Saltillo de esta tarde ha tenido muchísimas cosas y muchísimos matices: emoción, mansedumbre, dureza, malas ideas, genio, moruchez algunos, casta otros... Y en base a todo eso, se asienta la frase que sale a relucir en tardes así: nadie se aburrió. Y es muy cierto, en una tarde como la de hoy el aburrimiento se ausentó de los tendidos, los vendedores de pipas se quedaron con la caja registradora tal cual, y el cesto de las almendras fritas que pulula por el tendido durante toda la corrida presentó el mismo aspecto al final que al principio de la corrida. Dios me libre de defender la excelsa mansada que don Joaquín Moreno Silva, propietario de la ganadería de Saltillo, ha echado esta tarde en Las Ventas. Tal cosa es tarea que se presume imposible de llevar a cabo. ¿Que nadie se aburrió? Cierto. ¿Que la emoción estuvo presente en todo momento, alentada en gran parte por esa mala uva de los toros, la cual requería a los lidiadores el carné y un saber estar adecuado? Verdad verdadera. ¿Que no era imposible lucirse con estos toros y estar más dignos? Ahí han quedado grandes momentos protagonizados por algunos hombres de luces. ¿Que una corrida así, por mucho que deje de aburrir, es la antibravura? Correcto. ¿Que esto no hace sino que dejar en evidencia aún más los grandes males de la Fiesta, que son la monotonía que produce el medio-borrego bobo, cosa que hace que creamos que se nos apareció la Virgen cuando una corrida sale con mala leche? El perfecto resumen de la tarde de hoy.
Corrida complicadísima para estar delante, pero no imposible. No señor. Bueno, imposible hacer eso de se torea mejor que nunca, o como se diga. Pero no para el lucimiento, lo cual no necesariamente llega única y exclusivamente con lo de pegar pases. Y si no, ahí quedan los quehaceres de Sebastián Ritter y, sobre todo, de Octavio Chacón, quienes han dado una magnífica lección, sobre todo el segundo, de cómo se puede alcanzar grandes cotas de lucimiento ante una corrida de este calibre. ¿Enseñarán a partir de ahora en las escuelas este tipo de cosas? No estaría de más.
Se podía estar muy digno, como ha hecho el novel de la terna, Sebastián Ritter, a quién no se le puede poner ningún pero. El tercero fue un manso huidizo, ante el cual se quiso poner de verdad para sacarle buenos muletazos, pero lo único que pudo hacer fue aguantar estoico los parones y las probaturas del toro. No se alargó Ritter en exceso, culminando con un decoroso y muy torero macheteo sobre los pies, para acabar con la vida del marrajo de estocada tendida y atravesada, que sirvió.
El comportamiento que tuvo el sexto de la tarde recordó más a un morrucho castellano que a un toro de lidia de verdad. El morucho ya de por sí puso en serios aprietos a los banderilleros a la hora de clavar los palos, quienes no consiguieron hacerlo de otra forma que no fuera de una en una, ya que el toro se venía con muchos pies y perseguía hasta el final. Ritter, ya con la muleta, de nuevo intentó ponerse, pero el toro le quitó rápido de la cabeza la idea cuando se le vino al pecho en uno de esos conatos. En otra, le arrebató la muleta de un gañafón y se fue derecho a por él, haciéndole hilo y llegando a darle caza casi cuando se disponía a saltar las tablas, afortunadamente sin consecuencias graves aparentes. No se demoró más, y metió la mano con habilidad para dejarle la estocada.
Digna, pero muy digna su actuación.
También cabía el triunfo esta tarde y ante estos toros, aun pegando muy pocos muletazos buenos. Y si no, que le pregunten a Octavio Chacón, ese torero de cuyas hazañas en los duros festejos del valle del Tiétar se lleva tiempo hablando en muchas tertulias de aficionados. Y esta tarde en Madrid, tales hazañas han sido refrendadas ante un mansurrón que se dejó dar algunos muletazos por el lado derecho, y ante un marrajo pregonado que en todo momento fue a por el bulto que había detrás de la franela roja.
El mansurrón que tuvo cierta bondad por el lado derecho abrió plaza, y Chacón, con el capote, lo sacó a los medios andando hacia atrás y llevándolo muy toreado y sometido por abajo, con una suavidad y un poderío exquisito. Dejó al toro de largo hasta tres veces, cumpliendo en las dos primeras y cantando la gallina en el tercero; y después de esto dejó plasmado Chacón un bonito quite por delantales que volvieron a mandar sobre la embestida. Con mucho orden y acierto de desarrolló una lidia dirigida por el matador, quien ya con la muleta en la mano, comenzó la faena doblándose y sacando algunos muletazos de mucho sabor. Basó el torero la faena en el tercio, donde pegó algunas series con la mano derecha donde sobresalierom algunos redondos muy mandones que llevaron al toro hasta el final. Cogió la izquierda, pero lo único que quedó claro es que por ese lado el toro no quería nada, y volvió a la derecha para dejar otra serie en la que la noblota condición del animal por este lado ya estaba muy apagada. Dejó Octavio Chacón una estocada tendida y atravesada que, aunque tardó en hacer efecto, sirvió. Y tardó porque el toro fue más duro que una piedra y se negaba a doblar, llegando incluso a levantarse en varias ocasiones. Los pañuelos asomaron para pedir una oreja ganada a todas las de la ley, pero el único pañuelo que asomó fue... El azul. Sí, vuelta al ruedo a un toro que acabó manseando en el tercer puyazo, que por el lado derecho no pasó de pastueño, y que por el izquierdo no tuvo ni uno. Increíble pero cierto. Muy protestada tal concesión, y clamorosa vuelta al ruedo que se pegó Octavio Chacón bajo las ovaciones unánimes de toda la plaza.
No con menos brillantez resolvió la papeleta Chacón ante el cuarto, el cual de salida le apretó hacia dentro pero, haciendo gala de inteligencia y recursos, se dio media vuelta y volvió a sacárselo a los medios arrastrando el capote y mandando. Volvió a ponerlo tres veces en el caballo otra vez con sobriedad y afán lidiador, el toro recibió tres puyazos en los que cabeceó y se dolió de la vara como buen marrajo que fue. En banderillas no lo puso tampoco fácil, cortaba, apretaba hacia los adentros y echaba la cara arriba, pero nada de eso fue impedimento para que el subalterno Vicente Ruiz colocara dos grandes pares de banderillas. El toro, después, no tuvo ni uno de pregonado que fue. Chacón se dobló por abajo e intentó ponerse para sacarle algún derechazo, pero el toro, lejos de seguir la muleta, se lanzaba como un cohete al pecho del matador, quien como pudo, volvió a dar otra muestra más de dignidad y de vergüenza torera haciendo una lidia breve sobre las piernas, y matándolo sin más dilación con una estocada que cayó en todo lo alto. Gran ovación para él una vez arrastrado el toro.
La gran tarde de Octavio Chacón no acabó con la lidia y muerte a estoque de sus toros, pues estuvo en el resto de turnos muy atento de todo, muy bien colocado para hacer el quite, tanto en el ruedo como dentro del callejón; salió acompañando a los caballos de picar para cortar el viaje del toro si hubiera hecho falta, y hasta dejando en suerte al toro de algún compañero cuando este no era capaz. Sobran las palabras acerca de Octavio Chacón.
Esaú Fernandez completó la terna para hacerse cargo de segundo y quinto, y para no hacer leña del árbol caído mejor acortar palabras: no quiso ni ver a ninguno de sus dos toros y fue incapaz en todo momento de resolver la papeleta con un mínimo de dignidad, como sí hicieron sus compañeros ante situaciones no menos complicadas que las que él tuvo. Al quinto, además, no se lo dejó vivo de milagro, pues es mitin de pinchazos que ofreció fue de escándalo. Quizás Esaú debería tener en cuenta que esto de la Tauromaquia no es sólo pegar pases.
Las cuadrillas de a pie, más que menos, resolvieron la papeleta también dignamente, y hasta en muchos casos, con lucimiento y torería. Tal fue el caso de Alberto Cerrato, tercero a las órdenes de Octavio Chacón, quien salvó la vida unas cuántas veces a los compañeros gracias a su magnífica colocación en el ruedo, y además logró soplarle un gran par de banderillas al primero. Vicente Ruiz también brilló con los palos y saludó montera en mano tras parear al cuarto. Sobre los seis picadores que ayer actuaron, baste con decir que a todos sin excepción se les debería tocar el bolsillo por las carnicerías y cuchilladas que asestaron a los animales por todas las partes de su cuerpo. En todas, excecto en donde se debe picar.
lunes, 4 de junio de 2018
3 DE JUNIO DE 2018, VIGESIMOSÉPTIMA DE FERIA: MIURA, Y NADA MÁS
En una feria con tanta importancia como lo es San Isidro, los legendarios toros de Miura se le hacen imprescindibles al aficionado. Pero no deberían serlo a cualquier precio. Primero, porque para la familia Miura no es imprescindible Madrid, ya que por delante van Pamplona y Sevilla. Y esto primero, nos lleva a lo segundo, que es que en Madrid toda ganadería ha de acudir con la cabeza de camada. Pero en casa de Miura, la plaza de Madrid no es la primera prioridad. Por sentimientos, por dinero, o por lo que sea, pero es tal cual y no se puede hacer nada. Sólo una cosa: si un año sale corrida apta y se puede venir a Madrid, se viene con todas las de la ley. Pero si no, no se viene, mal que nos pese a los amantes madrileños de la legendaria A con asas, y punto. Más duelen otras cosas. Por ejemplo, la escalera de corrida que la familia Miura ha traído en esta vigesimoséptima de San Isidro, en la que ha lidiado unos cuantos ejemplares indignos de Madrid. Un ganadero, sea cual sea, no puede presentarse en Madrid con bichejos como los que han asomado en tercer, cuarto y quinto lugar, más propios de plazas portátiles.
La escalera de Miura ha terminado siendo una corrida que ha ofrecido de todo. De todo, excepto dos cosas: inválidos, como aquellos de 2017 que hicieron de la miurada una borregada infumable más; y dos, toros poderosos y bravos en los caballos. Ninguno se ha empleado con bravura en el primer tercio, ni han emocionado sus peleas como sí lo hicieron antaño otros de sus hermanos. Pero sí se le pegó muy fuerte a la corrida desde lo alto de la montura, algunos incluso sufriendo una censurable carnicería. Y aun con esas, los animales, lejos de doblar la pezuña y ser carne de catedráticos en enfermería, fueron duros como ellos solos y en ningún momento el rictus de la cara se nos cambió al pensar que había sobreros preparados de José Cruz y de José Luis Marca. Acartelados con los toros de Miura se encontraban Rafaelillo, perfecto conocedor de tales menesteres; Pepe Moral, de quien se han pregonado mil y una hazañas, de las cuales algunas de ellas han sido ante esta ganadería; y el bueno de Román.
Rafaelillo puede desatar amores por un lado, y odios por otro. Por un lado, es un torero experto en corridas de esas que las figurinas de porcelana no quieren ni oler, y además ha demostrado en varias ocasiones que torea muy bien. Pero por el otro lado tiene fama de ser un torero perfectamente ratonero que tapa a los toros como nadie sabe hacerlo. Por desgracia, esta tarde ha aparecido el segundo Rafaelillo, el ratonero. Y si los toros supieran hablar, los de esta tarde hubieran certificado estas palabras. El primero, un colorado de preciosa estampa clásica miureña, ha salido escopetado cuando ha sentido por primera vez la puya, y acto seguido fue
condenado a dos varas asesinas más por parte de Rafaelillo y ejerciendo de verdugo Agustín Collado, que ha asestado las cuchilladas en mitad del espinazo y barrenando, a la par que el toro se los dejaba pegar como si tal cosa mientras pegaba cornadas a la montura. Después de esto, se le presumieron al animal intenciones de querer arrancarse a coger el engaño, pero sin apenas fuelle, y embistiendo andando y descompuesto. Rafaelillo, tras un exagerado quiero y no puedo en los que el toro todavía le puso en algún que otro apuro, dejó una estocada que hizo guardia y saliendo prendido y corneado; además de un lamentable sainete con el descabello.
Si este primero recibió dos puyazos asesinos, el cuarto, un novillejo que nunca debió ser lidiado en esta plaza, recibió nada menos que tres. Tres fortísima varas, esta vez ejerciendo de verdugo Juan José Esquivel, y todavía el toro conseguía desplazarse con la boca cerrada y sin tambalearse. Pero a la defensiva, y más aun cuando Rafaelillo le presentaba la muleta de feas maneras y con ella le espantaba las moscas con telonazos poco decorosos y menos poderosos. Y de ahí, a por la espada y a matar con estocada corta y dos descabellos.
A Pepe Moral le sonrió la suerte en el sorteo de las 12 de la mañana lo suficiente como para que le cupiera en suerte un miura de esos que de vez en cuando salen de embestida suavona, pastueña y dulce. Tanto así, que parecía un domecq herrado con la A con asas. Fue el segundo de la tarde, un toro con hechuras muy de Miura pero al que le faltaba estar más rematado, y que en varas se dejó pegar dos fuertes puyazos, sin emplearse y durmiéndose en el peto. Pepe Moral lo sacó más allá de la segunda raya haciendo lo más torero de la tarde por parte de los matadores, con unos doblones que le mostraron al toro el camino a seguir. Moral consiguió correr la mano con la suavidad que requería el no menos suavón compás del animal, pero lo que nunca terminó de conseguir fue asentarse en el piso y correr la mano hasta el final para rematar el muletazo atrás. Derechazos y naturales, algunos bien colocado y otros citando fuera, y ninguno sin tirar del toro ni de someterlo. Solo acompañando la empalagosa embestida del animal por donde este quería ir. La faena, no obstante, llegó a los tendidos, por lo que de haber matado bien, hubiera tocado pelo.
El quinto, de vergonzosa presencia, se denfendió con feo estilo en varas, y su matador dejó claras intenciones de no querer ni verlo desde que pegó el primer capotazo en el recibo. Y así terminó siendo, pues Pepe Moral, ya con la muleta en la mano, lo sacó con desgana y feas maneras a los medios por medio de banderazos. Ya fuera, sin ponerse ni una sola vez en el sitio y sin intención de someterlo, el torero lo pasó por ambos pitones de manera muy precavida, a la par que el toro protestaba y tiraba gañafones ante tales trapazos. No fue una alimaña ni mucho menos, pero su matador lo trató como si lo fuera, y se lo quitó del medio rápido dejando una estocada caída y pescuecera.
Román, entre muchas de las que podía haber elegido para completar su tercera y última tarde en esta feria, eligió Miura seguramente alentado por las ganas de realizar alguna gesta. Y el hombre tuvo las suficientes agayas para eso, para que su nombre apareciera en el mismo cartel que el legendario nombre de Miura, y para muy poco más. Con medrosidad, una alarmante falta de recursos, tan limitada técnica y tan solo con el conocimiento del toreo 2.0, no se llega muy lejos ante este tipo de toros, y menos aún con los que sorteó él en esta tarde, los cuales dentro de sus muchas complicaciones, tuvieron mucho que torear. Suponiendo que lo de torear sea algo que va muchísimo más allá que pegar miles de pases y de trallazos sin mando alguno. El tercero de la tarde, para empezar, si no quería enrojecerse uno más de la cuenta a causa de la vergüenza que producen algunos toretes por hechuras y pitones, era mejor no pararse a mirarlo muy detenidamente. Ya de salida dejó claro que iba a dar guerra, pues lo primero que hizo fue perseguir a un peón hasta el final, llegando incluso a rematar en las tablas y hacer saltar por los aires algunas astillas. En varas se empleó poco e hizo ademán de quitarse de encima las dos buenas varas que le propinó Pedro Iturrialde, y ya en el tercio de muleta no dejó de defenderse ni de achuchar al matador, quien descompuesto, no sabía ni por dónde meterle mano. Román, con la cabeza puesta únicamente en las cucamonas modernas y sin pararse a pensar en el dominio sobre las piernas como medio de sometimiento, acabó naufragando y quedando realmente mal. Más aún cuando entró varias veces a matar cuarteando, quitándose del medio al bicho como buenamente pudo.
El miura que cerró plaza fue el único que recibió sinceros aplausos cuando se apareció de la oscuridad de toriles, por su arrogante y preciosa estampa. Esto sí era Miura por los cuatro costados, y no dejó de serlo en ningún momento. Miura de principio a fin. Miura desde que apareció, miró a su alrededor y se percató de que enfrente de sí mismo había algunas tablas astilladas, las mismas que su hermano que hizo de tercero había destrozado, y allá que se fue para pegar un salto al callejón y sembrar el pánico en el mismo. Una vez devuelto al ruedo, Román intentó estirarse ante él, pero sin conseguir fijarlo ni meterlo en la tela rosa. A Román le costó sobremanera conseguir ponerlo en suerte, y el toro se empleó con mal estilo y haciendo sonar el estribo en las dos fuertes varas que se le asestaron. Su encastadísima condición emocionó al aficionado y descompuso al pobre Román, quien de nuevo se vió carente de técnica y recursos para conseguir hilar al toro en la muleta y tirar de él con temple, mando y poder. Con la disposición y el coraje del que siempre hace gala, quién lo duda, pero ante un miura, y más siendo un miura como este, se necesita muchísimo más que disposición. Y, además, lo mandó al desolladero de un feo bajonazo. Importantísimo ejemplar este de Miura, demasiado para un torero tan limitado como lo es Román.
Acabada la corrida de Miura, las sensaciones eran dispares. La recochura que dejó la mala presentación y la mansedumbre de los animales se entremezclaban con la dureza de patas y la viveza miureña que derrocharon los de Zahariche. Una corrida para estar delante, pero con aires alejados del modernismo y el pegapasismo que se gasta ante las borregadas bobalicones. Cosa que los miuras de ayer no tuvieron, aun con todas las cosas malas que sacaron.
Rafaelillo puede desatar amores por un lado, y odios por otro. Por un lado, es un torero experto en corridas de esas que las figurinas de porcelana no quieren ni oler, y además ha demostrado en varias ocasiones que torea muy bien. Pero por el otro lado tiene fama de ser un torero perfectamente ratonero que tapa a los toros como nadie sabe hacerlo. Por desgracia, esta tarde ha aparecido el segundo Rafaelillo, el ratonero. Y si los toros supieran hablar, los de esta tarde hubieran certificado estas palabras. El primero, un colorado de preciosa estampa clásica miureña, ha salido escopetado cuando ha sentido por primera vez la puya, y acto seguido fue
condenado a dos varas asesinas más por parte de Rafaelillo y ejerciendo de verdugo Agustín Collado, que ha asestado las cuchilladas en mitad del espinazo y barrenando, a la par que el toro se los dejaba pegar como si tal cosa mientras pegaba cornadas a la montura. Después de esto, se le presumieron al animal intenciones de querer arrancarse a coger el engaño, pero sin apenas fuelle, y embistiendo andando y descompuesto. Rafaelillo, tras un exagerado quiero y no puedo en los que el toro todavía le puso en algún que otro apuro, dejó una estocada que hizo guardia y saliendo prendido y corneado; además de un lamentable sainete con el descabello.
Si este primero recibió dos puyazos asesinos, el cuarto, un novillejo que nunca debió ser lidiado en esta plaza, recibió nada menos que tres. Tres fortísima varas, esta vez ejerciendo de verdugo Juan José Esquivel, y todavía el toro conseguía desplazarse con la boca cerrada y sin tambalearse. Pero a la defensiva, y más aun cuando Rafaelillo le presentaba la muleta de feas maneras y con ella le espantaba las moscas con telonazos poco decorosos y menos poderosos. Y de ahí, a por la espada y a matar con estocada corta y dos descabellos.
A Pepe Moral le sonrió la suerte en el sorteo de las 12 de la mañana lo suficiente como para que le cupiera en suerte un miura de esos que de vez en cuando salen de embestida suavona, pastueña y dulce. Tanto así, que parecía un domecq herrado con la A con asas. Fue el segundo de la tarde, un toro con hechuras muy de Miura pero al que le faltaba estar más rematado, y que en varas se dejó pegar dos fuertes puyazos, sin emplearse y durmiéndose en el peto. Pepe Moral lo sacó más allá de la segunda raya haciendo lo más torero de la tarde por parte de los matadores, con unos doblones que le mostraron al toro el camino a seguir. Moral consiguió correr la mano con la suavidad que requería el no menos suavón compás del animal, pero lo que nunca terminó de conseguir fue asentarse en el piso y correr la mano hasta el final para rematar el muletazo atrás. Derechazos y naturales, algunos bien colocado y otros citando fuera, y ninguno sin tirar del toro ni de someterlo. Solo acompañando la empalagosa embestida del animal por donde este quería ir. La faena, no obstante, llegó a los tendidos, por lo que de haber matado bien, hubiera tocado pelo.
El quinto, de vergonzosa presencia, se denfendió con feo estilo en varas, y su matador dejó claras intenciones de no querer ni verlo desde que pegó el primer capotazo en el recibo. Y así terminó siendo, pues Pepe Moral, ya con la muleta en la mano, lo sacó con desgana y feas maneras a los medios por medio de banderazos. Ya fuera, sin ponerse ni una sola vez en el sitio y sin intención de someterlo, el torero lo pasó por ambos pitones de manera muy precavida, a la par que el toro protestaba y tiraba gañafones ante tales trapazos. No fue una alimaña ni mucho menos, pero su matador lo trató como si lo fuera, y se lo quitó del medio rápido dejando una estocada caída y pescuecera.
Román, entre muchas de las que podía haber elegido para completar su tercera y última tarde en esta feria, eligió Miura seguramente alentado por las ganas de realizar alguna gesta. Y el hombre tuvo las suficientes agayas para eso, para que su nombre apareciera en el mismo cartel que el legendario nombre de Miura, y para muy poco más. Con medrosidad, una alarmante falta de recursos, tan limitada técnica y tan solo con el conocimiento del toreo 2.0, no se llega muy lejos ante este tipo de toros, y menos aún con los que sorteó él en esta tarde, los cuales dentro de sus muchas complicaciones, tuvieron mucho que torear. Suponiendo que lo de torear sea algo que va muchísimo más allá que pegar miles de pases y de trallazos sin mando alguno. El tercero de la tarde, para empezar, si no quería enrojecerse uno más de la cuenta a causa de la vergüenza que producen algunos toretes por hechuras y pitones, era mejor no pararse a mirarlo muy detenidamente. Ya de salida dejó claro que iba a dar guerra, pues lo primero que hizo fue perseguir a un peón hasta el final, llegando incluso a rematar en las tablas y hacer saltar por los aires algunas astillas. En varas se empleó poco e hizo ademán de quitarse de encima las dos buenas varas que le propinó Pedro Iturrialde, y ya en el tercio de muleta no dejó de defenderse ni de achuchar al matador, quien descompuesto, no sabía ni por dónde meterle mano. Román, con la cabeza puesta únicamente en las cucamonas modernas y sin pararse a pensar en el dominio sobre las piernas como medio de sometimiento, acabó naufragando y quedando realmente mal. Más aún cuando entró varias veces a matar cuarteando, quitándose del medio al bicho como buenamente pudo.
El miura que cerró plaza fue el único que recibió sinceros aplausos cuando se apareció de la oscuridad de toriles, por su arrogante y preciosa estampa. Esto sí era Miura por los cuatro costados, y no dejó de serlo en ningún momento. Miura de principio a fin. Miura desde que apareció, miró a su alrededor y se percató de que enfrente de sí mismo había algunas tablas astilladas, las mismas que su hermano que hizo de tercero había destrozado, y allá que se fue para pegar un salto al callejón y sembrar el pánico en el mismo. Una vez devuelto al ruedo, Román intentó estirarse ante él, pero sin conseguir fijarlo ni meterlo en la tela rosa. A Román le costó sobremanera conseguir ponerlo en suerte, y el toro se empleó con mal estilo y haciendo sonar el estribo en las dos fuertes varas que se le asestaron. Su encastadísima condición emocionó al aficionado y descompuso al pobre Román, quien de nuevo se vió carente de técnica y recursos para conseguir hilar al toro en la muleta y tirar de él con temple, mando y poder. Con la disposición y el coraje del que siempre hace gala, quién lo duda, pero ante un miura, y más siendo un miura como este, se necesita muchísimo más que disposición. Y, además, lo mandó al desolladero de un feo bajonazo. Importantísimo ejemplar este de Miura, demasiado para un torero tan limitado como lo es Román.
Acabada la corrida de Miura, las sensaciones eran dispares. La recochura que dejó la mala presentación y la mansedumbre de los animales se entremezclaban con la dureza de patas y la viveza miureña que derrocharon los de Zahariche. Una corrida para estar delante, pero con aires alejados del modernismo y el pegapasismo que se gasta ante las borregadas bobalicones. Cosa que los miuras de ayer no tuvieron, aun con todas las cosas malas que sacaron.
sábado, 2 de junio de 2018
1 DE JUNIO DE 2018, VIGESIMOQUINTA DE FERIA: ¡¡VAYA FERIA, VICTORIANO, VAYA FERIA!!
El catorce es un número que puede tener varias representaciones y significados. Catorce son el número de estaciones que tiene el Vía Crucis que se hace en Semana Santa. Catorce es el número atómico del silicio. Catorce son los trozos en los que fue dividido Osiris, según la mitología egipcia. Catorce son los días que tarda en crecer la Luna hasta hacerse llena. Catorce son las palabras que componen la frase del supremacista David Lane.
Catorce son también los toros que ha lidiado Victoriano del Río en esta feria de San Isidro 2018. Catorce, ahí es nada. Catorce toros que han sido catorce espantajos descastados, inválidos y aborregados. Bueno, trece espantosos. Se salva de la quema aquel lidiado por Ginés Marín en sexto lugar en eso de la Corrida de la Cultura. Trece mojones en total, tantos como Copas de Europa tiene el glorioso Real Madrid. Y uno, solo uno, que dio la talla. Cosas que tiene lo de criar toritos a modo para que los importantes del escalafón se explayen y disfruten una barbaridad haciendo eso del se torea mejor que nunca. Ellos sí disfrutarán, pero el que paga la entrada y, a cambio, solo recibe toretes chicos, feos, inválidos a más no poder y profundamente tontorrones... Pues ese ya disfrutará menos. Me atrevería a decir que incluso hasta se cabrearía, y no sin razón. Pero ese, como solo cuenta para aflojar la caponata en la taquilla, no tiene derecho ni a estornudar.
¡¡Qué tarde, ganadero, qué tarde la de sus toros!! Tan mala, inválida, descastada, malamente castigada en el primer tercio y sin codicia por pelear en el caballo como lo fue la de hace algunos días. Igual, eso les puede servir a los grandes en otras plazas, para que se inventen un toro, para que hagan gala de su maestría y cátedra (en enfermería, como mucho), para que estuvieran cunvre, y para que se repartieran la casquería como el que reparte caramelos en la puerta de un colegio. Pero en Las Ventas... Bueno, en Las Ventas, visto lo visto en esta feria y más concretamente en esta misma tarde, también, qué puñetas.
El cartel de espadas para dar cuenta de semejante bochorno de encierro, se ve que cuando fue confeccionado no se le iluminó la bombilla de las genialidades que lleva incorporada en las neuronas Monsieur Gafapasta. Si no, nos lo encasqueta con el sobrenombre de Corrida de las tres gracias, Corrida de los tres guaperas, Corrida del Salsa Rosa, Corrida de la pasarela Cibeles o Corrida de los Action Men. Sebastián Castella, José María Manzanares y Cayetano, no necesitan mayor presentación.
Castella, el hombre, hizo el esfuerzo de estar aquí esta tarde con el tobillo hecho polvo a consecuencia del porrazo que se llevó el otro día en este ruedo. Se notó bastante que no estaba bien ante el toro que abrió plaza, una babosa inválida que no tenía más faena que matarla con el mayor decoro posible, pero con el cual se empeñó tozudamente en imponer su monofaena tirando líneas a media altura, hacia fuera y la mayoría siendo atropellados.
El cuarto se desplazó con una suavidad de ensueño, ideal para emborracharse a torear. Castella, a su manera, se valió de ello. Pendulazos desde los medios para comenzar la faena, para continuar con muletazos suaves que, más que tirar de la empalagosa embestida del animalico, la acompañaban y eran rematados fuera y haciendo uso excesivo del pico. Después, lo de siempre, se acortaron cada vez más las distancias, relucieron los banderazos quedándose en el sitio, los circulares esos haciendo del torete un tío-vivo... Y para finalizar, algunos pinchazos que le hicieron perder nuevo triunfo. Hasta el año que viene, Sebastián.
Con José María Manzanares no merece mucho la pena explayarse. Dos babosas le cupieron en suerte, y a ambas les hizo las mismas cosas: cites desde Manuel Becerra, pico, pierna retrasada, posturas, paseítos como si el ruedo fuera una pasarela de moda, vulgaridad, apatía... Hasta el año que viene, Chemari.
Y el tercero en discordia, Cayetano, a quien se quisieron llevar en volandas, aun dejando la plaza de Madrid más hundida de lo que de por sí está ya. Qué importará el prestigio y la seriedad de esta plaza cuando se llevan dos o tres ginc-tónics digeridos... Ante el tercero de la tarde estuvo más bien inhibido con el capote en mano, y comenzó su faena pegando trapazos sentado en el estribo, rematando este inicio con algunas cucamonas, ya puesto en pie, pasándose al toro a kilómetros y teniendo gran acogida todo ello en los tendido, llegando a predominar las voces femeninas.
La faena de Cayetano se puede resumir en una colección de medios pases rematando al toro con un exagerado latigazo muy hacia fuera, tanto que entre muletazo y muletazo tenía que rectificar terreno y darse cuatro o cinco pasitos para volver a estar colocado. Ni dos consiguió ligar. Mucho menos correr la mano mandando sobre la suavona embestida del bichejo. Pero poniendo unas elegantísimas y finas posturas que le daban un gran toque de plasticidad a tan vulgar y pegapasista quehacer muletero. Y para rematar, estocada tendida, caída y atravesada, pero que entró hasta los gavilanes, que cuenta más que la colocación. Y petición, minoritaria, pero petición. Y don Trinidad López-Pastor Expósito, presidente del día, en ese momento debió de soñar despierto cómo le caía encima toda la retahíla de improperios que gastan los pesebreros cuando no se dan orejas, sumándose a esto que a los mulilleros se les iluminaron los ojillos con la $ cuando vieron que había pañuelos, dándose un rodeo tremendo para ir a recoger al toro y haciéndolo a paso de costalero. Y despojo al canto.
Despojo que, ante la nube de protestas y abucheos que inundaban la plaza, tardó en recoger Cayetano, parado a dos metros del alguacilillo mientras miraba desafiante al sector que protestaba tan vergonzoso despojo, "esperando a que amainasen las protestas por algo que he merecido", vino a querer decir ante el pagafantas de turno con carné de periodista. Esa chulería, ante el toro oiga.
Al sexto se fue a recibirlo a Portagayola, y de nuevo las dicharacheras voces femeninas volvieron a inundar el ambiente. Más aún cuando llevó al toro al caballo con un preciosista, que no precioso, galleo por chicuelinas, e intentó realizar, con más bien poco éxito, el Quite de Ronda; y ya no digamos cuando plantó las rodillas en el albero para comenzar la faena de muleta. Se mascaba en el ambiente otra puerta chica que hubiera colmado el vaso de la poca seriedad que hay en Madrid, pero la condición mansa, abanta y rebrincada del toro, sumada al incompetente trasteo de un Cayetano que no consiguió meter al oponente en el canasto, ni someterlo ni tirar de él, dejó en agua de borrajas tal cosa. Mató, para hacer honor a la sangre, de estocada rinconera, y ni por esas dejaron de asomar algunos pañuelos. Madrid, quién te ha visto y quién te ve.
Iván García colocó un extraordinario par de banderillas al tercero y corrió a una mano, de punta a punta de la plaza, al sexto, desatando una fuerte ovación. También se las llevaron Rafael Viotti y José Chacón por los pares y la brega, respectivamente, al cuarto. Y José Doblado agarró un buen puyazo al primero. Entre tanta sed de triunfalismo y poco respeto a la plaza de Madrid, sobresalen en muchas ocasiones detalles toreros de verdad.
viernes, 1 de junio de 2018
31 DE MAYO DE 2018: VIGESIMOCUARTA DE FERIA: SEIS NACIONES, UN MISMO PATRON DE TOREO VULGAR
Monsieur Gafapasta, excelso vendehumos que hace las veces de taurinejo bajo el palio del empresariado y el apoderamiento, no sabe ya ni qué sacarse de la manga para llamar la atención del cliente. La última ha sido la de esta tarde: un festejo de seis matadores de las diferentes naciones donde la Tauromaquia tiene gran apogeo, para lidiar un toro cada uno. Algo así como un festival, pero vestidos de luces en lugar de lucir traje de corto, y con bóvidos con edad reglamentaria a lidiarse en corrida de toros. Edad, que no trapío. De esto último, de que era una corrida de toros y no un festival, no se ha debido de enterar don Moisés Fraile Martín, ganadero de El Pilar, quien ha decidido embarcar seis novillitos muy tulliditos a la que un día fue Primera Plaza del Mundo, muy aptos para unas novillada con picadores o para un festival benéfico en cualquier plaza, pero no para toda una corrida de toros.
El invento, llamado Corrida de las 6 Naciones, acabó saldándose en un festejo tedioso y aburrido que, lejos de rendir merecido homenaje a la universalidad que tiene la Fiesta de los toros desde tiempos inmemoriales, acabó rindiendo un bonito tributo a la neotauromaquia del pegapasismo burdo y el torito chico y descastado que emociona lo mismo que emocionaba el paparrucho ese metido a palabrero de Emilio Muñoz cuando actuaba en esta plaza y ante la antigua afición de Madrid, la cual en sus tiempos de seriedad nunca le tragó, y que menos le traga ahora desde que suelta mamadurrias desde su poltrona de Canal Plus, acompañado de un redil no menos pesebrero que él.
La de El Pilar vino muy mal presentada por chica, vareada y mal hecha, no fue excesivamente castigada en varas y tampoco peleó en los jacos con excesivo poder, aunque sí hubo uno, concretamente el segundo, que llegó a meter riñones en la primera vara y cumplió en la segunda. En lo que importa en el siglo XXI, que es el tercio de muleta, sirvió más que menos y hubo ejemplares que ofrecieron algunas arrancadas óptimas para hacer el toreo, cosa que nunca ocurrió, peticiones de orejas y vueltas al ruedo por toda la jeta aparte.
Los seis toreros que rindieron este tributo a la universalidad de la Fiesta de los toros vinieron respectivamente desde Francia, Colombia, España, Perú, México y Venezuela. Seis naciones, un mismo patrón de toreo vulgar y ventajista que ha sido copiado de los ídolos que conforman el escalafón toreril de la nueva Tauromaquia. Y en estas abrió plaza la representación de Francia, el señor Juan Bautista, en su última tarde de las tres que ha actuado en esta feria, viéndoselas ante un torete flojo, bobalicón y descastado al que muleteó con poca alma por ambos pitones y haciendo gala de las finas posturas que gasta este torero, siempre aliviado y a media altura para evitar que el animalico se dejara la mandíbula sobre el albero venteño. No se demoró en exceso ante semejante babosa Juan Bautista, cosa muy acertada, y lo quitó del medio malamente con dos pinchazos, estocada corta y descabello.
En segundo lugar, Colombia de la mano del ya veterano Luis Bolívar, para quien los años no pasan en balde, como bien demuestra su entrepelada cabellera. Su toro peleó con franqueza en la primera vara y cumplió en la segunda, arrancándose de lejos en ambas aunque acudiendo poco a poco a la segunda, y siéndole muy aliviado el castigo en esta última. En su quehacer muleteril, Bolívar se llevó un porrazo tremendo cuando se doblaba para comenzar la faena, afortunadamente sin consecuencias graves que le impidieran continuar. Después de esto, pegó algunas series de muletazos con la mano zurda que brillaron más por ser despegadas y siempre echando al toro fuera, que por otra cosa. Cambiose Bolívar la muleta a la mano diestra, lado por el que el toro empujaba con mucha más claridad, dejando trallazos metiendo muchísimo el pico y sin lograr tirar del toro hacia dentro y someterlo por bajo. No consiguió Bolívar en ningún momento acoplarse a la embestida del toro del Pilar, más que aceptable para el lucimiento, en una faena larga y muy apagada en la que Bolívar estuvo muy por debajo de su oponente. La estocada que dejó fue caída y atravesada.
El tercer novillejo de la tarde fue a parar a las manos del paisano, Juan del Álamo, quien lo dejó al relance en las dos varas que tomó sin preocuparse lo más mínimo de ponerlo en suerte. La labor de Juan del Álamo en la muleta, se puede resumir en que su elegante y fino vestido blanco y plata quedó prácticamente tal cual, casi sin rastro de sangre. Derechazos y naturales citando fuera y tirando un nada decoroso latigazo hacia fuera desarrollaron el pobre quehacer de del Álamo ante un torete muy noble y dulce que también estuvo por encima de su matador, quien en ningún momento consiguió altas cotas de lucimiento. Mató de dos pinchazos y estocada caída y atravesada.
Perú también estuvo presente en esta tarde, de la mano de Joaquín Galdós para más señas, quien estoqueó al cuarto, poco castigado en el primer tercio y que desarrolló una condición interesante en la muleta. Noble el animal y con cierto picante, no le puso las cosas fáciles a Galdós, quien sufrió algunos arreones al quedarse con la ventana abierta cuando lo pasaba con la mano derecha. No consiguió tampoco tirar del toro con mando y suavemente por el lado la izquierdo, y vuelta a coger la derecha para aburrir al animal y a la concurrencia a base del pegapasismo 2.0 que impera. Sainete con la espada y más pena que gloria para Joaquín Galdós en esta su única comparecencia de la feria de San Isidro 2018.
Adame, Luis David, fue el mexicano de la tarde, y lo cierto es que, a ojos de este humilde servidor, dejó un momento maravilloso en su actuación. Un quite por navarras al cuarto de la tarde tuvo la culpa. ¡¡Navarras!! ¡¡Un quite por navarras!! ¡¡Un quite torero de verdad, de los de antes, alejado de esas cosas raras de chicuelinas mientras se despatarra uno, latigazos con el capote a la espalda, o trapazos de esos por arriba como si el capote fuera un ala-delta!! Lo demás por su parte, en su turno ante el quinto, no tuvo la menor relevancia. Fue este quinto un torete bobalicón, pastueño y de condición aborregada que salía de cada muletazo mirando a las musarañas. Adame Mediano porfió por ambos pitones en una faena demasiado larguita, en la cual nunca se colocó en el sitio ni consiguió tirar del mulo. Acabó con las bernardinas que nadie pega para terminar su correspondiente faena, y estocada caída además de atravesada, celebrada con un entusiasmo inversamente proporcional al que desató la faena, la cual se vivió casi en un ambiente de indiferencia profunda. Pero, para sorpresa del unos pocos, se pidió la oreja aun no habiéndose aclamado ni una sola serie de muletazos, pero el señor Magán veló con escrúpulo por la seriedad de esta plaza e hizo caso omiso de la petición. Se pegó Luis David Adame una vuelta al ruedo mucho más protestada que aplaudida. Bonita jeta, por cierto.
Y cerró plaza e inventor este de las 6 Naciones el venezolano de la terna, Jesús Enrique Colombo, a su vez sensación novilleril de las últimas dos temporadas. ¿Se puede preguntar por qué tanto revuelo por tan poca cosa, o quedaría como algo que solamente preguntaría un mar afisionao?
Que al muchachete no le faltan ganas ni actitud para agradar, pero otra cosa es que dos largas cambiadas de rodillas como recibo, capotazos que no terminan de fijar al toro, chicuelinas que acaban siendo un "¿la ves? Pues ya no la ves", pares de banderillas a toro muy pasado, rehiletes clavados uno en mitad del espinazo, otro en el morrillo, un par en el guarismo; y todas esas cosas más de plazas portátiles que otra cosa, sean la manera más oportuna de agradar a la afición de Madrid. Tuvo el sexto del Pilar tambien muchas opciones de lucimiento en el último tercio, las cuales Colombo, visiblemente mermado por un derrote en la cara cuando comenzaba la faena, no aprovechó. Muchos pases, sí, pero enganchando al toro con la muleta muy retrasada, y corriendo la mano no más de diez centímetros para acabar rematando el muletazo hacia fuera, fue en lo que se basó el nulo quehacer de Jesús Enrique Colombo en esta tarde. Mató de estocada muy baja, pero ni eso fue impedimento para que, de nuevo, asomaran los pañuelos con intención de premiar una faena sin el más mínimo interés. Después de saludar Colombo desde el tercio una ovación con poca fuerza... No, no se fue a las tablas, se pegó la vuelta al ruedo por todo el morro sin que nadie, y cuando digo nadie es ni sus banderilleros, se lo reclamaron. Y la pitada por ello, como no pudo ser a otra manera, fue de órdago.
El invento, llamado Corrida de las 6 Naciones, acabó saldándose en un festejo tedioso y aburrido que, lejos de rendir merecido homenaje a la universalidad que tiene la Fiesta de los toros desde tiempos inmemoriales, acabó rindiendo un bonito tributo a la neotauromaquia del pegapasismo burdo y el torito chico y descastado que emociona lo mismo que emocionaba el paparrucho ese metido a palabrero de Emilio Muñoz cuando actuaba en esta plaza y ante la antigua afición de Madrid, la cual en sus tiempos de seriedad nunca le tragó, y que menos le traga ahora desde que suelta mamadurrias desde su poltrona de Canal Plus, acompañado de un redil no menos pesebrero que él.
La de El Pilar vino muy mal presentada por chica, vareada y mal hecha, no fue excesivamente castigada en varas y tampoco peleó en los jacos con excesivo poder, aunque sí hubo uno, concretamente el segundo, que llegó a meter riñones en la primera vara y cumplió en la segunda. En lo que importa en el siglo XXI, que es el tercio de muleta, sirvió más que menos y hubo ejemplares que ofrecieron algunas arrancadas óptimas para hacer el toreo, cosa que nunca ocurrió, peticiones de orejas y vueltas al ruedo por toda la jeta aparte.
Los seis toreros que rindieron este tributo a la universalidad de la Fiesta de los toros vinieron respectivamente desde Francia, Colombia, España, Perú, México y Venezuela. Seis naciones, un mismo patrón de toreo vulgar y ventajista que ha sido copiado de los ídolos que conforman el escalafón toreril de la nueva Tauromaquia. Y en estas abrió plaza la representación de Francia, el señor Juan Bautista, en su última tarde de las tres que ha actuado en esta feria, viéndoselas ante un torete flojo, bobalicón y descastado al que muleteó con poca alma por ambos pitones y haciendo gala de las finas posturas que gasta este torero, siempre aliviado y a media altura para evitar que el animalico se dejara la mandíbula sobre el albero venteño. No se demoró en exceso ante semejante babosa Juan Bautista, cosa muy acertada, y lo quitó del medio malamente con dos pinchazos, estocada corta y descabello.
En segundo lugar, Colombia de la mano del ya veterano Luis Bolívar, para quien los años no pasan en balde, como bien demuestra su entrepelada cabellera. Su toro peleó con franqueza en la primera vara y cumplió en la segunda, arrancándose de lejos en ambas aunque acudiendo poco a poco a la segunda, y siéndole muy aliviado el castigo en esta última. En su quehacer muleteril, Bolívar se llevó un porrazo tremendo cuando se doblaba para comenzar la faena, afortunadamente sin consecuencias graves que le impidieran continuar. Después de esto, pegó algunas series de muletazos con la mano zurda que brillaron más por ser despegadas y siempre echando al toro fuera, que por otra cosa. Cambiose Bolívar la muleta a la mano diestra, lado por el que el toro empujaba con mucha más claridad, dejando trallazos metiendo muchísimo el pico y sin lograr tirar del toro hacia dentro y someterlo por bajo. No consiguió Bolívar en ningún momento acoplarse a la embestida del toro del Pilar, más que aceptable para el lucimiento, en una faena larga y muy apagada en la que Bolívar estuvo muy por debajo de su oponente. La estocada que dejó fue caída y atravesada.
El tercer novillejo de la tarde fue a parar a las manos del paisano, Juan del Álamo, quien lo dejó al relance en las dos varas que tomó sin preocuparse lo más mínimo de ponerlo en suerte. La labor de Juan del Álamo en la muleta, se puede resumir en que su elegante y fino vestido blanco y plata quedó prácticamente tal cual, casi sin rastro de sangre. Derechazos y naturales citando fuera y tirando un nada decoroso latigazo hacia fuera desarrollaron el pobre quehacer de del Álamo ante un torete muy noble y dulce que también estuvo por encima de su matador, quien en ningún momento consiguió altas cotas de lucimiento. Mató de dos pinchazos y estocada caída y atravesada.
Perú también estuvo presente en esta tarde, de la mano de Joaquín Galdós para más señas, quien estoqueó al cuarto, poco castigado en el primer tercio y que desarrolló una condición interesante en la muleta. Noble el animal y con cierto picante, no le puso las cosas fáciles a Galdós, quien sufrió algunos arreones al quedarse con la ventana abierta cuando lo pasaba con la mano derecha. No consiguió tampoco tirar del toro con mando y suavemente por el lado la izquierdo, y vuelta a coger la derecha para aburrir al animal y a la concurrencia a base del pegapasismo 2.0 que impera. Sainete con la espada y más pena que gloria para Joaquín Galdós en esta su única comparecencia de la feria de San Isidro 2018.
Adame, Luis David, fue el mexicano de la tarde, y lo cierto es que, a ojos de este humilde servidor, dejó un momento maravilloso en su actuación. Un quite por navarras al cuarto de la tarde tuvo la culpa. ¡¡Navarras!! ¡¡Un quite por navarras!! ¡¡Un quite torero de verdad, de los de antes, alejado de esas cosas raras de chicuelinas mientras se despatarra uno, latigazos con el capote a la espalda, o trapazos de esos por arriba como si el capote fuera un ala-delta!! Lo demás por su parte, en su turno ante el quinto, no tuvo la menor relevancia. Fue este quinto un torete bobalicón, pastueño y de condición aborregada que salía de cada muletazo mirando a las musarañas. Adame Mediano porfió por ambos pitones en una faena demasiado larguita, en la cual nunca se colocó en el sitio ni consiguió tirar del mulo. Acabó con las bernardinas que nadie pega para terminar su correspondiente faena, y estocada caída además de atravesada, celebrada con un entusiasmo inversamente proporcional al que desató la faena, la cual se vivió casi en un ambiente de indiferencia profunda. Pero, para sorpresa del unos pocos, se pidió la oreja aun no habiéndose aclamado ni una sola serie de muletazos, pero el señor Magán veló con escrúpulo por la seriedad de esta plaza e hizo caso omiso de la petición. Se pegó Luis David Adame una vuelta al ruedo mucho más protestada que aplaudida. Bonita jeta, por cierto.
Y cerró plaza e inventor este de las 6 Naciones el venezolano de la terna, Jesús Enrique Colombo, a su vez sensación novilleril de las últimas dos temporadas. ¿Se puede preguntar por qué tanto revuelo por tan poca cosa, o quedaría como algo que solamente preguntaría un mar afisionao?
Que al muchachete no le faltan ganas ni actitud para agradar, pero otra cosa es que dos largas cambiadas de rodillas como recibo, capotazos que no terminan de fijar al toro, chicuelinas que acaban siendo un "¿la ves? Pues ya no la ves", pares de banderillas a toro muy pasado, rehiletes clavados uno en mitad del espinazo, otro en el morrillo, un par en el guarismo; y todas esas cosas más de plazas portátiles que otra cosa, sean la manera más oportuna de agradar a la afición de Madrid. Tuvo el sexto del Pilar tambien muchas opciones de lucimiento en el último tercio, las cuales Colombo, visiblemente mermado por un derrote en la cara cuando comenzaba la faena, no aprovechó. Muchos pases, sí, pero enganchando al toro con la muleta muy retrasada, y corriendo la mano no más de diez centímetros para acabar rematando el muletazo hacia fuera, fue en lo que se basó el nulo quehacer de Jesús Enrique Colombo en esta tarde. Mató de estocada muy baja, pero ni eso fue impedimento para que, de nuevo, asomaran los pañuelos con intención de premiar una faena sin el más mínimo interés. Después de saludar Colombo desde el tercio una ovación con poca fuerza... No, no se fue a las tablas, se pegó la vuelta al ruedo por todo el morro sin que nadie, y cuando digo nadie es ni sus banderilleros, se lo reclamaron. Y la pitada por ello, como no pudo ser a otra manera, fue de órdago.
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