viernes, 6 de octubre de 2023

6 DE OCTUBRE DE 2023, 4ª DE OTOÑO: MANSEDUMBRE, BANDERILLAS NEGRAS, LIDIADORES... Y EMOCIÓN

¿Dónde se le quedó la bravura a Victoriano del Río esta vez? Cualquiera sabe, pero la mansada que ha traído a Madrid en el día de hoy es de las que hacen historia. En otra época, la corridita con la que Victoriano del Río se ha presentado en la capital del Reino para ser lidiada por Sebastián Castella, Paco Ureña y Ginés Marín, hubiera provocado un escándalo público de enorme consideración entre los asistentes. Pero lo que antaño hubiera sido arrojamiento de objetos y naranjas desde el tendido, y la invasión del ruedo por parte de los asistentes, en el año 2023 se ha tratado de una tarde en la que los aficionados salen de la plaza esbozando una sonrisa de oreja a oreja. Ironías de la vida. ¿O acaso sería el hedor que provocan el infame toreo postmoderno y su medio-torito tontorrón que va y viene sin molestar? La monotonía de esta infame pseudo fiesta nos hace ver, en estas ocasiones, gigantes donde tan solo hay molinos. He ahí la cuestión. Comencemos. 

A Sebastián Castella le sale un primer animal de Victoriano del Río que no fue picado, y una vez en el tercio de muleta se dedicó a ir y venir sin molestar y metiendo la cara. Castella anduvo despegado, vulgar y sin querer saber nada. 

Paco Ureña se las vio con un segundo toro al que asestaron dos puyazos paletilleros y lidiaron aún peor. ¿Que cómo resultó ser tal ejemplar en la muleta? No hace falta echarle mucha imaginación. Ureña no anduvo confiado en ningún momento y se limitó a tirar líneas, sin más. 

Cuando Ginés Marín abreviaba con el mansazo tercero, que no tuvo un pase y provocó con ello que se le agradeciera la brevedad a su matador, la tarde empezaba a ir ya cuesta abajo y sin frenos. Un día más en la oficina, a fin de cuentas.¿Qué más daba ya una más que una menos, si es casi todos los días igual? Pero hete aquí, que el asunto remontó e, ironías de la vida, lo hizo de la mano de dos marrajos herrados con el hierro de Toros de Cortés. Qué bromas gasta la vida...

Salió ese toro cuarto y, cuando Sebastián Castella le presenta el capote, el animal se frena, hace amago de apretar para adentro y huye despavorido. No consigue la cuadrilla fijarlo en el percal y el animal va de un sitio a otro a su aire. Salen los picadores y se empieza a intuir que iba a costar un mundo ejecutar la suerte de varas, y no nos equivocábamos: el toro, tras un primer puyazo en el que el piquero le mete las cuerdas, huye despavorido y comienza a dar vueltas al ruedo a su aire. Más vueltas al ruedo se pegó en diez minutos, que alguna de las figuras del toreo actuales. Entre medias, el toro pasaba por la jurisdicción de ambos piqueros, pero a ninguno le daba tiempo tan siquiera a darle un refilonazo. Se empezaba a mascar lo del pañuelo rojo por los tendidos, pero algunos iluminados (desgraciadamente, no pocos) solicitaban a los bueyes de Florencio. Iluminados, entiéndase, por los efluvios de San Caralimpio, San Canuto y el dios Baco. ¡¡Lo que hace el alcohol, Dios santo!! Finalmente, el único pañuelo que asomó fue el blanco, anunciando banderillas. Banderillas, a secas. Y José Chacón le echó el capote abajo al marrajo en tres o cuatro ocasiones y consiguió fijarlo. Y Rafael Viotti clavó dos pares con mucho mérito. La tarde comenzaba a coger sentido. ¿Cómo iba a entendérselas el bueno de Castella ante semejante ejemplar? Hete ahí la cuestión... Y la cuestión fue la que sigue: Castella se dobla con el manso con torería, poder y ganándole terreno, lo que levantó los ánimos de la concurrencia. Pero cuando nadie lo esperaba, tras esos doblones y como quien no quiere la cosa, saca unos derechazos imponentes, de mano muy baja y gustándose. El delirio. ¡¡Qué derechazos aquellos, y cómo se hizo Castella con el manso y en tan pocos muletazos!! Siguió con otra serie con la derecha muy meritoria, pero tras ella la faena decayó estrepitosamente. Castella siguió dando pases, con la diestra y la zurda, pero no derrocharon la misma intensidad ni la misma verdad que los primeros. Algunos pases de pecho y, sobre todo, dos cambiados de mano con los que corrió la mano lentamente y tirando del mando hacia dentro. Faena, a fin de cuentas, muy de más a menos, y que si hubiera cortado antes seguramente hubiera quedado mucho más maciza. Pero ahí quedaron aquellos derechazos y aquel comienzo de faena ante un marrajo por el que nadie apostaba. Pinchó Castella, y perdió una oreja bien ganada. O dos orejas de auténtica verbena, quién lo sabe. 

Al marrajo cuarto le siguió otro marrajo aún más marrajo, el quinto. Pero esta vez, el pañuelo rojo sí asomó. Banderillas negras, y una lidia por parte de la cuadrilla de Paco Ureña que no fue, ni mucho menos, como la que protagonizaron minutos antes José Chacón y Rafael Viotti. Tampoco se vino arriba este marrajo como el anterior ya que, a diferencia del mismo (que sí regalo embestidas de calidad), este quinto embistió a arreones, midiendo mucho en cada muletazo y quedándose corto. Ureña, lejos de venirse abajo, hizo un sobreesfuerzo ante él: aguantó con firmeza, se puso en el sitio y hasta consiguió sacar muletazos sueltos de mucho mérito. Toda la faena tuvo mérito, ya que el aguante y la firmeza ante semejante animal son dos virtudes que no todos hubieran sido capaces de echar. Bravo por Ureña, que perdió otra oreja bien ganada por un pinchazo previo a una estocada atravesada y varios descabellos. 

La plaza era, en este punto, una olla a presión. Pero con el sexto en el ruedo volvió a enfriarse el asunto. Un animalito que ni fu ni na, que iba y venía sin maldad y entraba a cada cite como quien entra a fichar en el trabajo. Y Ginés Marín mostró un percal nada halagüeño: ni verlo quiso, ni mucho menos confiarse. Y mucho menos dar muestra del menor decoro. Cosas de venir a Madrid sin estar recuperado de una lesión dolorosa. ¿Que se le agradece el gesto? Qué duda cabe, pero Madrid es Madrid y, si no se está al cien por cien, mejor quedarse en casa y dejarle el hueco a otro toreo que sí lo esté. Y no hay más.

¡¡Ironías de la vida!! Lo que hace años hubiera supuesto un altercado de orden público bien hermoso, hoy día... Pues eso. ¿A pasos tan agigantados ha degenerado la Fiesta?


jueves, 5 de octubre de 2023

5 DE OCTUBRE DE 2023, 3ª DE OTOÑO: LA VULGARIDAD POR BANDERA

Vulgaridad. Palabra definida por la RAE como "especie, dicho o hecho que carece de novedad e importancia, o de verdad y fundamento". Como sinónimos, acepta "común", "corriente", "basto", "chabacano", "ramplón" o "chocarrero", entre otros muchos. Quizás, la RAE no tendría reparo en aceptar como sinónimo de vulgar "festejo celebrado en Madrid el 5 octubre de 2023", pero primero tendrían que ver (o haber visto) lo acontecido. Y eso ya es demasiado suplicio.

Vulgar, común, corriente, basta, chabacana, ramplona, chocarrera... Palabras perfectas para definir la novillada de Fuente Ymbro y todo (o casi) lo que se hizo ante ella por parte de los tres señores que calzaban vestidos con bordado en oro. No fue vulgar la presentación de la novillada: seis señores novillos muy bien comidos, serios y de imponente fachada que, todo lo que tuvieron de bonitos por fuera, lo tuvieron de vulgares, comunes, corrientes, bastos, chabacanos, ramplones y chocarreros por dentro. O, como bien se suele decir en términos taurómacos, deslucidos, sosos, descastados, mansos y pastueños. El paradigma de la emoción, a fin de cuentas. Estaría bien, así como sugerencia de cara a la temporada que viene, darles a los fuenteymbros un merecido descanso; o qué menos que administrar de una forma más congruente los encierros de esta vacada. Más que nada para evitar, con ello, los gallardos atracones que hemos padecido en los últimos tiempos a costa de esta vacada. Atracones que, en su mayoría y muy al pesar de los aficionados, han tenido como denominador común encierros, entre corridas de toros y novilladas, el mal juego de los toros y novillos lidiados. 

Los seis novillos de Fuente Ymbro fueron vulgares, comunes, corrientes, bastos, chabacanos, ramplones y chocarreros, qué duda cabe. Pero la terna novilleril, tan bien seleccionada y escogida para la ocasión (guiño, guiño), tampoco fue la alegría de la huerta. Y muy especialmente, los encargados de abrir y cerrar cartel. Exonerado en gran parte (no del todo, que también tuvo sus lagunas), queda de tal honor Guillermo García Pulido, quien si haber estado lo que se dice "tremendo", ni "espectacular", ni "cunvre" (que dirían ciertos paladines de la intelectualidad taurómaca imperante), lo cierto que es la tarde que ha ofrecido este novillero sí ha dejado sobre el ruedo la impronta de una actuación seria, donde se ha mostrado por encima de un lote que, para no desentonar, fue vulgar, común, corriente, basto, chabacano, ramplón y chocarrero. Las lagunas fueron, por ejemplo, esos pequeños detalles sin importancia que son el poner los novillos en suerte al caballo, no pasarse de faena cuando no hay más que rascar y hasta el punto de hacer sonar el aviso sin quiera haber entrado a matar. O algo que no tiene la más mínima importancia y que es la buena ejecución de la suerte suprema. Pero hubo virtudes, y fueron principalmente que se vio durante toda la tarde a un novillero ya muy hecho y preparado para dar el gran salto en su carrera. Hubo buenos momentos durante su faena al 2º, condensados mayormente en algunos muletazos de muy buen corte con la mano zurda, y en algunos pases de pecho y de trinchera. De "valor seco" y con mucha disposición puede catalogarse su quehacer ante el novillo quinto, pero poco más. Un novillo que se movió, pero con la cara a media altura y sin claridad alguna en su embestida. Desplegó todo su arsenal encimista García Pulido: toreo de rodillas, aguante estoico ante las paradas y miradas que le echó su oponente (una acabó en voltereta), y hasta las ya habituales bernardinas de cierre de faena. En definitiva, serio y sobrado; pero si hubiera que elegir, yo me quedo con el Guillermo García Pulido de su primer novillo, aquel de los buenos muletazos sobre el pitón izquierdo. 

Jorge Molina y Cristiano Torres fueron, respectivamente, primero y tercero en discordia. Jorge Molina, ante dos novillos de condición vulgar, común, corriente, basta, chabacana, ramplona y chocarrera, anduvo... Pues de aquella manera. Pases. Pases con la derecha y con la zurda. Y nada más, aparte de un bajonazo y una estocada desprendida para quitarse de encima, respectivamente, a primero y cuarto. Y aún peor cuando salió a saludar tras ser arrastrado ese novillo primero, espoleado por las pocas palmas que le tributó a saber quién, y provocando así una fuerte pitada por parte de los que allí se aposentan todos los días, haga frío, calor, llueva, truene o caigan chuzos de punta. 

Cristiano Torres vino a Madrid esta tarde a por todas, al menos de palabra. Tanto que, en un arranque, soltó alcachofa mediante y a modo de brindis, "que apuntáramos su nombre porque hoy venía a Madrid a hacerse rico". Sería verdad, aunque no se tiene constancia de si el hombre se refería a que por la mañana anduvo de compras en Doña Manolita, o a saber por qué. Pero a hacerse rico toreando y demostrando que va a ser figura del toreo... Pues eso de momento tendrá que esperar. Si eso, para la próxima ocasión. Con seis meses a sus espaldas como novillero con picadores y no muchas más novilladas toreadas desde entonces, lo que se vio de él fue lo evidente: un novillero con mucha falta de oficio. Ante dos novillos que tampoco le metieron en un brete, anduvo a merced y muy limitado de técnica, y ni tan siquiera la disposición del pegar mantazos de rodillas o del "toreo" encimista, empañan la situación. Le queda mucho camino por recorrer a Cristiano Torres, y seguramente este no era el momento más oportuno de venir a Madrid, y menos en feria. Al menos, al novillo sexto lo mató de una buena estocada. 

Vulgar, común, corriente, basta, chabacana, ramplona, chocarrera y otros adjetivos de similar corte fue la tarde de los fuenteymbros. Las cuadrillas anduvieron correctas y aseadas, cumpliendo con profesionalidad pero sin grandes alardes. Las de a pie, se entiende. Porque lo de los seis picadores fue, de nuevo, de noche en el calabozo e inhabilitación para ejercer su profesión en los próximos quinientos años. Y, con ellos, los fuenteymbros durante algún tiempecito. Ya hastían. 

domingo, 1 de octubre de 2023

1 DE OCTUBRE DE 2023, 2ª DE OTOÑO: MUCHO ARROZ Y POCO POLLO (O NADA)

Mucho arroz y muy poco pollo. Más bien nada pollo, y todo arroz. O lo que lo mismo, le vino grande la novillada de Guadaira a una terna de novilleros que, por unas cosas u otras, se la dejaron ir sin torear. Y es que los novillos de Guadaira, con sus cosas y sus cualidades (las buenas y las que no lo fueron tanto), mantuvo el interés toda la tarde e hizo que nadie se aburriera. Y hasta podría haber más que servido para que los tres "aspirantes a" (lo de "a", cualquiera sabe cómo sigue viendo el percal) hubieran salido de la plaza dejando una grata impresión. Pero no, más bien puede decirse que a la terna en cuestión, compuesta por Álvaro Burdiel, Alejandro Peñaranda e Ismael Martín (este último nuevo en esta plaza), le vino grande el compromiso. 

No fueron gran cosa en el caballo. Ni mucho menos, pues todos llevaron como denominador común la mansedumbre y la falta de entrega bajo el peto. A algunos incluso se les alivió el castigo y pasaron al segundo tercio con tan solo dos picotacitos de nada. Pero se vinieron arriba en la muleta y, con sus complicaciones, hicieron el conjunto de una novillada de lo más interesante. Complicaciones, sí. ¡¡Bendita palabra!! Es lo que debe ser el toro bravo, novillo en este caso: un animal que venda cara su piel. 

La oportunidad pasó en vano, como el tren que pasa y no se coge, y hay que esperar al próximo (si lo hubiera, que a veces ni eso). A Álvaro Burdiel, por ejemplo, se le pasó mientras se entretenía en eso de "componer la figura". Mucho gusto y mucha esencia, sí. Pero también los hay pegapases con gusto, y en esta tarde Burdiel demostró ser uno de esos. Tuvo al primer novillo, que se dejó torear; y al cuarto, que tuvo un pitón derecho de ensueño. Pero ahí no pasó nada del otro jueves. Aseo, pulcritud, mucho alivio, aún más "ponerse bonito"... Pero ante todo, una actuación de auténtico pegapases. Con mucho gusto, eso sí. Pero, al fin y al cabo, pegapases. Y pegar pases, no es torear, por muy bonito que se ponga uno. Fin de la cita. 

Alejandro Peñaranda venía a esta cita avalado por sus actuaciones veraniegas en esta plaza, durante las cuales parece ser que quedó muy bien. Será verdad, pero en esta tarde lo que se vio fue a un novillero pegapasista, otro más, y excesivamente vulgar. Le cayó en gracia un lote con algo más que "algunas posibilidades de triunfo", y muy especialmente el importante novillo quinto. Y ahí quedó eso... ¿Un novillero con proyección? Pues seguramente, pero no fue lo que demostró esta tarde a través de dos faenas tan vulgares y despegadas como largas. 

Ismael Martín, nuevo en esta plaza, puso más fibra en su actuación. Pero eso no quita para que al hombre aún se le vea muy verde y con mucha falta de rodaje. Ese novillo tercero tuvo mucha casta y le puso en apuros durante toda la lidia. Tras banderillearlo él mismo, con tres pares a penca muy pasada y que cayeron en muy mal sitio (lo de banderillear está claro que no es su fuerte), se fue sin probaturas a los medios para dejárselo venir y comenzar a darle trallazos sin mando ni concierto. El novillo iba a más, se colaba si se le dejaba el más mínimo resquicio y levantó los pies del suelo en varias ocasiones a su matador. Cosas de la casta. Demasiado para un chaval que solamente ha actuado en ocho novilladas. Al descabellar a este mismo novillo, sufrió un fuerte golpe en el brazo derecho que le hizo pasar a la enfermería para no volver a salir. Al sexto, el más parado de toda la novillada, se lo quitó de encima Burdiel prontamente.

Mereció otro trato la novillada de Guadaira, y no solamente por parte de los de a pie. La actuación de los picadores fue, una vez más, de cárcel. Ni uno picó en el sitio, y eso tampoco ayudó al buen desarrollo de la novillada. Los tres chavales se la dejaron ir, pero lo más preocupante fue el lamentable uso de la espada por parte de los tres. Y es que unos pocos bajonazos llegaron a contabilizarse. Si se desea llegar arriba, más vale mejorar.