lunes, 24 de noviembre de 2014

¡¡QUE SE ENTERE TODO EL MUNDO!!

Antes de nada, seamos honestos con nosotros mismos: lo expresado aquí a continuación y motivo por el cual andan los corrillos de los aficionados tan caldeados, no es solamente cosa del otro lado del charco. No victimicemos las Américas,  aquí en España (y ni siquiera nuestra querida Francia está exenta al 100%, ya saben) también nos la cuelan doblada estos torerillos de pacotilla de hoy y quienes, dicen, hacen el mejor toreo de la historia y ante el toro más bravo y grande de la historia. 

No obstante, y aunque cansados y hastiados ante tanto antitaurinismo alevoso, no declinamos en nuestro empeño a lo que denunciar tropelías se refiere. Estas imágenes nos llegan desde América, y el deber de los que amamos el Toro y la Fiesta es hacerlas públicas para que todo el mundo sepa que a la Fiesta de los toros se la están cargando desde dentro los cabrones que llevan sus riendas (y perdón por la expresión, pero es el calificativo más suave que se me ocurre en este momento). Pasen y vean:








Por cierto, ¿y la prensa, qué dice al respecto? Pues ya ven...:

Eso sí, cuando ven que hay quienes no tragamos y tenemos peligro dejar el chiringuito en paños menores, pronto sacan la cabeza para despotricar contra ellos, contra los que pagan y tienen derecho a reclamar integridad y dignidad.  



Nota: Desconozco la autoría de las fotografías. No obstante, si el/la/los autores se dan por aludidos, transmítanlo a través de comentario, y enseguida se asignará su correspondiente autor a cada foto. Gracias.

viernes, 21 de noviembre de 2014

REGURREGURREGU

El inolvidable e irrepetible Joaquín Vidal, a través de su libro TORO, el cual editó conjuntamente con el fotógrafo Ramón Masats, nos acerca a esta entrañable y divertida anécdota que vivió en una finca: "Acudí a hacer un reportaje y el fotógrafo que me acompañaba era Fernando Botán y al cual me unía cierta amistad, pues habíamos sido condiscípulos en los escolapios durante nuestra edad párvula y de ahí devenía una confianza que solía manifestarse gastándose bromas. El ganadero nos iba mostrando la finca en un tractor. Él conducía, nosotros dos íbamos sentados en la parte trasera de un remolque de poca alzada. Desde delante, el ganadero nos explicaba en voz alta cuanto quería enseñarnos. Yo escuchaba, observaba atentamente e iba anotando datos; Botán sacaba fotos. Nos detuvimos en los comederos, bajó el ganadero y se puso a llenar de pienso los cajones ayudado por el mayoral, mientras nosotros seguíamos en el remolque guardando la compostura debida y sin mover un músculo, pues los toros nos merodeaban con inquietante proximidad y no convenía llamar la atención. Yo escribía pausadamente. Botán tiraba fotos cuidando no hacer movimientos bruscos. Y de repente, para mi asombro, me susurró: -No me hagas cosquillas. ¿Cómo iba a hacerle cosquillas si tenía las manos delante ocupadas por el bolígrafo y el bloc de notas? Lo tomé como una de esas bromas que nos veníamos gastándonos, y aunque me pareció extrañísima, seguí a lo mío sin pronunciar palabra. Pero Botán insistió: -¡Que no me hagas cosquillas, coño! El tono no era en absoluto de broma, evidentemente, y esta vez le pregunté si se había vuelto majareta. Hubo un breve silencio, fruto de una intensa reflexión. Nos miramos, comprobó que no era yo quien le hacía cosquillas, nos volvimos, y se nos heló la sangre. Era un toro el que le hacía cosquillas. Era un toro que se había engolosinado con la paja del remolque y al hincar el morro, sin querer, le hurgaba los costados con un pitón. Llamé al ganadero. Y no me oyó. No me oía, ni él ni nadie, porque en realidad no me salía la voz. Abrí la boca, movía frenéticamente los labios, forzaba la garganta y todo resultaba inútil, pues las cuerdas vocales se habían helado también. A Botán no le salía la voz tampoco. Nos habíamos quedado mudos, y con motivo, pues nos dábamos por muertos. Quiso la fortuna que, por pura intuición de que algo raro sucedía, el mayoral se diera la vuelta y, al ver la situación, ronroneó: "Regurregurregu", y el toro, que entendía el idioma, apartó la cabeza, giró el cuello y se marchó pesadamente, pasito a paso. Han transcurrido muchos años y nunca he acabado de entender por qué no nos pegó una cornada, teniéndolo tan fácil. De haber sido Joselito o Belmonte, quizás: le hubiera procurado cierta gloria. O, por lo menos, un buscador de espárragos, a los que los toros tienen especial inquina. Un toro ve en la finca un hombre cogiendo espárragos y le pega una cornada en la ingle. En cambio, dos periodistas con cámaras y con bolígrafo no son nadie, no sirven para pasar a la historia, no vale ni el tiempo que emplea para pegarle un revolcón. Regurregurregu es la palabra mágica, acaso bíblica, con poderes exorcizarores y polisémica significación".

jueves, 13 de noviembre de 2014

¡PREPARADOS, LISTOS........ DESENFUNDEN!

Por la amiga Gloria, a través de El Chofre: Rechazar el uso de las fundas en los pitones del toro no es cuestión simple.  Obviando la falta de información concreta y verídica, pues es evidente que manejar teorías tajantes no nos compete ni es la causa de nuestras demandas, el tema se presta a numerosas y enrevesadas interpretaciones.  De un lado, conceptos fariseos aderezados con prácticos ofrecimientos: espacio, protección, heridas, consecuencias nulas... Del otro, permitánme posicionarme, quienes basamos nuestro repudio en el respeto y admiración por el animal hierático y sagrado, detestando cualquier tipo de manipulación mecánica en pro de las ganancias y el provecho de los eternos cuatreros que, abusando del vil potro de tortura o mueco, castigan, humillan y "preparan" al toro para ser un elemento más en sus oscuros manejos. Demandamos de forma obstinada un animal combatiente, con todas sus armas, completo, intacto, que no rehuye la pelea porque desconozca, a fuerza de ir revestido, la capacidad de sus armas. Mucho nos tememos que este uso y abuso en las resinas compuestas, forma parte de este maléfico juego cuyo nocivo resultado sea el de crear un animal cobarde y apacible. Resulta curiosamente bochornosos comprobar cómo los hierros más comerciales se doblegan descaradamente ante estas funestas innovaciones; otro ejemplo claro de la terrible "modernización" anunciada bombo y platillo en mano, por el taurineo codicioso e interesado. Y, de nuevo, el aficionado padece esa abominable ceremonia ataviada de "plasti-pitones"  incompatible con el transcurrir de una lidia íntegra y verdadera a poco que se le exija.  Amamos el Toro tal y como lo parió la vaca-madre, sin aditivos, por muy empaquetados que vengan en fibras de vidrio o látex.  Entre tanta inmundicia, resulta gratificante asirse, cual clavo ardiendo, a las sabias y esperanzadoras palabras de los genuinos ganaderos, que aunque minoritarios, luchan y basan sus apuesta en el apasionamiento que genera la legítima y mayestática grandeza del toro de lidia. Sirvan como ejemplo dos de nuestros muy respetados vaqueros románticos.  D. Fernándo Cuadri: "No apruebo las fundas ni ética ni estéticamente. Es cuestión de respeto. Atenta contra la libertad del toro. Ir al campo y ver los toros con las fundas, la verdad, no nos gustaría". Doña Rita Vaz Monteiro: "Los pitones son sagrados en la plaza de toros. Estoy totalmente en contra de las fundas, las peleas hacen parte de su comportamiento, es saludable, se miden, marcan su territorio, se imponen frente a sus pares y está inscrito en su código genético". Desenfunden pues, sus juicios, respetados lectores y si lo creen oportuno, alcen el grito en contra de tanta zafiedad, adulteración y desconsideración por parte de esos que Uds. conocen sobradamente...