lunes, 6 de junio de 2016

TRIGESIMOPRIMERA Y ÚLTIMA DE FERIA: MIURA CLAUSURA SAN ISIDRO CON UN POCO DE TODO

¿Qué tendrán los toros del mítico hierro de Miura, que cuando se anuncia en Madrid apenas se ve cemento en el tendido? En la tarde de hoy no ha sido menos, y la plaza presentaba un aspecto que cualquiera diría que se anunciaban tres de esos que hacen el mejor toreo de la historia, frente a una corrida de esas pensadas para disfrutar y para crear arte. 
Pero no, hoy en la plaza de Madrid, en la última de la feria de San Isidro, se anunciaban los toros de Miura, herrados con esa A con asas inconfundible que, con solo mirarla, se le pone a cualquiera la piel de gallina; con los figurones de la Tauromaquia contemporánea en la otra punta de España, y anunciada para ser lidiada y muerta a estoque por tres toreros modestos que venían prácticamente jugarse el devenir su temporada.
Miura tiene que es diferente al resto. Uno que va por la mañana al apartado y, el subir las escaleras que dan a los corrales, se topa de bruces con esos toros cariavacados, ofensivos, largos como el viaducto del AVE, altos, finos y fibrosos, agalgados y con ese cuello largo y ágil, solo piensa en una cosa "pobrecito el que se tenga que poner ahí delante".
Ya por la tarde, uno por uno empiezan a desfilar por el ruedo y a hacer gala arrogante y galantemente de su inconfundible y pavorosa fachada, y despiertan la admiración y el respeto del aficionado. Y una vez dado cuenta de la hermosura de forma individual, cada uno sale a su padre y a su madre, pero normalmente el interés lo mantienen en el ruedo de forma constante.

El primer miura de la tarde que clausuró la feria salió lisiado, y el presidente, don Jesús María Gómez Martín, que haciendo su trabajo también es diferente a sus colegas, no se dio mucha coba e hizo asomar el pañuelo verde pronto. Rafaelillo hizo correr turno y salió Tabernero, n° 17, nacido en diciembre de 2011. Un hermoso toro de Miura que, así a lo tonto, ha sido uno de los toros de la feria. Poco se emplea en varas mientras el picador pega dos puyazos fuertes, por tal sale perdiendo las manos del primer encuentro. El animal se viene arriba en banderillas, la brega de Álvaro Oliver ha sido eficaz y cuando Rafaelillo de dispone a muletearlo, el animal ya tiene una embestida fiera y enclasada con mucha emoción. Rafaelillo empieza en los medios con la zocata, el toro se arranca como un tren y deja una serie de naturales despegada y metiendo mucho pico. Le siguen otras dos tandas con la zocata en las que las intenciones de Rafaelillo son las de hacer el toreo de verdad, pero falta mucho acople a tan encastado toro. Es después de esto cuando Rafaelillo se relaja más, se pone en el sitio y, dando al toro la distancia oportuna deja, de uno en uno, tres naturales despaciosos, cargando la suerte y llevando al toro atrás. El toreo, en una palabra. Luego de esos tres naturales vuelve a faltarle a Rafaelillo el mando y el acople, el toro sigue embistiendo con mucha emoción y la sensación en el tendido es que se va sin torear. Y así fue. Cuatro naturales de frente que vuelven a emocionar son el prolegómeno a tres pinchazos y una estocada que le hicieron perder una oreja. Una oreja que hubiera sido cortada a un toro de dos. Mereció muchísimo más Tabernero, que fue despedido con una gran ovación mientras el tiro de mulillas se lo llevaba destino a la industria cárnica.
Rafaelillo dispuso en cuarto lugar de una de las cosas más feas que se han visto en los últimos tiempos por esta plaza: un sobrero de Valdefresno (de quién si no) que parecía más bien un búfalo de esos de los que salían en las películas de los indios ambientadas en las grandes llanuras de los Estados Unidos. Ese aspecto tan poco apropiado para lo que se supone un toro de lidia fue algo premonitorio, el bicharraco acudía al percal y a la franela roja como un vulgar morucho de carne, topando y dando tarascadas defensivas a todo lo que se movía. A estas horas, el de Valdefresno ya será hamburguesa pura, lo único para lo que servía sin lugar a dudas.

Javier Castaño fue recibido por la afición de Madrid con una afectuosa ovación que le reconocía el haber superado al toro más difícil de su vida. Luego, a la hora de la verdad, Dios dispuso y el de cuatro patas descompuso. Tuvo Castaño un segundo toro de esos típicos miureños que salen sin comerse a nadie, flojito y haciendo gala de un hermoso trote cochinero. Castaño hizo una faena larga en la que pegó muchos trallazos a media altura sin fajarse de veras con el animal, y sin llegar a hacer que el interés floreara por algún lado. Además, el uso de la espada y sobre todo del verduguillo no fue el apropiado.
Con el quinto de Miura en el ruedo vivimos momentos de enorme emoción de la mano, de quién si no, de Fernando Sánchez y de Marco Galán.
Fernando Sánchez puso el segundo par a este toro de esa forma tan personal y tan torera de la que hace uso, dejándose ver toreramente y dejando que el toro le llegue mientras él anda con despaciosidad; pero la ejecución del par no pasó de normalita, siendo generosos. De nuevo el presidente, en otro ejercicio más de afición, dio la nota para bien y permitió a Sánchez volver a entrar para dejar, esta vez sí, un grandioso par de banderillas en toda la cara y asomándose al balcón. Ovación que se escuchó en Manuel Becerra.
Marco Galán, por supuesto, volvió a dejar patente el porqué es el número uno con el capote en las manos. Vaya brega le sopló al de Miura, aunque ya no es noticia algo así.
Fue este toro el peor de la corrida, sin recorrido, echando la cara arriba y sin un ápice de casta. Javier Castaño, de nuevo, estuvo muy pesado y porfió más de la cuenta. Esta vez sí, mató con más dignidad.

Y Pérez Mota... ¿Qué decir de él? Siendo honestos, cuando un servidor le vio anunciado en esta corrida, no pudo contener cierta esperanza en que pudiera romper para delante y dar una buena tarde. Evidentemente, tales esperanzas me las como con papas arrugadas con mojo picón, y muy gustosamente además. A Pérez Mota le correspondió el mejor lote de miuras, o el peor, según se mire. Si lo mira quien está en el tendido calibrando las posibilidades de los toros, su comportamiento, sus virtudes y sus defectos, evidentemente fue el mejor lote de la tarde. Pero si lo mira un señor que tiene más miedo que quince viejas y un nulo oficio, fue el peor lote de largo. No se toreaban solos los dos miuras, eran toros para trabajárselos, poderlos primero, y torearlos después sin excederse de faena. El tercero de la tarde no fue picado apenas y, por si fuera poco, el matador empezó la faena con trallazos en los medios sin siquiera doblarse con él. Resultado: el toro a vino arriba, Pérez Mota le acortaba mucho el viaje en cada muletazo, le dio trallazos de mil colores y formas y, a fin de cuentas, hizo al toro muchísimo peor de lo que en realidad fue. Y para rematar la faena de la mejor forma posible, bajonazo.
El sexto y último de la tarde y la feria, llamado Ojeador y marcado a fuego con el número 11, ha sido el único toro de toda la santa feria que se ha arrancado desde lejos al caballo en tres varas. Las dos primeras el animal cumplió, romaneando además en la primera y siendo picado malamente; y en la tercera, arrancándose desde los medios con un hermoso galope, ya pegó gañafones y se repuchó, siendo picado esta vez por Francisco Vallejo en todo lo alto. El toro se gastó mucho en esta pelea en varas, pero llegó a la muleta con sus quince arrancadas para poner Madrid bocabajo si el torero se lo proponía. De nuevo, Pérez Mota empezó la faena por banderazos a media altura sin pararse a someterlo por bajo antes de intentar torearlo; y el animal, cada vez más corto y a la defensiva. En resumidas cuentas, el torero gaditano lo único que hizo en este tarde la más de bien fue tapar a sus dos toros. Mala suerte para ambos miuras en la hora del sorteo.

Ya acabó la feria, y acabó con una miurada que dejó de todo: casta, dificultades, invalidez, borreguez, suerte a varas, un tercio de banderillas vibrante, buenos capotazos, algunos naturales de Rafaelillo... De todo, menos aburrimiento. Y es que con Miura, malo es si nos aburrimos. Larga vida a Miura.

sábado, 4 de junio de 2016

VIGESIMONOVENA : LOS VICTORININES DEJAN EN EVIDENCIA A UNA TERNA QUE ES CARNE DE RETIRADA

Cuántas corridas de la A coronada no habremos visto mejores que la de hoy. Y también peores, el año pasado sin ir más lejos, pero ello no exime del hecho que los toros de Victorino Martín (García) no son ni la sombra de lo que fueron aquellos míticos albaserradas que criaba hasta no hace tanto el mítico Victorino Martín Andrés.
La corrida lidiada esta tarde en Madrid es un claro ejemplo de ello. Toros que han tenido qué torear, toros para cortar orejas y muy buenos para los toreros, pero ya no se ven aquellas alimañas que buscaban los tobillos como si se les fuera la vida en ello. Pero sin ser aquellos victorinos que engrandecieron la Fiesta y a todo aquel que se ponía delante de ellos y los podía, sí han dejado en paños menores a los tres señores que se han dejado caer en este cartel.

Horrorosa ha sido la tarde que nos han dado los tres, Uceda Leal, Miguel Abellán y El Cid, cada uno a su estilo. Ninguno de los tres están ya para trotes, han tenido toros para reventar Madrid y no han sabido ni han estado por la labor de estar a la altura.
Uceda Leal ha tenido un lote complicado, es verdad, pero a ninguno de los dos los ha querido ver. Lo que hizo con el primero fue una golfería. Salió el toro haciendo amagos de saltar el callejón, apretaba para dentro y recortaba mucho el viaje en el capote de Uceda quien, descompuesto, ordenó a su picador dos puyazos asesinos en mitad del espinazo, haciéndole cobrar lo suyo y lo de todos los que esta feria no han cobrado. El toro no por ello dejó de ser una prenda, no quería capotes, sólo estaba con los banderilleros y los seguía hasta el final; y mientras tanto, Abellán yendo a por uvas a la hora de hacer el quite. Salió Uceda con la muleta, intentó el macheteo y en una de esas el toro se le acostó por el izquierdo. Después de esto, pinchazo y estocada, y bronca de órdago. Con el cuarto de la tarde Uceda salió con un aire más dispuesto y más de querer, pero engañando. Engañando citando al hilo, ahogando al toro y pegándole trapazos a lo 2.0 y sin confiarse ni una vez. Está Uceda Leal para irse a casa y vivir del recuerdo.

Miguel Abellán dispuso de un segundo toro soso y noblote, pero sus cites a distancia corta ahogando al toro, sus carreritas entre pase y pase como si quisiera recordar su época en "Mira quién baila" y su nula disposición para hacer el toreo empeoraron las cosas. El quinto toro fue otra cosa, pues tuvo una nobleza exquisita y una embestida empalagosa, haciendo surcos con el morro en la arena y dejando a su matador el triunfo a tiro. Abellán quiso triunfar por las vías de la modernidad, esas de ser un completísimo pegapases que no se arrima, ni manda en el toro, ni carga la suerte, ni nada de nada. Qué toro se le fue al bailarín, uno de Victorino con tanta nobleza se veian muy pocos hace años, y ahora por desgracia parecen más habituales. ¿Por qué será?

A Manuel Jesús Cid Salas ya apenas se le espera, y con razón. Dispuso en tercer lugar de otro bombón, que además hizo una buena pelea en el caballo y fue muy bien picado por Juan Bernal. El Cid lo lució, dándole las distancias adecuadas y tiempo entre serie y serie, pero su faena sucumbió  estrepitosamente. Muletazos muy despegados por ambos pitones, pegando siempre el latigazo final y más toreando el toro al torero que viceversa. En otra época, El Cid hubiera tenido una tarde gloriosa ante semejante ejemplar, pero en la actualidad, ya se sabe, está para irse. Y además, culminó la obra con un bajonazo de cinco estrellas, cosa que no paró los pies a parte de la plaza para pedir la oreja.
Cerró plaza un toro complicado al que había que llevar muy tapado y quedarse colocado, pues a la mínima que se le dejara la ventana abierta, el toro se colaba y ponía en apuros al torero. Manuel Jesús no lo hizo en ningún momento, el toro le puso en apuros en varias ocasiones, y sensación final fue que el toro se fue tapado y sin serle exprimido todo su potencial.

Los cárdenos de Las Tiesas de Santa María ya no son lo que eran, lo llevamos sabiendo algún tiempo y así quedó de nuevo reflejado en esta tarde. Hubo dos toros, tercero y quinto, con mucho que torear; muy nobles ambos y el quinto con cierto picante. Pero la sensación final es que los victorinines mucho tienen que envidiar a sus ascendientes, los verdaderos victorinos. Y para el año que viene, a ser posible, una terna con más ambición y a la que no se le haya pasado el arroz.

viernes, 3 de junio de 2016

VIGÉSIMOCTAVA DE FERIA: CUADRIS DOMECQSTICADOS

Hacer referencia al nombre de la casa Cuadri es hacerla también a la nobleza, sí, pero nobleza acompañada de casta, de poder, de agresividad, de malas ideas cuando las cosas no se hacen bien... Y de todo eso, salvo de nobleza y de exceso de toreabilidad, es de lo que han adolecido los seis bondadosos toros que don Fernando Cuadri ha enviado a la exprimera plaza del mundo en el día de hoy.
A los seis de hoy, una corrida más armónica y con menos caja que otros años, aunque de presentación más que correcta, le ha faltado ir más allá, algo más que seguir el trapo yendo y viniendo sin lanzar miradas fuera de lugar. Les ha faltado ese picante y esas dificultades que sí tuvieron sus antecesores Ribete, Podador, Poleo o Aragonés, y que tanto nos emocionaron en su día. En definitiva, la sensación a la salida de la plaza era de decepción. La corrida no había salido todo lo bien que todos podríamos desear, ni muchísimo menos. Faltó casta, faltó fiereza, faltó emplearse en el caballo (y ojo lo que les arrearon en varas a los seis), y le faltó, sobre todo, EMOCIÓN.
Y a todo esto hay que añadirle, por supuestísimo, que los tres anunciados, Luis Miguel Encabo, Fernando Robleño y Rubén Pinar, no han ayudado en absoluto a que la cosa alcanzara las cotas de emoción que los nobilísimos cuadris no llegaban a poner encima de la mesa.

Luis Miguel Encabo está ya entrado en años y apenas torea, y aunque se las haya visto y deseado en mil y una batallas, ello le pesa. Hoy sudó la gota gorda con un cuadri, el primero, de sosísima bondad, no se comía a nadie y, aunque le costaba Dios y ayuda arrancarse, cuando lo hacía repetía sin hacer extraños. Encabo lo trató como si de una alimaña se tratase: desconfiado, medroso y muy precavido con un animal que no se comía a nadie.
El cuarto fue un toro con mucho que torear y con orejas que cortar. Encabo, con tantas precauciones como con el primero, lo llevó con trallazos por alto, y de esa manera el animal protestaba y pegaba tarascadas; y cuando acertaba a llevarlo más por bajo, el animal descolgaba y metía la cara con más clase. Lo que no tiene justificación es la lamentable imagen que dio con el descabello en sus dos toros.
Por repescar algo bueno de su actuación, ahí quedó la forma que tuvo de dejar en suerte al primero en el caballo: con una larga cordobesa en el primer encuentro y con una serpentina muy vistosa en el segundo encuentro. Estampas de toreo antiguo que se agradecen en tiempos de monotonía y vulgaridad.

Fernando Robleño hizo de nuevo aparición por aquí para añadir otra corrida de Cuadri en su palmarés, y pasó sin pena ni gloria. Se contagió de la sosería de la que hizo gala el pastueño segundo, al cual hizo una faena larga y vacía; y se dejó ir, otro más, al bombón que hizo de quinto. Un toro este quinto pronto, con recorrido, muy noble y con una embestida muy alegre mucho que torear. Robleño se vio desbordado y no fue capaz de hacer que entre los muchísimos pases que dio destacara tan sólo uno. Otro año más y seguimos sin ver ni la sombra de aquel torero que deslumbró en sus comienzos.

Rubén Pinar tuvo dos toros para dar un vuelco a su difícil situación y poner de nuevo su carrera a funcionar. Ideales para hacer el toreo ambos, al tercero el subalterno Javier Ambel mostró a su jefe de filas que podía formar un escándalo al toro por ambos pitones. Qué brega la de Ambel, qué forma de TOREAR y que lección de torería y de plata con quilates que dio, mal que les pesara a algunos, que no ven bien lo de que los banderilleros de luzcan.
Ya con la muleta, Pinar basó el trasteo sobre todo con la mano zocata, y con la que pegó algunos naturales muy templados y corriendo bien la mano, pero a los que le faltó pureza.
El sexto fue otro toro con otros dos cortijos, un animal nobilísimo y con mucho que torear que, si bien tardeaba mucho a la hora de arrancarse, cuando lo hacía volvía de nuevo repitiendo con franqueza y sin hacer extraños. Pinar anduvo ahí pegando banderazos fuera de sitio, sin alma ni convicción, sin cargar la suerte ni dar la muleta planchada. Una pena para él eso dejar escapar un lote con tantas posibilidades de triunfo en una plaza como la de Madrid y una feria como la de  San Isidro. Porque Robleño y Encabo dejaron escapar sendos toros, cuarto y quinto, pero ellos son dos toreros que en los toros ya han dicho todo lo que tenían que decir. Pero Pinar, cuya carrera va en caída libre, necesitaba de algo para relanzarse. Y toros tuvo, pero no supo meterlos mano. Una pena.

El festejo terminó y todos habíamos hincapié en lo mismo: la excesiva bobaliconería de la que hicieron gala los toros de Cuadri, y que adoleció de casta y mucho más picante. No nos sirve que se dejaran torear sin más, y seguro que al ganadero, conociéndolo como se le conoce, tampoco. Con esto, cualquiera sabe cuándo volveremos a ver a los Herederos de don Celestino Cuadri Vides.

jueves, 2 de junio de 2016

LA BENEFICENCIA: TOROS, ALCOHOL Y JUERGA, MEZCLA EXPLOSIVA Y NOCIVA

¡¡Vivan las festividades, vivan las verbenas, vivan las juergas, los desmadres, los desenfrenos, las parrandas y vivan las correrías!! ¡¡Viva el vino, viva el whisky, viva el ron, la ginebra, la birra, el calimocho y los cubatas con colonia y alcohol de farmacia!!
Y ¡¡viva la Fiesta brava, viva la Tauromaquia, viva el toreo eterno, la bravura, la casta y la suerte de varas!! Que viva todo ello siempre, pero por separado y sin mezclar, que mezclar sustancias y abusar de ellas es nocivo para la salud.

No, definitivamente no es buena idea mezclar las correrías, los desmadres, la ginebra, el whisky y todas esas cosas con la Tauromaquia, nuestra maltrecha Tauromaquia que agoniza a pasos cada vez más acelerados. Hoy, en la Extraordinaria de Beneficencia (extraordinaria a medias sólo, por la cosa de las guirnaldas, las divisas y las banderillas con moñas y el Palco Real hasta los topes, pero no porque en ella se anuncien los triunfadores de San Isidro, como antaño; y de Beneficencia, el nombre solamente) el alcohol ha jugado una mala pasada a unos pocos. Y conste que venía ya prevenido con que hincharse a cubalibres antes de los toros podía jugar malas pasadas, pero no he podido resistirme a beberme una botella y media de ginebra yo solo y, por si fuera poco, llegar al bar de la plaza y pedir llevarme hasta al camarero. Pero hoy, al ser una corrida Extraordinaria, he echado el resto, que para eso es un día especial. Y conste que lo siento, porque la cogorza que me he agarrado me ha privado, por lo que parece, de presenciar la corrida del siglo. De este y de muchos, además. Olé yo.
La cosa es que la corrida de Victoriano del Río comenzó (seguro que estoy equivocado, el alcohol ya saben) con dos toros flojos y sosotes como ellos solos a los que los dos guaperas que tenían enfrente les han pegado pases sin más y han aburrido a todo el mundo. Hasta a mí, que iba contento. Qué cosas.
Salió el tercero, y por cosas de los vapores etílicos, más me estaba pareciendo ver un gorrino con cuernos que un toro de lidia, pero bueno poca importancia le doy. Le meten al caballo y me pregunto por qué, si ha ido para nada, no le han picado, e ir para nada es tontería. Sigue la lidia y el joven que tiene delante, llamado Alberto López Simón, empieza la faena al pastueño animal, y un servidor, que se ha bebido hasta el agua de los tiestos y está fuera de sí, lo único que alcanza a ver son trallazos y más trallazos lineales y escondiendo la piernecita. Perdí la cuenta de los que pudo dar con la diestra, y cuando me quise dar cuenta el matador ya estaba haciendo lo propio con la zocata, aunque creo que fue tan solo un espejismo, porque aquello no duró nada y volvió a la diestra para seguir pegando pases (sublimes deberían ser, porque yo solo escuchaba biiiiieeeennnjjjjjjj), pero un humilde servidor, entre lo poco que sabe de esto y la chispa que tenía encima, sólo alcanzaba a decir maaaaaalllljjjjjjjj. Total, que el tío se tira a matar, el toro le prendió y le pegó un fuerte golpe, y tuvo que ser buena la estocada, porque el resto de la plaza (que estoy seguro que no habían catado el alcohol en toda la tarde) se volvió loca; y el que iba tocado del ala, por ir tocado del ala debería de ser, solo alcanzaba a ver una estocada tendida, trasera y caída. Y lo que le costó al pobre bicho caer no está escrito... "Pues nada, una oreja le darán y ya está, y casi por la cogida", pensaba un servidor con la lengua medio trabada. "Qué mal voy, si hasta veo doble, me está pareciendo ver dos pañuelos en vez de uno asomados en la barandilla del palco", yo seguía a lo mío. "No sé si decirle que se esté tranquilo, que no ve doble porque en realidad son dos pañuelos lo que hay, o va a ser peor...", se comentaban entre sí dos señores de mi lado. Qué cachondos.

Sale el cuarto y yo, con lo que de por sí me aburre Castella cuando voy sobrio, imaginen cuando voy mamado, pues aprovecho para dormir la mona. Me despiertan en mitad de faena algunas voces gritando "ponte bien", "el toreo es para dentro" o "muy mal" (seguro que estaban igual o peor que yo, me juego media uña del índice derecho); y otras voces, la mayoría de la Plaza que, estoy seguro, solo bebió agua, volviendo a gritar biiiieeeeeennnnjjjjj. "Porque ha pinchado, que si no corta otra oreja", le oigo decir a alguien.
"Pues sí que me estoy perdiendo una gran tarde, sí" me maldigo para los adentros.

Y sale el quinto, y yo con mi modorra oigo de repente BIIIEEEEENNNNJJJJJJJJ, y miro abajo y resulta que es Manzanares, pegando verónicas mientras el toro embiste andando, porque el pobre animal no daba más por tener poco fuelle. Le simulan los puyazos mientras el pobre bicho, más que emplearse, está a la defensiva (aunque por ahí los grandes aficionados, que evidentemente iban sobrios, dicen que el toro empujó e hizo una pelea de bravo). Un servidor, que sigue ahí sentado en su abono, con una cogorza del quince, solo alcanza a ver un bomboncito que embiste al ralentí por falta de fuerzas y de picante, y es cuando el guapísimo Manzanares se echa la muleta a la zurda y, sujetándola desde el extremo del estaquillador, empieza a acompañar, a media altura y sin cargar la suerte, la tontorrona y despaciosos embestida del torillo. Y sigue Manzanares, sigue acompañando muy elegantemente a media altura, sigue al hilo, sigue metiendo el pico, sigue toreando en línea recta... Y la gente vociferando loca, llevándose las manos a la cabeza ante aquella maravilla. Y yo, infeliz de mí, poseído por el dios Baco y viendo cosas que no se correspondían con la realidad.  Y así más muletazos, hasta que entra a matar y cobra una estocada entera recibiendo, y cae una oreja, cae otra... Y no sé si porque bebí demasiado o porque la ginebra llevaba algo más que alcohol, me pareció ver a gran parte de la plaza pidiendo ¡¡el rabo!! ¿Pero cuál, el del toro o el de Manzanares? Aún me lo estoy preguntando... Y hasta la vuelta al ruedo para la babosa, que no se la dan al bravo Camarín (de Baltasar Ibán) y se la pedían a una pobre babosa a la que hubo que simular el castigo...

Y después de esto, con el sexto aún por lidiarse, me salí de la plaza y me fui a mi casa, mañana será otro día. Pero eso de mezclar los toros con el alcohol y la parranda, no se me vuelve a ocurrir en mi vida, mejor seguiré el ejemplo de los grandes y entendidos afisionaos que todo aplauden, que seguro que a ellos jamás a les ocurriría semejante disparate.