¡¡Vivan las festividades, vivan las verbenas, vivan las juergas, los desmadres, los desenfrenos, las parrandas y vivan las correrías!! ¡¡Viva el vino, viva el whisky, viva el ron, la ginebra, la birra, el calimocho y los cubatas con colonia y alcohol de farmacia!!
Y ¡¡viva la Fiesta brava, viva la Tauromaquia, viva el toreo eterno, la bravura, la casta y la suerte de varas!! Que viva todo ello siempre, pero por separado y sin mezclar, que mezclar sustancias y abusar de ellas es nocivo para la salud.
No, definitivamente no es buena idea mezclar las correrías, los desmadres, la ginebra, el whisky y todas esas cosas con la Tauromaquia, nuestra maltrecha Tauromaquia que agoniza a pasos cada vez más acelerados. Hoy, en la Extraordinaria de Beneficencia (extraordinaria a medias sólo, por la cosa de las guirnaldas, las divisas y las banderillas con moñas y el Palco Real hasta los topes, pero no porque en ella se anuncien los triunfadores de San Isidro, como antaño; y de Beneficencia, el nombre solamente) el alcohol ha jugado una mala pasada a unos pocos. Y conste que venía ya prevenido con que hincharse a cubalibres antes de los toros podía jugar malas pasadas, pero no he podido resistirme a beberme una botella y media de ginebra yo solo y, por si fuera poco, llegar al bar de la plaza y pedir llevarme hasta al camarero. Pero hoy, al ser una corrida Extraordinaria, he echado el resto, que para eso es un día especial. Y conste que lo siento, porque la cogorza que me he agarrado me ha privado, por lo que parece, de presenciar la corrida del siglo. De este y de muchos, además. Olé yo.
La cosa es que la corrida de Victoriano del Río comenzó (seguro que estoy equivocado, el alcohol ya saben) con dos toros flojos y sosotes como ellos solos a los que los dos guaperas que tenían enfrente les han pegado pases sin más y han aburrido a todo el mundo. Hasta a mí, que iba contento. Qué cosas.
Salió el tercero, y por cosas de los vapores etílicos, más me estaba pareciendo ver un gorrino con cuernos que un toro de lidia, pero bueno poca importancia le doy. Le meten al caballo y me pregunto por qué, si ha ido para nada, no le han picado, e ir para nada es tontería. Sigue la lidia y el joven que tiene delante, llamado Alberto López Simón, empieza la faena al pastueño animal, y un servidor, que se ha bebido hasta el agua de los tiestos y está fuera de sí, lo único que alcanza a ver son trallazos y más trallazos lineales y escondiendo la piernecita. Perdí la cuenta de los que pudo dar con la diestra, y cuando me quise dar cuenta el matador ya estaba haciendo lo propio con la zocata, aunque creo que fue tan solo un espejismo, porque aquello no duró nada y volvió a la diestra para seguir pegando pases (sublimes deberían ser, porque yo solo escuchaba biiiiieeeennnjjjjjjj), pero un humilde servidor, entre lo poco que sabe de esto y la chispa que tenía encima, sólo alcanzaba a decir maaaaaalllljjjjjjjj. Total, que el tío se tira a matar, el toro le prendió y le pegó un fuerte golpe, y tuvo que ser buena la estocada, porque el resto de la plaza (que estoy seguro que no habían catado el alcohol en toda la tarde) se volvió loca; y el que iba tocado del ala, por ir tocado del ala debería de ser, solo alcanzaba a ver una estocada tendida, trasera y caída. Y lo que le costó al pobre bicho caer no está escrito... "Pues nada, una oreja le darán y ya está, y casi por la cogida", pensaba un servidor con la lengua medio trabada. "Qué mal voy, si hasta veo doble, me está pareciendo ver dos pañuelos en vez de uno asomados en la barandilla del palco", yo seguía a lo mío. "No sé si decirle que se esté tranquilo, que no ve doble porque en realidad son dos pañuelos lo que hay, o va a ser peor...", se comentaban entre sí dos señores de mi lado. Qué cachondos.
Sale el cuarto y yo, con lo que de por sí me aburre Castella cuando voy sobrio, imaginen cuando voy mamado, pues aprovecho para dormir la mona. Me despiertan en mitad de faena algunas voces gritando "ponte bien", "el toreo es para dentro" o "muy mal" (seguro que estaban igual o peor que yo, me juego media uña del índice derecho); y otras voces, la mayoría de la Plaza que, estoy seguro, solo bebió agua, volviendo a gritar biiiieeeeeennnnjjjjj. "Porque ha pinchado, que si no corta otra oreja", le oigo decir a alguien.
"Pues sí que me estoy perdiendo una gran tarde, sí" me maldigo para los adentros.
Y sale el quinto, y yo con mi modorra oigo de repente BIIIEEEEENNNNJJJJJJJJ, y miro abajo y resulta que es Manzanares, pegando verónicas mientras el toro embiste andando, porque el pobre animal no daba más por tener poco fuelle. Le simulan los puyazos mientras el pobre bicho, más que emplearse, está a la defensiva (aunque por ahí los grandes aficionados, que evidentemente iban sobrios, dicen que el toro empujó e hizo una pelea de bravo). Un servidor, que sigue ahí sentado en su abono, con una cogorza del quince, solo alcanza a ver un bomboncito que embiste al ralentí por falta de fuerzas y de picante, y es cuando el guapísimo Manzanares se echa la muleta a la zurda y, sujetándola desde el extremo del estaquillador, empieza a acompañar, a media altura y sin cargar la suerte, la tontorrona y despaciosos embestida del torillo. Y sigue Manzanares, sigue acompañando muy elegantemente a media altura, sigue al hilo, sigue metiendo el pico, sigue toreando en línea recta... Y la gente vociferando loca, llevándose las manos a la cabeza ante aquella maravilla. Y yo, infeliz de mí, poseído por el dios Baco y viendo cosas que no se correspondían con la realidad. Y así más muletazos, hasta que entra a matar y cobra una estocada entera recibiendo, y cae una oreja, cae otra... Y no sé si porque bebí demasiado o porque la ginebra llevaba algo más que alcohol, me pareció ver a gran parte de la plaza pidiendo ¡¡el rabo!! ¿Pero cuál, el del toro o el de Manzanares? Aún me lo estoy preguntando... Y hasta la vuelta al ruedo para la babosa, que no se la dan al bravo Camarín (de Baltasar Ibán) y se la pedían a una pobre babosa a la que hubo que simular el castigo...
Y después de esto, con el sexto aún por lidiarse, me salí de la plaza y me fui a mi casa, mañana será otro día. Pero eso de mezclar los toros con el alcohol y la parranda, no se me vuelve a ocurrir en mi vida, mejor seguiré el ejemplo de los grandes y entendidos afisionaos que todo aplauden, que seguro que a ellos jamás a les ocurriría semejante disparate.
No hay comentarios:
Publicar un comentario