Garcigrande echó una gran corrida de toros esta tarde. Una corrida de toros de hechuras armónicas e ideales para embestir, cabezas que caben en la muleta, y dotada de "clase y ritmo". Ideal para permitir eso de torear. Garcigrande echó una gran corrida de toros para torear, lástima que muchos no estemos "educados" para verlo. Donde los "educados" en materia ven hechuras armónicas y cabezas que caben en la muleta, los "no educados" vemos torillos impresentables y sin rematar. Donde los "educados" ven "clase y ritmo", esos a quienes "nos falta educación" vemos falta de fuerzas, sosería, descaste y bobaliconería. El anti-toro de lidia, en una palabra. Por eso, la grandiosa corrida de Garcigrande lidiada en la Beneficencia, ha generado tantas protestas y ha habido quien se ha enfadado en el tendido. Porque "nos tienen que educar en que este es el toro que permite el toreo". Y no hay más.
La corrida de Garcigrande fue grandiosa, porque tuvo "clase y ritmo". Lástima que en Madrid no estemos educados para valorarlo. En otra feria o plaza, hoy se hubieran indultado dos o tres toros. Como mínimo. Pero en Madrid, se ha silbado y protestado a toda la corrida, de principio a fin. También se hubieran cortado muchas más orejas, de haberse lidiado en otra plaza. Y hasta rabos quizás. Pero en Madrid, "solamente" se le han cortado dos a esta corrida. Cosas de la "educación", se conoce. Y como por aquí tampoco se está "educado", allá vamos: la corrida de Garcigrande era para haberla tirado entera para atrás. Primero, por la mañana: solamente se aprobaron cinco, pero era para haber rechazado la corrida entera. Por algo son los garcichicos. Y si no fue por la mañana, sí por la tarde, cuando los cinco inválidos fueron desfilando uno a uno por el ruedo, sin fuerzas, sin poder y teniendo que ser simulada la suerte de varas. Recibieron esos cinco inválidos garcichicos diez picotacitos de nada, que apenas hicieron sangre. Las respectivas lidias se iban realizando entre algodones, con el capotito muy arribita y sin molestar. Y luego, en el tercio de muleta, embistieron con muchísima suavidad y blandura. Lo que se viene llamando "clase y ritmo", pero nos falta educación para entenderlo.
Con semejante percal, Sebastián Castella y Fernando Adrián mano a mano. La Corrida de la Beneficencia, antaño corrida más importante del año en Madrid y donde toreaba el triunfador o triunfadores de San Isidro, quedó en un mano a mano ante la baja de Morante de la Puebla y la imposibilidad de encontrar un triunfador a la altura. El único que de veras ha triunfado en este San Isidro, tenía otros compromisos profesionales que atender esta tarde, y como el torero revelación de este año, véase David Galván, es como los futbolistas menos mediáticos, que no "vende camisetas", la cosa queda en mano a mano. Una decisión a la altura de lo que ha sido esta feria, y ganancia para la empresa. Cuando lo llamamos "Corrida de Beneficencia", se entiende que es en beneficio de las arcas de los taurinetes de medio pelo.
El mano a mano entre Sebastián Castella y Fernando Adrián se resolvió con una tarde que ni fu ni fa de Sebastián Castella ante tres mojones inválidos, y una puerta grande de Fernando Adrián, su tercera puerta grande en un año, tras una actuación tan arrolladora como ausente de toreo. Fernando Adrián es un torero que da la cara, es valiente y ofrece muchos gestos a la galería. Pero falla (y mucho) en el toreo fundamental. Fernando Adrián nunca cita de frente, ni tampoco carga la suerte, ni torea hacia dentro. Mucho toreo de rodillas, mucho pendulazo, muchos desplantes arrojando los trastos de fea manera, mucho encimismo... Pero lo que es el toreo de verdad, nasti de plasti. Le corta una oreja al 2º, al que recibe con faroles de hinojos, y le realiza una faena de muletazos aliviados a media alturita, muy retorcido y acompañando hacia fuera la blandengue embestida de la babosa. Y cuando ve que lo ha apurado al completo, comienza el toreo de pueblo: pendulazos, circulares, desplantes, encimismo y las pestilentes bernadinas. Toreo de pueblo que enardece a parte de la masa, y una buena estocada para rubricar. Pasa desapercibido todo lo que le hace al tetrapléjico 4º, cuya permanencia en el ruedo desató las iras del personal. Pero ante el 6º, vuelve a captar toda la atención: pendulazo de rodillas en los medios, dejándoselo venir desde las tablas, y toreo de rodillas en redondo por el pitón derecho que hace explotar el éxtasis en gran parte de la plaza. Ya de pie, da dos series con la mano derecha bajando mucho la mano pero toreando hacia fuera y echando siempre la pierna atrás. Con la zurda da otras dos series con el mismo corte, citando siempre de perfil el matador y toreando hacia fuera. El destoreo de Fernando Adrián arma un alboroto en los tendidos, y el ambiente es de que si lo mata le corta dos orejas. No tiene más la faena, salvo unos doblones para cerrarse al toro y prepararlo para la estocada. En el primer intento, el matador tropieza y alcanza el costillar del toro con media estocada. Al segundo intento, la estocada cae baja. Pero resulta fulminante, y la plaza vuelve a llenarse de pañuelos solicitando la segunda oreja para Fernando Adrián y su tercera puerta grande consecutiva. El señor Presidente no se complicó la vida esta vez, y la concedió. ¡¡Cualquiera!!
Sebastián Castella, ni fu ni fa en toda la tarde. Ni con los dos mojones de Garcigrande, ni con el mojón de El Pilar que remendó la corrida: otro más que, si sirvió para algo, ese algo sería, filetes y un guiso de rabo de toro con patatas. Eso, o que "falta educación". Y como falta educación, se dice y no pasa nada: la corrida de Garcigrande, más el remiendo de El Pilar, no sirvió para nada. Los torerines de pitiminí que soportamos hoy en día lo agradecen: se pueden expresar ante estos toros, y pueden crear jarte, y torear a gusto... Pero una corrida como tal, tan floja, tan descastada, tan tontorrona y que hace de la suerte de varas un simulacro, hace más daño a la Fiesta que veinte ministros como el mamarracho ese del Urtasun. Y los que defienden esto como el paradigma de la bravura, más aún. Afortunadamente, eso es "estar educado" en esto de los toros.