Adiós, feria de San Isidro de 2022. Pasarás a la historia como una de las peores de todos los tiempos. Hasta más ver, llévate contigo las innumerables corridas de saldo que nos has dejado, a los del aplauso y moquero fácil, a los beodos del vivaespaña, al discotequeo del después y al resto de infamias que nos has dejado para la posteridad. Que vuelva San Isidro, pero que lo haga con una plaza de toros totalmente renovada y limpia, con público y aficionados que vengan de verdad a los toros y no a echar la tarde haciendo botellón y comportándose como salvajes. La Fiesta lo necesitaría.
Adiós a la feria de San Isidro con la tradicional Corrida de la Prensa, y que por tal solo tuvo el nombre en el cartel. Y que también hubo que abonarla aparte, claro. Se fue San Isidro 2022, y lo hizo con seis cárdenos, herrados con una A y una corona y luciendo cintas azul y encarnada... Y tambien, interés. Nada de esos victorinos a los que parece ya nos tiene muy acostumbrados el hijo de Victorino en los últimos años, y que se caracterizaban por la bobería, su falta de poder, la excesiva nobleza y la falta del temperamento. Poco hubo hoy de eso, y sí casta, dificultades, incertidumbre, toros que vendían cara su piel y hasta algunas peleas buenas en el caballo. No fue el nivel de lo que se espera y desea de este hierro, pero a lo de Victorino le salió esta tarde, más que menos, el carácter de antaño. ¿Por accidente o porque así lo desea el ganadero verdaderamente? A veces da terror conocer qué hay en la cabeza de Victorino Martín García.
Pero si de verdad hubo algo que les faltó esta tarde a los victorinos, eso fue una terna verdaderamente capaz de entenderlos y darles lo que solicitaban. Sobre todo en lo referente a Antonio Ferrera y Román, porque Sergio Serrano, aunque muy despegado a la hora de ejecutar los muletazos, sí fue capaz de sacarle partido al 2° toro de la tarde; y en 5° lugar se las vio con un animal que no tenía ni uno y con el que consiguió andar aseado. Bien Sergio Serrano además lidiando a los toros con el capote y cuidando la pulcritud de la lidia.
Antonio Ferrera y Román anduvieron los dos a por uvas toda la tarde y sin entender a ninguno de sus toros. Ninguno de los dos tuvo su tarde. Antonio Ferrera en realidad tuvo su tarde de siempre, esa puesta en escena amanerada que sacó en todo su esplendor ante el 4°, pegándole los traspasos luego de haber arrojado al suelo el palito y pasándolos a media altura, y con esas poses que sabrá Dios quien le habrá dicho que en eso consiste la torería. El de Victorino pedía dos cosas: sitio y sometimiento por abajo, y lo de Ferrera todas las tardes es el polo opuesto a esa lidia. Lo citó muy encima siempre, casi con el pitón rozándole la taleguilla, para luego rematar los muletazos arriba y consiguiendo con ello que el toro se quedará corto y le pegara el gañafón. Todo eso durante su largo trasteo en el que tuvo vítores y aclamaciones a partes iguales con las protestas y los pitos. Para colmo, mató de un estoconazo, que diría el gaznápiro de Emilio Muñoz. Es decir, de un sartenazo en la paletilla. No hubo, sin embargo, ni puesta en escena ni gaitas ante el toro que abrió plaza, muy pronto a la hora de arrancarse pero al que le faltó más temperamento para llegar al final. Ferrera no lo quiso ni ver.
Mala tarde para Román ante dos toros con la casta justa y necesaria para demostrar un buena capacidad lidiadoras y de poder. Sus dos quehaceres, tanto con el capote y con la muleta, se resumen en telonazos, telonazos y más telonazos. Ni temple, ni dominio, ni sometimiento, ni siquiera ese ingrediente tan importante para hacer frente a estos toros y que es la seguridad. Y con esas trazas, pasó lo que siempre pasa en estos casos con toros de esta procedencia: gañafones, arreones, coladas...
Anduvo fino Sergio Serrano, y también muy entregado a la causa. Así lo certifican sus dos portagayolas, aunque bien debería saber dos cosas: que en Madrid no entusiasma ese gesto, y que ante estos toros no es buena idea irse a la puerta de toriles a recibirlos con largas cambiadas de rodillas. Le avisó el 2º revolviéndose sobre las patas de atrás, gesto típico de este encaste, y le acabó por arrollar aunque sin consecuencias por fortuna. A los dos toros, una vez repuesto de las portagayolas, los echó el capote abajo y se los sacó a los medios, y allí los dejó plantados a los dos. No escatimó en ese afán lidiador para llevarlos al caballo, siempre con suavidad y por abajo. Un gusto es ver a un matador cuidando de esa forma la lidia. Ya, con la muleta, cada toro salió a su padre y a su madre. El 2º tuvo mucha nobleza y clase, pero le faltó mayor fiereza. Sergio Serrano le sacó muletazos muy despaciosos y poderosos, sobre todo por el lado izquierdo, tirando del toro y tomándose la licencia de llevarlo atrás; pero siempre muy despegado, y eso acaba siendo pecado mortal, sobre todo si se está en Madrid. Una pena esa colocación durante toda la faena, la cual había sido más que aseada y en la que el matador había conseguido poder con el toro. Pero el fajarse a los toros es también importante, y si no se hace... Mató mal Sergio Serrano, y eso le impidió, seguramente, tocar pelo. El 5º fue el más vacío de toda la corrida por pastueño, soso y de embestidas muy cortas. Sergio Serrano porfió ante él dignamente, pero todo lo que pudo hacer quedó en la nada.
Acabó San Isidro con una victorinada con interés y con la antología banderillera, una vez más, de Fernando Sánchez, que dejó un grandioso par al 1º y dos todavía mejores al 4º. Ha sido una buena feria para muchos peones, pero como los pares de Fernando Sánchez a lo largo de muchas tardes, y también como los de Ángel Otero al toro de José Escolar, ninguno. Tiempo es de grandiosos banderilleros. Acabó San Isidro, sí; y con ello se espera que se le ponga coto a muchos malos vicios que se han instaurado en esta plaza, sobre todo más allá del ruedo.