sábado, 29 de junio de 2019

LA CRÍTICA, UN GRANO EN EL CULO DE LOS TAURINEJOS Y SU SÉQUITO

El día menos pensado, nos levantaremos de la cama y nos encontraremos que en el Código Penal español se ha incorporado un nuevo artículo que rezará de la siguiente manera: "Quienes en un festejo taurino o tras su celebración ejerciera la crítica de un modo en que se menoscabe o se critique la actuación de un torero, se diga abiertamente o se insinúe que no ha estado bien, que su oponente se le fue sin torear, que su oreja o su puerta grande sea regalada o injusta, que se pite o cualquier otro tipo de protesta que pueda ir en contra de la corriente triunfalista que impera en la Fiesta de hoy en día, serán castigados con Pena de Prisión Permanente Revisable. Se entenderá que el reo ha alcanzado la reinserción social cuando sea capaz de ir a los toros y solo abra la boca para decir "biiiiiieeeeeeeennnnnjjjjj", "viva España", "viva el 155", "viva el Rey" o "tráeme otro gintónic, mozo". 

Puede que esta reflexión esté cargada con cierta dosis de sarcasmo, pero el tabique que separa algo así de la realidad es tan fino que apenas se palpa. Incluso inexistente parece la mayoría de las veces. La crítica como tal es un ejercicio prohibido en los toros, un hecho muy mal visto por aquellos taurinejos y adeptos (abrazafarolas ellos) que lo único que buscan es que todo sea aplaudido, premiado con orejas, rabos, puertas grandes e indultos, y que nadie abra la boca si no es para decir que todo fue perfecto. Y aquel aficionado que considera que no todo vale, que no todo es merecedor de premio, que los toreros no siempre están bien y que en el toreo hay cosas censurables, se ejerce contra él una caza de brujas basada en que "es una falta de respeto opinar así", que "cómo puedes dar tú esa opinión si nunca te has puesto delante de un toro", que "escribir o decir eso hace más daño a la Fiesta que los animalistas", y demás retahíla de imbecilidades cacareadas por ciertos personajillos pertenecientes o adeptos al infame sistema taurino existente. Los niveles alcanzados en redes sociales tipo Twitter o Facebook sobrepasan lo vomitivo, pero en los tendidos se ha llegado a un nivel de infamia alarmante. Buena prueba de ello fue la pasada feria de San Isidro.

No seré yo quien niegue el hecho de que hay aficionados que lanzan su grito en el momento menos oportuno para hacerlo, y que eso merece reprobación. Valga como ejemplo el clásico "se va sin torear" justo en el momento que el matador está perfilándose para entrar a matar. También el "Viva España" o el "Viva el 155" se ha llegado a escuchar en ese momento tan poco apropiado para estas cosas, aunque esto no sea censurable ni nada, no señor... ¡¡Es hasta gracioso y se debe tomar como algo solemne!! Pero lo que no se puede pretender es que en la plaza de Madrid, plaza donde siempre se ha protestado y pitado durante la lidia, algunos quieran imponer lo que llaman el "silencio sevillano". No, no y mil veces no. Cada plaza y cada afición tiene su propia personalidad, y así como la característica principal de Sevilla es el silencio, en Madrid es el runrún, y ese runrún es clásico cuando sale un toro bajo de trapío, se pica mal, se lidia mal, un torero no está a la altura o comete ciertas maneras de aliviarse como meter el pico o descargar la suerte. Pero también ese runrún aparece cuando en el ambiente se palpa que va a suceder una faena grande. El runrún de Madrid y de ningún lugar más, para lo bueno y para lo malo... ¡¡Y nos lo quieren arrancar!! De la misma manera que en Pamplona se canta La chica Ye-Yé y piezas similares durante la lidia y nadie dice nada. Y esto siempre ha sido así, ¿por qué cambiar la personalidad de cada plaza? Mejor dicho, ¿por qué cambiar la personalidad de la plaza de Madrid? ¿Por qué tanta efusividad para meterse con la afición de Madrid cuando protesta la colocación de un torero o la concesión de una oreja barata, y que luegi todo el mundo, desde los voceros de la tele hasta el más paladín del triunfalismo, callan cuando las peñas de Pamplona lanzan latas, botellas y demás desperdicios a los toreros cuando se acercan a tablas? ¿O cuando estos mismos "señores" sacan pancartas o lanzan consignas a favor de los presos batasunos en plena corrida? Ese doble rasero...

En Madrid esta feria de San Isidro se han vivido momentos de verdadero bochorno. Ya no son solo los muchos gritos de "Viva España" o "Viva el 155" que se escuchaban unas cuantas de veces todas las tardes, ni los "cállate gilipollas", ni los cortes de manga hacia el sector protestón cuando este está a lo suyo. Eso se pueden considerar chiquilladas comparado con aquel día en que algunas personas subieron tendido 6 arriba para llegar hasta los abonados de la Grada 6 y lanzarles todo tipo de improperios, insultos y hasta amenazas. Pero si ha habido un hecho que ha marcado para mal esta feria y que hasta puede decirse que supuso un antes y un después, fue el ocurrido la tarde del 30 de mayo. Pongámonos en antecedentes: Manuel Escribano se las andaba viendo y deseando ante un exigente y encastado ejemplar de Adolfo Martín, el cual tenía muchísimo que torear y su matador no conseguía estar a la altura. Madrid en ese momento fue Madrid, ni más ni menos. Con sus protestas al torero porque no conseguía poder con el toro, sus pitos cuando el torero se quedaba fuera de cacho, sus comentarios aprobatorios hacia el buen toro que había en el ruedo... Hasta que ocurrió lo que nadie quiere que ocurra, que el toro se llevó por delante al matador y le infirió un cornadón. A continuación y durante las horas posteriores, se contabilizaron por miles las vejaciones y calumnias hacia los aficionados que protestaban, culpabilizándoles de la cornada. Y sí, es cierto que las protestas en ocasiones llegan a destiempo, y a veces se persiste en ellas más de la cuenta. Pero de ahí a que un aficionado tenga la culpa de una cornada por sus silbidos o sus protestas... ¿Se puede ser más miserable, más ruín, más zafio, más hiena, más mal bicho y más vomitivo? Es difícil...

Muchas veces se les recrimina a los aficionados más protestones el hecho de hacerlo cuando el torero está toreando, y en palabras de esos mismos que lo recriminan lo ideal sería "hacerlo cuando termine la faena, y que cada uno manifieste su parecer a la actuación del coleta cuandoeste ya ha estoqueado al toro". Muy bien, podríamos estar de acuerdo en ese precepto. Pero en este sentido, del dicho al hecho hay un trecho, pues luego este tipo de personas no tardan mucho en retractarse, pues también a la grandiosa mayoría de esas personas les molesta cuando se protestan trofeos y salidas al tercio para saludar. Por no hablar de cuando los aficionados que disponemos de blog o perfil en Facebook mostramos nuestro parecer de lo que fue la corrida. Da gusto cuando un aficionado que discrepa de la opinión de otro se presenta con educación y respeto y comenta su parecer aunque este sea discordante, pues en los toros, además de la crítica, siempre le ha dado vida al espectáculo la controversia, siempre que esta venga con buenas formas claro. Lo verdaderamente jodido es cuando viene el tipejo o la tipeja de turno con insultos y argumentando en contra de quien no opina como él que "es una falta de respeto pensar así", "sois unos integristas", "tenéis que aprender a ser buenos aficionados", "quién eres tú para decirle a un torero dónde se tiene que colocar", "hay que echaros de las plazas como sea", "decir eso hace mucho daño", y toda esa hermosa colección de paparruchas. Que luego se les pide que razonen esos argumentos sólidamente, y pueden suceder varias cosas: o bien siguen obcecados en sus tontos argumentos, o acuden al insulto y/o a la amenaza, o él sí que razona y quien tiene enfrente no y es imposible que entre en razón. ¿Entrar en razón de qué? ¿Acaso lo único que hay que hacer es ver, oír y aplaudir todo, hasta lo inaplaudible, y que desaparezca la seriedad y el rigor de las plazas de toros, para más comodidad de los autodenominados "profesionales"? Asqueroso, muy asqueroso todo.

Muchos comprendemos que sin crítica, sin controversia y con aficionados que no conmulgan con ruedas de molino, los taurinejos lo tienen más fácil para cometer sus abusos y tropelías, para pintar su imagen y sus actuaciones de color rosa y tener más por menos. Pero hay aficionados (todavía, a pesar de todo) a los cuales no todo les vale, que distinguen lo bueno de lo menos bueno y de lo malo, y que gustan de llevar el rigor por bandera porque no todo vale. O no todo debiera valer. Que ya les gustaría a unos cuantos que los aficionados rigurosos desaparecieran del mapa y dejaran de hacer peligrar su chiringuito de comodidad y de triunfalismo barato, pero aunque la cosa está más mal que bien van a tener que seguir aguantándose.

jueves, 20 de junio de 2019

LA IMPORTANCIA DE PICAR BIEN A LOS TOROS

"En el desolladero comprobamos que desafortunadamente el último puyazo, algo trasero, perforó la pleura del pulmón, provocando un gran destrozo y que el toro no recibiera el oxígeno que demandaba el esfuerzo que estaba realizando. Una pena. Hasta donde pudo nos hizo disfrutar".



Palabras del ganadero Santiago Domecq sobre el toro Zahareño, aquel que cerrara San Isidro el pasado domingo. No estamos muy acostumbrados a conocer cierto tipo de cosas que solo pueden salir a relucir en el desolladero, por lo que es de agradecer que haya un ganadero que se pronuncie acerca de estas cosas, y más cuando el toro en cuestión tuvo en el ruedo una gran importancia. Con ello queda patente lo que gran parte de la afición lleva demandando prácticamente desde que el mundo es mundo: que a los toros se les debe picar bien. Ojo, no confundir el "picar bien" con "picar poco", ni el "hay que picar" que tantas tardes se vocifera desde el tendido con hacer una carnicería. Picar bien, que no es otra cosa diferente a tirar el palito y colocarlo en el sitio preciso, o sea justo donde finaliza el morrillo y en todo lo alto de este lugar; y aplicar el castigo en su justa medida evitando barrenar, hacer la carioca cuando esta deje de ser un recurso para castigar a los toros mansos, y todas esas triquiñuelas más propias de un carnicero que de un buen picador. Que hacer todo esto es muy difícil , cierto, y ni tan siquiera son capaces de hacerlo todos los días hombres que trabajan como vaqueros o mayorales en muchas ganaderías, y que por consiguiente son grandes experimentados en el arte de picar. Pero cuando se marra, siempre cabe rectificar el puyazo, y eso no siempre se hace. ¿Por qué? Por lo que viene a continuación.

Zahareño, gracias también a las explicaciones de su criador, es el mejor ejemplo posible para defender que picar bien a los toros tiene muchísima importancia. El fin de la suerte de varas, amén de comprobar la bravura del toro es que este sea sangrado y sea restada cierta parte de su temperamento. Ahormar la embestida, que se ha dicho siempre en el argot taurino. No hay más vuelta de hoja.

Pero existe un problema, y es que con la suerte de varas, una de las más bellas de cuantas existen en la tauromaquia, se llega muy a menudo mucho más lejos. O no se llega, que es igual de malo. Y no se llega porque el toro que se demanda en tiempos actuales está llevando a la suerte de varas hacia su desaparición. Pero ¿y cuándo salen toros con mucho poder y casta? Pues que se llega mucho más lejos de la frontera que marca la ética taurómaca y también el Reglamento: se masacra vilmente a los animales con puyazos traseros y en muchos cados paletilleros (los más dañinos) en los que se barrena y se mete el palo muchísimo más de lo que debería hacerse, provocando destrozos en los toros que les pasan mucha factura durante la lidia y les impide sacar lo que llevan dentro. Y las palabras de Santiago Domecq son una prueba irrefutable de ello.

A Zahareño no lo picaron tan horripilantemente mal como estamos acostumbrados a ver, pero tampoco le dieron tres puyazos perfectos. Manuel Bernal hizo bien la suerte, tiró el palo y, antes de que el toro se la pegara contra el peto, plantó el puyazo, los cuales sí, efectivamente cayeron en lo alto. Pero traseros, y a las pruebas me remito. Zahareño mostró bravura y poder en el primer tercio, y también ser un torrente de casta cuando su matador le toreó con el capote. Pero los puyazos traseros, como siempre suele parar en estos casos, le mermaron. El toro apenas pasaba en la muleta, se quedó amorcillado y el matador tuvo que tirar por la calle de enmedio. Pero cierto es que no sería justo que toda la culpa de este hecho recayera sobre los puyazos, pues en el segundo tercio al toro, aunque ya daba síntomas de irse a menos, todavía le quedaba fuelle. Fue el show fandilista de los cuatro pares de banderillas ¡¡cuatro!!, con sus carreras de un lado para otro y el pertinente desfogue del toro lo que le hicieron acabar con el carbón que le quedaba. Un puñado de buenas embestidas hubiera ofrecido el buen Zahareño, no muchas pero sí las suficientes para poder poner Madrid bocabajo. ¡¡Ni que en Madrid hiciera falta una faena de tres mil trapazos para cortar dos orejas!!

Por desgracia, son muy contadas la veces que los aficionados llegamos a ser conocedores de estos extremos. Pero los casos en que nos quedamos sin toros por culpa de malos picadores y malos lidiadores sí abundan más. El caso de Zahareño no es sino la punta de ese iceberg llamado "La importancia de picar bien a los toros". O también "La importancia de picar mal a los toros", todo desde según que punto de vista se mire, si desde la del aficionado que está deseoso de ver toros en todo su explendor de condiciones, o desde la del matador que tiene lidiar con un toro encastado, fiero y que derrocha poder. 

lunes, 17 de junio de 2019

16 DE JUNIO DE 2019, CORRIDA DE LA PRENSA: AUR REVOIR, ISIDROS

Se acabó lo que se daba. Tras treinta y cuatro días de toros, esto echa el cierre. Y con ello, la desbandada general de los famosos isidros, claveleros y ginctoneros. Adiós pues a la verbena, al jolgorio, los biiiiiiiieeeeeeeennnnnnnnjjjjjj que destilan aroma a ginebra como una destilería, a los aplausos a todo, a los gritos de Viva España, Viva el Rey y Viva el 155; a los cállate gili****, al olor a alcohol en los pasillos de la plaza, y al botellón en los tendidos, grada y andanadas, como si esto fuera la puerta del Fabrik o del Pachá. Adiós también al aplauso fácil y al triunfalismo barato y chabacano, a las prohibiciones de llevar la contraria a quien se tira toda la santa tarde aplaudiendo hasta lo inaplaudible, y al no protestar. Adiós, adiós isidros, que paséis un  buen verano, aunque a algunos hasta se les puede decir feliz verano, feliz navidad, feliz entrada y salida de año, felices carnavales y hasta el San Isidro de 2020.

Toca darle la bienvenida, a partir del domingo que viene, a las legiones de japos, guiris, yankis y cía que vienen de excursión a los toros, por la cosa de no irse de España sin ver una Typical Spanish Bullfighter. Toca darle la bienvenida a la comodidad, pues a partir de ahora las apreturas en los toros desaparecen, y podremos estirar las piernas todo cuanto podamos sin que el tío coñazo de delante no mire con cara de pocos amigos hacia atrás. Bienvenido también ese aspecto desolador de los tendidos, ese famoso cemento que dicen los viejos aficionados del lugar. Y por supuesto, aquí continuarán domingo tras domingo, bajo el abrasador sol madrileño, los pocos fieles aficionados que aun así andan todavía hambrientos de toros, con sus protestas cuando las cosas no se hacen bien (aunque a veces puedan resultar un tanto molestas), sus gritos de vaya un inválido, ponte bien, carga la suerte aunque sea una vez, le vas a sacar los ojos de meter tanto pico, se va sin torear, etc., etc., etc... Pero también con su sensibilidad cuando se hacen bien las cosas y hasta cuando se cuidan los más mínimos detalles. Que sí, que efectivamente la feria de San Isidro ha acabado, pero no la temporada, y el domingo que viene vuelve a haber toros en Madrid, y al siguiente, y al siguiente, y así hasta la feria de Otoño allá por el mes de octubre. Que gran parte de los no habituales parecen no saberlo, que por el mes de julio y agosto también hay toros en Madrid.
"En agosto va a ir tu prima a los toros, pues yo voy solo cuando torean las figuras, que para eso soy mu güen afisionao y selecciono lo mejor", diría el isidro de turno mientras le pega un sorbo largo, cual oso hormiguero, al cubata que sostiene en la mano.

Aur revoir pues al público no habitual, no sin antes finiquitar este interminable mes de toros con la tradicional Corrida Extraordinaria de la Asociación de la Prensa, con un cartel que no despertó grandes pasiones cuando fue anunciado, allá por el mes de marzo, pero que al final ha acabado con un "No hay billetes para hoy" en la taquilla. No había gran cosa de donde rascar, por lo que una gran parte del abonado decidió no sacar la entrada para hoy, que había que pagarla aparte al ser fuera de abono. Pero algún tiempo después, estos inocentes señores tuvieron que volver corriendo a la taquilla a hacerse con su localidad, concretamente nada más acabarse aquella tarde en Sevilla de Pablo Aguado, componente de la terna. Resultado: todo el papel vendido. Una corrida con el hierro de Santiago Domecq para San Isidro provocó todo tipo de opiniones, desde aquellas de quien la llevaban siguiendo hace algún tiempo y confiaban en ella, hasta la de los más reacios a creer en ello. Y finalmente, se podría decir que fueron los primeros quienes llevaron razón, pues la corrida aun no siendo lo que se dice un derroche de poderío, bravura, casta y agresividad, sacó gran nobleza, dulzura y se dejó torear a placer. Para reivindicar muchas cosas ante ellos y tapar bocas a quienes se muestran reacios con determinados toreros. Pero claro, ¿tiene algo que reivindicar El Fandi a estas alturas? ¿Tiene Lopez Simón, después de todo, algo que demostrar? Pues eso...

El gran atractivo de la tarde vino de la mano de Pablo Aguado, pero por desgracia solo pudo matar uno. Es Pablo Aguado un torero que lleva consigo unos aires toreros muy añejos, da gusto verlo moverse por la plaza con esas maneras que son ya tan poco habituales, lejos de ese forzado y teatral misticismo que derrochan los toreros de ahora. Pablo Aguado es un gusto para los cinco sentidos cuando camina por la plaza, le anda a los toros, les echa el capote y la muleta al hocico, lleva a los toros con excelsa facilidad y suavemente, sin pegarle esos tirones y siempre andando con torería. Es, en definitiva, un torero completamente diferente por su sabor barroco y antiguo. También es de sobra conocido que sabe torear, y muy bien hay que decir, pero esta tarde el toreo no ha llegado a aparecer de su mano, entendiéndose por torear eso de llevar a los toros sometidos a la muleta y tirar de ellos para rematar el muletazo atrás, y no limitarse a acompañar las bonacibles embestidas del burel. Derrochó su faena formas muy pintureras y gran naturalidad, pero a los muletazos de Pablo Aguado, o mejor dicho a sus medios-muletazos, le faltaban precisamente eso, el llegar a ser rematados atrás y no quedarse solamente en el acompañar al toro mientras se mueve. ¿Torería? Para regalar. ¿Plasticidad? A espuertas. ¿Remates muy toreros como pases de la firma, pases de pecho llevados al hombro contrario, trincherillas y kikirikís? Hubo unos cuantos de cartel de toros. Pero una cosa es eso, y otra cosa fue el tirar de los toros. Y fue una pena, pues había ahí toro de triunfo gordo, pero el torero se quiso conformar con muy poco. La mala suerte se cebó con él a la hora de entrar a matar, pues tras pinchar en hueso resultó prendido y le pegó cornada, por lo que hubo de pasar a las manos de los galenos una vez dobló el toro. Y no volvió a salir de ahí.

Por lo cual y consiguiente, tuvimos triple ración fandileña en esta tarde. ¿No decíamos algunos que no es este circuito para un torero de su estilo y que en Madrid está de más su presencia? Pues ¡¡toma tres tazas!! Y no, a estas alturas de la vida, David Fandila no tiene nada que demostrar ni que reivindicar, ni en esta ni en ninguna plaza. Él hace lo que buenamente sabe: facilidad y variedad con el capote, su show de carreritas de un lado a otro para luego acabar clavando a toro pasado, con violín incluido, y una nulidad evidente para utilizar la muleta. Esto fue lo que ofreció ante su lote, ni más ni menos. No da ni para más ni para este torero, tiene sus cosas, su público y si circuito, pero todo esto está lejos de Madrid. Qué dos torazos se dejó ir con las orejas puestas... Y de qué toro nos privó cuando salió a lidiar en lugar de Pablo Aguado. Porque sí, ese 6° llevaba mucho dentro, y así lo dejó en evidencia en las tres varas que tomó: empujó en la primera, hizo volar por los aires al picador por lo fuerte y bajo que embistió al penco, y acudió de largo y volvió a emplearse con la cara abajo en la tercera vara. Y no fue esto de ponerlo tres veces porque el matador estuviera con el día amable, sino porque la Presidencia, con gran acierto, consideró que la segunda vara apenas castigó al animal. Hizo gran pelea el toro en varas, pero no lo suficiente como para desfondarse del todo. ¿Qué pasó entonces para que, tras evidenciar grandes virtudes en los capotes y en el caballo, el toro llegara amorcillado a la muleta? La respuesta la tenemos en el segundo tercio: cuatro pares ¡¡cuatro!!,  carreritas por aquí, carreritas por allá, y el toro por cada par que pasaba, con menos fuelle se le veía. Había toro ahí para una faena de 20 muletazos pegados de verdad, pero todo se fue al garete durante la puesta en escena de David Fandila en banderillas.

Y López Simón dispuso de otro lote para coger un nuevo empacho a torear, torear, torear y seguir toreando hasta hartarse y decir ¡¡basta, no puedo más!! Pasecitos por aquí, pasecitos por allá, ninguno bueno y todos malos. Sí, pases malos, vulgares y llenos de ese dospuntocerismo que se reconoce a la legua cuando el matador echa siempre al toro fuera con el pico, para posteriormente dar un pasito atrás y vuelta a empezar. ¿Que si se le fue sin torear su lote a López Simón? Pero vamos, de tal manera que a estas horas el animalito aún sigue embistiendo. Y es que aunque parezca un tópico, en realidad lleva mucha verdad: en caso de López Simón, sin voltereta no hay oreja. 

Acabó lo que se daba, aur revoi isidros, que pasen ustedes feliz verano, feliz Navidad y un próspero año 2020. Que sean felices, y ya saben, si acaso les apetece, en Madrid sigue habiendo toros domingo tras domingo, por si gustan.

domingo, 16 de junio de 2019

15 DE JUNIO DE 2019, CORRIDA DE LA CULTURA: PACO UREÑA, DE MADRID AL CIELO

¡¡Qué tardecita más infumable estábamos padeciendo!! Qué tardecita ha dado la novillada de... ¿He dicho novillada? Sí, novillada con todas sus letras, desde la N hasta la A, la que ha colado el señor Victoriano del Río en esta Corrida Extraordinaria de la Cultura. Sí, la de la Cultura, ese invento del vendehumos Monsieur du le Bombo desde sus inicios como empresario de la plaza de Madrid. Qué irónico eso de celebrar una Corrida en homenaje a la "Cultura" (entendiéndose por tal la "Cultura Taurina", se imagina uno) con una hermosa colección de seis torillos escuálidos, tullidos y feos que lo único que fueron capaces de desarrollar fue mansedumbre a raudales, falta de casta y sosería. ¡¡Qué tardecita!!

¡¡Qué tardecita dio el señor Sebastián Castella!! Qué tardecita, calcada y mondada a sus otras dos tardes en esta feria, con ganado de Jandilla y de Garcigrande, respectivamente. Y luego se quejará de que los toros no le embisten, por unas cosas o por otras. Señor Castella, ¿quiere para el año que viene una corrida que verdaderamente pueda embestirle? Bien pues tome buena nota de la feria que han echado José Escolar o Valdellán. Eso embiste, sí señor.

¡¡Qué tardecita la del fenómeno Roca Rey!! De sobra es sabido que eso de parar a los toros y torear a la verónica, lo de llevar a los toros al caballo de dos o tres capotazos como mucho y colocarlos en suerte, no va para nada con él. Va por el ruedo portando el capote, pues porque hay que llevarlo. Lo hacen los demás, ¿por qué no lo va a hacer él también, aunque no sepa ni para qué hay que llevarlo? Tampoco es muy dado a lidiar, ni él ni su cuadrilla. No fijan a los toros, los dejan corretear a sus anchas por todo el ruedo, ni siquiera se preocupan de quitarles las querencias y conseguir meterlos en el canasto... Y cuando llegan al tercio de muleta, lejos de doblarse con los mansos y tocarle los costados, o bien empieza a dar telonazos simulando que torea por estatuarios (tal que con el 3°), que sin ton ni son empieza a darles tirones para sacarlos a los medios. Y en ambos casos el resultado es el mismo: que a la primera de cambio el animal se va de najas como alma que lleva al diablo, y nunca se le cambia esa tendencia abanta para embestir en la muleta. Y  por lo demás, lo mismo de siempre. ¿O no? Lo mismo lo mismo, no, pues hoy se dejó en casa la cosa de los pendulazos, las manoletinas, las bernardinas, los cambiados por la espalda a mitad de cada serie de muletazos y todas esas cosas. Pero en lo que se refiere al toreo fundamental, pues sí, más o menos lo mismo de siempre: citando en la oreja, metiendo mucho el pico y torear hacia fuera descargando la suerte. Y con la espada, pues tampoco acertado.

Qué tardecita llevábamos hasta que salió el 6°, lugar en que Ureña tuvo que lidiar al segundo de su lote por encontrarse anteriormente en la enfermería. Los únicos argumentos sólidos de la tarde los había puesto el mismo Ureña ante el segundo de la tarde, toreando suavemente con el capote de salida y realizando un torerísimo quite por delantales echando la pierna adelante y cargando la suerte. Uno de los quites de la feria, y que llegó en réplica a otro quite que hizo Roca Rey. Ante este toro, bonacible y de embestida suavona, Ureña no terminó de acoplarse con la muleta. Muy despegado siempre y toreando hacia fuera, su actuación defraudó a la parroquia madrileña, que siempre espera mucho más de él. Solamente brilló, y solo a medias, una serie de naturales ya casi al final, pero la concurrencia andaba muy predispuesta ante él, y si no llegó a tocar pelo ante este toro fue porque pinchó, dando una vuelta al ruedo totalmente por su cuenta y riesgo. Después entró a la enfermería, ya que fue feamente cogido toreando por naturales, y hubo de correrse turno.

Qué tardecita hasta ese preciso momento en que Ureña salió del túnel de la enfermería. Salió el toro y lo volvió a recibir con algunas buenas verónicas. Pedro Iturrialde dejó un buen puyazo, y muleta en mano se dispuso el matador a armar el alboroto. Comienzo por estatuarios sin ceder un palmo de terreno, y cuando remató por varios trincherazos y algunos pases de la firma que fueron sencillamente colosales, empezó a fraguarse la idea de que allí iba a pasar algo grande. Se le veía dolorido al matador aunque no por ello se arrugó, y empezó a darle fiesta al toro por el lado derecho. Buena primera serie llevando al toro toreado y mandando mucho, pegando una segunda serie también de derechazos con más altibajos. Se echó la muleta a la zurda y dibujó algunos naturales colosales tirando mucho del toro, que ya estaba muy paradote, y aguantando estoico las veces que se le quedaba parado. Y tras esto, Ureña se fue a cambiar la espada con muy buen criterio, pues todo lo que hubiera sido seguir ahi delante hubiera deslucido mucho la corta pero intensa faena. Tenía en su esportón una oreja ganada a ley, eso de haber matado bien. Pero cuando, ya con la espada de verdad en su mano, se fue de nuevo al toro, llegaron más naturales todavía de más pureza y mandones, pues al toro le costaba un mundo desplazarse. Pero el torero, siempre cruzado y dando el pecho, tuvo el coraje suficiente para aguantar y tirar del animal haciendo, simplemente, el toreo verdadero. El toreo eterno, el que nunca muere. ¡¡Qué pedazo de naturales!! En total la faena no tuvo más de veinte, si es que llegaban, pero fueron intensos y extraordinarios. ¿Para qué más, si con tan pocos basta? Esos últimos, además, hicieron que el listón de la faena escalara un centenar de kilómetros de un tirón, y lo que antes era de una oreja, se convirtió en algo de dos. Solo faltaba que la espada cayera en buen lugar, y ya estaba todo hecho. Pero no fue tal el caso, pues fue a caer un palmo desprendida, y además el toro tardó mucho en caer, cosa que deslució todo en cierta media. No importó, el toro acabó rodando por sí solo y sin la necesidad de descabello, y cayeron las dos orejas, y así, la primera puerta grande de don Paco Ureña en Madrid, su Madrid. ¿Merecidas? Pues podrían discutirse porque la espada no cayó en el lugar más adecuado. Pero lo que no podía negarse es que el personal salió toreando de la plaza después de ser testigos de aquella faena con la que Paco Ureña puso de acuerdo, una vez más, a la unanimidad de la plaza de Madrid.

A Ureña se lo llevaron posteriormente en volandas, dolorido pero muy feliz. Y los aficionados, tardaron más en llegar a sus casas. ¿Por qué? Porque iban pegando naturales calle Alcalá arriba.

sábado, 15 de junio de 2019

14 DE JUNIO DE 2019, TRIGÉSIMO SEGUNDA Y ÚLTIMA DE SAN ISIDRO: EL VIENTO TUVO LA CULPA... ¿O NO TANTO?

La corrida lidiada por Fuente Ymbro en este último festejo de abono puede tener varias lecturas. Que a nadie se le escapa que fue esta una corrida mansa, con la casta muy justa y tampoco muy sobrados de poder, a la que no se le picó prácticamente y apenas desarrolló dificultades en la muleta. Pero eso sí, se dejó torear y hubo ejemplares verdaderamente de triunfo por su nobleza, dulzura y manejabilidad. Entonces, se podría decir que si esta corrida hubiera llevado otro hierro que nos tuviera acostumbrados a petardos colosales y tardes tediosas año sí y año también, la corrida hubiera causado sorpresa y hasta cierto agrado, más que nada por aquello de "por lo menos se dejó torear, porque para lo que suele soltar por aquí y por otros sitios...". Lo malo del tema es que no, que lejos de pertenecer la ganadería a uno de esos hierros infumables que andan por Madrid año sí y año también sin razón, la corrida iba herrada a fuego con una rodeada de una herradura y lucía divisa verde. O sea, Fuente Ymbro, ganadería que ha dado grandes tardes en esta plaza a base de casta y poderío de sus toros. Por lo tanto, una corrida tan sumamente flojita y toreable le deja a uno muy a medias tratándose de una ganadería de la que se espera mucho más.

Cinco fueron los ejemplares lidiados por Fuente Ymbro, pues hubo uno, el 6°, que volvió por donde salió por obra y gracia de los únicos bueyes que deberían pisar el ruedo de Las Ventas, los cabestros de Florencio Fernández Castillo. En su lugar salió un sobrero del Conde de Mayalde que no desentonó nada ni del juego habitual de esta ganadería, ni del juego que estaba dando la corrida: mansito, sin excesivo poder y muy pastueño, aunque bien es verdad que en varas recibió un puyazo que bien valía por lo que no se les dio a los otros cinco. Y es que aunque el toro no era una cosa loca de rezumar fuerzas por los cuatro costados, cuando el matador le presentó el capote para recibirlo de salida se frenaba y se le metía por dentro, por lo que hubo que apretarle en el caballo. Y fue esto seguramente por la cosa de este toro lleva toda la feria anunciado como sobrero, y tanto trajín en los corrales de pasarlo de un sitio a otro, ahora enchiquerarlo porque esta tarde está como sobrero, ahora sacarlo porque la corrida terminó y no hicieron falta sobreros, y vuelta a empezar un día tras otro, les pasa factura a los animales. De los cinco de Fuente Ymbro, complicado de veras fue el 1°, por su mansedumbre, poca fijeza y afán de huir de todo lo que se le ponía por delante. El resto, más que menos, fueron unos caramelitos. Iban y venían una y otra vez, metían bien la cara, embestían largos y no se cansaban. Eran, como solía decir un afamado ganadero de antaño, tontos y sin frenos.

Y ante tales regalos para los cinco sentidos, ¿a qué se dedicó la terna durante toda la tarde? A nada. A nada, salvo a pegar pases con una vulgaridad y una falta de alma que provocaron un tedio de enormes magnitudes durante las dos horas y media que se prolongó el festejo. En defensa de los tres espadas, podría argumentarse que durante la totalidad de la corrida soplaron rachas de viento que hicieron muy difícil el milagro de torear, y que ello llevó tanto a Morenito de Aranda, como a Pepe Moral y a José Garrido a no encontrarse del todo confiados ante la cara de los toros. Pero bien es cierto también que aunque Eolo hizo de las suyas, hubo otros momentos en que estuvo calmado, y ni por esas los toreros fueron capaces de asentarse y tirar de tan bondadosos ejemplares, que se fueron al desolladero sin torear uno a uno. Al menos, ya que el viento dificultó sobremanera los quehaceres de los matadores, cierto es que podrían haberlos dado muerte haciendo un uso decoroso de los aceros, pero he aquí otro gran lunar de la actuación de los tres matadores: la suerte suprema se desarrolló siempre entre pinchazos, bajonazos, golpes de verduguillo y cachetazos por parte de los peones, y ni tan siquiers hubo una sola estocada medianamente digna de ser mencionada en toda la bendita tarde. Ni tampoco un quite, ni una verónica, ni un detalle que rezumara la más mínima torería. Tan solo el banderillero Antonio Chacón puso un buen par de banderillas al 3° y movió el capote con muy buenas maneras ante el 6°, lo que le valió escuchar algunos aplausos sinceros.

El resto de la tarde, se diluyó en un desencanto provocado por la falta de casta de los gallardos, la vulgaridad de los espadas y la falta de contenido que ha imperado durante todo el festejo. Buena manera de finiquitar la feria.

viernes, 14 de junio de 2019

13 DE JUNIO DE 2019, TRIGÉSIMO PRIMERA DE FERIA: RÉQUIEM POR CUADRI

No valen las excusas, no. La corrida lidiada por los herederos del señor Celestino Cuadri ha sido un petardo muy grande que nos ha hecho salir de la plaza cabizbajos, con el gesto torcido y negando con la cabeza. De nada sirve sacar excusas, pues si ni tan siquiera el ganadero, en su enésimo alarde de honestidad y sinceridad, se excusa del paupérrimo juego que han dado sus toros esta tarde en Madrid, ¿con qué cara vamos a excusar a la corrida los demás? Don Fernando Cuadri ha llegado esta tarde a Madrid después de anunciar que se quita del medio, que deja paso a sus descendientes en la capitanía del barco. Y Madrid, mejor dicho el aficionado de Madrid (que no son más de cuatro pobres infelices), le ha hecho saludar una calurosa ovación, desde su localidad en el tendido, en homenaje a su gran trayectoria como ganadero. Si estas ovaciones se les da a los toreros, ¿por qué no también a los ganaderos?

Y ¿cuáles podrían ser esas excusas que alguna mente interesada hiciera saltar a la palestra? ¿Quizás que los seis picadores vinieron con el machete entre los dientes y protagonizaron seis infames carnicerías ante los cornúpetas, pegando traserazos, metiendo bien el palo y hasta barrenando en algunos casos? Cierto es, ocurrió. Otra, ¿que hubo toros que en el último tercio sacaron suavidad y se dejaron pegar pases sin hacer un mal gesto? Pues hombre, tampoco es menos cierto. Pero aquí hubo un problema de base, que es el mismo del que habla siempre: una palabrita mágica que empieza por C y termina por A; y entre medias llevan por este orden la A, la S y la T. Sí, problema de CASTA, propiamente dicho. Y ese problema venía apareciendo, o mejor dicho venía dejando de aparecer, desde que los cuadris dejaron Trigueros hace algunos días para poner rumbo a Madrid. Eso sin contar con que quizás el problema venía desde el mismo momento en que el semental descargó sus cromosomas dentro de la vaca madre. Hay corridas en que a los toros se les hacen mil perrerías, se les pican muchísimo y muy mal, se les pegan cientos de telonazos durante la lidia, los peones pasan en falso otras tantas veces a la hora de clavar, se les hace rematar a las tablas para que su poder se merme aún más, el matador de turno acorta mucho las distancias y le ahoga mientras lo trapacea con la muleta... Y qué gaitas, el toro que verdaderamente lleva dentro la casta lo muestra. Que la lidia influye siempre en el comportamiento de los toros, pero cuando hay casta de verdad todas esas perrerías no la hacen desaparecer como por arte de magia.

Que no, que no se puede excusar de ninguna manera la corrida. Uno que va a ver una corrida de toros, más aún cuando esta va marcada a fuego con la H horizontal que le es propia a Cuadri, siempre espera casta, poder, agresividad, celo, raza y todas esas bondades que le hacen al Toro de lidia un ser incomparable. Y cuando estas cualidades no aparecen, la corrida decepciona. Y punto, no hay más.

Y de la corrida, está todo dicho en verdad. ¿Qué más decir de una tarde tan carente de contenido? Bueno, que ante los seis de Cuadri se midieron tres toreros muy hechos a esto de lo que se tilda por ahí como "corridas duras", y que no fueron otros que Rafaelillo, López Chaves y Octavio Chacón. Solamente López Chaves escuchó aplausos del personal, aunque su actuación tampoco es que fuera lo que se dice para tirar cohetes. Muy discreto y vulgar ante el mulo que hizo de segundo, con el que se tiró muuuucho tiempo más de lo necesario pegándole pases ahí sin tener el más mínimo fundamento. Y ante el quinto, que regaló un puñado de arrancadas suavonas y pastueñas, le llegó a acompañar en sus embestidas con la misma suavidad que derrochaba el toro, pero siempre citando en la oreja, llevando luego la muleta a media altura y toreando hacia fuera. Ni uno, pero ni uno de los naturales que dio fueron rematados atrás. Muy jaleada fue su actuación en parte de los tendidos de sombra, pero el resto de la plaza no entró prácticamente en la faena. Mató, además, de mala manera.

Los otros dos componentes de la terna echaron una tarde tan horrible como la que echaron los toros, y desde luego no merece la pena pararse a comentar mucho sobre ellos. Mayormente porque hay poco que comentar. Si un tal caso que Rafaelillo se tiró toda la tarde muy a la defensiva y sin querer ni dar las buenas tardes. Y por la parte que le corresponde a Octavio Chacón, sería acertado comentar, más allá de su actuación en esta tarde, la decepcionante feria que ha echado. Tres tardes ha pasado por Madrid en el último mes sin hacer el menor ruido. Ni medio decibelio. No se le ha visto por ningún lado, y su tarde de hoy es una perfecta metáfora de lo que ha sido su feria: como triste y abatido, sin que la cosa fuera con él, basando sus quehaceres lidiadores y muleteriles en algo de puro trámite, algo así como "voy, hago mis dos o tres cosillas con el capote para que no se note que ya me he cansado del tema, con la muleta hago que quiero y no puedo, y a casita". Qué pena...

Qué pena, sí. Pero no pena por la tarde mala de hoy, ni por el tedio que hemos sufrido. Pena por esta ganadería, que nos ha dado tantísimas tardes de gloria, en Madrid y fuera de Madrid, que verla ahora así... Duele muchísimo.


miércoles, 12 de junio de 2019

LA BENEFICENCIA: LA VERDAD DE DIEGO URDIALES ANTE LA MENTIRA DE DON JULIÁN

Hoy no era un día cualquiera en la capital del Reino. No lo era no, hoy era un día especialmente grandioso, feliz y de jolgorio, pues en Las Ventas se iba a celebrar la Corrida Extraordinaria de la Beneficencia, uno de los eventos mas importantes en la temporada taurina madrileña. ¡¡Y cómo lucía la plaza!! Atestada de gente como hacía días que no se veía, engalanada con esas guirnaldas que colgaban de las localidades de barrera, y que seguramente Le Monsieur du le Bombo adquirió en el primer Todo a Cien que se encontró al salir de casa esta mañana. Qué bonitos también los tapices que colgaban de las barandillas de las andanadas, o mejor dicho los pseudotapices, pues me temo que no eran de otro material distinto al que se usa para fabricar las lonas con las que se tapa el remolque del tractor cuando va cargado de aceituna recién vareada. Y los toros luciendo unas divisas con esas monas tan espléndidas, y las banderillas que se reservan únicamente con motivo de este día tan señalado. Y tan importante fue el día de hoy, que hasta nuestro Rey, Felipe VI (aqDg, que se decía en los carteles taurinos de antaño) no quiso dejar de honrarnos con su presencia desde el Palco Real, también engalanado con motivo de la importante cita de hoy.

Y sí, tan importante fue la cita de hoy, que hasta un modesto servidor no quiso dejar de tomarse un gustazo especial por ser el día que era, y decidió dirigirse a la plaza con toda la parsimonia y la tranquilidad del mundo, a diferencia de lo que mandan sus germánicas cosumbres de bajar a la plaza casi al galope y apoyar sus posaderas en la dura piedra con, al menos, quince o veinte minutos de margen, para poder leer tranquilamente el programa de mano, disfrutar de la maña que gasta el calero pintando las rayas de picar y observar con gusto cómo se ocupan los tendidos de gente. Hoy tocaba tomarse lo de ir a los toros con tranquilidad y disfrutando enormemente del paseo, pues por un día también a uno le gusta hacer cosas extraordinarias. Oiga, que ya que la corrida de hoy es "extraordinaria", aunque sea vamos a hacer algo fuera de lo común y vamos a darle ese tinte por nuestra cuenta, ya que los taurinejos que (des)gobiernan a su antojo hoy día en esto de los toros, tuvieron a mal hace algunos años de quitar ese carácter "Extraordinario" y "Benéfico" que antaño sí que sucedía. Total, que tanta tranquilidad y tanto gustarse en el paseo diario camino a la plaza, que se me fue el santo al cielo y cuando me planté en la puerta para acceder al tendido, me encontré con la negativa del portero, pues el primer toro ya había salido. "Una pena. En fin, me entretendré echándole un ojo al programa". Y como me sobró tiempo antes de que el portero le diera visto bueno a mi acceso, me entretuve en contemplar las musarañas, llegando en estas a percatarme del urgentísimo brochazo que les hace falta a los pasillos de la plaza, así como el cambio de suelos, de rodapiés y arreglo de todas las humedades. Que ya podrían haberse preocupado más de estos menesteres que de cambiarle el hato de manera irrisoria al chulo de toriles. Pero aquí lo dicho: se desgobierna. 

Así pues pasé al tendido mientras se arrastraba al primer toro, y no se me pasó por alto que este presentaba unas hechuras como para haber llevado ante el Defensor del Menor a quien se le ocurrió traerlo a Madrid para ser lidiado, por no hablar de los pitones del animalico, que lucían mas redondeados que el morro de un avión. "¿Será cosa de que abría cartel el Bombero-Torero y sus enanitos toreros?", me dio por pensar... Hasta me percaté de que, desde el tercio, saludaba una ovación un señor que lucía elegantes zahones, botas de montar y chaquetilla de corto color ocre, y se me apareció la realidad de la misma manera que Jesucristo a sus apóstoles. También pensábamos que, terminado este primer acto, iba a aparecerse en la plaza la seriedad, o al menos toda la seriedad que fuera posible dentro de que fue don Julián quien apareció por la tronera del burladero portando su gigante capote en las manos, junto a un torete de Cuvillo inválido perdido y aún más tontorrón si cabe, pues iba y venía sin maldad alguna y tragándose los cien mil muletazos que el matador le pegó. Don Julián le hizo su faena, a su manera siempre, sin apreturas, sin cargar la suerte, sin torear con la muleta plana. Y para rematar, el famoso julipié. Sí, la faena clásica de Don Julián, pero con un toque más, digamos, "artístico", pues tiene últimamente este torero la costumbre de ponerse con la figura más erguida y hacer las cosas más relajadas. ¿Se habrá cansado de retorcerse también? Si es por eso sería lógico, no podía ser bueno para las lumabres esas formas tan julianescas de destorear. La faena de Don Julián, en otra plaza, seguramente hubiera sido premiada con las orejas, el rabo, la pata, los entresijos y hasta la asadura. Eso, en el hipotético caso de que el virus de la indultitis no se hubiera propagado por los tendidos. Pero en Madrid, todas esas cosas se toman a mal, y el premio para el matador quedó en tímidas palmas al ser arrastrado el toro.

El tercer cuvi hizo aparecer en el ruedo algunas cosas que no son muy acostumbradas a ver en este hierro, tales como la incertidumbre, las dificultades y la exigencia. La casta, quizás, tuvo algo que ver. Y efectivamente hubo casta por parte de este toro, y como es lógico las dificultades aparecieron con ella. Ya desde su salida mostró sus cartas, pues el toro hizo cosas raras y el matador mandó a su peón pararlo, detalle desgracidamente ya perdido y que a lo mejor sería bueno utilizar con mayor frecuencia. Al toro le arrearon en varas y aun así no se vino abajo en ningún momento, puso las cosas difíciles a los banderilleros en el segundo tercio e hizo hilo hasta el final hasta el punto de pegarle al Pirri una cornada cuando ya estaba metido en el burladero. Urdiales no por ello se amedentró. Más bien al contrario, pues ya ha demostrado infinidad de veces que es un torero muy fino pero puede imponerse a la casta y torearla. Después de unos pases de tanteo, comenzó a darle fiesta al toro sobre la mano derecha, con una primera serie en la que ya dejó entrever sus muy puras maneras, pero resultando algo aceleradas. Con la segunda serie de derechazos comenzó la emoción en los tendidos, pues el toro empujaba con picante y emoción, y Urdiales fue capaz de templarlo, hilarlo en la muleta y llevarlo muy sometido hacia atrás con exquisito mando. Siguió sobre la mano derecha una serie más, no sin dejar de hacer el toreo, y se la echó a la izquierda. Le costó a Urdiales hacer entrar al toro por este pitón, pero finalmente consiguió pegarle algunos naturales con muchísima verdad. Poco más allá se extendió la faena, duró lo necesario y, tras cambiar la espada, Urdiales quiso cerrar la faena toreando por naturales de frente, quizás con más intención que acierto, aunque alguno sacó con mucho estilo, cerrando con detalles añejos que fueron de cartel. Lástima que la estocada hiciera guardia, pues perdió lo que a buen seguro hubiera sido una oreja de ley. Faena cargada de clasicismo, poderío, sabor añejo y muy finas maneras, y ante un toro de Cuvillo que tuvo mucha importancia.

Fue al arrastre de este tercero cuando la vejiga me dio un serio aviso de que necesitaba espacio libre, por lo que tuve que hacerle caso y abandonar mi querido abono para visitar los lavabos. Y ciertamente, no sé si porque la faena de Urdiales me dejó más embelesado de la cuenta, o porque en esta tarde me he tomado la libertad de hacer las cosas con muuuuuucha calma, o vaya usté a saber por qué, pero cuando quise regresar al tendido me encontré con una nueva negativa del señor de la puerta, y me quedé con las... ¿Ganas? de ver la lidia del cuarto. Cuando entré volví a percatarme de un nuevo ejemplar que, siendo arrastrado por los mulilleros, mostraba con claridad otros dos pitones muy redonditos, y hechuras que le hubieran dado más trabajo todavía al Defensor del Menor. Y también, al mismo señor de antes con los zahones y la chaquetilla de corto color ocre paseando por el redondel con una oreja.

Vuelve la lidia a pie con el 5° y Don Julián ante él. Fue este cuvi un animal al que le dosificaron mucho el castigo y que tampoco hizo gran cosa bajo el peto. Empujó mucho mejor cuando el banderillero le echaba el capote abajo, y el caso que en el segundo tercio el animal dejó claras sus intenciones: que se iba a dejar torear a placer. Y así fue, pues seguía la muleta con una nobleza exquisita y no se cansaba de seguirla hasta donde Don Julián le llevaba, o sea hacia fuera siempre. De la faena de este señor, ¿qué decir? Bueno, para empezar, que fue muy jaleada a la par que protestada por quienes no tragan con ciertas cosas. Don Julián no dejó de ser él mismo en ningún momento, con sus trallazos hacia fuera, su tan archiconocido uso del pico, sin cargar la suerte ni por accidente y tantas esas cosas tan julianescas que tanto mosquean en Madrid. Y de nuevo, el uso del infame julipié, aunque esta vez hubo de repetirlo en reiteradas ocasiones, pues dio varios pinchazos.

El 6° fue un inválido al cual le mostraron el pañuelo nada más ser comenzado el segundo tercio, siendo sustituido por un sobrero marcado a fuego con el 4 de La Reina. No fue lo que se dice bravo en varas, pues huyó despavoridamente las dos veces que entró, ni tampoco se le picó en exceso. El toro llegó a la muleta con movilidad, pero derrochando muy mal estilo embistiendo. A Urdiales le costó mucho meterse con el toro, no logró ponerse esta vez tan de verdad como acostumbra y tuvo tendencia a mostrarae más perfilero y llevando al toro fuera, sobre todo en los primeros compases de faena. Tampoco estuvo centrada la concurrencia, pues al mal estilo del toro se le unió una trifulca en los tendidos, vaya usted a saber por qué (el gintónic parece ser que tuvo la culpa, como siempre en estos casos), y Urdiales se vio solo ante el toro y sin ningún ojo puesto en él. Pero poco a poco fue discurriendo la faena y Urdiales fue centrándose cada vez más, acoplándose a la situación de manera progresiva, plantando las zapatillas en unos terrenos más comprometidos, y tirando del toro hacia atrás. Lo logró y consiguió sacar naturales muy de verdad, pero la embestida del toro ya carecía de emoción y sí derrochaba sosería. Finalizó el trasteo con una estocada de muy buena ejecución pero que cayó desprendida.

Fue una tarde en la que Don Julián fue eso, Don Julián; y en la que Urdiales volvió a dejar muy claro que lo que él tiene en la cabeza es el toreo verdadero. Y también fue una tarde en la que la Extraordinaria de Beneficencia fue de todo menos eso: extraordinaria y benéfica.


martes, 11 de junio de 2019

11 DE JUNIO DE 2019, VIGESIMONOVENA DE FERIA: UNA BUENA CORRIDA DE TOROS

Y eso que, hasta el arrastre del segundo toro, el debut de Valdellán en San Isidro estaba siendo discretito y hasta algo decepcionante, ciertamente. El primero fue un toro muy manso que no quiso ni ver al caballo, le metieron hasta en cuatro ocasiones y en las cuatro huyó prácticamente nada más sentir el palo. Y en la muleta, aunque acudía con nobleza a cada cite del matador, salía desentendido del muletazo y Robleño tampoco consiguió tirar de él, en una faena más bien dosificada y que terminó pronto. Poca casta a fin de cuentas la de este primero, y cero bravura. Menos aún la del segundo, que ya en los lances de recibo dejó de manifiesto que no era un derroche de fuerzas precisamente. No se empleó nada en varas y se le arrearon tres refilonazos, pues fue puesto en suerte otras tantas veces, y el resultado fue siempre el mismo: mansedumbre. Iván Vicente le realizó una faena de alivio, llevando siempre al animal a media altura y sin obligarlo a ir en redondo. Ya avanzada la faena, el matador intentó atacarlo más en una serie de muletazos muy acelerados por el lado derecho, y el toro aunque pareció que quería descolgar, se fue al suelo. No había ahí gran cosa de donde sacar.

Y tras un prólogo en el que comenzaron a surgir las dudas entre la afición, la tablilla anunció como tercero de la tarde a Carasucia, n° 14 y nacido en febrero del año 2014. No pudo salir en mejor momento el toro de la feria, porque a partir de aquí la corrida repuntó y creó un halo de interés y de emociones fuertes en el tendido. Y sí, posiblemente sea este Carasucia el toro más completo de toda la feria. Cristian Escribano lo recibe con suaves lances a pies juntos, en los cuales el toro embistió con el hocico abajo aunque dio la sensación de que también andaba algo blandengue de remos. Escribano
lo pone en suerte para recibir el primer puyazo, y el toro mete la cara abajo y se emplea con presteza. Lo vuelve el matador a poner en suerte y vuelve el toro a emplearse de nuevo con la cara abajo, aunque esta vez se le mide el castigo. Una tercera vara hubiera sido muy oportuna para medir el verdadero estado de la cuestión, aunque hubiera tenido que ser con el regatón. Pero ocurrió lo que suele ocurrir desgracidamente en estos casos, que nos quedamos con las ganas y nos tuvimos que conformar con solo verlo emplearse con bravura en tan solo dos varas. Ya apuntó buenas maneras en el tercio de banderillas el toro, y ello se confirmó de manera progresiva por cada serie de muletazos que Escribano dibujaba: el toro fue siempre a más, con un tranco cada vez más encastado y ganas de echarle mano a los vuelos de la muleta, que barrían el suelo. Sí, Carasucia no solo hizo pelea de toro bravo en el primer tercio, sino que también la hizo en el último tercio, yendo a más en cada muletazo. Cosas de la casta y, cómo no, de la bravura. Cierto fue también que Cristian Escribano cuidó mucho las distancias durante la faena e hizo que el toro se luciera en todo momento, cosa que fue de agradecer. ¿Algo que se le pudo echar de menos al toro? Sí, personalmente, pienso que un puntito más de poder, pues al toro se le midió mucho el castigo, sobre todo en la segunda vara. Pero eso no quita para que Carasucia n° 14 no haya sido uno de los ejemplares más importantes de todo lo que llevamos visto este año, y posiblemente de todo lo que nos queda por ver. Gran ovación en el arrastre con petición de vuelta al ruedo, que no fue concedida. ¿Por qué? Mayormente, porque no había cerca ninguna figurilla de porcelana que diera pataletas de criatura para conseguir dicho premio, pero también es bien es verdad que lo de la vuelta al ruedo a un toro al que hay que medir en tan solo dos varas, quizás hubiera sido algo excesivo. Cosas de cada uno...

Y a partir de aquí, la corrida cogió vuelo y ya no cayó, pues lo que salió a continuación no tuvo el menor desperdicio. A Fernando Robleño le correspondió un ejemplar que hizo de 4° bastante complicado, que solo empujó con un pitón en el caballo y que tuvo, como se dice en el argot 2.0, muchas teclas que tocar. Robleño le tocó teclas, pero quizás no las adecuadas. Realizó una faena larga, en la que siempre citó muy encima y rara vez consiguió bajarle la mano y tirar de él con largura. El toro, cuando se le bajaba la mano y se tiraba de él, descolgaba y se desplazaba con buen son, cosa que también hizo en el capote del banderillero durante la brega. Pero fueron pocas veces, pues lo único que Robleño consiguió fue una magra colección de trapazos más propios de espantar moscas que de torear a un toro exigente, ante los cuales el toro se defendía soltando la cara y pegando tornillazos. Fue curioso porque las pocas veces que el matador le llevó por abajo, el toro no hizo el menor gesto de defenderse, solo embistió; y cuando Robleño le pegaba el tirón hacia arriba o se dejaba tocar la muleta, el toro sí tiraba el tornillazo. "El público ha tomado parte por el toro", dicen desde un sector. "Ha hecho malo al toro", se dice desde el sector opuesto. Dos frases que llevan a lo mismo: el toro, aun con sus complicaciones, tuvo mucho que torear.

Maltalhombro, herrado con el n° 3, hizo verdad ese dicho que dice no hay quinto malo, y hete aquí que fue este otro toro de gran importancia gracias a su casta y gran clase. Se le mide en la primera vara, a la cual fue al relance y no terminó de emplearse del todo; pero se le puso de lejos en la segunda y, tras arrancarse como un rayo, llegó a jurisdicción del piquero para meter la cara abajo y empujar de nuevo con presteza, recibiendo esta vez un puyazo en toda regla. Y otra vez se volvió a echar de menos una tercera vara, pero eso de que "el público toma mucho partido por el toro y al torero no se le hace ni caso" está demasiado presente en tardes así, de manera que morcillas al aficionado. Como bien apuntó según se fue desarrollando la lidia, Maltalhombro  fue otro gran toro, por encastado, fiero y mucho que torear. Pero torear, lo que se dice torear... Pues eso, que no se le terminó de torear, propiamente dicho, y se fue al desolladero con la gallardía de haber sido el amo y señor de la situación.

Y cerró plaza una mole que dio en la báscula la nada despreciable cifra de 653 kilos de nada, quizás demasiada romana y esqueleto para lo que es este encaste. Montañés, que así se llamaba el bicho en cuestión, fue dos veces al caballo y en ambos llegó a quedarse dormido debajo del peto, si bien en el primer encuentro solo metió un pitón y en el segundo sí llegó a meter la cara abajo. Con menos temperamento en la muleta que otros de sus predecesores, pero no sin ofrecer embestidas de importancia y, por lo cual y consiguiente, sin ser un toro que no tenía para ser toreado. Fue noble, pronto en los cites y se desplazó bien y humillando, pero le faltó más de eso: de temperamento, de picante, de chispa, de agresividad, de fiereza... Y, para no desentonar del resto, se fue sin torear.

Esto fue más o menos la corrida con la que Valdellán vino a Madrid esta tarde, una buena corrida de toros en la que embistieron cuatro de seis, y sobresalió el quinto y, sobre todo, el tercero. Bueno, y los toreros ¿qué? Sí, hubo tres toreros ahí delante: Fernando Robleño, Iván Vicente y Cristian Escribano, a quien no se les puede dejar de mostrar todos los respetos del mundo por vérselas ante semejante corridón de toros. Pero una vez dicho esto y también sin dejar esa tónica respetuosa que se le debe rendir a todo aquel que osa ponerse delante de una corrida como la de Valdellán, decir lo que corresponde: que ninguno de los tres tuvo su tarde. De Fernando Robleño ya quedó todo dicho, salvo que ha andado bien con la espada esta tarde y ha matado a sus dos toros dejando dos buenas estocadas. Iván Vicente pudo desquitarse ante el buen Maltalhombro del mal sabor que le puede dejar a todo coletudo un toro como es el segundo, pero tanto en uno como en otro dejó la misma impronta: miedo, desconfianza, abulia y muy poca ambición por quedar bien en esta tarde.
Cristian Escribano se dejó ir al toro de la feria, metafóricamente hablando, pero por poco no se lo deja ir de verdad. Al corral me refiero, tras escuchar tres avisos. Después de unos cuantos pinchazos, un intento en vano por descabellar y dos avisos, acudió al socorrido sartenazo para evitar el tercer recado presidencial. Una muerte muy poco digna para el bueno de Carasucia, cosa que hasta el matador estará de acuerdo, pues hizo evidentes gestos con la mano en señal de perdón. Y tras no rayar a la altura que precisaba este toro, no fue capaz de remontar la situación ante el pastueño y buen sexto, volviendo a dejar un mar de vulgaridad en una faena con la que no aprovechó las cualidades del toro. Y entre los hombres de plata, brilló muy en especial la cuadrilla de Cristian Escribano, pues buenos fueron los pares de Jesús Alonso "Chule" al 3°, y formidables los de Raul Cervantes e Ignacio Martín al 6°. Y con el capote, José Chacón ofreció muy buenos capotazos ante el 5°.

Sea entonces enhorabuena al señor ganadero, pues su corrida puede presumir de estar entre las más importantes de las que se llevan vistas en toda la feria.

lunes, 10 de junio de 2019

10 DE JUNIO DE 2019, VIGESIMOCTAVA DE FERIA: 11.559

Once mil quinientos cincuenta y nueve (11.559). Podría parecer que, tras recitarse el numerito en cuestión, iba a secundar una voz chillona espetando miiiiiiiil euuuuuurooooooooos. Pero no, no tiene nada que ver con la lotería, ni nada de eso. Once mil quinientos cincuenta y nueve (11.559) son, según los datos oficiales, los espectadores que han acudido hoy a los toros en Madrid. Vamos, lo que llega siendo que en la tarde de hoy no se ha ocupado ni media plaza. Que en la feria más importante del mundo, en una feria en la que hasta no hace muchos años había lleno diario, no se consiga llegar ni al medio aforo, aun siendo un hecho esporádico, es para ponerse serios y pensar en muchas cosas, porque no puede ser. La cosa viene del principio: se quiere hacer una feria grandiosa, y aquí viene el primer error de bulto, que no es otro que confundir la cantidad con la calidad. Pues nada, programamos treinta y cuatro tardes y nos pensamos que con esto ya es la mejor feria habida y por haber. Y de ahí, ya empiezan a derivarse todos los problemas: muchas ganaderías que contratar, no todas tiene toros para Madrid, hay que tirar de lo que sea para rellenar huecos... Y, para colmo de males, como un abono de treinta y cuatro festejos puede resultar caro para algunos bolsillos, sacamos una quiniela para que los señores abonados se quiten un número limitado de festejos, y así impedir que se pierdan abonados. ¡¡Qué gran paradoja!! Se quieren dar muchísimos festejo pero a la vez se le da al abonado la oportunidad de no sacar cierto número de entradas... No se le ocurre ni al que asó la manteca. Es algo que no tiene ni pies ni cabeza. Y por estos senderos de la noche, llegamos al fatídico punto que nos toca escribir: para rellenar uno de esos tantos huecos que quedan, se cuela con calzador una ganadería que junta seis moles bien grandotas y pesadas, y además con mucha leña, para que a los veterinarios no les dé por decir que los tiran para atrás porque carecen de trapío al ser pequeños (confundiendo una vez más el tocino con la velocidad). ¿Qué más da si esta ganadería lleva ya lustros y más lustros sin presentar un pitón con medio miligramo de dignidad y decoro? Se llame la ganadería El Ventorrillo, se llame Las Ramblas, se llame Valdefresno, se llame Zalduendo o se llame Perico el de los Palotes. Y con ellos, tres toreros que puede que hayan hecho más o menos méritos para venir a Madrid, pero que combinados de esta manera no tienen apenas tirón, y que si por si fuera poco, se las verán con un ganado que no invita nada acercarse a la plaza. Forma todo un cóctel explosivo que, cuando hace reacción, desemboca en el resultado numérico ya conocido: 11.559. Un completo desastre, ver la plaza así en pleno San Isidro. Más nos valdría que los responsables de esta hecatombe se lo hiciesen mirar y le pusieran remedio a este mal.

Y una vez dicho esto, sí. ¿Sí el qué? Pues sí que lo del Ventorrillo salió tan malo y vulgar como cabía esperar, que produjo un aburrimiento insoportable y un cabreo cuanto menos solemne. Sobre todo, por la cosa de que se barruntaba desde que se conocieron los carteles de la feria, pues los aficionados no serán adivinos, ni profetas, ni nada de eso, pero tampoco son tontos, y ven venir las cosas de lejos. ¿Qué hicieron los toretes del Ventorrillo? Pues salir con muy poca gracia, acudir al caballo como quien acude a quitar verdugos a los olivos, que se va porque hay que ir; no pelear, defenderse, salirse de najas, luego embestir en la muleta con muy feo estilo y aún menos gracia que con la que salieron... O sea, lo que hicieron fue ser la antítesis del toro de lidia. Sea este bravo o manso, que de las dos maneras puede salir, pero nunca sin casta y tontorrón perdido. Porque cuando sale así, es la antítesis del toro de lidia, y así fueron los del Ventorrillo. ¿Que por ahí hubo una excepción? Cierto es. Estaba destinado a ser el 5°, pero por cogida de Ritter hubo de correrse el turno de la lidia y acabó saliendo en sexto lugar. Que no fue un prodigio de bravura ni un derroche de casta, si bien es cierto que sí la tuvo, pero al menos peleó con más presteza en varas, metiendo la cara abajo y empleándose con mejor son; y en la muleta, aunque le costaba arrancarse al primer muletazo, embistió con buen tranco y humillando.

La terna se plantó aquí esta tarde y, como quien va a examinarse de unas oposiciones ante un tribunal, llegó, soltó todo aquello cuanto sabían y cuanto podían, pasaron el trago como buenamente pudieron, y hasta otro día. Ritter, ante el único que pudo matar, estuvo pegándole muletazos hasta que la Presidencia, a través del pañuelo blanco, le dijo "acaba ya pesado, que al final te lo dejas vivo y luego el mal afisionao seré yo y todo". De esa faena tan larga llegaron especialmente al tendido algunos muletazos con la zurda en los que el torero, siempre de perfil, movió la muleta con suavidad. Digno y con cierto estilo en este pasaje de la faena, pero nada más entre medias con un toreo vulgar con el que pasó las más vulgares aún embestidas del bicho. La cogida le llegó cuando realizaba un quite por chicuelinas al 4°, revolviéndosele el toro y tirándole un pitonazo en el gemelo que le hizo terminar su tarde antes de tiempo.

Francisco José Espadas cumplió a la perfección su guión propio de torero 2.0, basado en muletazos desargando la suerte y en línea, en el encimismo, en las manoletinas, en los cambiados por la espalda y todas esas cosillas. Ante el 3° todo quedó en nada, no así ante el 5° (que teóricamente era el 6°), pues el toro sí se movió con algo más de alegría y permitió que su faena tuviera más vibración. Y a los dos, los mató de la misma manera: malamente.

Eugenio de Mora, que pasó sin pena ni gloria ante su lote, se las vió por accidente con el único de la corrida que dio verdaderas opciones de triunfo. Y a su manera, consiguió aprovecharse del buen toro para terminar arrebañado una oreja. Y también, del aburrido y soñoliento público, que tras una tarde de insoportable tedio, debía de estar deseoso de ver ligarse unos cuantos muletazos para premiarlo con un despojo, aunque los muletazos fueran poco mandones y se dieran desde Manuel Becerra. Eugenio de Mora siempre le dio sitio y tiempo entre cada serie de muletazos, lo que le ayudó aún más a aprovechar al toro, pero nunca pisó los terrenos donde se torea de verdad, ni consiguió llevarse los toros atrás ni templar las embestidad. Estuvo, lo que se dice, por debajo del toro. Mató de una estocada en buen sitio, y a pesar de todo y de que el toro tardó en caer, se llevó la oreja.

Que la tarde de hoy les sirva a los mandamases de Plaza1 para reflexionar muy en serio sobre las condiciones de la feria de San Isidro, porque hay muchas cosas que mejorar. Mucho tiempo se lleva diciendo desde distintos colectivos de aficionados, y he aquí un claro ejemplo de que es necesario reducir el abono para alcanzar la calidad. Se puede y se debe mejorar.

9 DE JUNIO DE 2019, VIGESIMOSÉPTIMA DE FERIA: UNA MALA CORRID DE TOROS Y UN TORERAZO ANTE ELLA

Mansa, correosa y complicada corrida de Baltasar Ibán. Apareció la casta con los ibanes, como era de prever, pero un casta acompañada de genio y mansedumbre que hicieron de ella una corrida no apta para torear bonito, ni para esas faenas interminables de tropecientos mil telonazos en los que el toro y el torero terminan tal cual, sin despeinarse ambos. Una corrida de toros mala y dura. Pero más dura fue aún la terrible imagen de Román colgado del pitón durante unos interminables segundos cuando el tercero de la tarde le echó mano entrando a matar, y cuya consecuencia fue una fortísima cornada de 30 centímetros en el muslo que le originó diversos destrozos musculares. Dramática secuencia, y más aún cuando se lo llevaban a la enfermería chorreando sangre a borbotones e intentando taponarse la herida por sí mismo.

La cogida de Román marcó negativamente, aún más, la corrida de Ibán. Esta ya empezó con mal pie cuando el primero fue devuelto a los corrales. Bien es verdad que el toro no andaba muy sobrado de fuerzas y que se le dosificó mucho el castigo en varas, pero no había doblado una pezuña hasta que Pepe Moral lo tumbó, literalmente, de un latigazo cuando intentaba hacer un quite. Y a partir de ahí, el toro empezó a caer en cada capotazo al que era sometido, teniendo que salir Florito con sus bueyes a recogerlo y llevárselo para dentro. En su lugar salió un sobrero de Montealto al que dejaron crudo en varas, y el resultado fue un temperamento indómito. Curro Díaz, desconfiado y haciendo uso de muchas precauciones, no fue capaz de sobreponerse a estas dificultades, realizando una faena plagada de medios pases  y muchos enganchones. Acabó de fea manera con un metisaca en los bajos, más una estocada.

El segundo fue, de largo, el mejor de la tarde. Su nombre, Camarito, no podía traer consigo otra cosa que no fuera tan buena condición. Bravo de veras en el tercio de varas, pues acudió con alegría, se empleó con la cara abajo y metió riñones. El piquero, Juan Antonio Carbonell, colocó bien el palo en el primer encuentro, pero se le fue a mal sitio en el segundo, y además metió mucho el palo en sendos encuentros, lo que lastró al toro en su posterior pelea en el tercio de muerte. Ya en banderillas se vio al toro galopar con alegría cuando se le citaba y embestir haciendo surcos en el albero con el morro, por lo que en el tendido el personal se frotaba las manos mientras Pepe Moral se iba a por él muleta en mano. Y el toro empujó con verdadera casta y no menos clase en las dos primeras series por el lado derecho, pero una vez se echó el torero la muleta a la zurda, ya se le vio más desfondado, aunque no por ello sin afán de embestir. A partir de ahí, se vio que el toro quería, pero el castigo en varas había sido excesivo y se había sangrado demasiado al animal, por lo que empezó a quedarse paradote. Y tras una faena que no fue tampoco demasiado larga, acabó el toro aculado en tablas y haciendo amagos de echarse cuando el matador le dejó el primer pinchazo. Una pena, aunque no por ello dejó de ser un buen toro, y la ovación que se le tributó en el arrastre fue más que merecida. Un toro bravo en varas y que ofreció unas cuantas arrancadas encastadas, no todos los días se ve algo igual. Y más hubiera sido si se le hubieran medido un poco más los puyazos, que una cosa es dejar a los toros crudos, y otra muy distinta es masacrarlos. Hay término medio. ¿Que cómo estuvo Pepe Moral? Pues hombre, estar estar, lo que se dice estar... Pues ni eso.

El tercero fue, sin lugar a dudas, un cabrón. Un cabrón manso, reservón, con muy malas ideas, que esperaba a los peones en banderillas y que medía en cada capotazo y muletazo. Su pelea en varas fue como la de todo mansazo que se preste, es decir, sin emplearse, con la cara dirijida al castoreño del picador, defendiéndose y pegando cornadas al peto. En banderillas estaba aculado en tablas y muy agarrado al piso, por lo que los peones sudaron más sangre que Jesucristo en Getsemaní para bregarlo y banderillearlo. Acabaron entrando para ponerlas de una en una, como en el rejoneo pero sin caballo, y en una de esas El Sirio sufrió una tarascada y le propinó un fuerte revolcón, sin consecuencias graves aparentes. Román hizo señas al palco para cambiar el tercio aunque el toro aún no tenía los cuatro palos reglamentarios arriba. Y bueno, eso puede estar muy bien, porque hay veces que aplicar cualquier norma a rajatabla llega a ser injusto e incluso peligroso, en los toros y fuera de los toros. Pero pregunto, inocentemente y a riesgo de a uno se le acuse de chuflón, faltón, irrespetuoso y todas esas maravillas que los taurinejos estos sueltan por el hocico cuando se les lleva la contraria: a un toro tan complicado, ¿no cabría ponerle los pares a la media vuelta, al sobaquillo o al sesgo, antes de pedir el cambio de tercio sin las cuatro banderillas reglamentarias arriba? ¿O es que en las escuelas ya no se enseñan esas cosas, y solo se enseña a decir "baja tú", "eres un chufla", o "qué falta de respeto"? ¿No? Pues quién lo diría... Total, que el presidente se mantuvo en su sitio y no cambió el tercio hasta que las cuatro banderillas flamaban en el morrillo del toro. ¿Hizo bien? Pues hombre, hay otros recursos antes que saltarse el reglamento, pues esto último se entendería legítimo si fallara lo demás. Y lo demás no solo no falló, es que ni se intentó. De manera que Román, muleta en mano, se fue a por el reservón y genuino ibán, que tenía un peligro sordo. Y allí delante aguantó, estoico, sapos y culebras en forma de arreones y embestidas inciertas. No era toro para florituras ni para torearlo al uso moderno, pero Román lo trató como si lo fuera para tal cosa, poniéndose ahí delante con mucha verdad, ofreciendo la muleta sin ventajas y llegando incluso a tirar del toro con verdadero mando en algunos muletazos. Fue mucho más que digna su labor. El resto, fue una dramática historia. La cuadrilla recogió la oreja que le fue concedida.

Con el estómago de todos los presentes encogido, hizo aparición el cuarto. Por si hace falta decirlo, no se empleó en varas y fue picado de manera lamentable. Fue este un toro que sacó casta y más nobleza, si bien su pitón bueno fue el derecho. Curro Díaz comenzó la faena con torería y dejó bonitos detalles de fina bisutería. Por ese lado derecho lo pasó el torero suavemente y haciendo gala de sus personalísimos amaneramientos, pero muy despegado y descargando siempre la suerte. Faena tan llena de estética como vacía de verdad, pues nunca pisó los terrenos donde se hace el toreo y no hubo una sola vez en que no diera el pasito atrás. Con la zurda, más de lo mismo, solo que el toro no embistió por este pitón izquierdo com tanta claridad. Mató Curro de una estocada caída, y cayó una oreja que se presumió muy excesiva.

El quinto manso fue también muy castigado, además de muy mal castigado, en el primer tercio, defendiéndose con gañafones y cornadas al peto. Pepe Moral volvió a dejar en claro que no fue esta su tarde, pues se mostró muy desconfiado y precavido, además de molestado por el viento en diversas fases de la faena. El toro acudía siempre al cite con nobleza y se desplazaba, pero Pepe Moral nunca lo llevó por abajo y el animal, que por arriba no quería nada, se defendía de cada trallazo y acabó pareciendo peor de lo que en realidad fue. Mal además con la espada.

Y cerró la corrida un ejemplar que, para variar, tampoco fue derroche de bravura en el caballo ni el piquero escatimó en puyazos carniceros. El tercio de banderillas que se sucedió volvió a hacer florecer las preguntas de los pares a la media vuelta, al sesgo y demás, pues fue un toro muy incierto, acudía a los cites a arreones y, por ende, complicado de banderillear. Curro Díaz lo sacó al tercio y, sin apenas probaturas, agarró la muleta con la zurda para, muy de frente y dando el pecho, mover la muleta suavemente. Muchos fueron los altibajos de la faena, algunos muletazos fueron buenos pero se perdían en otros muchos enganchados. Después de algunas series de naturales, cogió el torero la muleta con la diestra, pero sin ponerse tan de verdad y metiendo mucho el pico. El toro ya se quedaba corto y se quedaba a medio viaje. Y cuando volvió a la zurda, ya no había toro.

Fue esta de Baltasar Ibán una corrida de toros que, a diferencia de lo que nos tiene acostumbrados, fue mala por mansa, correosa y peligrosa, que no imposible. Una mala corrida de toros, pero precisamente ahí estuvo el meollo de la tarde: eran toros. Mejores o peores, más dulces o más complicados, pero TOROS.

#FuerzaRomán

viernes, 7 de junio de 2019

7 DE JUNIO DE 2019, VIGESIMOQUINTA DE FERIA: SOLO LES FALTABA EL CENCERRO

Dicen los viejos aficionados de Madrid, grandes conocedores de lo que se ha cocido siempre en esta plaza, que la familia Lozano tiene por costumbre echar dos corridas de toros a lo largo de la temporada venteña, y que lo normal es que una sea buena y la otra sea para olvidar. Hace escasos días compareció Alcurrucén en Madrid, siendo el resultado el que todos conocemos: petardo estruendoso.
"Ahora nos toca la buena", veníamos comentado, con media sonrisa, a lo largo del día de hoy. Ilusos de nosotros, que no barruntábamos, ni por casualidad, una nueva bueyada que se nos iba a echar encima a eso de las siete de la tarde.

¿La "buena"? Pues cómo serán las malas, por Dios santo. Alcurrucén ha vuelto a echar en la tarde de hoy, un semana exacta después de hacer la misma jugarreta, otros seis marrajos sin apenas casta. Y digo apenas, porque haberla sí que la hubo, pero se la llevó toda consigo a mejor vida el toro que abrió plaza, que siendo manso peleó con temperamento y fiereza cuando el matador le plantó cara en sus terrenos, que no eran otros que los de toriles. El resto, nada. Cobardones, descastados, desprovistos de todo temperamento y poder, flojuchos y todas esas bondades que tiene una corrida de toros que merece ser calificada como "petardo".

Ese primero puso la nota emocionante de la tarde, por parte de los toros, en el último tercio. Que fue otro mansazo que se defendió y huyó en el tercio de varas tanto como sus hermanos, pero resultó tener mucho que torear. Ferrera, sin probaturas ni nada, se fue a esos terrenos de toriles y le citó de lejos con la zurda, viniéndose el toro al instante como una locomotora y repitiendo en cada muletazo. Ferrera le pegó dos series de muletazos con la zurda en la que tuvo a bien bajarle mucho la mano y mostrar así la enorme clase que tuvo el toro, pero sin lograr templar ni mandar sobre las embestidas del burel. Cambió de mano la muleta y siguió pegando tirones, haciéndole siempre las cosas por abajo pero nunca llevando al toro totalmente podido. Y después de pasarlo por ambos pitones unas cuantas veces más sin lograr sobreponerse al toro en ningún momento y tirando de muchas precauciones en forma de piquito y tirones hacia fuera, vino ese clásico en todas las faenas ferreristas, que no es otra cosa que el tirar la espada de madera y dar naturales con la derecha, siempre fuera de cacho y metiendo el pico de manera muy excesiva. Dicho todo en pocas palabras: se fue sin torear. Mal, muy mal Antonio Ferrera.

La corrida pareció terminarse en este punto y no volver a remontar. Los toros que fueron saliendo no llevaron ni de lejos la tónica del que abrió plaza. Al menos en cuanto a casta, porque lo que fue en mansedumbre, incluso la superaron. Diego Urdiales poco pudo hacer ante el mojón segundo, con el cual tampoco se pasó demasiado tiempo delante pegándole pases, cosa que es de agradecer. Ginés Marín se llevó en tercer lugar un torete que debió haber vuelto al corral por tetrapléjico, y con el que estuvo haciendo de enfermero. ¿Qué otra cosa podía hacer? El caso es que el toro no tuvo mal son en su embestida, y dotado de más fuerzas podría haber sido de lío gordo, sobre todo por el lado derecho. Pero cada vez que Ginés Marín le exigía, el toro acababa besando el albero. Y Antonio Ferrera se las vio y entendió en cuarto lugar con otro mojón con cuernos al cual llevó a media altura mediante una hermosa colección de telonazos abusando del pico y visiblemente apático y desganado. Pero, sin duda, el macheteo con el que preparó al animal para la suerte suprema fue lo más decoroso de su actuación. En realidad fue lo único decoroso, y dejó sobre el ruedo ese sabor añejo que tanto se agradece cuando un torero decide recuperarlo.

La tarde ya andaba espanzurrada en el suelo, cual estrella de mar, cuando salió el quinto, y a Urdiales le dio por ponerse el mono de faena y hacer el toreo. El toro llevaba muy poco dentro, y Urdiales empezó dando pases sobre el lado derecho sin demasiado brillo y dejando la sensación de que poco iba a suceder allí. Pero de repente se echó la muleta a la zurda y, poniéndose en el sitio donde se hace el toreo verdadero, empezó a echar la muleta alante y, tirando del toro con mucho poderío, pegó algunos naturales de suma pureza y torería. No muchos, pero sí los suficientes para recobrar el interés por lo que sucedía en el ruedo, y darle sentido a la tarde. Después de esto, otra vez a la mano derecha y llegaron otros cuantos redondos muy mandones y toreros. No quiso irse Urdiales a por la espada de verdad sin intentar torear por naturales de frente, pero no llegaron a alcanzar altas cotas que sí alcanzó anteriormente. Cambiada la espada, cerró al toro con ayudados por alto para, posteriormente, dejar lo que hasta ahora es la estocada de la feria.

Y la tarde de mansos culminó, como no podía ser menos, con otro mansazo de libro. El toro se pasó toda la lidia de un lado a otro del ruedo, haciéndose amo y señor del mismo y sin que nadie fuera capaz de imponerse ante él. Y en la muleta no lo fue menos. Ginés Marín se pasó todo lo que duró el trasteo esprintando tras él: le ponía la muleta, pegaba el latigazo, el animal huía a la otra punta de la plaza corriendo como una gacela con su matador detrás, y vuelta a lo mismo. Así unas cuantas veces hasta que el matador decidió quitárselo de enmedio.

La tarde de hoy volvió a ser una pasarela la mar de hermosa de mansos, bueyes, mulos, cabestros y boyazos. Y es esta la tónica que llevamos teniendo durante esta insufrible semana. Si la semana pasada se caracterizó por llevarse a cabo el llamado Ciclo en homenaje a Albaserrada, lo de esta semana ¿cómo se podría definir? ¿Ciclo en homenaje al buey de lidia, estaría bien?

jueves, 6 de junio de 2019

6 DE JUNIO DE 2019, VIGESIMOCUARTA DE FERIA: Y MÁS BUEYES EN HONOR A SAN ISIDRO

Las nuevas tecnologías están en auge, y ello desprende los medios tradicionales de los nuevos modos de vida del siglo XXI. En las faenas agrícolas no lo son menos, si antes se cogía la aceituna a varazos, ahora con el paraguas agarrado al tractor se hace en un santiamén; si en la antigüedad se segaba a mano con la hoz, ahora se hace desde una máquina segadora con cómodos asientos, aire acondicionado, radio y hasta televisión en algunos casos; de la misma manera que si antes tiraban los bueyes del arado, ahora lo hace el tractor. Total, que con estos avances, las trillas, las hoces o las azadas han quedado casi para piezas de museo; y los bueyes... ¿Para qué han quedado los bueyes? Para tirar de las carretas que van al Rocío, para el manejo del ganado bravo... ¡¡Y hasta para ser utilizado como si de ganado de lidia se tratara!! Sí sí, así tal cual suena. Llega un señor cualquiera y echa unos cuantos bueyes en la dehesa, con la tontería dice ser ganadero de lidia, y al día siguiente lo tenemos acartelado en la feria de San Isidro, sin ir más lejos. Unos cuantos han sido los que han pasado por esta feria (y también por otras) de esta manera, y en la tarde de hoy no ha sido menos y hemos padecido otra bueyada que se ha colado como si de toros de lidia se trataran. Los bueyes de hoy, negros y con la marca a fuego del Puerto de San Lorenzo, se comportaron con tal: bueyes, y con las fuerzas muy al límite. Si en lugar de haber acabado sus días en Las Ventas los hubieran criado para tirar de las carretas que van al Rocío, no hubieran podido tirar ni de un patinete. 

Pues sí, bueyada insufrible la que nos hemos chupado hoy de parte de los señores ganaderos del Puerto, quienes acostumbran a darlas de cal y de arena, aunque más por desgracia de cal. Que cuando son de arena, suelen ser de un albero bello y doradito que da gusto verlo y palparlo, pero hay que tragarse antes una cuantas de cal. Como la de hoy, que no ha habido ni por dónde cogerla. Ni fuerzas, ni casta, ni emoción, ni gaitas. Aburrimiento, muchísimo aburrimiento y sopor fueron lo único que predominó en toda la tarde. Antonio Ferrera, que fue obligado a saludar una ovación tras romperse el paseíllo, no tuvo toros. Algún detalle, como por ejemplo un quite por dos largas cambiadas y una revolera doblándose toreramente; u otro quite sacando al toro a los medios bregándolo con mucho temple, y también con el capote por arriba para que el pobre animalito no se derrumbara. Pero quites-quites, de los de verdad, como los de antaño, de los que se utilizan para sacar el toro del caballo. No de esos que el peón saca al toro del jaco, le coloca al gusto del maestro y este va a lucirse, no. Quites de verdad. Y poco más por su parte, pues no había de dónde sacar.

Miguel Ángel Perera, pues igual, sin toros. Con los dos bueyes que le tocaron, ¿qué podía hacer? Hombre, pues poca cosa. Tal vez mover el capote con más decoro para recibirlos, llevarlos al caballo, ponerlos en suerte y sacarlos; y no ponerse tan pesado cuando no hay nada de dónde sacar. 

A López Simón le correspondió un torete que se movió con mejor sintonía. Que no fue una maravilla el bicho, pues le faltaban fuerzas por todos sitios además de casta, pero comparado con sus cinco hermanos restantes parecía un manantial de bravura aquello. Al menos iba y venía y se dejaba torear. Y su matador, ¿qué hizo? Pues lo que buenamente sabe, que fue, primeramente, comenzar con telonazos por alto que la verdad no animaron demasiado al personal. Viendo esto el torero, perro viejo en tales menesteres, le pegó entre medias un pendulazo seguido de un pase de pecho, y con eso ya estaba el personal metido en el canasto. Siguieron varias series de muletazos por ambos pitones que se basaron en acompañar la suavona embestida del torillo. Acompañar, que no someter. Corriendo la muleta hacia fuera, siempre pefilero, descargando la suerte y fuera de cacho. Y para rematar la faena antes de tirarse a matar... Sí, lo mismo de siempre. O sea, las bernardinas dichosas. Y en esas el toro le levantó los pies del suelo y le pegó una espeluznante voltereta que le dejó visiblemente mermado. No quiso quedarse a medias, y terminó lo que empezó, aun a riesgo grave de llevarse otro trompazo. ¿Agayas? ¿Tremendismo? ¿Casta torera? ¿Conversión de la seriedad del toreo en algo puramente circense? Que cada uno lo defina como quiera. Y es algo que se podría definir de una forma u otra, depende de cómo lo vea cada uno. Porque se puede definir, a diferencia de otras cosas que son imposibles de hacerlo. Idefinible fue la manera de tirarse a matar de López Simón: justo en el momento de irse al toro, soltaba la muleta, pegaba un salto y se tiraba de cabeza sin la muleta y sin nada. Algo parecido a aquello que hacía Antonio José Galán, pero soltando la muleta a mitad de camino hacia el toro... Y así pinchó dos veces. ¿Cómo se mastica algo así? Increíble y surrealista cuanto menos. Ya en la forma ortodoxa de matar, dejó otros dos pinchazos y remató con el descabello. Perdió López Simón una oreja. O incluso dos, después de la voltereta. Muy típico.
Y ante el sexto, nada de nada. No valió el toro ni para carne, salía rajado de cada muletazo y cuando el matador conseguía ligarle dos, repetía con una sosería y falta de chispa tremenda. Malamente se lo quitó de encima el matador, y a casita a cenar y descansar.

Lo más torero de la tarde corrió a cargo de Curro Javier pareando al segundo. Cuando no hay material, hay muy poco que hacer. Ya se sabe, "Sin Toro nada tiene importancia". Y el Toro es lo que viene faltando en muchas ocasiones.

miércoles, 5 de junio de 2019

5 DE JUNIO DE 2019, VIGESIMOTERCERA DE FERIA: MIAU

 “Tanto baile y lío en los corrales es una equivocación, ya que se traen toros fuera de tipo, toros fuera de hechuras (...) Por muy grandioso ganadero que sea, creo que es una equivocación esto.”


Palabras de Sebastián Castella ante los impresentables aduladores del C+, una vez estoqueó al 4° toro. Lo califican de "rajada", pero cuando una persona dice la verdad, por mucho que esta duela, no se le puede censurar. Y es que no hay mejor descripción para la infame gatada de Garcigrande (Garcichico para los amigos), que la que ha realizado Sebastián Castella. Dicen los corrillos de aficionados (y cuando el río suena es porque agua lleva) que han sido hasta trece los toros que ha presentado este ganadero para la tarde de hoy. Trece, de los cuales han sido lidiado cinco. Y en la práctica, ninguno debería haber pisado jamás el ruedo de Las Ventas. ¡¡Cómo se puede ser tan caradura de colar semejante gatada en Madrid!! Una novillada, con todas sus letras. Pero una novillada no de Madrid, pues en Madrid se exige más hasta para novilladas, y de hecho lo normal es que estas sean más fuertes que las lagartijas que hoy ha colado este ganadero. Una novillada de Sevilla, más bien. Y esto, teniendo en cuenta solo a los que se han aprobado... ¡¡Cualquiera se pone a pensar en lo que han rechazado!! 

Y ¿qué juego han dado los garcichicos? Pues hombre, a mí, si un día cualquiera, me preguntaran cómo describiría el llamado Toro artista, pondría como ejemplo a los de hoy: flojetes de remos, sin emplearse apenas en varas y haciendo que el piquero se emplee aún menos a la hora de realizar su cometido, sin malas ideas, nobles, toreables... Y rematadamente tontorrones. O, resumido en una palabra: descastados. El Toro artista en su máxima expresión. O como dirían los que entienden, el toro mas bravo jamás lidiado... 

A Castella le correspondió bregar con el remiendo de la corrida, un borricote de Buenavista que, comparado con los garcimiaus (si será por nombres) parecía aquello Los Viajes de Gulliver. En cuanto a juego, gastó la misma casta que los cinco del hierro titular, o sea ná de ná. Pero además, muy reservón, paradote y soso. Imposible para cualquier tipo de lucimiento, así como el otro ejemplar que completó el lote de Castella y que salió en 4° lugar. Ante semejante bazofia de pareja, Castella los pasó de muleta con muy poca gracia y aún menos convicción. Y lo mejor de todo, sin demorarse mucho en despacharlos con la espada. En otro momento, Castella hubiera sacado su insufrible lado dontancredista, pero hoy optó por ahorráselo y ahorrarle tiempo al personal. Se agradece el detalle.

A Álvaro Lorenzo le correspondieron dos bambichicos (que no, que no será por nombres) con carácter pastueño, dulce y colaborador. Se movieron los animalicos, iban y venían sin hacer un mal gesto, se prestaron a los intereses del matador... Solo faltaba que la gracia que les faltaba se la pusiera el este. Y el matador, ¿qué hizo ahí delante? Pues dos faenas calcadas la una de la otra, basadas en un pegapasismo basado en ese típico e irritante afán de ahora por tirar líneas, siempre muy despegado y echándoselos para fuera en todos, toditos, todos los muletazos. No hay mucho más que decir al respecto.

Ginés Marín sí puso más gracia y salero. La que en realidad tiene, que no es poca. Porque es uno de esos privilegiados tocado por el halo de la clase y totalmente alejado de las formas vulgares que tan en boga anda. Y la puso ante el 3° nada más recibirlo de capa, toreando a la verónica con mucho gusto y acabando por rematar en los medios. Fue este 3° un novillo que se podría adjetivizar desde dos vertientes: un aficionado riguroso y serio diría que fue un torete de carril para cogerse un empacho toreando. Y luego está la vertiente de los aduladores de la tele/portales/periódicos: un toro de vacas. Pero para terminar de rematar la faena, ¿qué hizo el toro en varas? Pues tomó dos picotazos (es decir que, de primeras, al toro no se le picó), y después pues sí, metió la cara abajo, pero no se empleó... Ahí queda eso. Ginés Marín comenzó la faena sacando al toro a los medios muy toreramente con trincherazos, pases de la firma y remates de calidad. Siguió con la diestra para dejar dos series de muletazos muy despegadito, echando el pie atrás siempre y sin rematar los muletazos atrás, sobresaliendo los pases de pecho. Eso sí, con mucha torería. Que destoreaba, pero con mucha torería, conste. Cambió después de esto a la zurda, y llegaron telonazos sin terminar de acoplarse al toro, por lo que no tardó nada en volver a la mano derecha. Siguieron los medios-pases, metiendo mucho el pico y sin colocarse en el sitio ni una sola vez. Pero ¡¡eh!! Torería no le faltó. Tampoco le faltó para cerrar al toro hacia los adentros, con remates y detalles de bisutería fina. Sirvieron para cuadrar al toro, y dejarle una estocada en buen sitio. Y oreja. 
Con media puerta grande abierta, se barruntaba que con poco que hiciera se le iban a llevar en volandas calle Alcalá arriba. Pero una cosa es con poco que hiciera, y otra cosa es... La nada. Pero nada de nada. Esta vez, no brilló en ningún momento Ginés Marín con el capote. Y luego, agarrada la muleta, comenzó sin tantearle ni nada citando a larga distancia con la zurda. Dos series de trallazos sin asentarse ni templarse ni una sola vez, y pasa a la mano derecha, para dejar algunos derechazos muy poco mandones y hacia fuera, y desde muy fuera. Cogió otra vez la zurda, pero a la faena le siguió faltando toda la importancia que le es necesaria a un trasteo de triunfo en Madrid. Trallazos sin someter al toro, y ni mucho menos llevarlo mandado. Y el toro, una perita en dulce que embestía como un carretón. Pero a parte de la concurrencia le dio por jalear como si fuera la única puerta grande que iban a ver en su vida. A Ginés Marín se le fue ese toro sin torear, pero primaban por encima de todo las ganas de verbena que había en el tendido. Y más aún cuando al matador le dio por cerrar la faena a base de... ¡¡Coooooorrecto, bernardinas!! Variedad y personalidad ante todo. Tenía la oreja en el bolsillo Ginés Marín y la puerta grande abierta. Solo le faltaba matar, cuando.... ¡¡Ahhggggggg!! Pinchazo... Se le escapó toda posibilidad de irse a hombros. ¿O no? Volvio a cuadrar al toro y la espada entró hasta los gavilanes, pero cayó trasera. No importó. ¡¡Pañuelos, venga pañuelos!! ¡¡Viva el jolgorio, la verbena, el gintónic, el vino y la Cruzcampo!! Pañuelos en el tendido, berridos y pitos de quien pide los despojos de tal manera y de quienes piden, también así, que no se conceda; los mulilleros dándose un rodeo bien hermoso para irse a por el toro (cualquier día de estos van a recogerlo no sin antes pasar por Manuel Becerra, Doctor Esquerdo, O'Donell, Goya, Conde de Peñalver, Avenida de América, Cartagena, Avenida de los Toreros y vuelta a la plaza para salirse a la M-30 y dar la vuelta entera a Madrid), el presidente que aguanta, más pitos y protestas, los mulilleros que se paran ante el toro sin motivo aparente, el presidente que sigue aguantando como un jabato (en peores se habrá visto, el hombre), los mulilleros que se van hacia el toro y ¡¡ay, que casualidad!! Fallan a la hora de engancharlo. Vuelven a darse otro buen rodeo para volver al toro, el señor Presidente que sigue aguantando sapos y culebras, otra vez van los mulilleros hacia el toro y ¡¡pero bueno, qué pena que hoy no tienen el día!! Otra vez se van las mulas sin el toro enganchado... Otra vuelta al mundo el 80 días de los mulilleros para volver al toro y, esta vez sí, se lo llevan. Y el señor don José Magán, presidente de la corrida, acabó como empezó: con las manos sin ni siquiera rozar el pañuelo blanco. División de opiniones para él. Nada de bronca, no. Que hubo también unos cuantos que aplaudían su saber estar y su aguante para no regalar otra puerta grande que hubiera sido vergonzosa. Una pase, pueden pasar accidentes de vez en cuando. Dos ya... No, definitivamente no. Bravo por don José Magán. ¡¡Que le nombren Presidente para todos los días!! Aunque, lejos de eso, a estas horas ya habrá unos cuantos pidiendo su cabeza...

Y entre tanto acontecimiento que provocaron un solemne cabreo de los unos y de los otros, brilló el peón Rafael Viotti poniendo dos excelentes pares de banderillas al 1°; y Rafael González, José Chacón y El Puchi expusieron mucho en sus correspondientes turnos, consiguiendo poner también buenos pares de banderillas.

martes, 4 de junio de 2019

4 DE JUNIO DE 2019, VIGESIMOSEGUNDA DE FERIA: COMO LOS TOROS DEL FARY, TORITOS "GUAPOS"

Nada. Ni un capotazo. Ni un par de banderillas. Ni un puyazo. Ni un detalle de torería. Ni una estocada. Por no hablar de la palabra mágica de siempre: casta. Ni bravura... ¡¡Uy bravura, dónde habrá quedado eso!! Sopor sí, para dar y regalar. Y bostezos. Y cabezazos contra el hombro del vecino de abono...

¡¡Qué tardecita de... De... Eso!! Con la factoría de bueyes marca Las Ramblas anunciada en el cartel, ¿qué cabía esperar? Sabíamos a lo que veníamos: a lo mismo del año pasado. Y del anterior. Y de hace tres, y cuatro, y así hasta el final de los tiempos. Es decir mansedumbre, descaste, bobaliconería, sosería y borreguez. Y también zambombos, que de esto también presume este hierro, de lo feos y mal hechos que salen sus toros. "Ay torito guapo", cantaba el gran Fary hace muchos años, pero nunca supimos a qué toro se refería ni a qué ganadería perteneció. Pero si hubiera que apostar, lo haría a que de Las Ramblas seguro que NO era el bicho.

Y ¿qué contar de semejante mojón de tarde? Bueno, pues aparte de que no hemos visto nada que no fueran todas esas cosas referidas a la parte chabacana de esta bendita Fiesta, que ha brillado una cosa buena por encima de todo. Muy buena, a decir verdad: que a las 21:05 horas de la tarde ya desertábamos del tendido, pues la cosa fue muy rápida. Y no será porque los matadores no se hayan explayado de lo lindo ante esas joyitas antes de darles muerte. Sobre todo Juan del Álamo, pegapases consumado, y Tomás Campos. Porque el Moreno de Aranda, viendo que carecía de material para sacar todo su arte, tampoco es que se haya demorado mucho en darles muerte. Siempre hay expectación cuando este torero viene a Madrid. Como para no, pues sus finas y puras maneras no se ven todos los días. Pero esta tarde no ha habido nada. Ni un quite, ni un par de verónicas, ni una media, ni el más mínimo detalle. Y a decir verdad, hubiera sido un milagro haberle sacado la más minima cosilla a los dos bueyes con los que le tocó andar delante. Lo único que cabía hacer, era mandarlos al otro barrio con decoro y pulcritud, pero no anduvo bien esta tarde la espada de Jesús Martínez. Con toreros de su estilo siempre cabe decir "otro día será". 

Juan del Álamo hizo lo que buenamente sabe: pegar pases. Lo de torear va aparte y en eso ya no anda tan fino, el hombre. Pero lo de dar pases, de maravilla vamos. Ahí se tiró un buen rato ligándole derechazos y naturales al segundo de la tarde, un torete bobo y de carril, de esos que van y vienen y que quizás, si se pone enjundia y garbo, se puede conseguir altas cotas de lucimiento. Pero nada de nada, solo pases, o mejor dicho medios-pases, abusando mucho del pico y tirando fuera al borrego siempre. Y para terminar la faena, ¿alguien lo adivina? Exacto, ¡¡manoletinas!! Con el tiempo que llevábamos sin ver esta suerte del toreo... Por lo menos, por lo menos, si la memoria no me falla, desde ayer mismo.
Y esa misma faena de medios-pases al más puro estilo 2.0, y recreándose bien y sin importar que la parroquia pidiera la hora por estar hasta el gorro de tanta vulgaridad ante semejante buey, se la hizo al 5°. ¿Alguien se acuerda de algo a estas horas? Yo tampoco...

Y Tomás Campos, el hombre, pues vino con voluntad y ganas de agradar. Eso que no le falte a quien le escasean los contratos, malo sería lo contrario. Pero bien haría en plantearse las cosas y pensar seriamente en qué gusta y qué deja de gustar a una afición como la de Madrid. Que igual lo de intentar ponerse bonito ante un cabestro topón como lo fue el 3°, no es lo que corresponde. Porque al final pasa lo que pasa: que le echa mano aunque sea por accidente. Porque dudo mucho que el pobre animal quisiera hacerle el más mínimo daño cuando cuando se le quedó enganchado el pitón en la banda de la taleguilla, si solo le faltó pedir perdón. Tampoco es muy normal que ante semejante bicho, después de una larguísima faena de trapazos para espantarle las moscas, se ponga a dar ¡¡sí señor!!, manoletinas otra vez. Como si lleváramos sin verlas desde la época del Monstruo de Córdoba.
El sexto se movió con mas claridad, pero no era tontería este toro. Requería mando y sometimiento, mucho oficio al fin y al cabo. Demasiado para un torero que no torea demasiado. No se hizo con él Tomás Campos, quien se limitó a tirar líneas a media altura y sin temple alguno. "¡¡Bájale la mano!!" se oía decir una y otra vez, pero tan ostentosos consejos nunca llegaron a convertirse en algo material. Merecería este torero ser anunciado de nuevo con una corrida de más garantías, pues lo de hoy es una encerrona de muy mal gusto.

Las Ramblas cumplió con el guión, una vez más. Y el año que viene, seguro que otra vez estará anunciada en Madrid por San Isidro. Aburrimiento y cabreo asegurado, con semejante factoría de bueyes más apropiados para tirar de un arado que para ser lidiados como corrida de toros.