martes, 4 de junio de 2019

4 DE JUNIO DE 2019, VIGESIMOSEGUNDA DE FERIA: COMO LOS TOROS DEL FARY, TORITOS "GUAPOS"

Nada. Ni un capotazo. Ni un par de banderillas. Ni un puyazo. Ni un detalle de torería. Ni una estocada. Por no hablar de la palabra mágica de siempre: casta. Ni bravura... ¡¡Uy bravura, dónde habrá quedado eso!! Sopor sí, para dar y regalar. Y bostezos. Y cabezazos contra el hombro del vecino de abono...

¡¡Qué tardecita de... De... Eso!! Con la factoría de bueyes marca Las Ramblas anunciada en el cartel, ¿qué cabía esperar? Sabíamos a lo que veníamos: a lo mismo del año pasado. Y del anterior. Y de hace tres, y cuatro, y así hasta el final de los tiempos. Es decir mansedumbre, descaste, bobaliconería, sosería y borreguez. Y también zambombos, que de esto también presume este hierro, de lo feos y mal hechos que salen sus toros. "Ay torito guapo", cantaba el gran Fary hace muchos años, pero nunca supimos a qué toro se refería ni a qué ganadería perteneció. Pero si hubiera que apostar, lo haría a que de Las Ramblas seguro que NO era el bicho.

Y ¿qué contar de semejante mojón de tarde? Bueno, pues aparte de que no hemos visto nada que no fueran todas esas cosas referidas a la parte chabacana de esta bendita Fiesta, que ha brillado una cosa buena por encima de todo. Muy buena, a decir verdad: que a las 21:05 horas de la tarde ya desertábamos del tendido, pues la cosa fue muy rápida. Y no será porque los matadores no se hayan explayado de lo lindo ante esas joyitas antes de darles muerte. Sobre todo Juan del Álamo, pegapases consumado, y Tomás Campos. Porque el Moreno de Aranda, viendo que carecía de material para sacar todo su arte, tampoco es que se haya demorado mucho en darles muerte. Siempre hay expectación cuando este torero viene a Madrid. Como para no, pues sus finas y puras maneras no se ven todos los días. Pero esta tarde no ha habido nada. Ni un quite, ni un par de verónicas, ni una media, ni el más mínimo detalle. Y a decir verdad, hubiera sido un milagro haberle sacado la más minima cosilla a los dos bueyes con los que le tocó andar delante. Lo único que cabía hacer, era mandarlos al otro barrio con decoro y pulcritud, pero no anduvo bien esta tarde la espada de Jesús Martínez. Con toreros de su estilo siempre cabe decir "otro día será". 

Juan del Álamo hizo lo que buenamente sabe: pegar pases. Lo de torear va aparte y en eso ya no anda tan fino, el hombre. Pero lo de dar pases, de maravilla vamos. Ahí se tiró un buen rato ligándole derechazos y naturales al segundo de la tarde, un torete bobo y de carril, de esos que van y vienen y que quizás, si se pone enjundia y garbo, se puede conseguir altas cotas de lucimiento. Pero nada de nada, solo pases, o mejor dicho medios-pases, abusando mucho del pico y tirando fuera al borrego siempre. Y para terminar la faena, ¿alguien lo adivina? Exacto, ¡¡manoletinas!! Con el tiempo que llevábamos sin ver esta suerte del toreo... Por lo menos, por lo menos, si la memoria no me falla, desde ayer mismo.
Y esa misma faena de medios-pases al más puro estilo 2.0, y recreándose bien y sin importar que la parroquia pidiera la hora por estar hasta el gorro de tanta vulgaridad ante semejante buey, se la hizo al 5°. ¿Alguien se acuerda de algo a estas horas? Yo tampoco...

Y Tomás Campos, el hombre, pues vino con voluntad y ganas de agradar. Eso que no le falte a quien le escasean los contratos, malo sería lo contrario. Pero bien haría en plantearse las cosas y pensar seriamente en qué gusta y qué deja de gustar a una afición como la de Madrid. Que igual lo de intentar ponerse bonito ante un cabestro topón como lo fue el 3°, no es lo que corresponde. Porque al final pasa lo que pasa: que le echa mano aunque sea por accidente. Porque dudo mucho que el pobre animal quisiera hacerle el más mínimo daño cuando cuando se le quedó enganchado el pitón en la banda de la taleguilla, si solo le faltó pedir perdón. Tampoco es muy normal que ante semejante bicho, después de una larguísima faena de trapazos para espantarle las moscas, se ponga a dar ¡¡sí señor!!, manoletinas otra vez. Como si lleváramos sin verlas desde la época del Monstruo de Córdoba.
El sexto se movió con mas claridad, pero no era tontería este toro. Requería mando y sometimiento, mucho oficio al fin y al cabo. Demasiado para un torero que no torea demasiado. No se hizo con él Tomás Campos, quien se limitó a tirar líneas a media altura y sin temple alguno. "¡¡Bájale la mano!!" se oía decir una y otra vez, pero tan ostentosos consejos nunca llegaron a convertirse en algo material. Merecería este torero ser anunciado de nuevo con una corrida de más garantías, pues lo de hoy es una encerrona de muy mal gusto.

Las Ramblas cumplió con el guión, una vez más. Y el año que viene, seguro que otra vez estará anunciada en Madrid por San Isidro. Aburrimiento y cabreo asegurado, con semejante factoría de bueyes más apropiados para tirar de un arado que para ser lidiados como corrida de toros.


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