Bueno a lo que iba, que es ponerse uno a hablar de tardes cumbre (¿o cunvre?) y se pierde hasta la noción del tiempo. Lo de hoy, pues miren, qué quieren que les diga, todos los días no son fiesta, o mejor dicho, todas las tardes no pueden ser cumbre (¿o cunvre?). Y es que hoy no se ha visto ninguna oreja, ni ninguna puerta grande, ni ningún toro premiado con la vuelta al ruedo, aunque hubiera sido por el simple hecho de despreciar la suerte de varas. Qué va hombre. Así, esto desaparece.
Hoy, no obstante, me puedo alegrar más que ningún día de haber cambiado del bando talibán al bando de los mejores aficionados que hay, los que todo lo saben, todo lo aplauden y todo se lo beben (hasta el agua de los tiestos). Y me alegro por muchas cosas. La primera, por los toros: es imaginarme hablando de la corrida de hoy en aquellos tiempos oscuros en los que yo no sabía ni papa de toros, y entrarme los siete males. ¿Se imaginan ustedes qué ridículo más espantoso afirmar que algunos de los toros lidiados hoy tenían casta y mucho que torear, y que salvo el lote de Fandiño que estaba inválido perdido, los demás eran duros de patas, correosos y delante tenían que tener un tío que les hiciera las cosas bien? No quiero ni imaginármelo, oiga. Si donde quede un torito de embestida larga y repetidora y sin un mal gesto, de esos que ponen el triunfo en bandeja para que su matador disfrute delante, que se quite lo demás. Ya no digo el toro de vuelta de ayer, porque eso es el paradigma de la bravura y es muy difícil conseguirlo. Pero oiga, ¿como el lote de Fandiño quizás? Flojitos, para que no molesten y no haga falta ese prescindible trámite del picador, que vayan y vengan sin maldad, dóciles como un perrito... Si es que yo, si fuera ganadero, esos toros me lo llevaría para mis vacas. Y quien diga lo contrario, de toros no entiende, por si hace falta decirlo.
Los demás, les han picado como a pocos en esta feria y ninguno ha salido de najas, e incluso alguno se ha tomado la licencia de empujar con cierta alegría. Y en la muleta, presentando muchas dificultades. Por favor, solo espero que no vengan igual los del mano a mano del próximo miércoles, que si no nos perdemos otra tarde cumbre (¿o cunvre?).
Qué alegría y qué gozo haber cambiado de bando y ser de los mejores aficionados que ahora hay en Las Ventas, con permiso de la señora de la grada 7 que siempre pide las orejas con dos pañuelos y dando saltitos. Si no, hoy me hubiera llevado un chasco enorme con Diego Urdiales al haberle visto muy por debajo de sus dos toros. Pero hoy, como la cosa es distinta, pregunto ¿y qué querría que hiciera, que se doblara con ellos por bajo e impusiera su dominio sobre ellos? Qué espanto y qué horror pensar en eso. Con lo bien que ha estado hoy el hombre... ¡¡si hasta ha intentado una de esas faenas interminables al cuarto, con arrimón incluido, hasta el punto de sonarle un aviso!! Como los grandes toreros de hoy, los que mejor torean en la historia.
De el Fandi, también hubiera soltado una sarta de barbaridades tecleando con el dedo. Con lo bien que pone banderillas el hombre, corriendo de un lado a otro como si la plaza fuera el circuito del Jarama, y clavando trasero para que todos viéramos que hasta el rabo todo es toro, y recortando primero para luego clavar. ¡¡Qué grande!! Con la muleta, vale que el muchacho quizás no sea Gallito (de Velilla), pero hombre, a su segundo le ha dado muchos pases, y ha empezado la faena de rodillas y todo... ¿No se le puede dar una oreja aunque sea? ¿Es tanto pedirle a Madrid que se sensibilice un poquito más con estas cosas y no sea tan desentendida?
Y con su otro toro, pues bueno, el hombre no se iba a poner tampoco a imponer mando y dominio por bajo, que eso es algo muy rancio del pasado. ¿O qué se piensan? Que lo digo yo, que entiendo muchísimo de toros oiga. Que ese toro era para matarlo después de las probaturas oportunas, y si no es toro para darle un millón de trallaz... perdón perdón, un millón de excelsos muletazos, pues se acaba con él prontito y ya. Si es que eso de lidiar... ¡¡ni que estuviéramos en la Edad Antigua!!
Y por último, Iván Fandiño, que solo por verle andar por la plaza tan bien vestido y con esa majestuosidad, era merecedor de un rabo. El hombre estuvo muy bien la verdad. Faenas muy largas, con muchos pases, una gran capacidad de enfermero para mantener a los torillos de pie... Y el culmen, el novamás de su actuación, lo mejor de la tarde: ¡¡qué manera de lanzar la montera al suelo después de brindar al público!! Como si estuviera jugando los bolos, pues igual, y porque no ha dado al toro, que si no lo derriba y ya está la jugada hecha. Y como encima la montera cayó boca abajo, pues ya tenía la ovación atronadora ganada y, por supuesto, una oreja. Y como empezó la faena con el pase cambiado desde los medios, pues ya tenía otra. Y como la faena estuvo llena de muletazos interminables y demasiadas concesiones a la galería... bueno no, de rabo tampoco, que le faltó terminar la faena con manoletinas. Si llega a hacerlo, y no llega a ser por la racanería de la plaza de Madrid, que todavía sigue llenita de desentendidos y "aficionadillos" sin ninguna idea de esto, hoy Iván Fandiño podría haberse ido con dos rabos de aquí. Y entonces sí hubiera podido ser una tarde cumbre (¿o cunvre?). Pero por desgracia, la tarde ha sido para olvidar, aunque yo cada día más contento de haberme transformado y adquirir una enorme sabiduría taurina. Solo así puedo disfrutar de lo cumbre (¿o cunvre?).
PD: Ya que hablamos de aprender, animo a Pedro Lara y Jesús Arruga a que tomen nota de cómo banderillea Fandila, y no ese rancio concepto de dejarse ver, asomarse al balcón, arriesgar y demás chuminadas. Aunque sea por el bien de la Fiesta del toreo.