Si hace unos días nos dimos un rico festín de bistec a la Carriquiri, hoy hemos abierto la feria con otro rico manjar: unas lozanas sardinas de marca blanca, el Cortijillo. Si es que hay ganaderos que, lejos de decantarse por este negocio de criar toros bravos, lo suyo quizás hubiera sido presentarse a Máster Cheff, aunque viendo el percal que se gastan suponemos que no hubieran pasado ni el casting.
No importa, vendiendo bueyes para tirar de las carretas del Rocío o para labores de campo también les hubiera ido fenomenal. Pero no, estos señores que se apellidan Lozano han ido a meterse justamente en lo que peor se les da: criar animales poderosos y bravos aptos para la lidia.
Pero eso de las sardinas parece ser que hay a quienes no les va demasiado, que prefieren la carne. Aunque sea de casquería. Y se lo han tomado tan en serio que han conseguido un segundo plato de oreja a la San Isidro, y a muy bajo precio. Anda que no saben algunos.
El resto, que somos los que venimos a ver una corrida de toros con todas sus cosas, sus toros de trapío y de casta, sus buenos toreros que saben lidiar y después torear, sus buenos picadores y buenos banderilleros, y sus premios y broncas en la justa medida y sin regalarlos, nos tendremos que conformar con saber que ya queda un día menos de burras con cuernos y toreros que solo saben abanicarlas. Porque otra cosa buena, me temo, no nos llevamos de esta soporífera primera de feria.
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