Bueno, pues ya está, ya hemos visto lo del Parralejo en la que un día fue la plaza más importante del mundo.
El Parralejo... esa palabrita que provoca a muchos irse de aguas con tan solo escucharla. Cuántos no habrán sido los que nos auguraban una gran tarde de toros con este hierro, después de que los novilleros más punteros se la rifaran por Valencia, Pamplona o Bilbao, entre otras. Y seguirán rifándosela, y seguirán provocando diarreas de gusto a los grandes aficionados de clavel y cubata, y seguirán ofreciendo grandes espectáculos taurinos por ahí, y llegará un día no muy lejano que las mismísimas figuras del (des)toreo se la quiten a los chavales y se la queden para ellos, y se le indultarán muchos toros, y se les cortarán muchas orejas, y tendrá camadas interminables, y pasará a los anales de la historia de la Tauromaquia... Todo ello a la vez, que para eso el ganadero en cuestión ha apostado por el camino de la docilidad, la toreabilidad, la inexistencia de la suerte de varas, y la colaboración con el coleta para que las faenas sean kilométricas. Pero de la bravura, la casta, la dureza de patas y el poder que debe tener un toro... ¿eso dónde ha quedado? Uy amigo, eso quedó anclado en el milenio pasado. Ahora esto es otra cosa.
Pues sí, ya ha debutado el Parralejo en la ex primera plaza del mundo, y lo ha hecho con una novillada floja, mansurrona hasta decir basta, sin causar molestias a los de luces para que disfruten, y rematadamente descastada y boba. Vamos, lo que llega siendo el toro del siglo XXI. Podrá estar orgulloso el criador de su obra, ha conseguido calcar la misma basura que los ganaderos de cámara de los figurines han conseguido patentar para el disfrute de los toreros, el jolgorio en los tendidos y la extinción de la suerte de varas, la emoción, y la Fiesta en general.
Así como el señor ganadero se dedica a calcar los bodrios de sus compadres, los tres novilleros que hoy han comparecido han hecho lo propio. Ahí está por ejemplo Gonzalo Caballero, un novillero que nos ha dado buenas tardes de toros con su pureza y personalidad, y que hoy se ha convertido en uno más. Con ambos novillos ha mostrado una preocupante vulgaridad, siempre citando al hilo, metiendo el pico sin sonrojarse y rematando los trapazos en las lejanías. ¿Dónde ha quedado aquel novillero que toreaba con pureza y verdad, que exponía las femorales como ninguna figura de su tiempo lo ha hecho jamás y que, además, se llevaba a los toros en redondo? ¿Acaso ese novillero ya ha pasado a la historia y a partir de ahora veremos a un Gonzalo Caballero vulgar hasta extremos insospechados, carente de cualquier interés y, para colmo, tremendista? Porque esa es otra, y es que esta tarde, sin conocer exactamente qué tripa se le habrá roto, se ha tirado a matar sin muleta. ¡¡Toree usted y ejecute la suerte suprema como Dios manda, hombre, y déjese de cuentos que lo único que le provoca es retroceder en esto!! ¿O es que se cree que el despojo que hoy le han regalado va a ayudarle? Hágase y háganos un favor, y regrese a lo que un día no muy lejano consiguió.
Por otro lado, ni Fernando Rey ni Francisco José Espada han demostrado poco más que lo mismo de siempre: faenas interminables de destoreo y sopor, las típicas manoletinas y bernadinas de todo final de faena, el clásico quite por zapopinas/lopecinas, carencia de maneras lidiadoras, deficiente uso de la tizona... Aunque hay que tener muy en cuenta el torerísimo comienzo de faena del malagueño con el segundo de la tarde, con la rodilla hincada en el albero y sacando al novillo a los medios, para terminar rematando con un pase del desprecio de bonita factura. Pero, a fin de cuentas, el mismo concepto del (des)toreo pero con distintos nombres y apellidos. O el mismo perro con distinto collar, como en los partidos políticos. Y así va España...
Y todo esto, en el debut del Parralejo en la ex primera plaza del mundo, la cual sigue dando cada día más vergüenza ajena con su público en progresión verbenera. Y los aficionados a callar, si no quieren que les quiten el "Carnet de Buen Aficionado".
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