lunes, 11 de mayo de 2015

¡¡QUÉ TARDECITA!!

Qué tardecita, oiga.

Qué tardecita nos han dado los cuatro espantajos lidiados de Valdefresno, más feos que pegar a un padre, y con menos sangre brava en las venas que el asno que mi pariente el pastor utilizaba para sus faenas camperas. Es un clásico en la feria de San Isidro. ¿Alguien imagina un ciclo isidril sin su habitual petardo de este hierro? Habría que inventarlo si no existiera.
Y como por supuesto de Valdefresno han vuelto dos al corral para ser apuntillados como vulgares terneras de carne (uno por inválido y otro por partirse una mano), se corrieron sendos sobreros de Hermanos Revesado y El Risco cuya fealdad hasta se podría considerar denunciable. De comportamiento ya ni hablamos.

Qué tardecita, oiga, de despojos. Qué suerte esa gente que se conforma con cualquier cosa, qué alegría se deben llevar cada tarde de regreso a casa. Ojalá a mí también me entusiasmara de esa manera tan pasional el simple hecho de ver a un torero que se pone bonito. Solo eso. ¿Para qué pararse a calibrar si se coloca al hilo del pitón, si deja la pierna adelantada o no, o en si lleva al toro toreado o lo tira para afuera? Y por supuesto, ¿para qué querremos estocadas en lo alto, si con que entre entera y su efecto sea fulminante, ya está arreglada la cosa? Y tan arreglada como que a Eugenio de Mora le han dado una oreja del cuarto, básicamente por esa gente tan simpática y tan conformista que hay por ahí suelta. Si serán tan simpáticos que a Morenito de Aranda le sacaron a saludar al finalizar el paseíllo por su actuación el pasado 2 de mayo, pero de todos esos que aplaudían ya quisiera yo ver por dónde andaban muchos de ellos la tarde de aquel 2 de mayo. ¿Comiendo pipas en el Corte Inglés mientras la parienta se funde el oro de la Visa? Puede. ¿Remando en el lago de la Casa de Campo? Tal vez. ¿En los toros? Apuesto a que no.
Otra oreja le dio esta gente tan simpática al Moreno de Aranda de Duero, que está en estado de gracia en esta plaza. Alguna verónica buena de las muchas que dio, y detallitos pintureros llenos de sabor; pero en lo fundamental, toreo en línea y abusando de las triquiñuelas del toreo moderno. Todo ello rubricado con una estocada que entró a la primera, y que a nadie se le ocurra preguntar por la colocación de la estocada. Entró y punto, con eso vale.

Qué tardecita tuvo que pasar el bueno de Arturo Saldívar con dos auténticas bestias de tiro que no le dieron opción más que a ponerse muy plasta y hacernos pedir la hora.

Y cómo no, qué tardecita de nuevo los isidros. Quién no diría que se llevan comisión por cada despojo que regalan. Y todavía no han llegado las figuras...

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