martes, 31 de octubre de 2017

EL QUITE

Ahora, el quite, suponiendo que se haga, es por chicuelinas (sin Chicuelo), o de frente por detrás (lo cual tiene que ser muy fácil, porque está al alcance de todas las fortunas. Es, como yo digo, las manoletinas de capa). Y eso, como damos a entender, suponiendo que se hagan quites, pues basta cualquier pretexto para desistir de torear, lo cual es explicable en vista de lo cortito del repertorio. En cuanto el toro sale suelto o, al contrario, tan atado que se le puede sacudir otro linternazo, el diestro prescinde de molestarse, y como nadie dice nada, pues..., ¡qué bien! Otras veces sale el matador con el capote a hacer que hace. Y ya saben ustedes la norma: en cuanto vuelve la cabeza para saber si el picador está puesto a punto, es prueba de que ya no va a hacer nada. Esta regla (y tantísimas otras), la he aprendido yo por mi habitual asistencia a los festejos en compañía del gran aficionado Adolfo Boallín, quien afirma que hoy se torea peor que nunca.
Ahora se dice que el quite no tiene razón de ser porque ya no existe peligro para los picadores (el picador es como si hubiera crecido, mientras el toro ha menguado), y lo cierto es que si, rara avis, hay una caída al descubierto, vienen ocurriendo dos cosas: o que los matadores, muy complacidos, ven hacer el quite a los peones, o que lo intentan ellos, en cuyo caso, generalmente, se las componen de modo que acaban por echar al toro encima del grupo que forman el picador y los monos, con lo cual el riesgo del primero ha disminuido, porque comparte el peligro con cada uno de los monos y, a veces, el toro, no sabiendo cual escoger para víctima, no hace nada por ninguno.

Antes no era así. Los quites se podían dividir en auténticos y ficticios; los primeros eran efectivos... ¡Cuántas veces, en el crítico momento de meter la cabeza, entre el piquero y el hocico del toro se interpornía el capote de Bombita, de Pastor, de Gallito..., venido no se sabe por dónde! Este verdadero quite, que no se ajustaba a las reglas de arte, sino que consistía en llevarse al toro con el capote a un terreno en donde no hubiese ni asomo de peligro. Este quite, cantado por poetas y literatos, era uno de los rasgos más grandiosos de la corrida. Los quites de la otra clase, si no efectivos, eran efectistas. Los toreros aprovechaban la oportunidad para lucirse y para entretener al público, estableciendo un artístico paréntesis entre vara y vara: una lonchita de jamón entre dos medias barras de pan de una especie de bocadillo. Era recomendable que en estos quites simbólicos se castigase poco al toro, y por eso resultaban indicadísimas todas las alegrías de la escuela sevillana: largas, revoleras, navarras, galleos, etc. Es decir, que hasta los aficionados serios, en quites, transigían con esta clase de toreo de adornos, por reconocer que estos estaban muy en su punto.
Se procuraba, repetimos, no castigar sin necesidad al toro; pero no había que cuidarlo, como ahora se dice, pues aquel tenía cuerda de sobra y no era producto de estufa como ahora (el verbo se las trae... ¿Ustedes se figuran a un duelista cuidando a un contrincante para que no se muera antes de tiempo?).
Claro está que no todos los diestros tenían que situarse en la escuela sevillana, y a los de otros estilos les estaba completamente permitido torear por verónicas, faroles, medias verónicas, etc, ¡bueno fuera! De todo ello nacía el contraste, este beneficioso contraste que se fue borrando poco a poco,  a la par que hemos venido recortando la fiesta, la cual se ha venido a menos, como sucedería al señor que fuese regalando fincas a sus amigos y, por tener muchos, se hubiese quedado ya solo con un mediano pasar, en lugar de su anterior grandeza.


 VEINTE TOROS DE MARTÍNEZ (LUIS FERNÁNDEZ SALCEDOQ)
Extracto que viene a colación de la famosa corrida lidiada el 3 de julio de 1914 en Madrid, en la que Gallito se encerró con 6 toros, más el sobrero de regalo, de la mítica vacada de Vicente Martínez. En aquella apoteósica y triunfal tarde, cuentan que José realizó la friolera de ¡¡26 quites diferentes!!

lunes, 16 de octubre de 2017

DESAFÍOS GANADEROS

De sobra son conocidas las múltiples trabas, muchas de ellas ridículas, que tienen que pasar las corridas y novilladas para que sean aprobadas completas en Madrid. Que si el peso, que si el tamaño, que si este tiene los pitones así o asá...

Dicen los ganaderos que para venir bien a Madrid, hacen falta tener preparados un mínimo de ocho toros, cosa que para las ganaderías que disponen de camadas largas no suelen suponer generalmente un problema demasiado grande (y si llegara a suponerlo, no tardarían los figurines en aparecer por allí salvándole el culo al ganadero en el último instante). Pero para ganaderías cortas las cosas son mucho menos amables aún para lidiar en Madrid, y si además a esto se le suma las condiciones de volumen y peso que algunos encastes llevan consigo, se le da otra vuelta de tuerca más a un asunto demasiado trabado de por sí.

Por suerte para esos ganaderos y también para los aficionados, en los últimos tiempos ha surgido un modo de facilitar que este tipo de ganaderías lidien sus toros en Madrid y los aficionados disfrutemos de unos hierros sobre los cuales muchos ya habíamos perdido toda esperanza en verlos en corrida de toros en la capital del Reino. Me refiero, claro está, a los desafíos ganaderos. Que hombre, no digo yo que no sea mucho mejor una corrida de toros con seis ejemplares de Hoyo de la Gitana; otra con otros seis de Juan Luis Fraile, más con seis de Raso de Portillo, seis de Valdellán, y así hasta recorrerse toda la cabaña brava. Pero ante las dificultades ya mencionadas, los desafíos ganaderos se convierten en un comodín muy apetecible para resarcirse de ver en Madrid estos hierros. ¿Que tales ganadería no dispone de toros suficientes para completar corrida en Madrid? Pues no es el mayor de los problemas, se completa una corrida entera con dos hierros diferentes, tres y tres, y el percal no deja de ser atractivo, ni mucho menos.

Los desafíos ganaderos de este pasado mes de septiembre lo confirman, siendo al final todo un oasis en un desierto de monotonía y ganaderías birriosas que tanto ha predominado en los últimos años. No solamente por el disfrute que supuso ver ganaderías que, por unas cosas u otras, ni en los mejores sueños hubiéramos podido disfrutar en Madrid con corrida de toros completa esta temporada (y algunas, en muchas temporadas); sino por la seriedad que se les ha dado y la buena organización de la que han dispuesto. Desafío en el sentido más estricto de la palabra, declarándose premiados el mejor toro, el mejor matador, el mejor picador, el mejor peón de brega y el mejor rehiletero. Para ello fue imprescindible darle a la suerte de varas todo el valor que merece, y en este sentido los toreros, gracias a los cielos, lo tomaron en serio. La Lidia completa volvió a adquirir sentido y todos los hombres de luces tuvieron la oportunidad de adquirir protagonismo, cosa que por desgracia solamente se le viene dando al que calza la taleguilla bordada en oro. Brillaron picadores como Juan Melgar, Ismael Alcón, Félix Majadas, Francisco José Agudo o "Patilla"; sobresalieron las colosales maneras capoteras de Iván Aguilera o Raúl Cervantes, por supuesto no faltaron Fernando Sánchez y Ángel Otero a sus citas con los palos; los matadores se prestaron, más que menos, a que todo ello fuera posible y a lucir a sus toros, destacando especialmente en este sentido a Gómez del Pilar ante Asustado, el bravo de Palha que tanto nos emocionó. Y lo mas importante de todo: hubo Toro. Quizás nos falló Hoyo de la Gitana, de la cual esperábamos muchísimo más, pero el resto de ganaderías respondieron y el comportamiento de sus ejemplares se asentaron sobre ese pilar fundamental de la Tauromaquia que es la casta.

Ante la difícil situación que viven muchas ganaderías para poder completar encierro en Madrid, y que además se extiende a los aficionados deseosos de ver ciertos hierros en esta plaza, se planta el modo de los desafíos ganaderos como un comodín muy atractivo para darle mucho más interés no solamente a la temporada madrileña, sino también al resto de plazas. Por muchos motivos, pero sobre todo por el amplio abanico que se abre a la hora de seleccionar el ganado.
En Madrid esta temporada ha salido bien, por lo que se espera que en temporadas venideras se amplíe aún más este tipo de festejos y podamos disfrutar de otras ganaderías que no lo tienen demasiado fácil para completar una corrida con seis toros en Madrid, caso de Pereira Palha, Miguel Zabayos, Valdellán, Prieto de la Cal, Vinhas, Felipe Bartolomé, Concha y Sierra, Raso de Portillo, y tantísimas otras ganaderías que tanto bien hacen a nuestra maltrecha Fiesta inhibiéndose de todas las paparruchas esas del borrego artista y apostando por el Toro de verdad.

Siempre, eso sí, que los franceses y sus ostentosas ganas de hacer las cosas bien de verdad nos lo permita, claro.


miércoles, 4 de octubre de 2017

VICTORINO MARTÍN ANDRÉS

Belador, Baratero, Borgoñés, Cobradiezmos, Pobretón, Murciano, Pocapena, Muroalto, Veraniego, Vengativo, Jaquetón, Gamberro, Matador, Colombiano, Pastelero, Conducido, Madrugador, Director, Molinito, Gallareto, Bodeguero, Gaditano, 1 junio de 1982...

Muchos nombres célebres, fechas, tardes, momentos de gloria, recuerdos, faenas, premios... Y un solo hombre. Gracias Victorino, gracias por tanto. Que la tierra te sea leve. 

lunes, 2 de octubre de 2017

ÚLTIMA DE LA FERIA DE OTOÑO: ADOLFADA NUESTRA DE CADA OTOÑO

"Corrida de Adolfo Martín para la feria de Otoño, da igual cuando usted lea esto", se dijo cuando se presentaron los carteles de esta feria de Otoño que ha finalizado hoy. Los toros de Adolfo Martín llevan dando el cante en Madrid, varias veces en una sola temporada además, desde hace varios años ya, y esta tarde no ha sido menos. Adolfada en toda regla la que se ha lidiado, compuesta por seis toros muy desiguales, unos más grandullones y otros más chicos, pero con un denominador común todos ellos: la pésima presentación que derrochaban y lo fuera de tipo que estaban todos. Y si a eso se le suma lo poco o nada que se emplearon en el caballo (salvo el segundo, el cual se empleó más y hubiera sido agradable verlo ir por tercera vez), la sosería que llevaban dentro y la falta de casta de la que han hecho gala, el resultado es el de un petardazo como no se conoce ni en las fallas de Valencia. Solamente el quinto tuvo nervio y era mucho más claro para el toreo, pero ni muchísimo menos salva un solo ápice este bodrio de tarde. Lo mejor de la tarde, ironías de la vida, fue que no se demoró más de dos horas.

La adolfada nuestra de cada Otoño vino a ser cabeza de cartel para lo que nuestro gabacho de gafas de pasta, vendehumos excelso, quería hacer pasar como un reñidísimo mano a mano (que se decía antiguamente); y a mí que alguien me explique, si tiene la amabilidad, qué puñetas pintaba ahí, en sustitución de un nombre importantísimo de la temporada, para medirse en un vis a vis con otro tío esperadísimo en Madrid y cuya temporada tampoco ha sido tontería, nada menos que... Juan Bautista. Y lo que es peor, pasando por alto a toreros que dieron la talla en los desafíos ganaderos de septiembre, como Venegas, Gómez del Pilar o quien fue declarado triunfador por aclamación popular, Javier Cortés. Pues no, a Juan Bautista, que... Que... Que... Que a saber. Monsieur Casas, usted ¿qué fuma, si se puede saber?

El mano a mano quedó pues, por cosa de los toros principalmente pero también por la de dos toreros que se contagiaron de sus oponentes, en una tarde de lo más tediosa. Juan Bautista pasó ante primero y tercero aseadito y sin demasiadas apreturas, pero eso sí posando muy flamenco y estirado, algo así como con musho jarte. Cosa que no hizo ante el quinto, el único de la corrida que sacó cierta gracia y picante en la muleta, y al cual espantó las moscas con una bonita colección de trapazos sin parar quiero por un momento. Y rápido a por la espada, provocando una fuerte pitada. Por cierto, que su forma de usar la espada y, sobre todo, el verduguillo durante toda la tarde fue, cuanto menos, vergonzosa. Y otros toreros con más necesidad, más motivos para estar y por supuesto mejores maneras, en casita viéndolas venir.

Lo de Ureña esta tarde se resume en un quiero y no puedo demasiado forzado. Tres faenas calcadas unas de otras a tres mojones sin gracia alguna a los que muleteó con menos gracia aún, siempre con la postura muy superpuesta y, lo peor de todo, muy pesado al alargar las tres faenas mucho más de la cuenta. No, definitivamente, tampoco fue su tarde.

Enorme fue la ovación que se llevó Pedro Iturrialde por ejecutar la suerte de varas vistosamente y plantarle la vara en todo lo alto al segundo toro las dos veces que entró. Tan fuertes fueron los aplausos que pareció que no hubiera plantado la vara levemente y la hubiera levantado al punto, dejando al toro totalmente sin picar. Tampoco sería justo no mencionar la solvencia toda la tarde del sobresaliente, David Saleri, siempre atento y bien colocado en el sitio que le correspondía.

Adolfada infame, como acostumbramos en los últimos tiempos por desgracia, y que seguramente no será impedimento para que el año que viene lidie otras dos corridas en Madrid, cuando lo único que merece es estar un tiempecito sin lidiar en esta plaza.