"Corrida de Adolfo Martín para la feria de Otoño, da igual cuando usted lea esto", se dijo cuando se presentaron los carteles de esta feria de Otoño que ha finalizado hoy. Los toros de Adolfo Martín llevan dando el cante en Madrid, varias veces en una sola temporada además, desde hace varios años ya, y esta tarde no ha sido menos. Adolfada en toda regla la que se ha lidiado, compuesta por seis toros muy desiguales, unos más grandullones y otros más chicos, pero con un denominador común todos ellos: la pésima presentación que derrochaban y lo fuera de tipo que estaban todos. Y si a eso se le suma lo poco o nada que se emplearon en el caballo (salvo el segundo, el cual se empleó más y hubiera sido agradable verlo ir por tercera vez), la sosería que llevaban dentro y la falta de casta de la que han hecho gala, el resultado es el de un petardazo como no se conoce ni en las fallas de Valencia. Solamente el quinto tuvo nervio y era mucho más claro para el toreo, pero ni muchísimo menos salva un solo ápice este bodrio de tarde. Lo mejor de la tarde, ironías de la vida, fue que no se demoró más de dos horas.
La adolfada nuestra de cada Otoño vino a ser cabeza de cartel para lo que nuestro gabacho de gafas de pasta, vendehumos excelso, quería hacer pasar como un reñidísimo mano a mano (que se decía antiguamente); y a mí que alguien me explique, si tiene la amabilidad, qué puñetas pintaba ahí, en sustitución de un nombre importantísimo de la temporada, para medirse en un vis a vis con otro tío esperadísimo en Madrid y cuya temporada tampoco ha sido tontería, nada menos que... Juan Bautista. Y lo que es peor, pasando por alto a toreros que dieron la talla en los desafíos ganaderos de septiembre, como Venegas, Gómez del Pilar o quien fue declarado triunfador por aclamación popular, Javier Cortés. Pues no, a Juan Bautista, que... Que... Que... Que a saber. Monsieur Casas, usted ¿qué fuma, si se puede saber?
El mano a mano quedó pues, por cosa de los toros principalmente pero también por la de dos toreros que se contagiaron de sus oponentes, en una tarde de lo más tediosa. Juan Bautista pasó ante primero y tercero aseadito y sin demasiadas apreturas, pero eso sí posando muy flamenco y estirado, algo así como con musho jarte. Cosa que no hizo ante el quinto, el único de la corrida que sacó cierta gracia y picante en la muleta, y al cual espantó las moscas con una bonita colección de trapazos sin parar quiero por un momento. Y rápido a por la espada, provocando una fuerte pitada. Por cierto, que su forma de usar la espada y, sobre todo, el verduguillo durante toda la tarde fue, cuanto menos, vergonzosa. Y otros toreros con más necesidad, más motivos para estar y por supuesto mejores maneras, en casita viéndolas venir.
Lo de Ureña esta tarde se resume en un quiero y no puedo demasiado forzado. Tres faenas calcadas unas de otras a tres mojones sin gracia alguna a los que muleteó con menos gracia aún, siempre con la postura muy superpuesta y, lo peor de todo, muy pesado al alargar las tres faenas mucho más de la cuenta. No, definitivamente, tampoco fue su tarde.
Enorme fue la ovación que se llevó Pedro Iturrialde por ejecutar la suerte de varas vistosamente y plantarle la vara en todo lo alto al segundo toro las dos veces que entró. Tan fuertes fueron los aplausos que pareció que no hubiera plantado la vara levemente y la hubiera levantado al punto, dejando al toro totalmente sin picar. Tampoco sería justo no mencionar la solvencia toda la tarde del sobresaliente, David Saleri, siempre atento y bien colocado en el sitio que le correspondía.
Adolfada infame, como acostumbramos en los últimos tiempos por desgracia, y que seguramente no será impedimento para que el año que viene lidie otras dos corridas en Madrid, cuando lo único que merece es estar un tiempecito sin lidiar en esta plaza.
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