Y eso que, hasta el arrastre del segundo toro, el debut de Valdellán en San Isidro estaba siendo discretito y hasta algo decepcionante, ciertamente. El primero fue un toro muy manso que no quiso ni ver al caballo, le metieron hasta en cuatro ocasiones y en las cuatro huyó prácticamente nada más sentir el palo. Y en la muleta, aunque acudía con nobleza a cada cite del matador, salía desentendido del muletazo y Robleño tampoco consiguió tirar de él, en una faena más bien dosificada y que terminó pronto. Poca casta a fin de cuentas la de este primero, y cero bravura. Menos aún la del segundo, que ya en los lances de recibo dejó de manifiesto que no era un derroche de fuerzas precisamente. No se empleó nada en varas y se le arrearon tres refilonazos, pues fue puesto en suerte otras tantas veces, y el resultado fue siempre el mismo: mansedumbre. Iván Vicente le realizó una faena de alivio, llevando siempre al animal a media altura y sin obligarlo a ir en redondo. Ya avanzada la faena, el matador intentó atacarlo más en una serie de muletazos muy acelerados por el lado derecho, y el toro aunque pareció que quería descolgar, se fue al suelo. No había ahí gran cosa de donde sacar.
Y tras un prólogo en el que comenzaron a surgir las dudas entre la afición, la tablilla anunció como tercero de la tarde a Carasucia, n° 14 y nacido en febrero del año 2014. No pudo salir en mejor momento el toro de la feria, porque a partir de aquí la corrida repuntó y creó un halo de interés y de emociones fuertes en el tendido. Y sí, posiblemente sea este Carasucia el toro más completo de toda la feria. Cristian Escribano lo recibe con suaves lances a pies juntos, en los cuales el toro embistió con el hocico abajo aunque dio la sensación de que también andaba algo blandengue de remos. Escribano
lo pone en suerte para recibir el primer puyazo, y el toro mete la cara abajo y se emplea con presteza. Lo vuelve el matador a poner en suerte y vuelve el toro a emplearse de nuevo con la cara abajo, aunque esta vez se le mide el castigo. Una tercera vara hubiera sido muy oportuna para medir el verdadero estado de la cuestión, aunque hubiera tenido que ser con el regatón. Pero ocurrió lo que suele ocurrir desgracidamente en estos casos, que nos quedamos con las ganas y nos tuvimos que conformar con solo verlo emplearse con bravura en tan solo dos varas. Ya apuntó buenas maneras en el tercio de banderillas el toro, y ello se confirmó de manera progresiva por cada serie de muletazos que Escribano dibujaba: el toro fue siempre a más, con un tranco cada vez más encastado y ganas de echarle mano a los vuelos de la muleta, que barrían el suelo. Sí, Carasucia no solo hizo pelea de toro bravo en el primer tercio, sino que también la hizo en el último tercio, yendo a más en cada muletazo. Cosas de la casta y, cómo no, de la bravura. Cierto fue también que Cristian Escribano cuidó mucho las distancias durante la faena e hizo que el toro se luciera en todo momento, cosa que fue de agradecer. ¿Algo que se le pudo echar de menos al toro? Sí, personalmente, pienso que un puntito más de poder, pues al toro se le midió mucho el castigo, sobre todo en la segunda vara. Pero eso no quita para que Carasucia n° 14 no haya sido uno de los ejemplares más importantes de todo lo que llevamos visto este año, y posiblemente de todo lo que nos queda por ver. Gran ovación en el arrastre con petición de vuelta al ruedo, que no fue concedida. ¿Por qué? Mayormente, porque no había cerca ninguna figurilla de porcelana que diera pataletas de criatura para conseguir dicho premio, pero también es bien es verdad que lo de la vuelta al ruedo a un toro al que hay que medir en tan solo dos varas, quizás hubiera sido algo excesivo. Cosas de cada uno...
Y a partir de aquí, la corrida cogió vuelo y ya no cayó, pues lo que salió a continuación no tuvo el menor desperdicio. A Fernando Robleño le correspondió un ejemplar que hizo de 4° bastante complicado, que solo empujó con un pitón en el caballo y que tuvo, como se dice en el argot 2.0, muchas teclas que tocar. Robleño le tocó teclas, pero quizás no las adecuadas. Realizó una faena larga, en la que siempre citó muy encima y rara vez consiguió bajarle la mano y tirar de él con largura. El toro, cuando se le bajaba la mano y se tiraba de él, descolgaba y se desplazaba con buen son, cosa que también hizo en el capote del banderillero durante la brega. Pero fueron pocas veces, pues lo único que Robleño consiguió fue una magra colección de trapazos más propios de espantar moscas que de torear a un toro exigente, ante los cuales el toro se defendía soltando la cara y pegando tornillazos. Fue curioso porque las pocas veces que el matador le llevó por abajo, el toro no hizo el menor gesto de defenderse, solo embistió; y cuando Robleño le pegaba el tirón hacia arriba o se dejaba tocar la muleta, el toro sí tiraba el tornillazo. "El público ha tomado parte por el toro", dicen desde un sector. "Ha hecho malo al toro", se dice desde el sector opuesto. Dos frases que llevan a lo mismo: el toro, aun con sus complicaciones, tuvo mucho que torear.
Maltalhombro, herrado con el n° 3, hizo verdad ese dicho que dice no hay quinto malo, y hete aquí que fue este otro toro de gran importancia gracias a su casta y gran clase. Se le mide en la primera vara, a la cual fue al relance y no terminó de emplearse del todo; pero se le puso de lejos en la segunda y, tras arrancarse como un rayo, llegó a jurisdicción del piquero para meter la cara abajo y empujar de nuevo con presteza, recibiendo esta vez un puyazo en toda regla. Y otra vez se volvió a echar de menos una tercera vara, pero eso de que "el público toma mucho partido por el toro y al torero no se le hace ni caso" está demasiado presente en tardes así, de manera que morcillas al aficionado. Como bien apuntó según se fue desarrollando la lidia, Maltalhombro fue otro gran toro, por encastado, fiero y mucho que torear. Pero torear, lo que se dice torear... Pues eso, que no se le terminó de torear, propiamente dicho, y se fue al desolladero con la gallardía de haber sido el amo y señor de la situación.
Y cerró plaza una mole que dio en la báscula la nada despreciable cifra de 653 kilos de nada, quizás demasiada romana y esqueleto para lo que es este encaste. Montañés, que así se llamaba el bicho en cuestión, fue dos veces al caballo y en ambos llegó a quedarse dormido debajo del peto, si bien en el primer encuentro solo metió un pitón y en el segundo sí llegó a meter la cara abajo. Con menos temperamento en la muleta que otros de sus predecesores, pero no sin ofrecer embestidas de importancia y, por lo cual y consiguiente, sin ser un toro que no tenía para ser toreado. Fue noble, pronto en los cites y se desplazó bien y humillando, pero le faltó más de eso: de temperamento, de picante, de chispa, de agresividad, de fiereza... Y, para no desentonar del resto, se fue sin torear.
Esto fue más o menos la corrida con la que Valdellán vino a Madrid esta tarde, una buena corrida de toros en la que embistieron cuatro de seis, y sobresalió el quinto y, sobre todo, el tercero. Bueno, y los toreros ¿qué? Sí, hubo tres toreros ahí delante: Fernando Robleño, Iván Vicente y Cristian Escribano, a quien no se les puede dejar de mostrar todos los respetos del mundo por vérselas ante semejante corridón de toros. Pero una vez dicho esto y también sin dejar esa tónica respetuosa que se le debe rendir a todo aquel que osa ponerse delante de una corrida como la de Valdellán, decir lo que corresponde: que ninguno de los tres tuvo su tarde. De Fernando Robleño ya quedó todo dicho, salvo que ha andado bien con la espada esta tarde y ha matado a sus dos toros dejando dos buenas estocadas. Iván Vicente pudo desquitarse ante el buen Maltalhombro del mal sabor que le puede dejar a todo coletudo un toro como es el segundo, pero tanto en uno como en otro dejó la misma impronta: miedo, desconfianza, abulia y muy poca ambición por quedar bien en esta tarde.
Cristian Escribano se dejó ir al toro de la feria, metafóricamente hablando, pero por poco no se lo deja ir de verdad. Al corral me refiero, tras escuchar tres avisos. Después de unos cuantos pinchazos, un intento en vano por descabellar y dos avisos, acudió al socorrido sartenazo para evitar el tercer recado presidencial. Una muerte muy poco digna para el bueno de Carasucia, cosa que hasta el matador estará de acuerdo, pues hizo evidentes gestos con la mano en señal de perdón. Y tras no rayar a la altura que precisaba este toro, no fue capaz de remontar la situación ante el pastueño y buen sexto, volviendo a dejar un mar de vulgaridad en una faena con la que no aprovechó las cualidades del toro. Y entre los hombres de plata, brilló muy en especial la cuadrilla de Cristian Escribano, pues buenos fueron los pares de Jesús Alonso "Chule" al 3°, y formidables los de Raul Cervantes e Ignacio Martín al 6°. Y con el capote, José Chacón ofreció muy buenos capotazos ante el 5°.
Sea entonces enhorabuena al señor ganadero, pues su corrida puede presumir de estar entre las más importantes de las que se llevan vistas en toda la feria.
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