Los cárdenos de Adolfo Martín llegaron y cumplieron. Cumplieron con los pronósticos, quiere decirse. Y los pronósticos eran los que se lleva labrando el señor ganadero don Adolfo Martín desde hace algunos años a esta parte: falta de casta, de poder y de bravura, y exceso de tontuna. O lo que es lo mismo, de albaserradas, solamente el pelaje gris y la leyenda. Se vino Adolfo Martín a Madrid con lo puesto: desde algunos toretes de los que mejor no mencionar su presentación, hasta un señor toro con unas señoras hechuras que fue el 4°, pasando por otros correctitos sin más. Y de juego, menos casta, más que menos casi de todo: un par de ellos toreables aunque flojo, 1° y 3°; un buey muy apropiado para tirar del arado que fue el 2°, un par de alimañitas las que salieron en 4° y 5° lugar; y el cojo, que fue condenado a muerte de un puntillazo y en su lugar salió un ejemplar de Garcigrande (garcichico es más apropiado decir, viendo lo que salió de chiqueros) que no fue tampoco la alegría de la huerta. ¿Dónde quedaron aquellos ejemplares con los que a principio de siglo el señor Adolfo Martín nos hacía disfrutar? Parece ya casi una frase hecha, de las veces que se ha repetido en los últimos años. Pero es tal cual, y la de Adolfo Martín pide a gritos desde hace temporadas un largo periodo de descanso en esta plaza.
Eso hubo por parte de los cuadrúpedos, pero ¿y por parte de los de las medias rosas? Dos expertos en este tipo de lides, Rafaelillo y Manuel Escribano; y la figura que tenía apetencia por hacer el "gesto" de anunciarse con grises, y cuya tarde ha sido el más exacto reflejo de cómo ha transcurrido su feria. Nueve toros, nueve han sido los estoqueados por Alejandro Talavante en Madrid los últimos veintitrés días, y durante su primera tarde, la de los Jandilla, ya se le empezó a observar con la cabeza, el cuerpo y el alma en cualquier lado que no fuera el ruedo de Las Ventas. Llegó el día de la corrida de Garcigrande, unos días después y, aunque dejó algunas pinceladas ante su 2º toro, la sensación del primer día se había convertido en una evidencia: Alejandro Talavante estaba ausente, como si la cosa no fuera con él y totalmente fuera de la profesión. Como un fantasma. Y como un fantasma siguió estando hace exactamente una semana ante la moruchada del señor Gallardo. Total, que con todo ello se plantó esta tarde en Madrid, su última tarde de esa gran apuesta consistente en cuatro tardes en San Isidro, con la corrida de Adolfo Martín, albaserradas nada menos, y Alejandro Talavante terminó de tocar fondo. La de su primer turno era una buena oportunidad para salir a flote después de las tres tardes anteriores en las que pasó con mucha pena y poca gloria, ya que ese 3º fue un ejemplar más que apto para realizar el toreo. La faena ideal para ese toro se trataba de un trasteo corto, de reventarlo a torear con unos pocos muletazos bien dados de verdad en series cortas. Suficiente para armar un alboroto en Madrid, y lo cierto es que se vio a Talavante ante ese toro con aires renovados de querer parecerse a lo que él ha sido, citando muy bien colocado, dando el pecho y cargando la suerte; pero otra cosa fue el correr la mano, el temple, el mandar y todas esas cuestiones. Los naturales y derechazos comenzaron a sucederse y, aunque efectivamente se vio al matador con intenciones muy claras de querer hacer el toreo de verdad, sin trampa ni cartón, no le cogía el aire al toro de ninguna manera. Muchos muletazos sin templar ni mandar, muchos enganchones y el toro, sabiéndose enseguida el amo del cotarro, comenzó a acortar las embestidas y a ponerse cada vez más complicado. Y con ello, a Talavante cada vez más inseguro y desganado. Y, como guinda al pastel, un antológico sartenazo en la paletilla. ¿Podían empeorar las cosas? Podían, podían... Y quien diga lo contrario, fue porque se levantó de la poltrona o apagó el televisor cuando los mansos de Florencio Fernández Castillo retiraron al 6º al corral, y no se quedó a ver la lidia del sobrero de Garcichico. Si ante el 3° Alejandro Talavante fue la impotencia y el quiero y no puedo, ante ese sobrero, de condición meramente pastueña y soso como él solo, fue el no quiero y tampoco estoy por la labor de saber si puedo. La apatía personificada. La desgana por estar simplemente digno. Y, para colmo, completó la obra con un hermoso mitin con la espada y el descabello que no hizo sino arreciar la bronca hacia él. La bronca, que vino no solamente por su desastroso hacer ante ese sobrero, sino también como dictamen del Tribunal a sus cuatro tardes y ocho toros estoqueados en estos veintitrés días.
Rafaelillo se llevó la oreja del 1º tras dejar, así a lo tonto, la estocada de la feria. Una estocada bien ejecutada y perfecta de colocación que hizo rodar al toro en pocos segundos, y esas estocadas en Madrid siempre han valido por una oreja. Buen por él. Lástima que no terminara Rafaelillo de estar a la altura de ese descafeinado albaserrada que abrió plaza, un toro que tuvo que torear pero tan falto de fuerzas que resultaba, efectivamente, descafeinado. Da dos series Rafaelillo con la derecha despegadito y a media altura, sin molestarlo mucho y dándole su sitio y su aire al toro; posteriormente, con la zurda, deja la serie más limpia de toda la faena, llevando al toro largo y con temple pero rematando los muletazos fuera. A esos naturales les sigue otra serie por el mismo pitón que resulta muy intermitente, necesita el torero recomponerse y rectificar en muchos muletazos y la vulgaridad se hace notar. Cierra la faena con medios muletazos por el lado derecho, que preceden a esa gran estocada por la que le fue concedida la oreja. Salió muy espoleado ante el 4º y dejó una buena carta de presentación sacándoselo a los medios con el capote andándole hacia atrás y consiguiendo fijarlo con buen hacer. Luego, según transcurrió la lidia, quedó patente que el toro era una prenda, con poquito poder eso sí, que se quedaba muy corto y le costaba una barbaridad pasar. Rafaelillo anduvo digno aunque demasiado empeñado en hacerle el toreo moderno a un toro que no era para ello. Y se pasó de faena, y parte del kiosko acabó por pedirle la hora.
Algo parecido que esto último le pasó a Manuel Escribano con el 5º, una alimaña con el sello albaserrada como las que hace tiempo que el señor Adolfo Martín no nos muestra, mucho menos su señor primo. Se le agradece a Manuel Escribano, y a cualquiera que tenga a bien realizar este tipo de gestos, el andar con esa firmeza ante semejante prenda, pero es lo mismo que lo del 4º: no se puede pretender pegar derechazos y naturales a una alimaña como si fuera el Toro artista para hacer el toreo bonito, menos aún sin hacerle una lidia de poder por abajo. Manuel Escribano se quiso poner, aguantó estoico los derrotes y las coladas del toro y sudó sangre ante él. Y también estuvo porfiando mucho más tiempo del que la alimaña merecía. Como también porfió más de la cuenta ante el mulo 2º. Con esa embestida tontorrona, pasando a cámara lenta y haciendo gala de una sosería tan grande, parecía tratarse más de un Juampedro cárdeno que de un señor albaserrada.
Se cumplió el expediente, y no nos quedamos sin paladear la adolfada nuestra de cada feria. ¿Llegará el momento en que algún empresario la deje sin venir a Madrid durante una larguísima temporada? No nos engañemos, ni quieran engañarnos los empresarios y sus voceros interesados: esta ganadería, aun siendo de un encaste muy venerado en Madrid, no cuela ya como "ganadería del gusto de Madrid". Dejó de colar hace muchos años.
Nueve toros nueve han sido los estoqueados que no toreados por Talavante.
ResponderEliminar¿La corrida no ha sido de mi gusto ? ¡Lo que he disfrutado!
ResponderEliminarSon razones, Luis esto debe cambiar
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