Hacer referencia al nombre de la casa Cuadri es hacerla también a la nobleza, sí, pero nobleza acompañada de casta, de poder, de agresividad, de malas ideas cuando las cosas no se hacen bien... Y de todo eso, salvo de nobleza y de exceso de toreabilidad, es de lo que han adolecido los seis bondadosos toros que don Fernando Cuadri ha enviado a la exprimera plaza del mundo en el día de hoy.
A los seis de hoy, una corrida más armónica y con menos caja que otros años, aunque de presentación más que correcta, le ha faltado ir más allá, algo más que seguir el trapo yendo y viniendo sin lanzar miradas fuera de lugar. Les ha faltado ese picante y esas dificultades que sí tuvieron sus antecesores Ribete, Podador, Poleo o Aragonés, y que tanto nos emocionaron en su día. En definitiva, la sensación a la salida de la plaza era de decepción. La corrida no había salido todo lo bien que todos podríamos desear, ni muchísimo menos. Faltó casta, faltó fiereza, faltó emplearse en el caballo (y ojo lo que les arrearon en varas a los seis), y le faltó, sobre todo, EMOCIÓN.
Y a todo esto hay que añadirle, por supuestísimo, que los tres anunciados, Luis Miguel Encabo, Fernando Robleño y Rubén Pinar, no han ayudado en absoluto a que la cosa alcanzara las cotas de emoción que los nobilísimos cuadris no llegaban a poner encima de la mesa.
Luis Miguel Encabo está ya entrado en años y apenas torea, y aunque se las haya visto y deseado en mil y una batallas, ello le pesa. Hoy sudó la gota gorda con un cuadri, el primero, de sosísima bondad, no se comía a nadie y, aunque le costaba Dios y ayuda arrancarse, cuando lo hacía repetía sin hacer extraños. Encabo lo trató como si de una alimaña se tratase: desconfiado, medroso y muy precavido con un animal que no se comía a nadie.
El cuarto fue un toro con mucho que torear y con orejas que cortar. Encabo, con tantas precauciones como con el primero, lo llevó con trallazos por alto, y de esa manera el animal protestaba y pegaba tarascadas; y cuando acertaba a llevarlo más por bajo, el animal descolgaba y metía la cara con más clase. Lo que no tiene justificación es la lamentable imagen que dio con el descabello en sus dos toros.
Por repescar algo bueno de su actuación, ahí quedó la forma que tuvo de dejar en suerte al primero en el caballo: con una larga cordobesa en el primer encuentro y con una serpentina muy vistosa en el segundo encuentro. Estampas de toreo antiguo que se agradecen en tiempos de monotonía y vulgaridad.
Fernando Robleño hizo de nuevo aparición por aquí para añadir otra corrida de Cuadri en su palmarés, y pasó sin pena ni gloria. Se contagió de la sosería de la que hizo gala el pastueño segundo, al cual hizo una faena larga y vacía; y se dejó ir, otro más, al bombón que hizo de quinto. Un toro este quinto pronto, con recorrido, muy noble y con una embestida muy alegre mucho que torear. Robleño se vio desbordado y no fue capaz de hacer que entre los muchísimos pases que dio destacara tan sólo uno. Otro año más y seguimos sin ver ni la sombra de aquel torero que deslumbró en sus comienzos.
Rubén Pinar tuvo dos toros para dar un vuelco a su difícil situación y poner de nuevo su carrera a funcionar. Ideales para hacer el toreo ambos, al tercero el subalterno Javier Ambel mostró a su jefe de filas que podía formar un escándalo al toro por ambos pitones. Qué brega la de Ambel, qué forma de TOREAR y que lección de torería y de plata con quilates que dio, mal que les pesara a algunos, que no ven bien lo de que los banderilleros de luzcan.
Ya con la muleta, Pinar basó el trasteo sobre todo con la mano zocata, y con la que pegó algunos naturales muy templados y corriendo bien la mano, pero a los que le faltó pureza.
El sexto fue otro toro con otros dos cortijos, un animal nobilísimo y con mucho que torear que, si bien tardeaba mucho a la hora de arrancarse, cuando lo hacía volvía de nuevo repitiendo con franqueza y sin hacer extraños. Pinar anduvo ahí pegando banderazos fuera de sitio, sin alma ni convicción, sin cargar la suerte ni dar la muleta planchada. Una pena para él eso dejar escapar un lote con tantas posibilidades de triunfo en una plaza como la de Madrid y una feria como la de San Isidro. Porque Robleño y Encabo dejaron escapar sendos toros, cuarto y quinto, pero ellos son dos toreros que en los toros ya han dicho todo lo que tenían que decir. Pero Pinar, cuya carrera va en caída libre, necesitaba de algo para relanzarse. Y toros tuvo, pero no supo meterlos mano. Una pena.
El festejo terminó y todos habíamos hincapié en lo mismo: la excesiva bobaliconería de la que hicieron gala los toros de Cuadri, y que adoleció de casta y mucho más picante. No nos sirve que se dejaran torear sin más, y seguro que al ganadero, conociéndolo como se le conoce, tampoco. Con esto, cualquiera sabe cuándo volveremos a ver a los Herederos de don Celestino Cuadri Vides.
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