"Yo nada". Contestación tajante que ha soltado el buen amigo Enrique Martín cuando, en tono jocoso, se me ha ocurrido preguntarle qué se podría escribir sobre lo de hoy.
-- "Oye Jefe, ¿y de esto qué escribimos hoy?".
-- "Yo nada". Y a otra cosa, mariposa.
Él nada, y bien que hace. Un servidor, aquí anda enfrascado en sus pensamientos y reflexionando acerca de lo acontecido en este 2 de mayo, día grande de la Comunidad de Madrid y el cual se tiene a bien celebrar, desde hace un tiempo a esta parte, una corrida Goyesca para conmemorar la gloriosa jornada del 2 de mayo de 1808. ¡¡Quién la ha visto y quién la ve, a la Goyesca del 2 de mayo!! Qué tiempos aquellos cuando nada menos que José Tomás se dejaba caer por aquí en fecha tan señalada, y la plaza lucía llena hasta la bandera. O los vis a vis protagonizados por César Rincón y Enrique Ponce, o Luis Francisco Esplá y Luis Miguel Encabo. Y aquella corrida concurso del año 2001 en la que tomaron parte ganaderías como el Conde de la Corte, Hernández Pla, Cuadri o el Conde de la Maza. Por no hablar de las encerronas de Uceda Leal y, cómo no, de Joselito aquella histórica jornada del año 96. E incluso alguna corrida de Victorino Martín se ha visto lidiarse algún 2 de mayo. Y también de Adolfo Martín cuando aún generaba gran interés (el recordado Mulillero fue lidiado un 2 de mayo, precisamente). En fin, otros tiempos.
¿Qué queda ya de todo aquello? Nada, por desgracia. Aquellas goyescas eran todo un acontecimiento, un gran preludio al comienzo de San Isidro días después, y que servía a los abonados de Madrid para ir cogiéndole el pulso a lo que se avecinaba. Ahora la Goyesca no es más que una más de relleno, un día más en la larga temporada madrileña, con el aliciente de que todos, cuadrillas, areneros, monosabios, mulilleros, el calero y hasta el buñolero (¿hoy no es una falta de respeto que vista como los toreros?) calzan un vestido que, supuestamente, está inspirado en la época de Goya. Ah sí, y que en el prolegómenos de la corrida, los aficionados tenemos permitido pisar el ruedo mientras las calesas tiradas por caballos desfilan por el ruedo al son de la Banda de Música Municipal, que también se encuentra en el ruedo interpretando algunos pasodobles. Pero por lo demás, un cartel más de relleno en la temporada. Otros años pasados, con algún que otro aliciente de interés, pero sin rotundidad ni el reclamo suficiente para el aficionado. Este año, ya ni eso. ¿Qué reclamo tiene una ganadería como José Luis Pereda en Madrid? El reclamo de salir corriendo como alma que lleva al diablo, como mucho. Solo con recordar su historial en Madrid, basado en innumerables festejos de invalidez, descaste y aburrimiento, es para eso y para mucho más. Y hoy, gracias a los cielos, ninguno ha hecho que nadie se acordara de Florito. Han sacado la casta justita justita pero que muy justita y sí, la corrida en líneas generales se ha dejado, pero le ha faltado mucho más.
Se dejaron torear los peredas y además no se cayeron. ¡¡Oh, milagro!! ¿Qué hubiera sido si hubieran sacado casta a raudales? Salta a la palestra con una corrida que no pasa de normalita una ganadería como esta, vieja conocida en el lugar y célebre por lo mucho malo y lo poco bueno que ha ofrecido al personal, y nos creemos que ha sido un corridón de época. Se dejaron torear, iban y venían, algún ejemplar como el cuarto o el sexto sacaron más picante... Pero muy poca cosa.
Y la terna, ¿qué decir de la terna? ¿Qué decir de Cristian Escribano, de Francisco José Espada y de Ángel Sánchez? Pues pocas cosas y aún menos buenas, mal que nos pese. Escribano, con el soso y pastueño primero se dedicó a tirar líneas con la mano derecha, a media altura y hacia fuera, sin alma. Peor fue cuando cogió la muleta con la zurda: cinco trapazos que hicieron pleno en enganchones, y a por la espada. Cayó esta en muy mal sitio, ante lo cual el matador hizo gestos evidentes de pedir perdón, lo cual le honra. ¿Cuántas veces no habremos visto matadores pegar sartenazos más infames y levantar la mano como si hubiera emulado a Rafael Ortega?
También apuntar como nota destacable que lució Escribano las alegres arrancadas del burel que hizo de cuarto, citándolo siempre dándole distancia y dejandole el tiempo suficiente entre serie y serie para que tomara aire. El toro tuvo mucho qué torear, y su matador así lo dejó en evidencia, pero otra cosa es que consiguiera imponerse al animal. Se le fue sin torear, y ya está. Mató con estocada un poquito desprendida y contraria, para después pegarse una vuelta al ruedo que nadie le reclamó y sí muchos le protestaron.
Pero lo que verdaderamente se protestó con ahínco esta tarde fue el empeño de la Presidencia en conceder una chabacana oreja al bueno de Francisco José Espada quien, si hiciera algo de autocrítica de manera objetiva, ya debiera haberla olvidado. Sucedió en el segundo de la tarde, animal que fue puesto en suerte tres veces para ir a la montura, pero que a pesar de ello se quedó sin picar. El toro se dejó torear sin más, y Espada realizó una faena que comenzó con algunos estatuarios y un cambiado de esos por la espalda que puso a parte del personal en ebullición. Siguió el matador pegando trapazos por ambos pitones, muy mal colocado siempre y dando un horrendo tirón hacia fuera en todos. Si la faena brilló por algo, fue por la ausencia de la más mínima torería y verdad. No había motivos para premiar la faena con una oreja, y menos aún después de matar de un bajonazo. Pero el despojo cayó, y todos contentos. O al menos el matador y quienes lo pidieron. Ah, y los mulilleros, quienes sin su inestimable colaboración el pañuelo blanco nunca hubiera asomado. ¿Se puede tener más desfachatez?
Una oreja cortada por un matador en el primero de su lote ya se sabe, media puerta grande abierta. Pero la cosa quedó en eso, en media puerta grande nada más. ¿Pasó algo ante el quinto? Nada, salvo que pareció que tenía más ganas de fiesta parte de la concurrencia que el propio interesado. El mismo corte vulgar, basto, mentiroso y tramposo ante este toro, que fue mandado camino de los fogones con un sartenazo. Para otro momento lo de la puerta chica, ya si eso.
A Ángel Sánchez hay quien le espera en Madrid. Sus razones tendrán, quién lo duda, pero van a tener que esperar a que el chico madure, profesionalmente hablando, porque está más verde que una paraguaya. Poca cosa dentro tuvo el tercero, con el cual se contagió el matador de su sosería y se dedicó a pegar muletazos sin fuste alguno, como quien tenía un discurso sobre Derecho Laboral preparado y tenía que soltarlo sí o sí. Pues lo soltó el hombre, y quedó como si nada.
El sexto sí fue un toro con más motor, un toro que sacó interés y que necesitaba de una mano poderosa que consiguiera someterlo y sacarle unos cuantos muletazos mandones para animar el cotarro. Demasiado para alguien que todavía acusa mucha bisoñez. Y además, se eternizó más de la cuenta con la espada.
Las mayores ovaciones que se tributaron a los de luces esta tarde, o mejor dicho de pasanamería, se las llevó Iván García por dos buenos pares al tercero y una brega más que eficiente al sexto. A Goya le hubiera dado para dejarlo reflejado en su Tauromaquia.
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