jueves, 2 de mayo de 2019

FERIA DE LA COMUNIDAD: NOVILLADA DULCE, TERNA AGRIA

Suena a lo mismo de siempre, pero no por ello deja de ser realidad. Lo mismo de muchas novilladas celebradas en Las Ventas. Lo mismo de todas las temporadas, aunque pasen mil años. La misma frase de todos los santos días: ¿qué más necesitan estos chavales para triunfar? Entiéndase "qué" por lo que sale de toriles. Porque la respuesta, si se contesta con seriedad, sería que estos chicos lo que necesitan son facultades y valía para este oficio. Pero la pregunta es retórica, gasta cierta ironía y, además, trata acerca de los toros que les caen en suerte, en muy buena suerte a decir verdad.

¿Qué necesitan que les salga de toriles a los tres señores de esta tarde, véase Pablo Mora y los debutantes Diego San Román y Fernando Plaza, para conseguir causar buena impresión en Madrid? Dudo mucho que algo muy diferente a lo que los seis mozos de Montealto lidiados en esta tarde han sacado. Nobleza a raudales, toreabilidad para cogerse un empacho, dulzura, colaboración extrema con el de luces... Ni un mal gesto, ni malas miradas, ni un derrote, ni nada de nada que se saliera de madre. Si no triunfan con esto, es prácticamente imposible que lo hagan con otra cosa. 

¿Qué más necesitam estos chicos para triunfar? No será porque no han tenido novillos aptos para el triunfo y con mucho, muchísimo que torear. Lo que verdaderamente necesitan no viene de la dehesa, ni está en manos de los ganaderos a la hora de seleccionar. En esta tarde al menos no ha sido así. Necesitan valer para ser toreros, ni más ni menos. ¿Quién es el sinvergüenza que pone, nunca mejor dicho, a novilleros tan pobres de condiciones a funcionar en todas las ferias desde que son becerristas, los riegan de elogios aunque no los merezcan, y los venden como la panacea del toreo? ¿Dónde están los novilleros que de verdad atesoran dentro de sí facultades y torería suficiente como para poder funcionar en esto? Si es que acaso los hay, claro, porque uno ya empieza a dudar de que eso sea posible. 

Que Pablo Mora ya ha pasado por Madrid unas cuantas veces en los últimos 365 días, y podemos estar de acuerdo en que algún despojo que otro se habrá llevado, y que habrá sido triunfador absoluto de las nocturnas del pasado verano, y que lo pintan como novillero puntero, y que no sé cuántas cosas más. Estadísticas varias, pero el aficionado a los toros no es de números, sino de letras. Y las letras utilizadas para contar los dos quehaceres de Pablo Mora en esta tarde son similares a actuaciones anteriores: pocas y fáciles de escribir. Nada trascendental con el capote, dos interminables faenas de muleta en las que de doscientos muletazos fueron buenos, como mucho muchísimo, cero; y un uso de la espada más que deficiente. Absolutamente nada más. Y qué dos novillos le cupieron en suerte al mozo...  

El lote de Diego San Román, mexicano y nuevo en esta plaza, fue el menos bueno de la novillada, es verdad, pero no por ello dejó de ofrecer grandes posibilidades. El segundo fue un mansurrón que se iba de najas cada vez que podía, pero a ese manso había que tocarle las teclas adecuadas para que no desertara al segundo muletazo, lo cual no era otra cosa que dejarle el trapito muy bien puestecito al rematar cada muletazo, y llevarlo con adecuado mando. Y al final, acabó embistiendo y regalando un puñado de buenas arrancadas para armar el taco. No muchas, pero sí las suficientes como para hacer algo grande. No solo no las aprovechó, sino que además alargó la faena mucho más allá de lo que el novillo dio de sí, con muchos muletazos que no ofrecieron nada nuevo a lo que el personal está acostumbrado desde que la Tauromaquia 2.0 es torear mejor que nunca. Y además, dejó para la posterioridad un bonito metisaca en los bajos para mandarlo al desolladero. El quinto novillo fue el garbanzo negro de la novillada, pues se movió poco, dejó pocas opciones y, además, se echó al poco de comenzar la faena de muleta. Claro que, quizás, las tres veces que lo dejaron estamparse contra la acorazada de picar y los tres puyazos en tan mal sitio que le colocaron tuvieran algo que ver en todo eso. Por suerte, Diego San Román no se extendió demasiado rato delante, optando por estoquearlo más pronto que tarde con un espadazo en el Rincón de Ordóñez, y sin que ninguno de los muletazos que dejó fueran como para emocionarse demasiado. 

Fernando Plaza trajo consigo debajo del brazo una legión de seguidores que desplegó estratégicamente por toda la plaza, y que le agasajaron con esos gritos de biiiiiiieeeeeeeeennnnnnjjjjjjjj y jaaaaandaaaaaaaaa a todo lo que hacía, aunque en realidad fuera maaaaaaaaaaaaaaal. Sus dos novillos, tercero y sexto; sexto y tercero, llevaban un cortijo cada uno en las orejas. Algo así como "el novillo soñado en el lugar y momento oportuno". O mejor dicho, el lote soñado. ¿Cuántas más veces se verá en otra así? Dos novillos ante los cuales dejó una extraordinaria cátedra de toreo (pseudotoreo mejor dicho) moderno y ventajista. Sobre todo que quedara claro que es perfecto aprendiz de los maestros contemporáneos: los cites, perfileros, fuera de cacho y escondiendo la pierna; los trapazos, hacia fuera y metiendo el pico con enorme descaro; y la figura, retorcida y flexionando el espinazo hasta límites que es un verdadero suplicio verlo. Dos faenas calcadas la una de la otra y que hicieron florecer todas aquellas virtudes del destoreo que se estila a día de hoy, y por la que el paisanaje se volvió loco de atar, llegando a pedir orejas incluso después de matar a ambos novillos de manera poco ortodoxa: trasera y atravesada la del tercero y por la que el novillo agonizó durante unos interminables minutos (escuchó dos avisos desde que enterró la espada el el morrillo), más un pinchazo y otra estocada atravesada y trasera en el sexto. La Presidencia, divina providencia, puso las cosas en su sitio e hizo oídos sordos. 

De la novillada de Montealto está casi todo dicho: magnífica novillada para hacer el toreo y para conseguir un triunfo gordo. Presentada con corrección, los seis fueron mansos en el tercio de picas, no se emplearon y se les picó a unos más que a otros, pero a ninguno hubo que levantarle el palo para que no terminara derrumbándose por manifiesta falta se fuerzas. Y muy maltratada por las cuadrillas, por lo pésimamente que fue picada y lo mal que se lidió. Ni un solo puyazo en lo alto, ni un picador que hiciera la suerte, ni un par de banderillas, ni un capotazo, ni un quite, ni nada de nada. ¡¡Vaya tarde dieron las cuadrillas también!! Y aun así, los novillos ofrecieron grandes posibilidades para triunfar con ellos ¡¡Pena de novillos, que se fueron sin torear!! Y es que resulta desesperante que vayan pasando novilleros y novilleros por esta plaza, y que sean inmensa mayoría los que no despierten  la más mínima ilusión por volver a verlo repetido. Muy mal futuro le aguarda a esto.

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