Probablemente, cualquier aficionado que se preste conoce el porqué de las Plazas Monumentales. Corrían los primeros años del siglo XX en España, y el planeta de los toros vivía una de sus más esplendorosas épocas, si no la que más: la Edad de Oro. José Gómez Ortega Gallito y Juan Belmonte García; José y Juan, Juan y José. Rivales por antonomasia y revolucionarios del toreo no solamente en el ruedo, sino además, más allá de lo que allí acontecía. Es este un importante punto de inflexión en el origen de las monumentales.
Corrían aquellos gloriosos tiempos de los años 10 del siglo XX, y la locura que ambos colosos generaban entre los aficionados de entonces alcanzaba tales cotas que muchos incluso eran capaces de empeñar su colchón para verlos torear. A tanto llegó aquello, que las plazas de toros de la época empezaron a quedarse chicas ante la demanda de público que arrastraban el Coloso de Gelves y el Pasmo de Triana. Fue entonces cuando a Gallito se le ocurrió la idea de las plazas monumentales: recintos taurómacos que pudieran albergar más público que las primitivas plazas que la época, no solamente para que fueran más los aficionados que pudieran paladear la rivalidad entre José y Juan, sino también para que pudieran tener acceso a este espectáculo todas las clases sociales a través de una política de precios cuya heterogeneidad así lo permitía. Y además, este hecho conllevaba que los toreros pudieran cobrar honorarios más altos. De esta manera, todos contentos.
Y así fueron haciéndose realidad los proyectos de la Monumental de Barcelona (inaugurada en 1914 y con 19.582 localidades, frente a las 14.983 de Las Arenas), Las Ventas (inaugurada en 1931, con 23.798 localidades frente a las alrededor de 12.000 de la antigua plaza de la Fuente del Berro) o la Monumental de Pamplona (inaugurada en 1922, y que contaba primitivamente con 13.620 localidades, frente a las 8.000 que aproximadamente albergaba la antigua plaza). Tres plazas de toros monumentales que no tardaron demasiado en alcanzar gran importancia, y cuyas directas competidoras tuvieron suerte muy dispar, pues la vieja plaza de Pamplona ardió en 1921, un año antes de inaugurarse la Monumental; la de Barcelona estuvo compitiendo a gran nivel con Las Arenas hasta que esta fue cerrada el 19 de junio de 1977; y Las Ventas no tardó en comerse a la plaza de la antigua Carretera de Aragón, la cual fue derruida en el año 1934.
Y también existió la Monumental de Sevilla, la cual parece pasar un poco más desapercibido entre los aficionados, pero lo cierto es que también existió e incluso le hizo gran competencia la Maestranza durante los pocos años que estuvo activa. Así como las otras plazas de toros monumentales, la de Sevilla fue precursada por Gallito con el objetivo de dar acceso a un número de espectadores (23.055), de todas las clases sociales además, más elevado a los que daba su competidora más directa: la plaza de toros propiedad de la Real Maestranza de Caballería de Sevilla. Ni que decir tiene que el ambicioso proyecto de José le hizo canjearse numerosos enemigos en su tierra, pues no todos los sevillanos veían con buenos ojos eso de que a la Maestranza le saliera competencia. Pero así las cosas, la plaza comenzó a contruirse en el año 1916, siendo proyectada por el arquitecto Francisco Urcola, encargándose de dirigir la construcción el arquiecto José Espiau y Muñoz. La edificación no estuvo exenta de sobresaltos, pues al poco de ser comenzada, un fuerte temporal provocó fuertes inundaciones en las obras, y como además se cometió la imprudencia de desencofrar antes de que el hormigón estuviera completamente sólido, el agua que cayó dio al traste con parte de lo avanzado. Pero lo peor llegó en 1917. Con miras a ser inaugurada la plaza durante el emblemático Domingo de Resurrección sevillano de aquel año, se realizaron unas pruebas de carga sobre los tendidos que acabaron de la peor manera posible, pues parte del edificio se fue a pique. Se cuenta que el pobre Francisco Urcola cayó enfermo del disgusto. De manera que hubo que retrasar la inauguración más de un año.
Llegó el año 1918, y terminada de nuevo la construcción se realizó otra prueba de carga que, esta vez sí, resultó satisfactoria. Vía libre pues para la inauguración, que se programó para el día 6 de junio con un cartel compuesto por Gallito (como no podía ser de otra forma), Francisco Posada y Fortuna, ante ganado de Contreras. Cuentan las crónicas de la época que asistieron unos 15.000 espectadores a la corrida, que José brilló por encima de sus compañeros y que los contreras resultaron ser buenos en general.
La Monumental, además de esa temporada de 1918, estuvo en vigor durante los años 1919 y 1920. Durante este breve espacio de tiempo, la competencia con la Maestranza fue intensa, pues aquella obligó a esta a reducir considerablemente los precios ofertados. En el año 1919 ambas plazas organizaron sendas ferias de abril, la Monumental la comprendió entre los días 26 y 30 de abril; y en la Maestranza se desarrolló entre el 27 y el 30. Cabe destacar como nota importante que Gallito actuó en todos los festejos de feria organizados en la Monumental, y que Belmonte hizo lo propio en la Maestranza, por lo cual y consiguiente ambos se ausentaron de la Maestranza y de la Monumental, respectivamente. Realmente fue esta feria de abril de 1919 la única que mantuvo la competencia entre ambos cosos, pues en el año 1920 se hizo cargo de organizar las corridas de la Monumental el empresario de la Maestranza, y ello llevó a que hubiera alternancia entre ambas plazas: la Maestranza celebró sus festejos los días 18, 19 y 20 de abril; y la Monumental hizo lo propio los días 21, 22 y 23 de abril. En ambos cosos tomaron parte, además de Gallito y Belmonte, Ignacio Sánchez Mejías, Varelito, Chicuelo y Manolo Belmonte. Si bien durante esa feria de 1920 no hubo competencia de festejos entre las dos plazas, sí se mantuvo el equilibro entre los económicos precios.
Aquella de 1920 fue la tercera temporada en la que la Monumental de Sevilla se encontró en funcionamiento. Y también la última. Durante la primavera de 1921 trascendió a la prensa un informe redactado por técnicos especializados en el que se alegaba que la estructura de la plaza no se encontraba en un estado óptimo para seguir operativa, y que dicho informe fue remitido al Gobernador Civil quien, tras mantener una reunión con la Junta de Espectáculos, ordenó la clausura del edificio mediante orden gubernativa. Sin embargo, dos días después la propiedad de la plaza solicitó que se realizaran pruebas de carga con las que comprobar la exactitud de dicho informe. También a instancias del Gobernador Civil, esas nuevas pruebas de carga fueron rechazadas, lo que terminó por condenar definitivamente la Plaza de Toros Monumental de Sevilla. Evidentemente cabe pensar que la muerte de José en Talavera de la Reina el 16 de mayo de 1920 no dejó de tener transcendencia en estos hechos. La Monumental de Sevilla, al igual que el resto de plazas monumentales, fue un proyecto de lo más ambicioso, pero no fue bien acogido por todo el mundo. La altísima competencia que le hizo a la Maestranza levantó ampollas en cierta parte de la sociedad sevillana, y sirva como ejemplo el ajuste de precios a la que tuvo que someterse esta última. Por ejemplo, antes de la inauguración de la Monumental, una barrera de sombra en la Maestranza salía por el módico precio de 24 pesetas, mientras que la misma localidad costaba casi la mitad en la corrida que inauguró la Monumental: 13,50 pesetas. Ello supuso que la Maestranza tuviera que reducir los precios si quería seguir en la órbita: 20 pesetas la misma localidad en 1919. Y para terminar de rizar el rizo, recalcar la subida que se llevó a cabo en esta plaza durante la temporada 1921, ajena a toda competencia con la Monumental ya clausurada: 30 pesetas. ¿Había entonces intereses políticos, propiamente dicho, en guillotinar la Monumental de Sevilla? Eso, quizás, nunca podrá saberse. Pero lo cierto es que, comprobados algunos datos y opiniones autorizadas en la materia, da que pensar.
La Monumental sevillana se mantuvo en pie y en estado de abandono hasta el año 1930, durante el cual se procedió a su derribo. Hoy en día queda en pie a modo de vestigio una de las puertas que daba acceso al coso, situada en la avenida Eduardo Dato. Sin duda, un precioso recuerdo a lo que fue un grandioso proyecto del Rey de los Toreros, y que desgraciadamente quedó en agua de borrajas al poco de ser estrenada, quien sabe si por motivos más allá de los estrictamente taurino y arquitectónico.
BIBLIOGRAFÍA
"Plaza de Toros Monumental de Sevilla, la dignidad de un proyecto"
www.monumentaldesevilla.com
www.portaltaurino.net
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