No habrá sido este el encierro más encastado y con más emoción que hayamos visto lidiarse con el hierro de La Quinta. Pero si se dijera de esta novillada que ha sido imposible para el triunfo, y se la calificara como una moruchada infame, tampoco se andaría muy acertado. Evitaré por todos los medios, o al menos se intentará, acudir a la ya clásica frase de muchas novilladas, y que dice algo así como "qué más necesitan estos muchachos para triunfar", pero es harto difícil. Sí, muy difícil, porque esto es el cuento de nunca acabar. La misma historia de casi siempre, novillos bonacibles, suavones, no muy sobrados de poder ni de malas ideas, que no hacen grsn cosa en el caballo, alguno que sale pidiendo los papeles pero sin complicar en demasía al que está delante, que por cierto va indocumentado; pero en general muy dulzones y con falta de sal y pimienta. Que quizás, ese punto de emoción que en ocasiones podría faltarles, les hubiera correspondido ponérselo a los novilleros. La emoción llega por sí sola cuando el coleta de turno se pone en el sitio, carga la suerte y tira de los toros hacia atrás, y ahí están los ejemplos, sin necesidad de salirse de esta feria, dictados por Pablo Aguado o Paco Ureña ante ejemplares que no transmitían más que los de esta tarde. Pero esta tarde los novilleros han estado muy lejos de ello, y han optado por el estar aseadito, la facilidad, la falta de apreturas, el aliviarse, y todas esas cosas que no llegan muy lejos.
Ángel Jiménez, si ya de por sí dispuso del lote más soso, él tampoco hizo por transmitirle al personal maneras lo que se dicen agradables de ver. El primero de la tarde fue un mulo que se movía porque sí, como quien anda por la calle sin rumbo y al final acaba estampado contra una farola por empanado. Mal empezó el novillero descuidando sus tareas lidiadoras, lanceándolo de recibo por puro trámite y sin gracia, y dejándolos irse solos al caballo sin hacer siquiera amago de ponerlos en suerte. Con la muleta lo pasó por la mano derecha en dos series de muletazos, y otras tantas series con la izquierda. Se caracterizó este trasteo por un pegapasismo sin apreturas, a media altura y acompañando la tontorrona embestida del novillo, centrándose más en poner posturitas jartísticas que en otra cosa. Y gracias a los cielos, se fue a por la espada tras esto y el trasteo no fue más allá. Con el cuarto novillo volvió otra vez a descuidar flagrantemente su quehacer lidiador y dejarlos estamparse en el caballo sin sobresaltarse. Y de nuevo, ante un novillo que pareció apuntar en los primeros compases de la lidia pero que acabó aburrido demasiado rápido, volvió a dejar pinceladas de su toreo aliviado, despegado y frío.
El Galo vino a San Isidro avalado por una actuación bullidora, tremendista y que rozó lo puramente circense el pasado agosto. Pareció incluso que quería hacer las cosas bien ante su primero, parándolo de salida y dejándolo en la misma boca de riego, y esmerándose en dejar a sus dos novillos en suerte para acudir a la montura. Hasta quiso dejar de banderillear a este novillo y dejar paso a su cuadrilla. Parecía que el muchachete había asentado la cabeza y se había decantado por darle seriedad a todo lo que rodea a la lidia, pero... Mero espejismo. Fue coger la muleta, y comenzó a rayar la vulgaridad, la chabacanería, el destoreo y las malas maneras. Un novillo como este, por nobilísimo y empalagoso, no salen todos los días y menos en Madrid. Casta, inexistente; toreabilidad, para parar un tren. Lo que se sueña hoy día para eso de torear mejor que nunca, o como quiera que se diga esa mamarrachada moderna. Trallazos hacia fuera, enganchones, más trallazos hacia fuera, más enganchones, después muchos más trallazos y muchos mas enganchones... Y así hasta que le dio por irse a por la espada, para dejar patente que lo suyo tampoco es lo de matar. Y en el quinto sí que sí, sacó toda su artillería. Verónicas muy aceleradas con las cuales no fijó al novillo, un quite por telonazos que aparentaban ser delantales, o algo así; entre medias volvió a poner a los toros en suerte y, esta vez sí, agarró los palos para dejar un irrisorio tercio de banderillas. Comenzó con un par de poder a poder a cabeza más pasada que una paella de chiringuito, le siguió el violín, y finalizó con un tercer par en el que se embarulló recortando y quebrando para acabar tomando el olivo, saliendo de nuevo para dejar un par en el que el toro le comió mucho terreno. Mucho que torear tuvo este 5°, con el cual apareció la bendita casta en el ruedo. No grandes alardes, pero sí lo suficiente para mantener el interés. El pobre chaval, perdido y sin recursos ni ideas para meterle mano, demasiado hizo con salir del trance y acabar matando al novillo. El infierno le espera a quien engaña de esta manera a los chavalines para que sean toreros sin tener la más mínima facultad pars ello.
Francisco de Manuel vino a cerrar la terna, y también a reafirmarle las ilusiones al aficionado. Pero eso, de momento, tendrá que esperar. Pareció prometer su tarde cuando, al recibir a su primer novillo, se lo llevó a la boca de riego con algunas verónicas de cante grande, una bonita media verónica y una larga muy torera que le dejó ahí plantado. Gusta este chico de cubrir el segundo tercio por sí solo, pero nunca han convencido sus maneras de banderillear. Esta tarde, por fin, lo hicieron. ¿Por qué? Porque no puso banderillas, y le relegó tal honor a la magnífica cuadrilla que le acompaña. Y fue una suerte, porque ante ese 3° se lució Iván García. Un buen novillo fue este, pues también tuvo mucho que torear y, aunque moviéndose con nobleza y suavidad, no era la tonta del bote. Ya en los pases de tanteo con los que comenzó la faena sufrió el novillero un arreón que pudo haberle supuesto un disgusto, justo por quedarse con la ventana abierta y al descubierto. Cambió de mano después para torearlo con la zurda, intentando siempre hacer las cosas con despaciosidad pero sin conseguir limpieza ni acople. Ni tampoco colocación, y fue por eso por lo que el novillo volvió a prevenirle con otro arreón que casi le cuesta otro disgusto. A partir de aquí no volvio a confiarse el novillero, le acortó mucho las distancias para asfixiar al novillo, le espantó las moscas pasándolo con vulgaridad sobre la mano derecha, y hasta aquí el trasteo. Eso sí, la estocada que dejó después de pinchar una vez fue magnífica. Con el 6° en el ruedo volvió Francisco de Manuel a intentar torear a la verónica de la misma manera que en su primero y, aunque consiguió volver a ganarle terreno y llevarlo de nuevo hasta los medios, esta vez no salieron con tanta enjundia. Bien poniendo a sus dos novillos en suerte, y tras una magnífica lidia de Iván García, la única buena en toda la tarde, se llevó el novillo al tercio del tendido 5 para comenzar sobre la mano derecha muy despegadito y pegando tirones hacia fuera. El novillo mostró cualidades excepcionales para el toreo, pero estaba claro que no era la tarde de Francisco de Manuel, quien se volvió a embarullar en una faena larga y de corte moderno que destacó por alternar muletazos de nulo acople sobre ambos pitones, y en los que apenas estuvo ni asentado ni confiado. Trasteo vulgar y tedioso ante un animal que se prestó al triunfo y que acabó aburrido de tanto pegapasismo.
Pena de novillos, que se fueron sin torear en la mayoría de los casos; y de orejas, pues se fueron puestas, con la falta que les hacen a los chicos cuando las agarran después de cortadas. Pero ciertamente, si ante una novillada como esta no hay un triunfo rotundo, ¿en el futuro y ante novillos que pidan el carné, qué pasará?
Y no estamos hablando de novilleros poco experimentados ni que estan muy nuevos, sino de chavales que ya llevan algunas temporadas en esto, son de los que mas torean y, además, tienen la alternativa cerrada (caso de Ángel Jiménez) o a punto de caramelo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario