sábado, 25 de mayo de 2019

24 DE MAYO DE 2019, UNDÉCIMA DE FERIA: TARDE DE EMOCIONES FUERTES

La de historias que se han contado en esta tarde del 24 de mayo del año 2019, undécimo festejo de San Isidro. Historias tristes, historias irritantes, e historias bonitas, emocionantes y entrañables. Asi que manos a la obra y a hablar de toros, que hoy hay motivos para hacerlo con alegría.

La historia triste de esta tarde comienza, en realidad, un 14 de mayo de 2018. Se celebraba entonces la séptima de feria y los toros a lidiar pertenecían al hierro de Las Ramblas. El cuarto toro salió de chiqueros abueyado, huyendo despavorido cada vez que se le presentaba un capote y sin la menor intención de embestir. Vamos, un marrajo de toda la vida, y el cual no merecía otra cosa que no fueran banderillas negras. Lo que ocurrió, todos lo sabemos: al marrajo le sacaron pañuelo verde, sin siquiera hacer amago de sacar la montura e intentar picarlo, como se ha hecho toda la vida. Devuelto por manso, lo nunca visto. Y con esa frase nos quedamos en esa tarde, "lo nunca visto". 24 de mayo de 2019, un año y diez días después, aquello parece haber quedado en mera anécdota que se comenta entre los amigos de los toros con una sonrisa socarrona, por no echar lágrimas. Pero en este día, ocurre otro hecho que bien podría titularse, y de hecho así se hace, "Lo nunca visto, segunda parte". Resulta que el cuarto toro, con el hierro de Juan Pedro Domecq, sale al ruedo y la lidia parece ir con la normalidad propia de una tarde como esta: mansedumbre, flojera, nulidad en varas y picotacitos de nada. El tercio de banderillas ocurre con normalidad y rapidez, sin sobresaltos, y cuando se cambia el tercio y El Juli se dirige al toro, este parece estar lesionado de una mano. Efectivamente, cuando el matador le da los pases de tanteo el toro se resiente y las protestas afloran. El Juli, sin escrúpulos, intenta hacerle la faena al pobre animal, y todos creíamos que esto iba a ser colmo de los colmos... Hasta que la Presidencia sacó el pañuelo verde. Sí, el pañuelo verde, el que indica que hay que devolver el toro al corral y sustituirlo por el sobrero... ¡¡Con la faena de muleta comenzada!! Gran bronca, gritos de "fuera del palco", e incredulidad en la plaza. Otra vez una chacota magna que le da una buena patada al reglamento taurino y deja la seriedad de la Plaza de Madrid hecha unos arapos.

Después viene la historia irritante, y es protagonizada, como no podía ser menos, por el más golfo y sinvergüenza matador de toros de toda la historia. No hace falta extenderse mucho: el llamdo don Julián vino en esta tarde a pasearse por Madrid con una actitud deplorable. "Vengo a Madrid a mesa puesta y sin someterme al bombo, hago un poco el indio sin complicarme la vida, y lo más importante lo del final: pongo el cazo y me llevo todo el parné. Y a los que pagan, que les den morcillas", es el mejor resumen de lo que ha sido su tarde. No vuelvas Julián, hazte ese favor y haznos el favor. Gracias

Y por fin, vienen las notas alegres y bonitas de la tarde, protagonizadas por dos grandes hombres: Paco Ureña y David de Miranda. No solamente fue el hecho de tener en Madrid a dos toreros que en los últimos meses lo han pasado mal a causa de dos graves percances, es que esos dos toreros han venido a Madrid demostrando que todo aquello ha sido superado, y lo han hecho TOREANDO. Sí sí, como suena: TOREANDO. ¡¡Qué alegría más grande!!

Paco Ureña perdió un ojo el pasado mes de septiembre en la feria de Albacete, y durante algún tiempo todo lo relativo al discurrir su carrera fue una incógnita. Por fin se anunció que sí, que efectivamente iba a poder seguir toreando y que empezaría por la feria de Valencia, lo cual fue una alegría porque significaba que estaba en condiciones más que aptas para volver a torear. Ha ido transcurriendo la temporada y las sensaciones eran que Ureña seguía siendo el mismo, pero esas sensaciones había que ratificarlas en Madrid, en su Madrid, la plaza donde tan buenas tardes de toros ha dado. La afición de Madrid le hizo saludar al finalizar el paseíllo en señal de afecto, y ese acto fue correspondido por el torero en su primer turno, tercer toro de la tarde: comienza la faena con algunos doblones que empalma con algunos derechazos imponentes. El de Juan Pedro iba y venía sin ser gran cosa, simplemente se dejaba, y el matador puso todo lo que al toro le faltaba. Siguió Ureña sobre la mano derecha acoplandose poco a poco y cada vez asentándose mejor, hasta que surgió una serie más limpia y mandona que despertó el entusiasmo del personal. Cambió a la zurda y los tres naturales que dejó fueron simplemente colosales. ¡¡El toreo al natural, una vez más!! Siguió la faena con altibajos sobre la mano izquierda, sin lograr tirar del toro con limpieza pero sin dejar de pisar los terrenos comprometidos, ni de cargar la suerte ni de hacer por llevar al toro detrás de la cadera. Queriendo hacer el toreo, en una palabra. La última serie fue con la derecha, buena y bonita, y tras esto cerró al toro con unos ayudados por bajo muy toreros. Tenía la oreja ganada, pero el pinchazo previo y la posterior estocada que cayó  ligeramente desprendida, le impidieron ese honor. Dio una vuelta al ruedo clamorosa. Si sosote fue este toro, el quinto no mejoró nada. Peor aún, se movió con brusquedad, pegaba tornillazos y se quedaba corto. Ureña no escatimó nada en volver a ponerse en el sitio, ofrecer siempre la muleta planchadita y sin ninguna arruga e intentar tirar para detrás. Solo pudo dejar detalles de toreo caro pero sin redondear ante este toro, y con una estocada de magnífica ejecución y colocación, sumada al conjunto de la tarde, hubieran sido suficientes para que se hubiera premiado con una justa oreja. Falló una cosa, muy importante por cierto: la estocada, que cayó baja. Aun asi, paseó una oreja que, debido a la espada, se antoja prescindible. Fue lo de menos en una tarde feliz para el torero y para la afición de Madrid, que tiene de vuelta a uno de sus ojitos derechos.

Y también está la preciosa historia de David de Miranda, quien en la tarde de hoy vino a confirmar la alternativa que tomó hace tres temporadas de la mano de uno que no fue nadie ni nada, José Tomás. David de Miranda llegó a tocar con la yema de los dedos la tragedia, cuando en agosto de 2017 sufrió una fuerte voltereta en la plaza de Toro (Zamora) que le causó graves daños en las cervicales. Nadie tenía claro si volvería a vestir de luces después de tan grave cogida, pero haciendo gala de una gran fuerza de voluntad por salir adelante y recuperarse, volvió a vestirse de luces un año después en su tierra, para torear hasta en siete ocasiones más ese mismo año. Y a la temporada siguiente, la actual, le esperaba Madrid para confirmar alternativa, y en un cartel de campanillas. Y lo hecho por él esta tarde es la mejor recompensa que puede tener un torero que tan mal lo ha pasado. La verdad es que hay que tener una suerte pésima para que el toro con el que uno confirme la alternativa sea un completo mulo que no vaya para delante ni para detrás, y aunque no había nada que hacer ante él, el toricantano ya dio muestras de su valioso concepto del toreo y de sus ganas en esta tarde. Pero tal y como se dijo en la crónica de ayer, la vida es dura pero a veces sabe hacer justicia, y eso se hizo realidad en el sexto toro, el mejor de la corrida con mucha diferencia. Mejor dicho, el mejor y el único bueno. El torero, desde luego, no dejó pasar la oportunidad: comenzó de manera poco ortodoxa con el típico pendulazo desde los medios, y con ello se metió gran parte del público en el bolsillo. Faltaba la otra parte, la afición que se emociona más por una simple tanda de naturales de verdad que por los mil pendulazos y trapazos de rodillas que existan, y no tardó el joven en llevárselos también de calle. Da distancia al toro y en la primera tanda, sobre la mano diestra, no se acopla y pega latigazos hacia fuera. Viene una segunda mucho más despaciosa y mandona, para acabar con una tercera que es buena de verdad, con el torero puesto en el sitio, sin esconcer la pierna y llevando al toro detrás haciendo gala de un portentoso mando. ¡¡El toreo otra vez!! Por fin, coge la mano izquierda, la mano que manda en el toreo, y deja una serie que baja en cierta parte el listón, pero no sin dejar un gran natural. Vuelve a intentar el toreo al natural y esta vez salen buenos de verdad, llevando al toro con mucho poder atrás y con un estilo muy clásico y puro. Una última tanda con la derecha, que sigue por la senda del clasicismo, y hecha la faena. Tocaba matar, pero no sin abrochar la faena de una forma elegante. ¿Unos ayudados por alto? No... ¿Por bajo tal vez? Tampoco... ¿Quizás unos naturales de frente? Quita quita...
Entonces, ¿no sería por...? Correcto, bernardinas. ¿Cómo es posible que un torero que gasta un concepto tan clásico y cargado de pureza, le dé también por los pendulazos, las bernardinas, y todas esas cosas? Pues así es. La faena apuntaba a premio gordo, solo faltaba que la estocada cayera donde tienen que caer si se quiere triunfar en Madrid sin ningún pero. ¿Lo hizo? Más bien no, se fue a un lado. Y eso empañó la concesión de la segunda oreja. Un torero que torea en Madrid, por muy bien que esté no se le puede conceder una segunda oreja si no ha matado en el sitio, y eso ha sido así toda la vida. Orejas aparte, fue una alegría encontrarse con este torero triunfando con tanta fuerza y tanta verdad después de todo lo que ha pasado. Una historia entrañable que, junto a la de Paco Ureña, dio la nota emocionante de la tarde en el marco de otra juampedrada que pecó de lo mismo de siempre: nula presencia, falta de fuerzas, descaste, mansedumbre y sosería. Ni siquiera ese buen sexto tapa las vergüenzas de semejante corrida. El año que viene más, por desgracia. 

¡¡Viva el toreo eterno y vivan los buenos toreros!!

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