¡¡Casta, aleluya!! Qué poco la habíamos apreciado en todo lo que llevamos de feria. Si acaso, cortesía Fuente Ymbro en la tercera de feria, y gracias vuelva usted mañana. Hoy, cortesía Baltasar Ibán, ha hecho aparición como no podía esperarse menos en esta ganadería.
No empezó lo que se dice bien la tarde, abriendo plaza un ejemplar malo malísimo, que peleó en varas defendiéndose como buen manso que fue, se frenaba en cada muletazo, echaba mucho la cara arriba y terminó orientado.
No mejoró la cosa con el segundo en el ruedo, toro al cual se vio flojo y con muy poco poder en los primeros compases de la lidia. Por ello, el picador levantó el palo casi al instante de entrar el toro en su jurisdicción y dejando que se fuera de rositas y sin apenas ser castigado. Fue por esto por lo que el toro consiguió coger algo más de fuelle y llegar al último tercio ofreciendo algunas arrancadas pastueñas y manejables, pero vacías del picante necesario para enamorar al respetable.
Salió el tercero, y con él sí llegó la emoción. La emoción que transmite la verdadera casta, poder y fiereza de un toro importante. Mexicano, que así se llamaba el bicho, no realizó lo que se dice una pelea espectacular en varas, pero sí llegó a meter la cara y empujar con presteza, sin rehuir de las dos varas traseras que tomó. Su comportamiento en la muleta fue muy noble, pero no de esa nobleza bobalicona y tontorrona que llaman bravura del siglo XXI. No, esa nobleza vino acompañada de casta, por lo que no puso fáciles las cosas el animalito en cuestión. Un buen Toro, ni más ni menos. De lío gordo y para alzarse en figura ante él.
Tampoco fue menos el cuarto. Se dolió y protestó del primer puyazo, del que salió suelto; pero llegó a meter la cara con más franqueza en el segundo puyazo, tirando incluso la montura y encelarse con ella mientras el picador, apoyado a parte a iguales en el estribo y el caballo, le arreó de lo lindo. Se dolió en banderillas el toro y dejó de manifiesto que sus derroteros eran los de la mansedumbre, pero no por ello exento de casta. ¿Que si la tuvo? Vaya si la tuvo, con qué ímpetu se arrancaba y se comía la muleta.
Bajó mucho el nivel el quinto, el cual se dejó pegar, sin codicia ni presteza por empujar, dos varas muy mal colocadas. Lo poco que se movió después, ya en el tercio de muleta, fue con brusquedad y mal estilo.
El animal que cerró plaza empujó en el primer puyazo, que se lo pegaron fuerte; y se repuchó en el segundo, más dosificado. Fue complicado el toro, pero no por ello imposible de torear. Reponía en cada muletazo y se desplazaba con franqueza, pero los medio trallazos que le acortaban el viaje y el encimismo al que fue sometido le hizo aburrirse y ponerse a la defensiva.
Ante estos seis galanes de Baltasar Ibán se las vieron, desearon, sudaron, sufrieron y sucumbieron Alberto Aguilar, Sergio Flores y Francisco José Espada. Alberto Aguilar, ante la que parece ser su última tarde en Madrid (a falta de otras fechas a lo largo de la temporada) fue obligado a saludar una ovación al romperse el paseíllo, en señal de respeto a quien se va de esta dura profesión. Luego, como se dice, el hombre propone y el toro descompone. Trató Alberto de imponerle la monofaena pegapasista y 2.0 al difícil y orientado primero, tarea harto complicada, más aún sin tratar de poder a la fiera con una lidia de aliño. Si Alberto quería despedirse de Madrid por todo lo alto y con brillo, tuvo en sus manos al cuarto para ello. El enésimo gran toro de su carrera en Madrid fue este, y el enésimo gran toro de su carrera en Madrid que se le fue sin torear terminó siendo.
Sergio Flores, mexicano, realizó en sendos turnos dos faenas de similar calado. Trallazos hacia fuera, atropellados la mayoría, falta de temple, y mucha vulgaridad, basaron tan intrascendental actuación. Poco que decir y hacer había ante el quinto, pero sí es verdad que se podría haber estado mucho mejor ante el noble segundo, al cual nunca consiguió coger el aire ni tirar de él.
A Francisco José Espadas le dieron una oreja del tercero. ¿Mérito? Más que eso, la suerte de que en la tarde de hoy se encontrara sentado en el palco un pregonado de banderillas negras. Porque ni toreo, ni estocada, ni tan siquiera petición mayoritaria. Vamos, ni por asomo, sobre todo de esto último. Nada con el capote, salvo una bonita revolera para dejar al toro en suerte; su faena al buen toro nunca pasó más allá del tercio, y en terreno de toriles. Muchísimos muletazos por ambas manos, pero ninguno dotado de poderío sobre la encastada embestida del buen ejemplar. Trallazos, fuera de sitio todos, metiendo mucho el pico y tirando al toro fuera. Y como remate, estocada caída. Eso sí, de efecto fulminante. Pero caída, pero eso no importa al parecer. Muy mediocre y llena de carencias esta faena a pesar de la oreja, pero mucho peor en el toro que cerró plaza. Encimista y pegapases, no logró en ningún momento sobreponerse a la embestida del animal en una faena larguísima y de aires chabacanos. Se eternizó además con la espada, y por poco se lo deja a merced de los berrendos de Florito.
Fue una corrida con ejemplares importantes, pero también los hubo mansos. En el ruedo, pero sobre todo en el palco. ¿Qué se le pasaría por la cabeza al señor Justo Polo Ramos para rebajarse, y de paso rebajar el nivel de Madrid, de tal manera y conceder una oreja a Francisco José Espadas tan solo por haberse dejado sin torear un buen toro y matarlo mal? Quizás, almohadillas volando y plagando el ruedo, insultos desproporcionados hacia su persona, público (que no aficionados) subiendo tendido arriba hasta el palco para increparle con feos y airosos gestos, mulilleros que no cobran el aguinaldo, juntaletras lametraseros llamándole de todo, comentaristas de televisión agotando sus reservas de bilis, a Emilio Muñoz culpabilizándole hasta de no haber sido ovacionado jamás en esta plaza... Y con todo ello, su vida entera pasando por delante de sus ojos en cuestión de pocos segundos. Llegan a poner al famoso Cazarrata al frente del palco esta tarde, y se queda con el pañuelito blanquito colgadito detrás de la barandilla sin sacarlo.
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