De esto que uno no tiene nada mejor que hacer en casa, y decide irse a los toros, a ver si la corrida de Pedraza de Yeltes cumple con las expectativas y echa una corrida de toros como Dios manda, encastada, con poder y que cumpla en el caballo. Total, para quedarse en el sofá echando la siesta, nos vamos a los toros. Pero, por esos caprichos de la vida, a la salida de la plaza las tornas cambiaron radicalmente, y se convirtieron en algo así como "si lo llego a saber, para pegarme la siesta recostado en el hombro del vecino de abono, me quedo en casa y me la pego en mi sofá, que es más cómodo, y si quiero me duermo, si no me pongo un documentale de la 2, o si no me echo un FIFA". Cosas que tienen los toros bobalicones, blandengues, faltos de poder y pies, y sobre todo descastados y que no transmiten emoción.
¡¡Qué ruina de tarde ha ofrecido la de Pedraza de Yeltes!! Los seis cortados por el mismo patrón de sosería, nobleza tontorrona, manejabilidad, nulo poder y descaste. Sobre todo eso: descaste. Los toros iban y venían sin dar demasiadas complicaciones, alguno incluso permitiéndose la licencia de colocar la cara de manera lujosa en la muleta, pero sin esa chispa que un toro ha de sacar para transmitir emoción y viveza en los tendidos. Quizás, cuando los toros se mueven de esta manera tan poco dotada de gracia y salero, ahí deben estar los toreros para dar el equilibrio necesario y que todo tire hacia delante. Porque la corrida, con toda la poca casta que ha tenido, sí ha sido muy toreable y se podía haber estado bien ante ella. Eso, en la hipótesis de que los encargados de lidiarla y darle muerte fueran la alegría de la huerta, que no ha sido ni mucho menos el caso. Manuel Escribano y Daniel Luque, sobre todo, han dado cuatro hermosísimas y nada desperdiciables lecciones, dos cada uno, de toreo insulso, pegapasismo vulgar y destoreo aliviado. Escribano, el capote se ve que solo lo quiere para irse a hacer la portagayola esa pueblerina a la que tan pocas cuentas se le echa en Madrid, porque lo que es para parar y fijar a los toros de salida, dejarlos en suerte en varas y entrar en quites, desde luego que no. En banderillas, pues eso, pares a toro pasado, cuando no esa mezcla extraña del violín y el quiebro, o su clásico y arriesgadísimo par ejecutando un quiebro pegado a tablas, que no digo yo que esté mal, pero donde quede un par de poder a poder, cuadrando en la cara y asomándose al balcón, que se quite lo demás. Y con la muleta, pues lo dicho: tirones hacia fuera, cites al hilo del pitón y muchas ventajas para dos trasteos cuánto menos vulgares y e intrascendentales.
Menos ofreció Luque, el de los toros para ser figura (dos menos en la tarde de hoy, por cierto). Presunto buen capotero aunque solo le hayamos visto hacer dos o tres quites buenos, como mucho, en casi 10 años que lleva apareciendo por aquí. Hoy ha vuelto a intentar estirarse a la verónica sin resultado brillante. Tampoco es Daniel Luque un torero a quien le guste dejar a los toros en suerte para ser picados, como bien ha dejado claro esta tarde, dejándolos que fueran al caballo a su aire y dejándoloa que se estamparan, sin importarle ello lo más mínimo. Y en la muleta, dos faenas tan largas y pesadas como insustanciales y vacías.
Con una tarde así, en la que no había pasado nada de nada en cinco toros y todo el mundo andaba ya hastiado de tanto despropósito, cada cual andaba a lo suyo. Unos, abandonaban la plaza escopetados siendo arrastrado el quinto. Otros, a quienes de allí no los mueve ni un tsunami, aguantando hasta que los toreros abandonaran la plaza al tiempo que se resignaban a ver algo brillante. Y otros cuantos, predispuestos a aplaudir hasta lo inaplaudible para que su tarde de toros no hubiera sido en balde, que había que amortizar la entrada y los dos o tres ginc-tónic. Sólo así se entiende que se armara el cirio que se armó cuando el presidente negó a Jiménez Fortes un despojo del sexto tras una faena que tuvo dos partes bien contrastadas: la primera, la de un Fortes perfilero, abusando del pico y pegando trallazos atropellados y muy fuera de cacho. Y la segunda, pues con más de lo mismo, pero con el público entregado, a diferencia de la primera parte, en la que la plaza se hallaba en silencio y pidiendo la hora. Claro, es que hubo voltereta, y si no hay nada de eso el torero no merece premio. Sin importar siquiera la faena. Por muy discreta que esta sea, si hay voltereta, pedirán el premio sí o sí. Y ya no digamos la importancia que tiene la estocada. Caiga donde caiga, sea trasera, desprendida (como fue el caso), un bajonazo, contraria, haciendo guardia o sea como sea, si entra entera la plaza entera jalea a coro como cuando marca gol el Madrid, y se pide el premio. Torear y matar bien ya no tiene importancia alguna. Solo con que haya voltereta y la espada entre entera, el torero debe tener premio por obligación. Y así pasó con Fortes esta tarde. Faena vulgar y aliviada, público callado, voltereta, prosigue la faena vulgar y encimista, el público jalea hasta los muchis enganchones que hubo, estocada desprendida, grito de GOOOOOOOOOL, petición que es dudosa (teniendo en cuenta que los trofeos se piden ondeando el pañuelo blanco y no berreando y pitando), el presidente considera que no hay mayoría (de pañuelos) y que no hay motivo artístico para conceder la oreja, y armado el cirio. Y, dicho sea de paso, es muy respetable, y además forma parte de los toros, que se muestre descontento por no dar una oreja, o por darla; que se pite y hasta se pida la dimisión al presidente, o se proteste por no devolver inválidos, o por conceder vueltas al ruedo a toros que no lo merecían, o no concedérsela al que se lo merecía, o cualquier otra cosa que haga que el público se enfade. Pero lo que no es de recibo es que una piara de CAFRES se dediquen a arrojar almohadillas, porque aunque muchas caigan al ruedo, otras muchas caen al tendido y golpean a las personas, pudiendo hacerles daño e incluso hacerles que pierdan el equilibrio y caigan rodando tendido abajo. Vergonzoso y vomitivo cuando menos, como también lo fue escuchar feos insultos a la presidencia y hasta algunos que se arremolinaron en torno al palco presidencial increpando a este de forma muy feroz. Las cosas en los toros no son así, por mucho que se pueda o no estar de acuerdo con las decisiones. Y una vez dicho esto, enorme el presidente al no conceder esa vergüenza de despojo. Madrid no puede permitirse el lujo de que se den orejas por una voltereta, y menos cuando la espada ha caído desprendida.
Decir de Jiménez Fortes, más allá de su polémica actuación en el sexto, que estuvo muy preocupado toda la tarde de dejar en suerte a sus toros en el caballo, y que entró en quites siempre que tuvo oportunidad, unas veces más atropellado y otras mucho más brillantes (como un bonito quite por tafalleras al sexto). Pero que ante dos toros igual de manejables y faltos de casta como el resto, pecó de la típica faena pegapasista, perfilera y de trallazos hacia fuera metiendo mucho el pico. ¿Dónde quedó ayer el Fortes que dio aquellos naturales hace 2 meses a la de Victorino Martín en esta plaza?
Y, salvo dos pares de banderillas de José Antonio al Carretero al sexto, otro más al quinto por parte de Juan Contreras, el buen hacer del tercero José Luis Neira, quien gracias a su colocación y oportunidad toda la tarde salvó a más de un compañero con sus quites; y que el sexto llegó a pelear con mucha viveza y metiendo los riñones en el primer puyazo, la corrida de Pedraza de Yeltes. Una gran decepción, por parte de una de las ganaderías más esperadas de la feria.
Feliz día de rejones. O lo que es lo mismo, feliz jornada de descanso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario