miércoles, 2 de mayo de 2018

MINIFERIA DE LA COMUNIDAD DE MADRID: EN MADRID, QUIEN NO TRIUNFA, ES PORQUE NO QUIERE

Cada vez menos aficionados en el tendido, de esos de la vieja escuela que son rigurosos y que no regalan el aplauso ni a su tía; y cada vez más paisanos que van a ver al torerillo del pueblo a Las Ventas, con un afán desmedido de que triunfe y se vaya de Madrid como se hubiera ido la reencarnación de Domingo Ortega, sin haber siquiera pegado un mísero muletazo a derechas; y que además piden la música durante las faenas ¡¡en Las Ventas!! Así está Madrid. Y así, quien no triunfa aquí, ya es porque no quiere o porque su destino está muy lejos de esto. Bueno, y porque en Madrid se echa un novillo muy grandote que no permite a los chavales estar, porque blablablabla... Para tener en cuenta todas las opiniones. Que no se diga.
Amor Rodríguez, primer espada del cartel, quizás debería de pensar en tal cosa muy seriamente y plantearse su futuro. Ya no es que haya estado discreto y haya pasado desapercibido durante su actuación esta tarde. Es que ha dado una imagen paupérrima de novillero incapaz que no sabe ni cómo, ni dónde, ni cuándo meter mano a sus oponentes, ni de saber qué hacer. Abrió plaza un novillo que, si lo llega a ver el maestro Ponce o cualquiera de los salvapatrias esos que piden animales chicos y sin trapío, más les hubiera valido tener un desfribilador cerca. No hizo honor en ningún momento el reservón y descastado animal a su imponente fachada, ni en varas ni mucho menos en la muleta. Amor Rodríguez pasó sin pena ni gloria en una faena larga y vulgar que no dijo nada. Si bien dispuso en este primer turno de este ejemplar con el que cualquier atisbo de lucimiento fue harto complicado de vislumbrar, el animal que sorteó Amor Rodríguez para ser estoqueado en cuarto lugar resultó ser la antítesis. No por nobilísimo, encastado y bravo, sino más bien por guasón, incierto y complicado. Y también, con casta y mucho que torear, siempre haciéndose las cosas bien claro. Amor, desconfiado, sin sitio ni ideas para mandar sobre el toro, y un tanto medroso, se embarulló en una faena muy larga sin destacar nada más que el novillo quedó muy por encima de su oponente. Mitin con la espada y pitos para el novillero.

Sí triunfaron, y además sin grandes alardes, sus dos compañeros de terna. Tanto Pablo Mora como Francisco de Manuel consiguieron llevarse una oreja cada uno, aunque de discutible valor. El primero, Pablo Mora, se la cortó al segundo de la tarde, novillejo chico, feo, mal hecho y que debió volver por donde salió por inválido. Pasado el trámite de los dos picotazos de rigor, Pablo Mora no consiguió que su faena cogiera vuelo en ningún momento, si acaso algún muletazo con la izquierda corriendo bien la mano pero despegado y descargando la suerte con mucho descaro. Lo verdaderamente importante de este quehacer fue la gran estocada con la que mandó al novillo a los carniceros. Y aquí es donde pueden hacerse dos lecturas: la del señor que tiene el día amable, ha dormido bien y comido mejor, y que diría que bueno, que como en los viejos tiempos, que una estocada como esa vale por sí sola la oreja. Y por otro lado, la de aquel que va a los toros por no quedarse en casa aguantando a la parienta, que le ha puesto de comer las sobras del perro y le manda noche sí y noche también a dormir al sofá, y que aseguraría no recordar ni un sólo muletazo, que no había petición mayoritaria y que el despojo cayó gracias en mayor parte a las ratonerías de los tipos de las mulillas. Ambas partes bien podrían tener razón.
El quinto de la tarde metió riñones y cumplió en el primer tercio, recibiendo dos puyazos bien pegados en sitio caído. Pablo Mora basó su quehacer sobre la mano derecha, en una faena larga que no obtuvo el más mínimo interés y que se compuso de mediopases que, más que llevar embarcado al toro y tirar de él, se la plantaba en la cara y se la quitaba rápidamente pegando un fuerte tirón. Algunos pases de pecho sí fueron de categoría.

También cortó una oreja Francisco de Manuel, un chaval que, el igual que Pablo Mora, fue nuevo en esta plaza. Novillero voluntarioso y bullidor que realizó numerosos gestos y guiños a la galería, recibió a sus dos novillos con verónicas ganando terreno y echando la pierna atrás en el momento del embroque, y que acaparó incluso con el tercio de banderillas, aunque en esta disciplina bien podría ser alumno muy aventajado de la escuela fandilista, muy dada a dejar pasar al toro y clavar los garapullos un instante después. La oreja la cortó al tercero, nobilísimo ejemplar que recibió dos picotacitos, y con el cual estuvo muy bien dándole distancia y dejándoselo venir desde lejos, lo cual fue de agradecer una vez visto el bello galope del novillo. Sin embargo, la faena no destacó precisamente por el buen toreo, sino más bien por los cites fuera de cacho y los latigazos hacia fuera, sin llegar a estar a la altura del importante novillo en ningún momento. La estocada con la que rubricó la faena fue sensacional, y de nuevo cayó una oreja que un aficionado amable la hubiera achacado a la buena estocada y a que estuvo en novillero; y alguien más severo lo hubiera calificado de baratija. Con el sexto, al que dejó ir al relance para recibir dos buenos puyazos de Jesús Vicente, volvió a darle sitio y dejárselo venir de lejos, cosa que se agradece y que hace ver las buenas cualidades de los toros. Mal con la derecha, no acoplándose al buen son del novillo, si bien con la izquierda dejó entrever una concepción del toreo muy clásica, dando el pecho, dejando la pierna adelantada, echándole la muleta al hocico y llevándolo atrás. No consiguió sacar muchos muletazos de esta factura, pero sí los suficientes como para creer, aunque sea un poquito, en que aquí puede haber un interesante novillero a seguir en el futuro. Metió bien la mano a la hora de matar y se le pidió la oreja, acertando el señor Presidente en no concederla, pues la puerta grande no correspondía ni por asomo a su quehacer durante toda la tarde.

La novillada de López Gibaja, muy desigual de hechuras, sacó de todo. Desde novillos que se prestaron al toreo hasta el buey de carreta, pasando por la prenda con guasa que requiere una buena mano por parte del que viste el chispeante. Con ellos, y en el Madrid del año 2018, triunfaron los dos que hicieron el paseo destocados, en una nueva muestra de que el rigor en esta plaza se ha perdido; y sucumbió el veterano.

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