¡¡Silencio!! Hoy, Bailaor nos arrebató al Rey de los Toreros de una certera cornada. La afición de Madrid, 98 años después, no puede por menos que rendirle tributo. Viva Gallito, el más grande de cuantos toreros hayan existido.
Cómo estaba la plaza hoy de festivalera y de predisupuesta a la gresca. Tanto es así, que ni medio minuto han sabido aguantar en silencio para honrar al Rey de los toreros. ¿No se han enterado de que el Presidente marca el minuto de silencio, y no cuando al listo de turno le da por aplaudir? Qué van a saber, si mucho a de los hoy presentes llevaban meses sin ir a los toros... Hoy, tarde de campanillas con las figuritas y sus torillos a modo para andar a gusto y hacer ese presunto se torea mejor que nunca. Los proveedores de ginebra y tónica, frotándose las manos mientras en sus ojos brillaba la $ del dólar ante evento de tal magnitud (cuentan que a las 5 de la madrugada aún andaban contando billetes). Y por fin con nosotros, los güenos afisionaos haciendo acto de presencia por primera vez en la feria, más de una semana después de que esto diera el pistoletazo de salida. ¿Se habrán enterado de que la feria comenzó hace 9 días?
La tarde, con estos mimbres, solo podía estar encaminada a una cosa: el triunfalismo, fuera cual fuere el precio a pagar por ello. Y si a eso e añadimos que en el palco presidencial se hallaba el señor don José Magán, ya con la cartilla muy bien leída y con la bolsa escrotal intuyéndosele a la altura del nudo de la corbata, hubiera sido un milagro no haberse visto cortar una triste oreja. Y han caído tres, una por coleta.
La corrida de Núñez del Cuvillo, muy desigual de hechuras, ha sido el perfectísimo símil del llamado "Toro Artista": toretes que no han salido de chiqueros lo que se dice siendo un manantial de pies y de poder, toretes que hacen de la suerte de varas un mero trámite y de los picadores una comparsa que sirve para lo mismo que el segundo tiro de mulillas que hace el paseíllo, toretes que una vez llegado el tercio de muleta se vienen arriba y galopan, se mueven, repiten, transmiten, se prestan al triunfo como si alguien les hubiera enseñado a ello, alguno hasta ofrece cierta casta... En definitiva, animales para torearlos a placer hasta terminar aburrido, pero que no emocionan ni por un segundo durante parte de la lidia. El medio-toro, para unos. El toro artista, para otros. Dos términos que vienen significando lo mismo, y que desemboca en una única cosa: la desaparición de la lidia en los tres tercios.
Los seis de Cuvillo tuvieron en común que les apretaron muy poco en varas y que mansearon sobremanera en este tercio, pero en la muleta fueron cada uno de su padre y de su madre, sobresaliendo en especial los lidiados en tercer, quinto y sexto lugar. Tres ejemplares ideales para hacer el toreo, de los que cualquier ganadero con aspiraciones a anunciarse en tardes así sueña con criar.
Como puede deducirse, el premio gordo del sorteo se lo llevó Alejandro Talavante, a quien si no llega a ser por la espada se lo hubieran llevado en volandas por la puerta de Madrid, camino de acabar con el vestido de torear como el de la Cenicienta. Cortó la oreja del impresentable novillejo que saltó en tercer lugar, comenzando la faena con unos torerísimos doblones por el lado derecho que llevaron muy metido al toro en la muleta, y que desataron, así de buenas a primeras, la histeria colectiva. Prosiguió la faena por el lado derecho con muletazos en los que Talavante se colocó muy despegadito y embarcando con el pico, limitándose únicamente a acompañar la embestida. Después de algunas series por este pitón, coge el matador la zurda y deja algunos naturales más en los que no terminó de embraguetarse y termina llevando al toro en línea recta, mandando más el toro que el propio torero en cada muletazo. Y, cogida de nuevo la mano derecha, dejó casi como colofón una serie de tres redondos muy mandones, tirando del toro hacia atrás y arrastrando la muleta, los únicos buenos de verdad, que desataron la locura unánime. La estocada, casi entera, cayó trasera algo atravesada, siéndole concedida una oreja.
No fue menos el sexto, quizás el único que no hizo cosas feas en el caballo. Derribó en la primera vara y se enceló con la montura ya caída, llegando incluso a propinarle una cornada al caballo. Entró por segunda vez y se dejó pegar un picotacito señalado en el sitio por Miguel Ángel Muñoz, que fue muy aplaudido. Muy noble el toro en la muleta, pero también encastado y con picante. Un toro de bandera, al que Talavante comenzó sin preámbulos en los medios con la mano derecha, muy templado siempre, pero sin terminar de correr la mano ni de hilar al toro en el engaño, rematando una de las series con un natural pegado en redondo y que resultó ser eterno. Ya con la muleta en la izquierda, tardó Talavante algunos muletazos en acoplarse, pero ya al final llegó a sacar una serie buena de verdad, corriendo la mano con gran dominio. Casi fue un espejismo, porque una vez ocurrió esto, volvió Alejandro a coger la muleta con la derecha, y aquí se fue la faena al garete. El toro seguía embistiendo como una locomotora, pero el matador empezó a acortar distancias y a ponerse demasiado encima, ahogando al toro, que se defendió de tal cosa con feos tornillazos. Como si le recriminara a su matador que no hubiera seguido toreando con la mano izquierda, y dejar más naturales como aquellos tres que había conseguido sacar. Bajó considerablemente el listón la faena a partir de aquí, y Talavante tampoco se excedió mucho más. El triunfo se esfumó en compañía de los pinchazos que señaló.
Otro toro de bandera fue el quinto, del que Manzanares se llevó una oreja que, dicho de forma escueta y contundente, dio vergüenza ajena. Recibió a este toro José María con templadas verónicas en las que movió bien los brazos y dio el pasito atrás aún mejor. Bonito y torerísimo de verdad fue el quite por delantales que ejecutó, pero esto fue el prolegómeno de una faena exageradamente ventajista y aliviada. Pero un ventajismo con musho jarte, cuidado. Cites casi desde la M30 y ya no con el pico de la muleta, sino con los hilos que sobresalen de este, pero derrochando musho jarte, cuidado. Latigazos hacia fuera sin mando ni temple, pero con musho jarte, que quede claro. Una estocada de buena ejecución pero tendida, un palmo desprendida y atravesada, junto con los vapores de la milagrosa ginebra, que concede más orejas que los presidentes, echaron el resto.
El segundo fue un toro que regaló algunas buenas arrancadas por el pitón derecho, pero derrochó menos chispa y un tranco más soso. Su matador lo trapaceó con la misma vulgaridad y alivio que suele acostumbrar, pero sin asentarse nunca y muy atropellado. El moquero se quedó esta vez en el bolsillo, para colmo de quienes desean tener la minima oportunidad de ondearlo.
A Ferrera le correspondió un lote sosón, pastueño y flojo con el que anduvo haciendo de enfermero. Con el primero de la tarde se dedicó a pegar muletazos por ambos pitones tratando de hacer valer la estética más que otra cosa, siempre al hilo del pitón, moviendo la muleta a media altura para evitar que el animalico besara el suelo, y sin llevar sometido nunca al toro. Faena más de acompañar la bonacible embestida del bicho, que de torear de verdad y con verdad. Gran estocada cobró de este toro, quizás la mejor de lo que llevamos de feria, y la oreja cayó. Aunque fuera sólo por la estocada...
En cuarto lugar se las vio Ferrera con un semoviviente al que volvió a realizar una faena de alivio y muy preocupado por ponerse bonito, pero el toreo y la emoción nunca llegaron a calar. Además, la faena fue larguísima y a medida que las series de muletazos se iban sucediendo, el tedio se iba apoderando cada vez más de la parroquia. Un infame metisaca en el costillar tumbó al toro en cuestión de segundos.
El colmo del triunfalismo y de la Tauromaquia 2.0 llegaron de la mano a las figuras, sus medio-toros y su público de aluvión y poco habitual. Prueba de ello, las tres orejas concedidas. Muchas más que buen toreo existió. Si con esto les vale...
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