¡¡Qué tarde de toros más tediosa!! ¿Qué se podía esperar de El Ventorrillo, esa ganadería que barrunta un petardo de importantes magnitudes con tan solo leerse impresa en cualquier cartel de toros? Pues eso mismo: ni casta, ni emoción, ni toros con pies y poder... Y de bravura ya ni hablamos. ¿Bravura? ¡¡Ja!! ¿Dónde habrá quedado eso de la bravura? ¿Qué exigíamos, infelices de nosotros, de un hierro que hace ya unos cuantos años pasó a esa ilustre lista de ganaderías que la empresa de Madrid, sea cual sea, utiliza de trámite para cubrir los muchos huecos que exige una feria tan larga?
Si acaso, los lidiados en tercer y cuarto lugar se desplazaron más y embistieron con cierta gracia y dulzura, pero muy lejos de lo que cualquier aficionado espera de un Toro de Lidia, propiamente dicho.
Pero hete aquí, que hasta en una de esas tardes de tantas en las que uno se aburre casi tanto como aquel que esperaba ver a Emilio Muñoz cortar una oreja en Madrid, salta la liebre por un momento y el milagro del toreo se hace realidad. Aun siendo a cuentagotas y en pequeñitas dosis. Pero ahí quedó para las postrimerías el maravilloso recibo por verónicas que ejecutó Morenito de Aranda al segundo de la tarde. Una, dos, tres, cuatro y hasta cinco verónicas despaciosas en las que consiguió hilar al toro en los vuelos del capote, echando la pierna delante en todas y cada una, y siempre ganándole terreno al toro hasta dejarlo plantado en la misma boca de riego con una media verónica como las que hace tiempo que no se ven. El mejor toreo de capote en lo que llevamos de feria, de largo.
También dejó Morenito dos verónicas y una media de frente y a pies juntos de precioso corte, con las que cubrió su turno de quites en el quinto toro.
Y la tarde de hoy dio muy pocas cosas buenas más, salvando las no menos excelsas maneras lidiadoras del gran Ángel Otero, y los extraordinarios pares de Andrés Revuelta y Pascual Mellinas al segundo. Los del Ventorrillo fueron desecho puro. Por dentro y por fuera. Feos, chicos, sin remate y con caras bastas; pasaron el trámite de la suerte de varas cumpliendo a la perfección el papel de mansos que la genética y la deplorable selección les asignó, recibiendo más bien poco castigo y picotacitos en cualquier parte del lomo excepto donde tienen que recibirlo. Bien mirado, sabemos de algunos que de aquí a no mucho tiempo, de seguir las cosas así, podrán reciclar el castoreño para protegerse la nuca de la chicharra de Febo cuando se vean ganándose el salario encima de un andamio, barriendo calles o quitándole los verdugos a los olivos.
Ni tampoco ofrecieron lo que se dice un comportamiento encastado ni fiero en el tercio de muerte, si bien es cierto que los corridos en tercer y cuarto lugar merecieron más por parte de sus respectivos matadores.
A Curro Díaz les esperan muchos aficionados en Madrid, pues entra mucho por los ojos esa plasticidad de gasta pegando pases, y también porque a veces deja detalles de mucha calidad en forma de remates, trincherazos, pases de la firma y pases de pecho. Pero en lo fundamental, Curro Díaz es un torero perfilero y ventajista que nunca deja de meter el pico, ni carga la suerte, ni lleva a los toros atrás, ni ná de ná. Se le fue con las orejas puestas el noble y dulzón que salió en cuarto lugar, el cual le atropelló la muleta en innumerables ocasiones, sin que Curro Díaz llegara en ningún momento a correr la mano con suavidad y mando. Plasticidad y poses bonitas no faltaron, pero eso no es lo que se entiende por torear, propiamente dicho.
Muy complicado por bronco, genuino y brusco fue el primero de la tarde. Más para una lidia de aliño por bajo y dominarlo en pocos muletazos sobre las piernas, que para otra cosa. Curro Díaz, con evidentes intenciones de ponerse bonito y dejando la ventana abierta en todo momento, sufrió cantidad de enganchones, gañafones y arreones, sin que en ningún momento tan difícil ejemplar llegara a ser podido. Como si torear solo fuera pegar pases...
Y mal, muy pero que muy mal con la espada, quitándose de en medio al primero con un feo sartenazo, y al cuarto con una estoada muy trasera.
Morenito de Aranda, además de su quehacer capotero de ensueño, estuvo muy preocupado durante toda la tarde por dejar a los toros en suerte en el caballo y de formas decorosas. Lo mismo gastaba un recorte para ello, que una larga o una media verónica. El primero de la tarde fue pastueño, soso y con poca gracia, pero la muleta de Morenito no tuvo más de esto que el toro. Pasó por ambos pitones al animal haciendo gala de buena colocación e intenciones de cargar la suerte, pero sin llegar nunca a correr la mano y alargar el recorrido del torete.
El quinto, puestos a tirar de ganaderías de relleno que provocan sudores fríos y mareos a los aficionados con tan solo escucharlas, fue un remiendo de Valdefresno que no mejoró para nada la cosa. Y Morenito se tiró mucho rato delante suya pegando muchos pases insustanciales consiguiendo más bien poca cosa. Demasiado rato y demasiado porfiar, para tan poco toro.
David Mora se dejó ir con las orejas puestas a otro bomboncete, el tercero, tras una faena basada en su característico estilo ultraventajista de cites fuera de cacho, ofreciendo el trasero en vez del medio pecho, citar con el pico de su descomunal muleta y tirar del toro hacia fuera mientras se despatarra exageradamente. Llegó a aprovecharse de algunos de los suaves viajes que ofreció el toro con temple en unos pocos muletazos sueltos, pero siempre dentro de ese marco aliviado y sin conseguir ni mucho menos que la faena cogiera vuelo. Tan vulgar y pegapasista quehacer lo remató con una estocada desprendida y atravesada, pero como entró hasta la bola e hizo rápido efecto, a parte de la concurrencia le debió de parecer perfecto, y no dudaron en ondear el moquero. Pero la Presidencia, hoy regentada por el señor Trinidad, no consideró que hubiera motivo para conceder premio, acertando sobremanera en ello. Salió a saludar David Mora al tercio, provocando división de opiniones, que se acrecentó más aún cuando decidió, a única petición de sus banderilleros, darse una vuelta al ruedo con todo su enorme rostro por delante.
Cerró plaza un novillote cuyo comportamiento fue perfecta metáfora de lo que dio la corrida de sí, y perfecta metáfora de su toreo fue la faena que le recetó David Mora, plagada de vulgaridad y de tan personalísimo y tosco ventajismo.
La tarde fue aburrida, de esas típicas de San Isidro que acaban siendo mero trámite para rellenar 34 vacantes. Pero sólo por ver a Morenito de Aranda mover el capote de ma manera que lo hizo, se rentabilizó con creces el simple hecho de acercarse a la plaza en tarde tan poco propicia para ello.
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