Alcurrucén es de esas ganaderías con camadas muy largas donde se cría de todo. Desde corridones de toros que han levantado admiración ante los aficionados y pavor en los hombres de luces en esas plazas del Valle del Tiétar, hasta toritos a modo para que Morante, Juli y toda esa la troupe de figurones se explayen con eso que hacen y llaman mejor toreo de la historia. También bueyadas infames, más apropiadas para arar los barbechos o tirar de las carretas en El Rocío. Algo así como la que ha sido lidiada en la duodécima de feria, sin ir más lejos.
Seis bueyes propiedad de los Hermanos Lozano, 5 con el hierro de Alcurrucén y uno con el de una de sus marcas blancas, Lozano Hnos., que salían escopetados de los caballos, hasta pegando coces algunos, cuando sentían el roce de la puya, y que tenían una marcada querencia hacia las tablas. Lo que no quiere decir que algunos no fueran toreables ni tuvieran su lidia, entendiéndose como tal algo totalmente antagónico a basar la lidia en la típica monofaena de cien muletazos, banderazos por arriba y por abajo, las posturitas y amaneramientos, los pendulazos, las manoletinas, y toda esa rica retahíla de toreo moderno que desatan los bieeeeeeeeenjjjjjjjjj (los cuales destilan un fuerte olor a whisky) entre el público no habitual y de aluvion, pero que causa una enorme indiferencia a los aficionados veteranos. Y es que los tres espadas de esta tarde, véanse Curro Díaz, Joselito Adame y Juan del Álamo, no están ni mucho menos preparados para ofrecer algo diferente a lo anteriormente retratado. Algo así como una lidia desde el primer capotazo de recibo intentando fijar las abantas embestidas, llevarlos muy sujetos, machetearlos por abajo para empezar las faenas, elegir adecuadamente los terrenos, no excederse en mantazos, basarse en el toreo sobre las piernas...
Curro Díaz, salvo algún destello en forma de amarenamiento de la figura, nada sacó en positivo. Sus dos quehaceres se basaron en su clásico e inimitable ventajismo de pico, cites desde la M30 y descargando la suerte, y mantazos hacia fuera, junto a dos estocadas desprendidas y una fea voltereta en su primero al quedarse a merced del burel tras ser zancadilleado por este. Por suerte, ningún daño que lamentar.
Joselito Adame es de esos toreros a quienes les acompaña siempre una fortuna en los sorteos de las 12 de la mañana digna de ser estudiados en Cuarto Milenio. Y es que en su haber cayó el único de Alcurrucén con más predisposición a embestir y a regalar una serie de embestidas más que aprovechables. Adame empezó la faena en el tercio con unos mantazos infames que venían a ser algo así como estatuarios, a los cuales siguieron dos trincherazos y un pase de la firma que, por un momento, nos llevaron a soñar el toreo. Y eso fue todo, porque lo que vino después fueron trallazos por el lado derecho en los que nunca llegó a correr la mano ni a llevar sometido al animal, más otros tantos trallazos por el lado izquierdo que derrocharon la misma vulgaridad y la misma falta de acople. Terminó, además, con unas manoletinas despatarrándose, y dejando una estocada caída.
Pero la verdadera cunvre de este torero en la tarde de hoy llegó con el quinto mansazo, el cual si se le dejaba o muleta en la cara y se le llevaba muy tapadito era capaz de repetir. No era fácil, pero menos aún lo sería, primero, planteando la faena en los medios; y segundo, pegándole al toro esos latigazos en los que pronto le quitaba la muleta de la cara y perdía los pasos. Así estuvo un buen rato Adame, y el toro huía despavorido en cada mantazo al que era sometido. Poco a poco, el toro se fue llevando al matador a los terrenos de toriles, y allí, al amparo de las querencia del animal, consiguió Adame hilarle en la muleta y hacerle que repitiera, pero nunca llevándolo toreado, muy acelerado y despegadísimo. La faena, de por sí, no era de oreja ni por asomo, pero menos aún después de que la estocada cayera muy desprendida. Pero los pañuelos empezaron a asomar tímidamente, y esa tendencia fue extendiéndose por toda la plaza hasta conseguirse unos cuantos más, aunque sin llegar ni por asomo a la mayoría. Pero ni con una faena que no tuvo el más mínimo mérito para llevarse premio, con una estocada defectuosa y con la no mayoría de pañuelos, dejó de concederse un despojo. Espantada mayúsucula de la presidencia de la tarde, don Jesús María Gómez, antaño presidente cabal y riguroso, y que en menos de una semana ha colmado dos espantadas de órdago: la de la famosa devolución al corral de un toro por... ¡¡Manso!! Y la de esta tarde, por la concesión de esta oreja. Pero, para hecho lamentable, el protagonizado en el tendido 6 por una piara de borrachos, ebrios, mamados, chuzos, beodos, licoretas, niñatos, niñatas, energúmenos, energúmenas, mamarrachos, mamarrachas, cafres, botarates y piltrafas. Cuando a Adame le fue concedida la casquería, algunos aficionados habituales de la grada 6, tanto jóvenes como veteranos, ejercieron la protesta de tal oreja de la manera habitual que se hace en esta plaza: las palmas de tango, además de gritos de ¡¡fuera del palco!!, dadas las delicadas circunstancias que en los últimos días ha protagonizado el usía don Jesús María. Y esto no se lo tomaron bien un grupito de pseudoaficionados que, cubata en mano, subieron tendido arriba para encararse con los aficionados de la grada 6, a quienes no dudaron en nombrarles a las santas que un día les trajeron al mundo, ni en amenazarlos e intimidarlos con feas palabras e insultos. Solo por el hecho de protestar una oreja. Muchas veces hablamos de los antitaurinazis y de sus actos plagados de intolerancia y violencia, pero quizás sería bueno también detenernos, aunque sea por un momento, y observar a nuestro alrededor cuando estamos en los toros. No tenemos por qué aguantar gentuza también dentro de la plaza de toros, cuando ya de por sí tenemos bastante con la chusma que hay fuera de las plazas gritándonos e insultándonos a los que entramos sólo por el hechos de ser aficionados. Vamos hombre...
Y por último, decir que Juan del Álamo tampoco consiguió brillantez esta tarde, sorteando en tercer lugar un mulo que topaba con la cara alta, y en sexto un torito tan bonacible y pastueño como soso y sin gracia. A ambos les intentó realizar su faena ya planificada y estudiada en casa de Tauromaquia 2.0 y vulgaridad manifiesta, sin conseguir desatar grandes pasiones en el tendido.
Se desataron grandes ovaciones hacia dos grandes hombres de plata, Miguel Martín y Fernando Sánchez, tras protagonizar un gran tercio de banderillas en el segundo toro. El momento de más torería y verdad enmarcado dentro de una tarde de bueyes de lidia, pegapases, despojos baratos y hasta una recreación de cómo se las gastan lo que podría llamarse la Kale Borroka taurina. Y dirán que nos aburrirnos en los toros y que pocas cosas de interés pasan.
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