Se podría resumir semejante tarde con un conciso y escueto "Meteros por donde os quepa vuestra Tauromaquia, vuestras borregadas y a vuestros burdos pegapases, e iros a tomar viento". Y sin más, irse a cenar tranquilamente y después a la cama, que mañana será otro día. Para qué complicarse más la vida, escribiendo un testamento acerca de la deplorable novill... Perdón, quise decir corrida. Corrida que ha tenido la desfachatez de enviar a Las Ventas don Victoriano del Río, a instancia de los figurones esos del pegapasismo tan circense que hacen llamar algo así como se torea mejor que nunca, o no sé qué paparruchas más; y con el consentimiento del equipo presidencial de esta tarde, véase don Justo Polo Ramos y los veterinarios que le asisten.
La chotada de Victoriano del Río, si los taurinejos conocieran el significado de la palabra "vergüenza", nunca hubiera salido de la finca con destino a Las Ventas. Hombre, quizás si hubiera sido para lidiarse el próximo sábado en la novillada programada para este día, pues todos a callar y aquí paz y después gloria. Pero resulta que semejante lote de toros chicos, terciados, sin remate ni cabezas bonitas, ha sido lidiado en el marco de una corrida de toros. Una corrida de toros de Madrid, y en pleno San Isidro, esa feria que hacen llamar Mundial del Toreo. El Mundial del Toreo, sí... ¡¡Hasta que llega el "seleccionador" de turno y convoca para esta cita a los juveniles en lugar de convocar a los mejores!!
¿Se puede tener mayor desfachatez?
Eso, por fuera. Por dentro, los bichejos de Victoriano del Río solo llevaban invalidez, falta de casta, de picante y de emoción, pocas o ninguna ganas de ser picados y de emplearse en el primer tercio; y tontuna a raudales. Que a los pseudofigurones esto les encanta y es lo que buscan, no nos engañemos. Esta corrida la cogen estos tres de hoy en cualquier feria de provincias, y llueven mares de orejas, rabos, patas, entresijos, gallinejas, mollejas y hasta algún indulto que otro también hubiera caído. Seguro. Pero en Madrid eso no es así, todavía claro (poco le falta). En Madrid, los borregos inválidos y bobalicones todavía desatan protestas, al igual que las trampas y la vulgaridad de la que hacen gala los toreros de ahora.
Y en todo eso se ha basado la tarde de hoy, en borreguitos inválidos, y en el pegapasismo chabacano y moderno ese de mil trallazos pegados hacia fuera embarcado con el pico, escondiendo la pierna y sin ponerse nunca en el sitio. ¡¡Qué emoción!! Y es que, estando presente en esta tarde ese gran exponente de esa tauromaquia vulgar que es el señor Miguel Ángel Perera, ¿podíamos esperar que la tauromaquia clásica hiciera acto de aparición en algún momento de su actuación? Con el capote, lo de siempre: por saber, no sabe ni cómo agarrarlo, no digamos moverlo. Y con la muleta, si describimos la faena al primero, nos ahorramos describir la del cuarto. Bueno, en realidad si hiciera un copia y pega sacado de cualquier otro escrito sobre él, nos ahorraríamos mucho más. Faenas larguísimas e interminables basadas en banderazos por arriba, banderazos a media altura y echando al toro fuera, mucho pico, cites quedándose en la oreja y nunca adelantando la pierna, encimismo... Lo de siempre en Perera. Aburre hasta cuando hay que escribir sobre él, siempre es igual.
Alejandro Talavante ha pasado de puntillas en su segunda y última comparecencia esta feria, ante un lote simplemente imposible. Llegó a parar a sus dos toros de salida eficazmente, y estuvo preocupado en sus dos turnos de poner a los toros en suerte para ser... Mejor dicho, para recibir un par de rasguñitos de parte de unos que se las verán dentro de poco en la fila del INEM. No perdió demasiado el tiempo en el tercio de muleta, ni tampoco se lo hizo perder al personal. Después de comprobar con cierto desdén que allí había muy poco que hacer, se quitó de enmedio sin más miramiento las babosas que le correspondió lidiar.
El sino de un tal Andrés Roca Rey es volver loca a la parroquia a base de valor seco y, a veces, hasta temerario. Pero el día que aprenda a torear medianamente con corrección, esto va a ser la hostia. Se llevó una oreja a última hora por eso, por el valor que tuvo de realizar sus cabriolas esas sacándose de la chistera un cambiado por la espalda cuando menos se lo espera uno, y por poco más. Luego, trallazos mandando al toro fuera, muy despegado siempre y descargando la suerte con un descaro atroz. ¿Algo más? Sí, una estocada en la suerte de recibir que se fue desprendida, no sin antes sufrir un achuchón que lo derribó en la misma cara del toro, sin que este hiciera el menor atisbo
de hacer por el bulto. "Perdón", le faltó decir al pobre animal.
Con el tercero en el ruedo empezó a llover con fuerza en Madrid, dejando los tendidos prácticamente desiertos. Y casi se repite la historia de hace días. ¿Se acuerdan? Sí hombre sí, aquella en la que a un torero se le echó más en cuenta aguantar en el ruedo diluviando que el hecho en sí de ponerse a torear. Llovía con fuerza cuando salía el toro, y en el primer capotazo de Roca Rey de escuchó un OLÉ estruendoso y de marcado acento femenino. Dos, tres, cuatro y así hasta que perdí la cuenta de los capotazos de Roca Rey para intentar parar al toro, acrecentándose ese OLÉ con fuerza por cada capotazo que ejecutaba el matador, y ovación de órdago. ¿Qué tienen de especial unos simples capotazos que ni siquiera introducen al toro en el percal? Más aún cuando empezó el chaval la faena con los pendulazos desde los medios, un poco más y el que no esté muy puesto en esto piensa que allí estaba la reencarnación de quien inventó el toreo. Pero para desgracia de Andrés Roca Rey, la lluvia arreció y el toro no servía ni para caldereta, por lo que algo que tan alto se pretendía hacer que apuntara, quedó en una tediosa y vulgar faena con el estilo tan característico de la Tauromaquia 2.0.
La tarde de Roca Rey se completó con un feísimo y nada profesional detalle que podía haber acabado mal: su profundo desconocimiento sobre dónde y cómo ha de estar colocado durante la la lidia le hizo pasar un mal trago a Curro Javier mientras banderilleaba al cuarto, pues el toro le hizo hilo en paralelo a las tablas mientras buscaba tomar el olivo, y tuvo que ser el tercero de Talavante, Julio López, quien saliera al rescate de manera tan improvisada que por poco se choca con Curro Javier cuando ya sentía los resoplidos del toro en el trasero. ¿Que dónde andaba Andrés en ese momento? Pues, sin exagerar, en la otra punta de la plaza, bien contando las musarañas, o bien pidiéndole el número de teléfono a la rubia guapa sentada en la meseta de toriles. Lo malo de todo es que no es un caso aislado, es algo que ocurre con frecuencia en este torero.
La birriosa tarde de figurines con el cuarto de tofo que tanto les gusta no es más que una muestra más de lo que se ha convertido la Tauromaquia. Aquí todo vale. Todo, excepto que los aficionados veteranos y habituales de cabreeny protesten tanto despropósito. Eso no, eso es intolerable que ocurra. Pero el resto, todo vale.
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