Lo fácil sería hacer un escueto corta y pega proveniente de lo que se escribió para hablar del noveno festejo de esta feria, correspondiente a la corrida de Núñez del Cuvillo. Por lo menos en cuanto al comportamiento de los toros. Colaría a la perfección. Toretes flojuchos que no admiten medio picotazo, ni se emplean, que hay que llevarlos por arriba durante la lidia, que luego en la muleta van y vienen con dulzura y sin lanzar un mal gesto ni una fea mirada, colaboran con el torero a toda costa para propiciar el triunfo... El "Toro Artista" de siempre. El de toda la vida de Dios, desde que apareció un señor llamado Juan Pedro Domecq Solís y lo patentó.
Precisamente esta ha sido la ganadería titular del día de hoy, con la colaboración de la vacada hermana, Parladé, que ha echado al sexto toro llevando marcado a fuego su hierro. Este, con más pies y agresividad, ha dado un tono diferente al que sus primos han ofrecido, no sé si por algún desafortunado accidente genético, o vaya usted a saber por qué. Sobre el comportamiento de la corrida, queda todo dicho: blandos, nobilísimos, pastueños, empalagosos, muy toreables, colaboradores, magníficas personas... Y en consecuencia, descastados, bobos, tontorrones, sosetes y derrochando la misma emoción que una conferencia sobre Derecho Laboral. Sobresalió por encima, en el mismo estilo tontuno pero con más chispa que los demás, el tercero. Luis David Adame, el mediano de la inefable saga de los Adame, consiguió arrebañar un despojo de este ejemplar después de una faena que fue la perfecta representación de lo que es la vulgar y calamitosa Tauromaquia 2.0: inicio por trapazos infames que, se supone, querían imitar a los estatuarios; trallazos por ambos pitones metiendo el pico y escondiendo la pierna con mucho descaro, el círculo ese horrendo que pegan, como si fueran una peonza, entre el derechazo y el pase de pecho; el arrimón, las bernardinas... Y para rematar, estocada desprendida, pero como entró hasta los gavilanes, ¿qué más da?
Quiso realizar las mismas monerías Adame ante el sexto, pero el de Parladé, que de tonto no tuvo un pelo y llegó a sacar más complicaciones y menos toreabilidad, se lo merendó desde el primer momento. Y Adame, consciente de tal percal, pronto acortó las distancias y empezó a pegarse el arrimón para evitar quedarse en paños menores, que no lo consiguió, sea dicho de paso.
Román no consiguió llamar la atención esta tarde. Tampoco hizo méritos para ello, en verdad. El hombre, todo pundonor y carisma cada vez que se viste de torero, no es un portento de toreo, y sus carencias técnicas y artísticas son más que evidentes. Ante la de Juan Pedro Domecq de esta tarde así lo ha manifestado, siendo incapaz de dar un sólo muletazo limpio y verdaderamente poderoso en sendas faenas de muleta, alargadas ambas exageradamente y sin sentido alguno.
A Finito de Córdoba, jartista excelso en consumada decadencia, nos lo metieron con calzador en esta feria de San Isidro, hecho que se podría calificar, sin miramiento alguno, como una chacota de muy mal gusto. Bien cargado debería ir el sobre a su nombre que había preparado en la oficina del empresario, para pasar el trago que ha pasado el amigo en esta tarde. Si no, ¿de qué? Miedo, desconfianza, muchas precauciones y hasta un tristísimo mitin con la espada es el mejor resumen que se puede hacer de su tarde. Pero él, contento. Por lo menos a juzgar de lo hablado cuando el señor del Ce Más le puso la alcachofa delante del hocico, algo así como que había estado a gusto, muy bien para haber toreado 6 tardes el año pasado, y llevar un año sin pisar una plaza de primera, la de Córdoba...
Tu concepto y tus maneras son un ejemplo para los chavales que empiezan, vino a querer decir el llamado Deivid Houses, en el ejercicio de sus funciones como entrevistador, y como pagafantas con carné de periodista, por supuesto. Así está esto.
No todo fue negativo en esta tarde, pues ese gran subalterno que es Miguel Martín dio un verdadero recital tanto en la brega como en banderillas. Incluso en las tardes de toros que son mejor olvidar, siempre se rasca algo por lo que mereció la pena ir a la plaza.
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