¿Dónde está el Juli? Se espetó desde el tendido varias veces a lo largo de la tarde. ¿Que dónde está el Juli? Una de dos, o en su casa, o disfrutando una barbaridad ante alguna corridita de esas pensada para embestir sin hacer feo alguno y con una nobleza extrema que, más que parecer toros, parecen ovejas. Y por allí está muy bien, no arriesguemos a mentar tres veces a Bitelchús y este tenga la cosa de aparecer.
Ante una corrida como la que se ha lidiado esta tarde con el hierro de la Doña, un servidor se preguntaba más bien por El Califa, Pepín Liria, Luis Francisco Esplá, Ruiz Miguel y todo ese redil de lidiadores que, lejos de venir a la plaza con la faena ya pensada, conseguían sobreponerse a las dificultades de auténticos marrajos, y hasta les conseguían cortar las orejas. Pero eso de lidiar, propiamente dicho, ya casi se ha extinguido y ahora los toreros solamente buscan imponer la monofaena al uso a cualquier tipo de toro. Y así se ha visto esta tarde, protagonizada por una mansada de marca Doña Lola, a la que se le ha picado muchísimo y aún peor, y ha corrido ejemplares que tenían mucho que torear; así como por tres toreros que solamente han estado preocupados en pegar derechazos y naturales, como si lo de torear solamente fuera eso.
Pero en esto de los toros no todo es blanco o negro, y de la misma forma que torear no solo es eso de pegar pases, tampoco los toros mansos son imposibles de torear y de poderlos. Pero no de cualquier manera.
Vayan por delante todos los respetos del mundo a una terna que ante una mansada de tal magnitud, tan peligrosa e incierta, han dado la cara y han sabido resolver la papeleta como su oficio buenamente les ha permitido. Pero quizás, y más en especial José Carlos Venegas y Gómez del Pilar, han pecado en exceso de querer imponer faenas de toreo 2.0 a ejemplares tan poco propicios para ello.
Tampoco han quedado atrás las cuadrillas, no sabiendo en ningún momento sobreponerse al caos ocasionado por toros abantos y muy sueltos echándoles el capote abajo para conseguir pararlos y tenerlos dominados en todo momento. No digamos la falta de recursos demostrada a la hora de colocar los rehiletes, tal como si sólo estuviera permitido banderillear de poder a poder y lo del sesgo, la media vuelta o el sobaquillo no estuviera inventado. Claro que, igual ante esto, les pesaría más aquella tarde isidril de 2010 en la que a un peón se le ocurrió banderillear al sesgo precisamente a un ejemplar de Dolores Aguirre, a decir verdad no menos cabroncete que algunos de los corridos esta tarde, dejando dos pares sencillamente colosales en esta modalidad. ¿Y por qué les pesaría hacer lo mismo? Porque a aquel banderillero, sólo por eso, se le calificó de chuflón después de lucirse de esta manera ante un toro manso. Vivir para ver.
Esta tarde era ideal para desempolvar esos viejos recursos lidiadores, pero prefirieron la mayoría ejecutar varias entradas y ponerlas de una en una. Solamente destacaron un par de David Adalid al quinto y otro de Iván Aguilera al sexto.
Y los matadores, como buenamente pudieron, se quitaron de encima las seis prendas que se sortearon entre ellos. El primero, para Rubén Pinar, recibió de lo lindo en el primer puyazo y tan solo le fue señalado, en muy bien sitio por cierto, el segundo; y cumplió en la pelea. Se lo sacó Pinar a los medios y allí empezó a recetarle muletazos con la mano derecha citando muy encima, ante lo cual el toro tardeaba mucho al arrancarse, se quedaba corto y pegaba tornillazos. Pinar le dio más sitio en sucesivos muletazos, y aquí fue cuando le sacó algunos muletazos en redondo muy mandones y llevando al toro muy toreado, para continuar con otra tanda de derechazos más atropellada. Se cambió Pinar la franela a la zurda, citando muy perfilero y despegado, no consiguiendo nada lucido dada la nula condición del toro por ese pitón. Al cambiarlo de nuevo a la derecha, el toro ya andaba muy resabiado y mirón, por lo cual Pinar no se demoró más en quitárselo de enmedio con dos pinchazos y estocada atravesada.
El cuarto de la tarde fue lo más parecido que pueda haber a una bestia de tiro, y de lo único que se le pueda achacar a Rubén Pinar es que porfiara con él más de lo que el bicho merecía, que no eran más de dos minutos. Lo mandó al desolladero con pinchazo bajo y sartenazo.
El segundo de la tarde se dejó pegar sin hacer atisbo alguno de pelea dos puyazos muy fuertes en mitad del espinazo, de los que salió manseando. Esperaba mucho en banderillas y apenas tenía fijeza, pero menos recursos que todo aquello tuvo la cuadrilla de José Carlos Venegas para conseguir parearlo con el más mínimo decoro, en vez de ponerlas de una en una. Venegas, el hombre, con tres festejos en su haber en 2017, demasiado hizo con salir ileso del trance ante un toro con mucho carbón y complicadísimo. Empezó sacándolo a los medios sin siquiera machetearlo, precisamente cosa que requería el animal. Después, conato de toreo bonito que nunca llegó (y muy complicado de que llegara por lo poco propicio que era el toro para ello), con trallazos a media altura y espantándole las moscas de fea manera. Y para las manos de los carniceros con un sartenazo.
El quinto se fue como alma que lleva al diablo cuando el picador de su turno le rozó con la puya, yéndose escopetado al caballo que guardaba puerta para hacer lo mismo cuando sintió el palo. Se fue por sí sólo posteriormente al caballo que guardaba la puerta y aquí llegó a meter riñones y empujar mientras se le asestaba un puyazo de aunténtico carnicero. Se fue el toro por sí sólo, otra vez, al caballo de contraquerencia recibiendo un nuevo picotazo que le hizo huir. Pero no tardó en volver, de nuevo a cuenta propia, a la contraquerencia para recibir otro puyazo asesino. ¡¡Dale, que todavía respira!!, parecían decir algunos hombres de luces al picador. Nadie metió al toro en los capotes, como puede entenderse, y de nuevo Venegas intentó hacer la faena que traía pensada de casa, sin doblarse ni siquiera con él al comienzo. Poco tiempo estuvo ante semejante alimaña, pues después de unos pocos intentos de quedarse quieto y tirar latigazos por arriba, lo despachó de estocada contraria.
Gómez del Pilar se fue a portagayola ante el tercero, pero lo único que consiguió fue que el toro le hiciera cobra, no teniendo más remedio que levantarse e irse al tercio para intentar pararlo, sin éxito. Entró por primera vez al relance y recibió un picotazo en muy bien sitio que le hizo abandonar la pelea muy rápido. Hasta en tres ocasiones más se le intentó meter, casi a la desesperada, en el caballo, pero el toro salía escopetado de ahí cuado el palo le rozaba. Se cambió el tercio con el toro sin picar, y algunos sectores de la plaza se inundaron de protestas y de pañuelos rojos: las banderillas negras no hubieran estado de más, ni mucho menos. Con solvencia esta vez cubrieron los peones el segundo tercio, y Gómez del Pilar intentó el macheteo, viniéndose arriba el animal y sacando condición encastada y con mucho fuelle. Gómez del Pilar, lo intentó con tanta voluntad como poco acierto, quedando por debajo del toro al final, tras una faena poco poderosa y mandona.
Lo del sexto se puede resumir simplemente en el colmo de la moruchez, pues el toro se fue directo a toriles nada más comenzar la faena Gómez del Pilar, echándose en la misma puerta de donde salió minutos antes, y obligando con ello al matador a darle matarile con brevedad.
La de La Doña salió mansa de solemnidad, pero no por ello quiere decirse que no se le pudieran torear y poder. Entendiéndose por torear y poder muchas cosas que hay más allá de pegar verónicas, chicuelinas, gaoneras, derechazos, naturales, pendulazos, manoletinas, bernardinas y toda esa retahíla de toreo moderno que aguantan la mar de bien los toros de embestida excelsa y dulcísima, pero no los toros complicados como los de esta tarde. Mala y decepcionante, sin género de dudas. Pero imposible de cualquier atisbo de lucimiento, tampoco.
No hay comentarios:
Publicar un comentario