Hay quien se conforma con las migajas para vivir. Si acaso, con un mendrugo de pan y un vaso de agua los hay que se sacian para dos o tres días. Y para cenar, un vaso de leche y a acostarse. A algunos les basta con eso, pero a la mayoría no les da. Se acaba muerto de hambre más pronto que tarde. Y en los toros, igual.
En toda tarde de toros, y si no es en todas sí lo es en la mayoría, suele ocurrir algo que queda en la retina: un par de banderillas, un quite, una estocada, uno o varios toros, alguna brega, algún detallito... Pero aunque siempre se saque algo bueno para grabar en la memoria, si la tarde ha sido un mojón del tamaño de un piano, no hay qué ni quién lo tape. De cositas sueltas no se vive, ni de vasos medio llenos. Y ahí queda la tarde de los juampedros como ejemplo de todo ello. Que los toros de Juan Pedro Domecq no pegaron el petardo al que nos tienen acostumbrados, y que hubo toros con los que se podría haber estado bien, es irrefutable. Tan irrefutable como que la corrida ha sido muy mediocre. Y claro, lo de intentar consolarse de tan infumable tarde con la cosa de que "se esperaba peor", pues no es de lo más sensato. La corrida de Juan Pedro Domecq fue desigual de hechuras y con romana, pero por lo general vino bien presentada. No salió tan infumable como otras veces, de estas donde se ven desfilar sobreros y cabestros por doquier; y la imposibilidad de lucimiento es tónica general. Echó algunos toros con los que se podría haber andado mejor y hasta uno de ellos, el 5º, fue un toro de esos que llaman de bandera para la muleta. Pero a la corrida le faltó casta y fondo.
Las cositas sueltas de los toros de Juan Pedro Domecq, nada que envidiar a lo realizado ante ellos por los toreros. Más cositas sueltas, por parte de Alejandro Talavante y de Pablo Aguado, pero de eso no se vive. Alejandro Talavante le cortó una oreja a ese 5º toro de bandera tras una faena de mucho gusto y grandes destellos. Naturales sueltos cargando la suerte y muy mandones, así como pases de la firma, trincherazos, pases de pecho rematando en el hombro contrario y un cierre de faena elegantísimo doblándose con el toro en redondo por el pitón derecho. Una buena faena, una faena de oreja... A un toro de dos. Anduvo bien Talavante, pero mucha, muchísima más rotundidad mereció ese toro, con el que solo hubo destellos. Para colmo, culminó de un bajonazo que no fue impedimento para que gran parte del personal sacara el pañuelo. Destellos, o cositas sueltas, pero de eso no se vive. Y mucho menos si esas cositas sueltas ocurren ante un toro de triunfo clamoroso.
Cositas sueltas por parte de Pablo Aguado, y muy en especial con el capote. Al tercero, tras pararlo en los medios con eficacia, lo lancea a la verónica con suavidad y esa gracia tan característica de la escuela sevillana, dejando algunos lances bellos. A este mismo toro, Morante de la Puebla le hace el quite del perdón por tres verónicas y una media que es lo mejor que se le ha visto en esta plaza en los últimos años; y Pablo Aguado replica por chicuelinas de manos bajas, despaciosas... Y apartándose en todas. Llegado el momento de torear con la muleta, el toro ya se ha rajado, y Pablo Aguado no consigue sostenerlo. Destellos de torería, el gusto, la esencia... Y poco más. El toro acudía con presteza a cada cite de Aguado, pero este no logró en ningún momento dejarle la muleta puesta para meterlo en el canasto. Pero lo mejor de Pablo Aguado en esta tarde fue el recibo al 6º: en la boca de riego, mediante un manojo de verónicas exquisitas. Luego, ese 6º no permitió nada más y en la muleta quedó inédito Pablo Aguado. En resumen: buen toreo a la verónica de Pablo Aguado esta tarde, lo mejor que llevamos en toda la feria. En realidad el único en toda la feria que ha ejecutado bien de verdad el lance rey con el capote. ¿Cositas sueltas? En realidad, ver torear así a la verónica amortiza el precio de una entrada. Por lo menos una entrada en grada de Sol y a precio de abonado; el que haya pagado un tendido de sombra sin ser abonado, ya veríamos si lo amortiza.
Morante de la Puebla, ni cositas sueltas ni rábanos que se le parezca. Tres verónicas y una media que fueron el quite al 3º, el del perdón, y el resto lo de siempre: el naufragio del genio. La apatía. La incompetencia. El desencanto. El enfado. La bronca... Mucho más podría haber hecho con dos toros que no fueron imposibles. Al 1º se lo quitó de encima tras espantarle las moscas, y con el 4º se embarulló en un ridículo quiero y no puedo. Telonazos y tirones ante un toro que se dejaba sin hacer extraños. Pero Morante de la Puebla no está.
Cositas sueltas, pero de esto no se vive. Y menos cuando los petardos, las malas corridas y el aburrimiento se acumulan día tras día, semana tras semana... El hambre empieza a matar, y con las migajas no vamos a sobrevivir.
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