sábado, 25 de mayo de 2024

24 DE MAYO DE 2024, DECIMOTERCERA DE FERIA: "SIEMPRE NOS QUEDARÁ LA JARANA DEL DESPUÉS"

    Se dice "vamos a los toros", pero en lenguaje coloquial se pronuncia "vámonos de copas, y lo que surja". Se empieza a la 1 de la tarde con las cervecitas, luego comida copiosa regada con una botella de vino (o dos, o tres, o las que hagan falta), el chupito digestivo, unos ginc-tónic aparentado que se es un afisionao der güeno; un par de cubalibres más en los bares de la plaza... Y hala, ya está amortizada la jornada. Lo que pase en el redondel a partir de las siete de la tarde, como si se la pica un pollo. Pero a partir de las nueve y media, se continúa la jarana en la infame discoteca, esa que no espera ni a que los toreros abandonen la plaza para encender la música. Esto es la Tauromaquia hoy en día: una manada de gente guapa y glamurosa que solamente se dejan ver en días postineros, ataviados ellos con mocasines y camisas de las mejores marcas; con vestidos de boda y taconazos las damas; cubata en mano, la foto o fotos de rigor en posado exclusivo para Instagram, beber como si no hubiera un mañana hasta cogerse la cogorza padre, y a dormir la mona. Y entre medias, jalear con el ya legendario biiiiiiiennnnnnnnnjjjjjjjjjj todo mantazos que pegue el de luces. O el no menos célebre Vivaspaña. O el Vivalrey. Si será por variedad.

    El día es completito para esa masa de gente guapa, elegante y postinera. Suceda lo que suceda a partir de las siete de la tarde y durante las dos horas y media posteriores. Si, por casualidad, eso de los toros sale bien, eso que se lleva el cuerpo. Si por el contrario los toros no embisten, los toreros no andan a la altura, o las dos cosas a la vez, no pasa nada: las penas se ahogan cubata en mano, y en esa discoteca bochornosa una vez acaba la corrida. Y es que se dice "vamos a los toros, vamos que torea Fulano. O Mengano"; pero lo que verdaderamente  se quiere decir es "vámonos de jarana". Siempre nos quedará la jarana. O, al menos, siempre le quedará la jarana a la masa. A los que sí van verdaderamente a los toros (quienes caben en un autobús, como muy acertadamente apuntó cierto torero mediático de los años 90), lo único que les puede quedar es el "mañana será otro día". Eso sí, al día siguiente frescos como lechugas, sin resaca ni ingesta masiva de ibuprofenos. 

    La jarana la continuaron como si nada los glamourosos afisionaos de postín, tras una tarde de toros para olvidar. Esta vez, los toros fueron del Conde de Mayalde. Esa vacada habitual durante años anteriores en novilladas y algún que otro sobrero de cuatro o cinco años; y que hoy hizo su presentación en Madrid con una corrida de toros completa. El resultado de tal hazaña no fue el deseado, presentando una corrida dispar de hechuras. El comportamiento, digamos que fue simplón en líneas generales. La casta brilló por su ausencia una vez más, de poder no anduvo tampoco sobrado y sí derrochó cierta nobleza para que los toreros anduvieran ante ella para algo más que para lo poquísimo, o nada, que se la hizo. Los toreros, o séase Cayetano Rivera Ordóñez, Andrés Roca Rey y Jorge Martínez, confirmante de alternativa este último, anduvieron ante esta corrida igual de simplones y de vulgares. Aburrieron los toros, y aburrieron los toreros. Aplausos y peticiones de orejas aparte, claro. 

    Cayetano, en la primera de sus dos tardes contratadas, demasiado hizo con matar sus dos toros después de todo. El primero de la tarde le arrolló aparatosamente a la salida del caballo y le pegó tal porrazo que hasta le rajó la chaquetilla de arriba a abajo, produciéndole además diversos pisotones en la cabeza. Conmocionado, lidió como pudo al 2º de la tarde, con susto incluido al tener que tomar el olivo al verse muy apurado, y se metió a la enfermería. Se corrió el turno y no salió hasta último momento para lidiar de nuevo sin pena ni gloria y como buenamente pudo a ese segundo de su lote. Tarde muy accidentada para él.

    Jorge Martínez es un matador de toros incipiente que dejó gratos recuerdos durante su época de novillero. Tiene el buen toreo, el toreo basado en la pureza, el cite de frente y el torear hacia adentro, muy metido en la cabeza. Pero se le vio esta tarde, la de su confirmación de alternativa, muy espeso y vulgarote ante dos animales que bien podrían haberle servido para algo más que para dos faenas pegapasistas e interminablemente largas. Además, no anduvo fino tampoco con la espada.

    Lo de Andrés Roca Rey, el fenómeno peruano que arrasa allá por donde pasa, merece capítulo aparte. Lo suyo esta tarde, y todas las demás que actúa a lo largo de la temporada, bien podría resumirse en una frase que acuñó en su momento en gran Gregorio Corrochano. Dice así: "El torero que no lidia al toro y el espectador que desdeña la lidia, tienen una afición para cual. Son los analfabetos del toreo, aun en tardes de aparente éxito en las que, a favor de la casualidad, uno pide la oreja y el otro la corta. ¡Cuántos malos toreros cortan orejas!". Mejor no se puede definir al tal Roca Rey. Ajeno a la lidia, a su sitio en el ruedo durante la misma, a los momentos de peligro que pasan sus compañeros mientras él anda pegando capotazos al aire, dejando que los toros se vayan solos al caballo y no ponerlos  en suerte ni evitar que se vayan al caballo que guarda la puerta. Ajeno a todo, hasta a sus deberes como estoqueador, dejando que el toro agonice con el estoque hasta la bola desde la otra punta de la plaza, desinhibido del descabello y dejando que los avisos suenen y suenen hasta agotar los 15 minutos que el reglamento le otorga para matar al toro. Roca Rey desdeña la lidia, desdeña el toreo, desdeña al que paga y hasta a sus compañeros, no estando donde tiene que estar para hacer un quite que pueda salvar de una cogida. Y lo peor de todo, desdeña al Toro. Aun en tardes de aparente éxito, como dijo el gran Corrochano. Porque la tarde de hoy estaba encaminada para ser de éxito para este señor. En el 3º, el descabello y un largo tiempo esperando en vano a que el toro doblase, le hicieron perder una oreja (quién sabe si hasta dos, viendo en nivel de la concurrencia). Se le aplaudió mucho por parte de la plaza por una de sus irrisorias faenas de muletazos descargando la suerte, y tirando al toro fuera en cada muletazo; aderezando todo ello con los pendulazos, los circulares, el encimismo y hasta las bernadinas. En el 5º anduvo también a lo suyo con lo mismo ante un toro soso y bobalicón, volviendo a ser jaleado el destoreo y las monsergas postmodernas. La faena, larga, hizo sonar un aviso antes de entrar a matar; y el segundo mientras volvía a esperar en vano que el toro doblase, y hasta el tercer aviso dos segundos antes de que el toro, por fin y ya aburrido, terminara por echarse solo. La bronca hizo retumbar los cimiento de la plaza.

    La corrida del Conde de Mayalde, una más a la colección de tardes infumables de toros y de toreros. Mirando y releyendo el programa de mano, a algunos nos dio por echar a volar la imaginación y visualizar un cartelazo de apoderados: Curro Vázquez, Roberto Domínguez y Ruiz Manuel. Los dos primeros, figuras del toreo en los años 80 y muy del gusto de Madrid; siendo el torero restante un torero mucho más modesto de principios de este siglo, pero del que en su momento se hablaron maravillas de su buen estilo. Y es que una tarde como esta de la que se ha escrito, insoportable y mal llevada con agua mineral, da para muchas imaginaciones. 

    

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