Feliz Día Internacional de la Tauromaquia, hoy 16 de mayo. Pero antes de proseguir las felicitaciones y los buenos deseos en tan señalado día, cabe hacerse una sencilla pregunta: ¿Qué Tauromaquia?
¿Será quizás esa Tauromaquia verdadera, en la que prima por encima de todo el Toro? El Toro, entiéndase, con casta, poder, bravura, completo en los tres tercios y, por ende, con emoción. ¿Esa Tauromaquia? ¿O estamos hablando de la otra Tauromaquia, desgraciadamente tan en boga? Esa pseudotauromaquia (llamémosle a las cosas por su nombre) del postureo, los torerines de pitiminí y el medio toro sin remate, bobalicón, escaso de fuerzas, que va y viene sin molestar y, ante todo, DESCASTADO. ¿Qué Tauromaquia?
¿Qué Tauromaquia? ¿La de verdad, o la de los torerines de pitiminí, los ganaduros y los taurinetes que la montan y se hacen de oro a su costa? Si es lo primero, que sea feliz Día Internacional de la Tauromaquia por muchos años. Pero si es lo otro, eso que llevamos tragando durante tres días consecutivos en la plaza de Madrid durante su feria de San Isidro... ¿Os sirve lo que reza en ciertas pancartas, o más claro? Más claro es imposible.
Por tercer día consecutivo, petardo ganadero. La corrida de Victoriano del Río con la que se festejó ese "Día Internacional de la Tauromaquia" vino muy mal presentada: toros sin rematar, feos, algunos demasiado altos y destartalados, escurridos... Con la cantidad de toros que este ganadero tiene en el campo, ¿y nos presenta esta birria en Madrid? A semejante corrida le faltó lo fundamental en un Toro bravo: casta. Y cuando se dice que a una corrida le ha faltado casta, malo malo... Pero que muy malo. A la corrida de Victoriano del Río le dio, eso sí, por cumplir en el caballo. Sin grandes excesos, sin derribos, sin echarse los jacos a los lomos, ni empujar con poderío hasta pegar el arre una costalada contra los tableros. Pero cumplió. Y sin mansear ni salir sueltos, con la excepción del toro que cerró plaza. La corrida cumplió en varas, sí, pero le faltó fuelle para llegar al último tercio con ganas de pelea. ¿Quién dijo fuelle? Casta, eso fue lo que le faltó a la corrida. Casta, y sin casta nada tiene importancia. Sin casta, una corrida acaba (y también empieza) siendo bobalicona, sosa y no ofrece emoción alguna.
Y con este percal de toretes vulgares y sosos, tres de esos torerines de pitiminí no menos vulgares y derroches de sosería. Pegar pases, y pases y más pases, no es torear. Una cosa es pegar pases, y otra muy distinta es torear. Pases, se pegaron muchos esta tarde; lo de torear, ya... A Sebastián Castella le tocó el torete más parado y flojo de toda la tarde, y abrió plaza con él intentando darle lo que pedía: toreo a media altura, sin molestar , dosificando los tiempos... Lo que se dice una faena "de enfermero". Y eso, por ahí, puede valer para llevarse orejas a mansalva, pero lo que es en Madrid, solo sirve para mosquear al kiosko. Por lo tanto, Sebastián Castella no se dio demasiada coba en este primer acto. La que sí se dio ante el 4º, que se movió durante los primeros compases de faena pero se vino abajo muy pronto. Castella, con un inicio de telonazos por alto y pendulazo incluido, pareció que la armaría. Pero el toro se paró, y ahí quedó todo. Vinieron a continuación series por ambos pitones, de muletazos a media altura y echándoselo fuera. Y cuando el toro ya ni se arrancaba, soflama encimista hasta el punto de escuchar un aviso sin perfilarse a matar. Culminó con bajonazo
Luego llegó, cual modelo al más puro estilo Míster Universo, el guapetón y portentoso José María Manzanares. Y ante el lote con más posibilidades de la corrida, sucumbió en el ruedo de Madrid. Una vez más, y ya van unas cuantas. Se le pidió una oreja de manera minoritaria tras deshacerse del 2º de estocada corta recibiendo, y una faena en la que pasó a la babosa a media altura, en muletazos templados y dejándose un hueco como para que circulara un autobús atravesado. Arroz pegado en este acto, y más arroz pegado aún en el 5º, con el que directamente pasó un quinario. Este toro también se movió algo más, requiriendo sitio y mano baja. Pero Manzanares no está para trotes, lleva sin estarlo muchos años ya. Y le quedan dos tardes por delante.
A Tomás Rufo sí le dieron una oreja tras la lidia del tercero. Una faena corta y suficiente, en la que no se palpó fragancia a toreo caro. Hubo un comienzo electrizante y meritorio de rodillas, con muletazos templados en redondo y aguantando la media arrancada del toro. Pero el toreo se ejecuta principalmente de pie, y de pie Tomás Rufo no llegó a esparcir quilates. Una serie con la derecha, perfilera y templada, en la que el toro cae antes de ser rematada; y una segunda serie en la que sufre una fuerte voltereta. Recompuesto del susto, se echa la muleta a la zurda y deja una serie en la que también derrochó firmeza ante ese toro incierto, pero una vez más citando perfilero y fuera de cacho. El destoreo. Y todo ello, culminado por media estocada baja y que provocó derrame. Y oreja de baratija al canto. Muchos pases le pegó al espantajo lidiado en último lugar, espantajo por fuera y por dentro. Sosería y tontuna son los dos calificativos que mejor le viene al pelo. Pases, pero nada más.
Hubo buen hacer en el día de hoy por parte de algunos hombres de plata/azabache, y también de casaquilla en oro y castoreño. Buenos puyazos de Manuel José Bernal al 4º, y de Paco María al 5º; estupendos capotazos de José Chacón al 1º, y un tercio de banderillas colosal entre Sergio Blasco y Fernando Sánchez al 3º.
Pues lo dicho: Feliz Día Internacional de la Tauromaquia. Pero de vuestra Tauromaquia, no de la de verdad. Sin Toro, ni hay Tauromaquia, ni verdad, ni emoción, ni ná de ná. Postureo, glamour, torerines guapos y de buen porte, ríos de ginebra regando las gargantas de los chuzos presentes, los berridos de Vivaespaña, y la juerga finalizada en esa infame discoteca que montan al terminar el festejo; de eso, que no falte. Pero eso no es Tauromaquia y, por desgracia, es lo que abunda todas las tardes. Y lo que debería abundar, que es Toro-Toro, sin hacer apenas acto de presencia. Y luego querremos que se nos respete desde las altas esferas politicas.
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