martes, 21 de mayo de 2024

21 DE MAYO DE 2024, DÉCIMA DE FERIA: EL TOREAR Y EL PEGAR PASES

    Torear. Qué bonita palabra, y qué vilipendiada está en los últimos tiempos. Decir o creer que pegar pases equivale a torear, es maltratar tan bello verbo. No digamos eso de regalar orejas al pegapasismo burdo, chabacano y mentiroso. Torear... Qué bien suena. Es casi un milagro hacerlo, y cuando sucede, que sucede pero mucho menos de lo que nos gustaría, es como si se apareciera la mismísima Virgen María ante nosotros. El milagro ha ocurrido en la tarde de hoy: la Virgen María se ha aparecido Las Ventas, y su profeta tiene nombre de dinastía torera: Jarocho. 

    Jarocho, novillero de Burgos, nuevo en esta plaza e hijo de ese buen subalterno del mismo nombre. Ese es, ni más ni menos, el que ha obrado el milagro de torear. ¡¡Y cómo ha toreado!! Jarocho ha estado torerísimo toda la tarde: con el 3º, sobrero de Villanueva con poco fuelle; y con el 6º, un complicado ejemplar de Fuente Ymbro al que le ha cortado las dos orejas tras cuajarlo al natural con no más de una docena de muletazos. No hacen falta más. Dejó entrever Jarocho que atesora un concepto del toreo de mucha clase y gran pureza, ante ese sobrero de Villanueva; un sobrero ayuno de casta y fuerzas, y sí muy sobrado de sosería. Sopló el viento en los primeros compases de la faena, lo que hizo que no anduviera sobrado de confianza el novillero en ese prólogo. Cuando el viento dejó de molestar, se asentó más y se empezó a entrever ese aire vertical que enamora en Madrid. Se entrevieron también otras grandes virtudes como los cites de frente, o el llevar la embestida detrás de la cadera, pero toda la importancia que pudiera tener el quehacer de Jarocho, se desvanecía ante la sosería del novillo. Quedó impronta y, sobre todo, ganas de verlo con un novillo que embistiera con más transmisión. Y se le vio, vaya si se le vio. Fue ante ese 6º, un novillo que se defendió en varas, apretándosele poco desde lo alto, y llegó reservón  e incierto a la muleta. Jarocho se lo sacó fuera de la segunda raya con doblones, y dándole distancia, intentó el toreo con la derecha. Sufrió una colada al segundo muletazo por quedarse con la ventana abierta y, porfiando posteriormente por ese pitón, no saca nada. Sin dilación se cambia de mano la franela roja, y de nuevo por citar fuera el novillo se le cuela. Está Jarocho muy abierto, pero cambia de terrenos al novillo y se lo cierra al tercio, donde vuelve a intentar el toreo con la diestra, con el novillo muy agarrado al piso y, con gran firmeza, saca unos derechazos de poco temple. Parecía que la faena iba camino de ser calificada "sin pena ni gloria", pero cuando Jarocho vuelve a la zurda, se viene la hecatombe. De uno en uno, y aguantando los parones y las miradas de pocos amigos que le echaba el novillo, saca Jarocho dos series de naturales colosales. Siempre citando de frente y sin feos aspavientos ni retorcimientos. No. Con una naturalidad y una clase apabullante, Jarocho se lució al natural en esas dos enormes series y, sin dilación, se va a por la espada. No entra a matar sin antes torear de nuevo al natural a pies juntos y de frente, volviendo a esparcir pétalos de toreo caro por el ruedo. La plaza, en pie. Se tiró con todo a matar y, aunque la estocada fue en lo alto, sí pecó de tendida y algo atravesada. Sirvió para que el novillo doblara. Y dos orejas indiscutibles, y salida a hombros apoteósica. ¡¡Enhorabuena, torero!! No te tuerzas...

    El toreo, cual Virgen María en Fátima o Lourdes, se nos apareció. Jarocho obró el milagro. Y, a partir de aquí, bien se podría cubrir un tupido velo y dejar de hablar de lo demás. Y es que eso de lo demás, es difícil de digerir. Lo demás: el pegapasismo. El torear. Lo demás. El torear, y luego lo demás. En la práctica: Jarocho, y luego, Alejandro Peñaranda e Ismael Martín. Porque además de Jarocho, también actuaron (que no torearon) Alejandro Peñaranda e Ismael Martín esta tarde.  Y hasta cortaron oreja, una cada uno. Pero lo de torear se les queda grande a ambos. Muy grande. Y también las orejas que cortaron.

    Alejandro Peñaranda se llevó una oreja del extraordinario novillo, aunque poco picado, que salió en 4º lugar. El mejor de toda la novillada de largo, por encastado, exigente y de muy buena clase. Le dio sitio siempre Alejandro Peñaranda, y ello ayudó a que se viera al novillo y este se viniera arriba. Pero nunca fue capaz de someterlo ni llevarlo por abajo, cosa que el novillo pedía a grandes gritos, y en las tres primeras series por el pitón derecho se palpó a un novillero desbordado. La faena iba a menos, hasta que saltó a la palestra el gran comodín para cortar los despojos: la voltereta. Esta ocurrió en los primeros muletazos con la zurda, y recompuesto volvió a la cara del novillo para seguir pegando pases. Sin más, pegar pases sin más. A una distancia sideral de lo que es el toreo. El novillo se acabó rajando y su pelea en el caballo fue de lo más discreta, pero fue extraordinario para la muleta. Muy por debajo Alejandro Peñaranda, pero como la estocada fue efectiva y, sobre todo, hubo voltereta, la oreja cayó.

    Otra orejita, auténtica baratija como la anterior, se llevó Ismael Martín tras lidiar y estoquear al 5º. Un novillo exigente y encastado con el que el su lidiador anduvo muy debajo, recortando el viaje del mismo y volviéndose a la defensiva. Ismael Martín, lo mismo: pegar pases, carreritas para aquí, carreritas para acá, arreones por recortarle la embestida al novillo y, como guinda al pastel, una de las siete plagas de Egipto: las bernadinas. Estocada de rápido efecto que resultó desprendida, y orejita al canto. Y es que la palabra "torear" esta muy vilipendiada.

    La novillada de Fuente Ymbro fue un tres y tres: dos novillotes sosos y descastados fueron los dos primeros (fue devuelto el 3º por inválido y en su lugar salió el sobrero de Villanueva antes mencionado), y otros tantos novillos de juego interesante para amenizar la segunda parte. En hechuras, fue una limpia de cercados en toda regla por parte del señor Ricardo Gallardo: mal presentados, escurridos y mal hechos en muchos casos. No es este el prototipo de "novillo de Madrid". Ante esos dos primeros novillos, pasaron sin pena ni gloria Alejandro Peñaranda, su pegapasismo, Ismael Martín y su pegapasismo. Y es que entre torear y pegar pases, la diferencia es insalvable. 

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