Hoy hubo toros. Una corrida de La Quinta con mucho que torear, dispar de juego y de hechuras: para esos a quienes le interesa lo de mirar la tablilla que anuncia el peso, vino con romana. ¿Santacolomas de 577, 574, 589 y hasta 627 kilos? Da que pensar... En hechuras también hubo variedad: desde los más regordetes y cornalones, hasta otros más lavaditos de cara y finos, como manda el encaste. Se supondría que, con una corrida con tantas opciones, una terna con la importancia de Miguel Ángel Perera, Emilio de Justo y Ginés Marín, saldría triunfadora con una rotundidad incuestionable. Pero hasta en este punto hay disparidad de hechos y de palabras, y lo que debería haber sido una importantísima tarde de toros y de toreros, solo lo fue de toros. Y si acaso, de un solo torero: Emilio de Justo. Porque Emilio de Justo sí fue capaz de armar el alboroto, y lo armó además con el bravo. Pero lo de Miguel Ángel Perera y Ginés Marín, cada uno con lo suyo, sí dejaron cuestiones mucho más discutibles. Pero vayamos paso a paso.
La tarde la abre Miguel Ángel Perera yéndose a la puerta de chiqueros para recibir a portagayola a ese primer toro, al cual pegaron más bien poquito en varas, y sin que llegara a hacer una brava pelea. Ya en banderillas el toro mostraba que bravo, lo que se dice bravo, no iba a ser; y Perera se lo saca fuera de la segunda raya para darle una primera serie con la derecha muy aliviada. En la segunda serie, también con la derecha, Perera le somete con más temple y poderío por bajo y ejerciendo ese destoreo de pierna retrasada y remate del muletazo hacia fuera. Y el toro dijo "hasta aquí": al segundo muletazo de la tercera serie, el toro canta la gallina y no hubo forma posible. Perera se lo lleva a los terrenos del tendido 4, pero no hay toro. Y aun no habiendo toro, Perera lo soba y lo soba incansablemente hasta el punto de escuchar el primer aviso sin tener la espada de verdad en su poder. Falla al entrar a matar, llegando a escuchar el segundo aviso.
A continuación, Emilio de Justo recibe al segundo estirándose a la verónica con mucho gusto, y de hecho llega a pegar dos lances por el lado derecho buenos de verdad. El toro se dejó pegar en el caballo, sin más, y su castigo tampoco fue excesivo. Entre medias, guerra de quites por chicuelinas entre Emilio de Justo y Ginés Marín: ambos dejan sendos quites de manos muy bajas y cierta belleza. Fue este un toro de esos que se dice "teclas que tocar": se movió con nobleza, tuvo prontitud y una embestida larga y franca, pero con tendencia a rajarse, lo que le hacía abrirse demasiado y dejar al matador descolocado. Un toro para tirar de él dejándole la muleta puesta y llevarlo largo. Y es exactamente lo contrario a lo que Emilio de Justo hizo: medios muletazos, arrancándole la muleta del hocico al toro a mitad del muletazo. Tuvo algo más ese toro.
El tercero fue el animal más soso y parado de toda la corrida. Apenas se le rozó con la puya en las tres veces que fue al caballo (el presidente obligó, acertadamente, a una tercera vara tras quedar inédito en la primera por descabalgar al piquero). Pero ni aun así el toro sacó empuje para el último tercio. Ginés Marín se limitó a ser un derroche de vulgaridad y apatía.
Hasta el momento, la corrida parecía no tener gran cosa en su haber. Pero con la lidia del 4º, la cosa cambia. El toro es tardo en varas y se deja pegar sin más, pero en la muleta se viene arriba y, además, ofrece lo que ningún otro de los lidiados hasta ahora: picante. Un toro no apto para pegar pases sin más, sino para someter y llevarlo muy metido en la muleta. Ni un pelo de tonto tuvo el toro, y se lo dejó bien claro desde el primer momento a un Miguel Ángel Perera que, si de algo es experto y sabe lucirse, es precisamente en lo que menos necesitaba el toro: pegar pases. Perera nunca lo lleva sometido, simplemente se limita a llevarlo a media altura y tirarlo fuera, a base de series muy largas de muletazos. Sufre el matador varias coladas a lo largo de la faena, lo que no fue óbice para que siguiera pegando esa preciosa colección de trapazos vulgares. Y eso de que el matador pase apuros, es muy del gusto de los públicos actuales y los envalentona, por lo que la faena llegó a coger vuelo. Llegaron entonces las monsergas del "valor seco", la "firmeza" y el aguante; pero sometimiento y poder no hubo ni gota, en otra faena larga y con el toro muy aburrido de tanta chabacanería taurómaca. La estocada cayó trasera y algo tendida, escuchó un aviso y hasta hubo petición insuficiente, acertadamente desatendida por la Presidencia.
Sale el 5º, y viene la hecatombe. Sale Periquito, nº 50 y de cinco años y medio de edad. Ante nosotros, uno de los toros de la feria sin lugar a las dudas. Un toro bravo de principio a fin, que se come al arre en las dos veces que acudió. En banderillas, el toro mete la cara de lujo en el capote del banderillero, y la concurrencia se frota las manos (salvo aquellos que las tienen ocupadas sujetando el cubata o el teléfono móvil haciéndose la foto para Instagram). Efectivamente, el toro embiste con una casta y una codicia que Emilio de Justo tarda en vislumbrar: no se termina de confiar en la primera serie, que es sobre el pitón derecho y la da muy despegado; y, de nuevo, quitando el trapo del hocico con demasiada prontitud. En la segunda serie sigue Emilio de Justo sin terminar de acoplarse, y por esa falta de acople y de apreturas, llega una fuerte voltereta. Se levanta el torero arrebatado y sin mirarse, y deja una serie de naturales muy acelerados y echándose al toro fuera, rematados con un pase de pecho muy mandón y al hombro contrario. Está caliente el matador y, con él, gran parte de la plaza. Sigue con la zurda, y citando de frente y fuera de cacho, deja unos trallazos rematados atrás que acaban en histeria colectiva. El toro sigue embistiendo como si fuera el primer muletazo, y de ello se aprovecha Emilio de Justo para dejar otro manojo de naturales en los que, esta vez sí, destacan dos muy ajustados y despaciosos. Una última serie de naturales de frente, o más bien tirones, precede a un torerísimo abaniqueo para sacarlo a los medios y ejecutar la estocada. Sin duda, lo mejor de toda la faena ese abaniqueo. La estocada entra hasta la bola, y aunque resulta algo trasera y tendida, todo el mundo ya ve llegar la primera puerta grande de la feria... Pero el gozo en un pozo, ya que tarda en caer el toro y tiene el matador que echar mano del descabello, rematando al toro con 5 golpes del mismo y perdiendo lo que, a buen seguro, eran dos orejas. Y gran ovación a ese gran toro de nombre Periquito, un toro bravo con todas las de la ley. Enhorabuena, ganadero. Se podría decir de la faena de Emilio de Justo que rezumó torería y gusto desde que agarró la muleta con la zurda, pero le faltó ajuste en los muletazos y mucha más despaciosidad. Hubo muletazos de quilates, pero también hubo verdaderos telonazos que quedan lejos de lo que es el toreo de verdad.
Encastado también resultó el 6º, pero este en manso. Huyó del caballo como alma que lleva al diablo, y en banderillas apretaba mucho hacia los adentros. Pero se vino arriba tras ese segundo tercio, y ofreció un buen puñado de embestidas que el bueno de Ginés Marín, a medio camino entre el "quiero y no puedo", la falta de recursos y la apatía, se entretuvo en dejar ir. No ha sido la tarde de este torero, ni muchísimo menos.
No solamente quedan ahí la corrida de La Quinta y Emilio de Justo, pues hubo otro hombre esta tarde, de plata aunque azabache su bordado, que echó una gran tarde el con capote y las banderillas. Abraham Neiro Algabeño firmó un tercio de banderillas colosal ante el 2º y fue capaz de llevar la brega del bravo Periquito con orden y aseo. La tarde, en general, tuvo argumentos sobrados. Fue una verdadera tarde de toros.
Una tarde muy entretenida lo pasé bien
ResponderEliminarAunque tuvo altibajos en el que hacer de Emilio de Justo, en su favor, quiero decirte que en el escalafón de toreros creo que me sobran dedos de la mano, para encontrar un coletudo con el valor y saber para aguantar las embestidas de esta bestia llamada "Periquito". Un toro bravo de los que no abundan en las vacadas modernas. Enorabuena a la familia Conradi. Pero, cuidado que no le salgan muchos como "Periquiro", que los taurinos le pondrán el cartelito. "Ganadería dura"
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