Como el día y la noche. El día es luminosidad y alegría. La noche, en cambio, es oscuridad y silencio; las horas de los granujas. La luminosidad y alegría del día, en los toros, sería la casta y la emoción que esta trae siempre. La oscuridad y el recatamiento de la noche, representa el aburrimiento que provoca la falta de casta. Y para granuja, el señor Ricardo Gallardo, un buen ganadero que tan pronto echa una novillada bien maja que hace disfrutar, y cuarenta y ocho horas después se trae bajo el brazo una corrida de toros bien presentada, pero descastada y mansa. A veces el señor Ricardo Gallardo, en un ejercicio de tomarse demasiadas confianzas con una afición que le respeta y ha disfrutado con muchos de sus encierros, parece abusar demasiado de esa confianza.
El día, la novillada del lunes. La noche, la de hoy. Y entre medias, el granuja, bautizado con el nombre de Ricardo Gallardo. ¡¡Vaya con lo de Fuente Ymbro esta tarde!! Tan esperada siempre la divisa verde, tan venerada por los aficionados que exigen el Toro-Toro, tan respetada que hasta los borrones no son capaces de restarle mayor credibilidad, tan... Tantas cosas. La casta no salió esta vez, sí la mansedumbre. Y también la flojera de remos en ocasiones, y la simulación de la suerte de varas. Y así, es imposible. O casi.
Casi, porque los toros anduvieron poco acertados esta tarde, pero no por ello hubo ejemplares con los que se podría haber andado un poquito mejor ante ellos. Dentro de la mansedumbre y las embestidas descompuestas y a la defensiva de algunos, los hubo que plantándoles cara en su terreno empujaron en la muleta con algo más de alegría, pero había un problema: que había que someterlos y poderlos. Nada de esos toretes que van y vienen tontos y sin frenos, que decía un gran ganadero charro de antaño.
Uno de esos fue el 4°, un toro de embestida muy brusca que requería una de esas lidias por abajo y sobre las piernas con las que poderlo y encelarlo en la muleta. De esas como las que ya se ha visto alguna que otra a lo largo de estas dos semanas. Pero enfrente tuvo el manso a Diego Urdiales, en uno de esos días en que no era él. O siendo el mismo hombre, no así el torero. Mediocre y de carácter apático durante toda la tarde, muy a disgusto con sus toros, y aparentando un "quiero y no puedo" que no coló. Dicen algunos incautos que Diego Urdiales es un torero acabado. No, lo que Diego Urdiales es un torero que no está hecho para darlo todo de tarde en tarde, al que hay que esperar y otorgarle el beneficio de la paciencia, porque cuando el ánimo le acompaña se lleva por delante a gran parte del escalafón. Tardes y tardes...
En cambio, uno que sí sale a darlo todo tarde tras tarde es Roca Rey. Bueno, quien dice "darlo todo" también se refiere a "dar todo lo que tiene y puede ofrecer".
-- Por noventa y dos pesetas, virtudes de Roca Rey ante los toros, como por ejemplo, el valor. Un dos tres, responda otra vez.
-- El valor.
-- Tic-tac, tic-tac, tic-tac, tic-...Tilín tilín tilíiiiiiin CAMPANA Y SE ACABÓ.
Uno con más maña en esto diría, o más bien repetiría cual papagayo, que "los cojones que tiene el peruano". Pero pronto le pararían los pies Las Tacañonas o don Cicuta, alegando repetición. El valor se puede expresar con diferentes palabras, per es el mismo significado siempre. Efectivamente, a Roca Rey le sobra valor. Pero después de ahí, se acaba Roca Rey. Nada de técnica, ni de recursos, no digamos ya conocimientos lidiadores. Y mejor ni mentar el arte... A Roca Rey le sobra valor para eso de los pendulazos, y las chicuelinas dejándose atropellar, y las bernardinas, y el encimismo hasta tal punto de que el toro le lame la taleguilla... Pero valor también tuvo el célebre Platanito. Si el toreo solo fuera demostración de valor, Roca Rey estaría entre uno de los cinco mejores de la historia (y de ahí para arriba); pero como el toreo es algo más aparte de eso, al peruano le pintan bastos en ocasiones. Y una de esas ocasiones es cada vez que pisa Madrid, y a la afición de Madrid no le sirve solamente con el valor. La afición de Madrid quiere ver torear de verdad, con más o menos pellizco porque eso hasta puede resultar secundario, pero sin eso de citar fuera de cacho, y echarse a los toros para fuera metiendo el pico con enorme descaro, y descargar la suerte... Roca Rey dispuso en 2º lugar de un torito al que se le simularon los puyazos, pero se vino arriba y ofreció buenas arrancadas como para reventar Madrid. O, al menos, eso pareció en el capote de Antonio Chacón, que lo lidió de maravilla. El problema fue que Roca Rey acortó distancias desde el primer momento, y el toro claramente pedía distancia. Así, con ese encimismo infame y a la vez efectivo para meterse al personal en el bolsillo, fue como hizo que ese toro pareciera mucho peor de lo que en realidad fue. La clave fue la alegría con la que embistió en el capote del banderillero cuando le corría para atrás y le alargaba la embestida; y cómo se quedaba más corto y se defendía cuando su matador le citaba echándose encima. No llegó a tener gran trascendencia ese trasteo, pero sí le jalearon mucho su actuación ante el manso 5º, al que le dio muchos pases en los terrenos de toriles aprovechándose de la inercia del animal en esa su querencia; pero también se le protestó mucho, muchísimo, su faena en todo momento ya que abusó de todas esas ratonerías antes mencionadas que caracterizan el destoreo. Su destoreo. Tampoco le faltaron los cambiados por la espalda, ni las bernadinas, ni todos esos guiños de toreo populista. Y provocó discordia entre los presentes, muchos aplausos y aclamaciones pero también muchos pitos y protestas. En Madrid no todo debiera valer, aunque por desgracia son muchas más cosas las que valen últimamente.
De todos ellos, el único que se llevó aplausos sinceros de verdad fue Ginés Marín, quien contra todo pronóstico pudo torear esta tarde tras su percance hace diez días en este mismo escenario. En reconocimiento a ese esfuerzo, se le sacó a saludar una calurosa ovación tras romperse el paseíllo. Y hasta ahí todo. Inédito quedó ante el infumable 3º, que debió haber regresado al lugar donde salió, y que se quitó del medio sin demorarse. Se agradecen esos gestos. Sin embargo tuvo más material para desquitarse en último lugar, un toro igualmente manso que requería una lidia de mucho poderío antes de ponerse a pegarle pases, o de torearle bonito. Pero no se vio a Ginés Marín sobrado de facultades físicas para hacer frente esta tarde a un ejemplar así. Y no hay por qué decir más.
La siempre esperada corrida de Fuente Ymbro fue un chasco esta vez. Fue la noche, y a su lado la de cuarenta y ocho horas atrás fue el día. En una semana los tenemos de vuelta, ¿con gafas de sol o pijama?
No hay comentarios:
Publicar un comentario