jueves, 26 de mayo de 2022

JUEVES 26-MAYO-22, DECIMONOVENA DE FERIA: EL SUELO ESTÁ DURO Y LOS PROTESTONES MOLESTAN

"Hay que recuperar el Toro de Madrid", rezaba una pancarta que se mostró en el tendido 7. Tras diecinueve tardes de hastío por la carencia de Toro, salvo contadas y muy honrosas excepciones, parece lícito reivindicar tal cosa. Y también lo sería el preguntarse por el Toro de Madrid. ¿Dónde está el Toro de Madrid? ¿Dónde está el toro serio, bien hecho desde la punta del pitón hasta la penca del rabo, y que sea acorde a la categoría de la plaza de Madrid? No ya la casta, ni la bravura, ni el poder, no… El Toro en cuanto a presencia, ¿dónde está? Y aparte, por supuesto, ¿dónde está la casta, la bravura y el poder de los toros? No falla, corrida de Juan Pedro, corrida en la que falta todo eso. Dicho en una sola palabra: petardo de Juan Pedro. Otro más. Como el de Sevilla. Como el de Valencia. Como el de Madrid hace 3 años. Como el de Sevilla hace 3 años. Como el de Madrid hace 4 años. Como casi siempre… ¡¡Fuera Juan Pedro Domecq, fuera de Madrid y de la Fiesta!!

 

Escasos ciento veinte minutos hemos estado aposentados en la dura piedra, y esa ha sido la mejor noticia de la tarde: que, al menos, ha sido corta. Escasos ciento veinte minutos de pseudotoros mal presentados (salvo para el infame Emilio Muñoz, el cual afirma rotundamente que la corrida "ha sido seria"), y vacíos de la más mínima característica que ha de tener un Toro de lidia como Dios manda. Semejante encierro es suficiente para causar un tremendo enfado en los aficionados, máxime si así llevamos la inmensa mayoría de las diecinueve santas tardes que llevamos de feria. Y el enfado, mostrado a través de esa pancarta, de los gritos de "Toro Toro", de las palmas de tango y de los gritos de desaprobación, ha estado ahí prácticamente desde que salió el primero. Pero Dios me libre de echarle las culpas a Juan Pedro Domecq Morenés, actual propietario, de que su ganadería sea una completa podedumbre. Ni de la filosofía ganadera con la que su señor padre, Juan Pedro Domecq Solís (aqDg), hizo tanto daño a la Fiesta. Tampoco de los toreros por anunciarse con ellos, ni de los empresarios que adquieren esos toros. La culpa es del tendido 7 y de sus protestas. La culpa es de que el suelo de la plaza está duro y de que hay una pendiente pronunciada en el ruedo. La culpa es de los aficionados que no nos da por tragar y tragar ante tanta infamia. Y la culpa es también de que ese mamarracho estúpido que es Emilio Muñoz sea un amargado por no haber escuchado un solo aplauso en Madrid en toda su puñetera carrera, y de que al más mamarracho y estúpido aún Maxi Pérez solo le da su intelecto para darle click al botón de búsqueda en Google. Y hasta de hasta de la madre que parió a Panete puede ser la culpa. Pero ¿del ganadero, de los toreros y de los empresarios? Eso nunca hombre...

 

Los toreros exigen un tipo de toro, el ganadero lo cría y el empresario los pone a ambos en el cartel. Y al resultado de esa nefasta combinación, los del micrófono y la pluma lo venden como el paradigma del jarte, de la bravura y del toreo güeno; y a la par adoctrinan a parte de su audiencia mientras generan un odio terrible hacia aquellos aficionados que no pasan por el aro, su aro. ¡¡Poco nos pasa, señora!! Poco nos pasa...

 

La juampedrada, infame. Pero ¿y los toreros? Pues solamente las verónicas de Juan Ortega para recibir al 2º y las salerosas chicuelinas con las que Pablo Aguado quitó en el 5º, canelita en rama, apaciguaron los ánimos por un instante. Pero solamente por un instante. Morante de la Puebla habrá venido con ganas hoy Madrid, eso seguro. Lástima que esas ganas (que no sé si habrán sido muchas o pocas) las haya gastado por la mañana haciendo cosas de persona mensa en el ruedo de la plaza, que si el suelo está duro, que si lo llevo diciendo mucho tiempo, que si... ¡¡Váyase al mismo sitio que decía Fernando Fernán Gómez, oiga!! Que de agradecer es que abreviara con los dos animalejos que tuvo enfrente, pero qué menos que haciéndolo con decoro, torería y, sobre todo, buen uso de la espada. Juan Ortega y Pablo Aguado, aparte de esas bonanzas antes descritas, tampoco es que fueran la personificación del decoro y de las buenas maneras ante sus respectivos. Ambos sin sitio y muy a disgusto toda la tarde, han acabado su feria pasando de puntillas y sin que haya pasado absolutamente nada con ellos.

 


3 comentarios:

  1. El que no le gusten los toros que no vaya, pero la plaza de Madrid es un sitio de silencio y respeto, no para sacar pancartas reivindicativas y vocear a un torero cuando está delante de un toro, que requiere una concentración. No digo que no lleve usted razón, yo me aburrí soberanamente ayer y otros días, pero durante la lidia silencio por favor

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  2. Luis Miguel, gracias por su comentario. En una parte tiene usted razón, y es que algunas protestas llegan muy a destiempo (por ejemplo, el otro día a Diego Urdiales se le gritó "qué poco se manchó tu traje esta tarde" justo cuando estaba cuadrado para entrar a matar. Pero por otro lado, en mi opinión, Madrid no es Sevilla. El silencio en la plaza de Madrid nunca ha sido un espectador, y a Madrid lo que siempre le ha caracterizado es el run-run tanto en lo bueno como en lo malo. Hay momentos en que las protestas sobran, naturalmente, pero de ahí a que haya que permanecer en silencio toda la lidia... No termino de verlo, la verdad. Por lo menos en Madrid. Sería como tratar de eliminar el jolgorio de la parte de sol en Pamplona, o el parón en el tercer toro para la merienda en plazas como Almería, o el silencio sevillano.

    Un saludo

    Luis Cordón Albalá

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  3. Los culpables somos nosotros, ni panete, ni el ruedo ni Muñoz ni Pepe leches. Nosotros. Por qué a nosotros se nos da la posibilidad de no sacar el abono completo , y creo que va siendo hora de marcar la juanpedrada en rojo a la hora de renovar el abono. Venga quien venga, por qué sin toro es imposible. Por cierto, el tercero era muy válido, pero ganó la ley del toro bravo a la ley del torero. La solución no es protestar lo que sabes que va a ser un hastío, la solución es no venir. Pero claro, llega Morante y nos pensamos que va a ocurrir el milagro de los panes y los peces y volvemos a picar.

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