Un año más, nos trajo don José Escolar Gil seis señores toros a Madrid para cumplir su expediente anual con una plaza que le respeta y venera. Seis señores toros muy bien presentados, rematados y ofensivos, a los cuales tuvimos el gran privilegio de paladear durante los días de atrás en el Batán. Y que luego, saliendo cada uno a su padre y a su madre, hicieron el conjunto de una corrida de toros con mucho interés. No fue una corrida que derrochara toda la bravura que se desea, y especialmente la corrida fue mansa en varas. Ninguno de los seis se empleó en el caballo, algunos se defendían cuando sentían el hierro en toda la mitad del espinazo, y otros directamente se dormían bajo el peto y se dejaban pegar sin más. Perola corrida sacó casta, y vaya si la sacó. Claro que igual esa condición que les hizo a algunos defenderse, habría que preguntarse si no fue por lo mal que anduvieron con ellos los seis picadores (ninguno picó en el sitio adecuado, fueron todo cuchilladas en mitad del espinazo y, más que menos, metiendo el palo con saña), así como los peones encargados de la lidia.
Sobre cómo anduvo la terna ante la importante corrida de don José Escolar Gil, es harto complicado de hablar. Una terna experimentada ante este tipo de corrida y compuesta por Domingo López Chaves, Fernando Robleño y Gómez del Pilar, fue la elegida. Por parte de esta terna, hubo de todo. La de López Chaves ha sido su última tarde en esta plaza antes de decir adiós a la profesión a final de esta temporada, y con el que seguramente ha sido el lote más complicado de la tarde, anduvo como pudo. El primero, un toro resevón, incierto y muy mirón, hizo sudar al veterano matador de Salamanca hasta tal punto de que llegó a levantarle los pies del suelo. Solventó la papeleta con oficio y honradez, pero poco más sacó. Feo, pero que muy feo fue que ordenara a su picador masacrar, literalmente, al toro cuarto, propinándole dos puñaladas traseras y muy fuertes con las que el animal acabó muy parado e imposibilitando cualquier opción de triunfo. ¿Y si se le hubiera dosificado el castigo en su justa medida? A lo mejor estaríamos hablando de otro toro. A lo mejor...
Fernando Robleño, en contrapartida, cargó a sus espaldas con el lote que ofreció más. Y Robleño, que también es mucho Robleño (para lo bueno y para lo malo), despertó grandes ovaciones. Y también, algunas protestas y alzamientos de ceja motivados por el poco convencimiento de sus dos quehaceres. El toro segundo, buen ejemplar, tuvo prontitud y claridad en su embestida, pero había que andar firme con él, tocarle con suavidad y correr la mano con largura. A Robleño le costó una barbaridad pegarle una serie de muletazos rotunda, tanto que esta fue la última de toda la faena. Todo lo anterior fueron pases muy movidos y pegándole un feo tirón al mitad del muletazo que le hacía al toro cabecear y quedarse a mitad del viaje. Cuando al matador le daba por bajar la mano y correr la mano hasta el final, el toro respondía con una embestida de mucha calidad, pero no fue esa la tónica habitual de la faena y todo quedó, como se ha dicho antes, en una serie con la mano derecha antes de perfilarse para entrar a matar. Y ante el toro quinto, lo cierto es que fueron tres cuartas partes de lo mismo. No tuvo la misma viveza ese quinto que el toro anterior, pero sí la bondad suficiente para acudir con presteza a cada muletazo y seguir las telas hasta donde le fuera marcado. Y de nuevo, el quehacer de Robleño se basó en pegarle telonazos sin asentar las zapatillas, realizando lo más destacado muy al final, con algunos naturales sueltos verdaderamente mandones pero que supieron a muy poco. Y a ambos toros, como suele ser típico de Fernando Robleño, los pinchó y, por ello, se perdió tocar pelo.
Para López Chaves fue el lote menos agraciado, para Robleño el más completo en cuanto juego, y en lo que respecta a Gómez del Pilar, le correspondió el mejor toro de toda la corrida: el tercero. Un toro de embestida sobresaliente, encastado y colocando la cara de tal forma que hizo surcos en la arena con el morro. Pero, a su vez, le bastaron dos picotacitos en el primer tercio para ir arreando, y como tampoco la pelea bajo el peto fue gran cosa, todo quedó en un buen toro para la muleta. Y nada más. Y por ello, la vuelta al ruedo que se le concedió al animal tras su lidia fue cuanto menos exagerada. ¿Qué será de esto el día que salga un toro bravo en varas y luego, en la muleta, embista con la misma condición? La plaza de Madrid está totalmente desnortada, y es cuanto menos preocupante. Pero aquel toro tuvo muchísimo que torear y su matador anduvo ante él, siendo benévolos, correcto. Sin más. Series sobre la mano derecha aseaditas y de poca rotundidad, una, ¡¡tan solo una!!, con la zurda que no dijo nada (con el pitón izquierdo de escándalo que tenía el animal, Dios santo) y muy poco más. Y una buena estocada para culminar, y una oreja. Sí, una oreja a un toro de dos, un toro que llevaba un cortijo en cada pitón y con el que cabía haber apostado muchísimo más, sobre todo con la mano izquierda (la de los euros). No lo vio así Gómez del Pilar, y el animal se fue al desolladero habiendo sido superior a su matador. Nada que se pareciera al último acto de la corrida, un animal que fue troceado en un primer puyazo asesino y que acabó dando el mismo juego (inválido y descastado) que cualquier domecq al uso que tanto gusta a esos mismos que no se acartelan con ganaderías como la de don José Escolar Gil, para entretenerse en hacer esa paparrucha del se torea mejor que nunca (o como se diga).
Con los escolares volvió el Toro. Merecieron mucho mejor trato durante la lidia, y muy especialmente por los seis señores tocados por el castoreño. Con más corridas de estas, en detrimento de los toritos a modo para que las figurillas disfruten una barbaridad, así como de la dichosa discoteca post-festejo y el pertinente cubateo, se solucionarían muchos de los males que afloran. Que así sea.
Esto no tiene apaño,amigo Luis.Lo de los picadores (mejor dicho lo de sus jefes) es de juzgado de guardia. Yo me acuerdo cuando era frecuentísimo sancionar a un picador, pero no por machacar en le lomo al animalito con alevosía y recochineo como se hace ahora,sino por simplemente traspasar las rayas, o carioquear. Eran frecuentísimas las grandes broncas a los picadores.El toreo era cosa de unos tipos que ya no existen y unos aficionados que tampoco porque se han convertido en fans ,que no es más que un partidario ignorante y algo agilipoyao. Y Vd disimule.
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