jueves, 11 de mayo de 2023

11 DE MAYO DE 2023, SEGUNDA DE FERIA: TOROS Y PARRANDA, MALA COMBINACIÓN

Tres orejas cortadas y un toro premiado con la vuelta al ruedo en el arrastre. La tarde de los garcichicos (hoy más que nunca) se puede resumir en esas pocas palabras, y cualquiera que no haya estado en la plaza o no haya seguido la corrida por televisión podrá pensar que se ha vivido una tarde memorable. Tremenda, realmente ideal para presumir en Instagram con un posado sacando el ruedo de fondo y el cubalibre en una mano. A los toros se va hoy en día a eso: al postureo, a dejarse ver, a echarse unos cuantos lingotazos de ginebra, a ver cómo se cortan orejas... Y una vez terminado todo, a continuar el jolgorio en la infame macrodiscoteca que nos han montado en los pasillos de la plaza. Lo de si los toros son más o menos bravos, y los toreros pueden con ellos y hacen las cosas bien, es ya secundario. ¿Qué más dará? La parranda se ha apoderado de la plaza de Madrid (un año más), y con ella el triunfalismo barato, los aplausos a lo vulgar, las concesiones a lo mediocre y los tendidos colmados de beodos que en pocas horas ya no recordarán nada, aunque siempre les quedará el precioso selfie que se ha sacado sujetando el ginc-tónic, o acompañando al matador que es sacado en hombros. 

Pues así está esto. La corrida de Garcigrande estuvo mal presentada. En el mejor de los casos, hubo ejemplares que parecían hijos de muchas novilladas celebradas durante los domingos de abril (sí, aunque más de uno se sorprenda, en abril también hay toros en Madrid). En el peor de los casos, hubo algún que otro ejemplar que no era digno ni de ser lidiado en una plaza de talanqueras. Pero hubo toros que embistieron, y vaya si lo hicieron. Hubo, para ser exactos, dos toros de alta nota en la muleta, pero solamente en la muleta. Prohibido hablar del caballo, que eso es de la Edad de Hierro. Fueron, por tanto, lo que siempre se han llamado dos "medio-toros", y para colmo uno de ellos, el quinto, premiado con la vuelta el ruedo. Y ambos animales de tan importante condición en la muleta y en ningún momento más, cayeron a las 12 del mediodía, papel de fumar mediante, en las mismas manos. Y el interesado se fue en hombros tras cortar dos orejas, que pudieron ser tres si no llega a entretenerse en pinchar al toro segundo, y todos tan contentos. Bueno, todos todos, lo que se dice todos, va a ser que no... Porque las dos orejas cortadas por Emilio de Justo a ese toro quinto levantaron ampollas, y bien mirado no es para menos. La faena no fue para nada rotunda: hubo un comienzo poderoso por abajo y con tres derechazos gustándose mucho el matador, a los que siguió una serie con la mano derecha muy acelerada y sin pasarse al toro por la faja. Vio el matador que el toro tenía muy buenas cualidades por el pitón izquierdo, por lo que la siguiente serie fue sobre esta mano y el toro le desbordó. Más asentado en la siguiente, logra dar un último natural ligado a un trincherazo de oro con quilates, pero que no lograron maquillar los muletazos acelerados y sin mando que les precedieron. La mano diestra vino a continuación y, aunque el torero se gusta en todos, no se pone en el sitio nunca y siempre remata fuera y no da el muletazo completo, pues le quita el engaño de la cara demasiado rápido. Y la faena, además de unos doblones sin ningún fuste como epílogo, no tuvo nada más. Se vio a Emilio de Justo muy por debajo de un toro encastado que fue una máquina de repetir. Salvo algunos destellos consistentes, sobre todo, en los pases de pecho y el natural ligado al trincherazo antes comentado, a la faena le faltaron series de muletazos más rotundas, en las que el torero tirara del toro hasta el final y colocado en el sitio. Porque si de algo importante carecieron esos muletazos de Emilio de Justo fue precisamente de esas dos virtudes: colocación y hondura. Y la espada, como entró entera y tumbó al toro sin necesidad del descabello, ¿qué más da si cayó baja? Dos orejas y puerta grande verbenera. Dos que no fueron tres si la espada hubiera entrado a la primera en el toro segundo, aunque hubiera sido en la paletilla del animal. Mal estuvo ante este buen toro Emilio de Justo, aunque bien es verdad que en esta ocasión el viento le jugó malas pasadas. Poco asentado, sin ponerse en el sitio y rematando los muletazos a mitad de viaje pegando un feo latigazo. 

Con otra orejita de verbena fue premiado Tomás Rufo tras estoquear al toro tercero, en una faena plagada de vulgaridad, muletazos aliviados y rematada con una estocada que cayó arriba pero algo trasera. Y, para colmo, sin petición mayoritaria. Con un público tan, digamos "enfervorizado", y un presidente excesivamente benévolo (en qué andaría pensando este buen hombre desde que por la mañana aprobó algunos de los toros), milagro fue que la faena de Tomás Rufo al toro sexto no calara para, como mínimo, llevarse el rabo y una pata del animal. Pero así fue, el toro de Garcigrande salió noblote sin más, y el jovencito matador se dedicó a pasarlo con la misma vulgaridad que en su faena anterior, pero ante la indiferencia esta vez de los asistentes. ¿Estarían algunos durmiendo la mona ya? 

Más allá de esos dos toros, la corrida de Garcigrande careció de mayor interés. Simplón y pastueño sin más fue el lote de Tomás Rufo, y descastado el que le cupo en suerte a Morante de la Puebla. Porque también anduvo por allí Morante de la Puebla esta tarde, aunque su nombre no haya sido reflejado hasta el momento. Nos preguntábamos algunos esta mañana con cuál de los dos Morantes nos íbamos a encontrar en esta tarde, si el genio inspirado y tocado por las musas, o el papanatas de "er zuelo eztá mu duro", la pendiente, "er toro de Madrí ez mu grande y no me deja ezprezarme", y toda su retahíla de monsergas. La respuesta es evidente, y no hace falta ni decirla. Inhibido totalmente de la lidia en sus dos toros, sus dos "faenas" (si acaso se les puede llamar así) consistieron básicamente en unos pocos mantazos para espantar las moscas y, como colofón, sendos sainetes con espada y descabello (hasta 26 golpes de verduguillo se le llegaron a contar en el toro primero). En otros tiempos, el señor José Antonio Morante Camacho hubiera pasado la noche en la Dirección General de Seguridad tras semejante actuación. 

Y tras aprobarse una corrida impresentable para Madrid, regalar una puerta grande tras una faena irregular y culminada con un bajonazo, regalar otra oreja más sin petición mayoritaria y conceder una vuelta al ruedo póstuma a un toro que solamente fue bueno en la muleta, ¿cabría solicitar el cese inmediato del señor Presidente de la corrida? La respuesta es tan obvia como lo es la respuesta a la pregunta "con cuál de los dos Morantes nos hemos encontrado hoy". 





6 comentarios:

  1. Magnífica crónica Luis .Seguiré con atención tus comentarios porque ya van quedando pocos lugares donde encontrar simplemente sentido común.Aquí,se encuentra,además, conocimiento y una enorme afición.

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    1. Amigo Fran, un placer volver a saludarte una feria más. Muchas gracias por tu tiempo para leerme, un saludo.
      Luis Cordón Albalá

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  2. Luis me gusta leer tus crónicas

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  3. Luis lellendo tus crónicas

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  4. Luis lellendo tus cronicas

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