Tras dos días de asueto, brindado por la llamada "jornada de descanso" y una novillada a la que los güenos afisionaos no asisten (el hígado y la caja de ibuprofenos acaban agradeciéndolo), volvió la farándula a la plaza de Madrid. Una farándula que siempre se traen bajo el brazo las figurinas. Una farándula en forma de glamour, gente guapa de clavel en la solapa y ginctonic en mano, el olor a Channel y a Gurkha Black Dragon, los bieeeeeennnjjjjjjj a cualquier trapazos que se precie, el vivaespaña de rigor cuando la tarde ya languidece y la ginebra empieza a hacer estragos, y todas esas bonanzas tan típicas de una tarde de toros en las que están acartelados los grandes de ahora.
Y también volvió el medio toro de las figuras, ese sin remate, con pitones que dan lugar a las dudas, descastado, tontorrón y que no molesta. Esta vez nos tocó una mojiganga, otra más, marcada a fuego con el hierro de la familia Lozano, y cuanto más tiempo pasaban cualquiera de los seis mojones de esta tarde delante de nuestra vista, más echábamos en falta toros como los de don José Escolar Gil lidiados el domingo. O, sin ir más lejos, como los de la novillada de Los Maños. Hubiera sido curioso que, por una de esas equivocaciones inverosímiles, a alguien se le hubiera ido la mano en esta tarde y hubiera aparecido por toriles esos seis ejemplares de Los Maños para que hubieran pechado con ellos Morarte, nuestro don Julián y el incipiente nuevo valor del pegapasismo vulgar, Tomás Rufo. Y que la fantasía del Toro-Toro hubiera echado el resto. Pero así las cosas, nos hemos comido un nuevo saldo ganadero que ha sido cortesía de Morarte y nuestro don Julián. Qué le vamos hacer.
Tampoco faltaron las ganas de aplaudir. ¡¡Qué ganicas hay de aplaudir!! Y de verse cortar orejas, y de ver a los toreros en volandas camino a la calle Alcalá... Si es que están las entradas muy caras (la guerra de Ucrania, que dirían los miembros del insigne Gobierno que preside Grazie Antonio), y pagar ese pastizal para irse a casa a dormir la mona, de vacío, debe de joder bastante... Aunque no haya ocurrido nada especial como para ser digno de llevarse premio, pero uno ya se va a casa con el cuerpo arreglado si se ha visto pasear una oreja o una puerta grande. Quien no se consuela es porque no quiere. Se le aplaudió a Morarte un quite por verónicas que ni fu ni fa, corriendo el trapo un tanto acelerado y siendo punteado el capote, pero que hizo retumbar los bieeeeeennnnjjj hasta en la Puerta del Sol. La media verónica con la que cerró ese quite, de frente y despaciosa, sí lo mereció. Y en esto y dos derechazos que pararon los relojes, ligados a uno de pecho que todavía se está terminando de rematar, consistió una tarde más de Morante en Madrid. Al primero lo mandó asesinar con dos cuchilladas infames de parte del tocado por el castoreño, y con la muleta se limitó a quitarle las moscas y quitárselo de enmedio más pronto que tarde. Al cuarto, el del quite que ni fu ni fa y los dos derechazos ligados al de pecho, le porfió más. Pero el animalejo no daba para mucho, y esos pocos muletazos quedaron diluidos en la nada que vino después.
También hubo muchas ganicas de aplaudir y jalear a nuestro don Julián. Y se le aplaudió y jaleó, vaya si sí. Nuestro don Julián se volvió a plantar en Madrid para soltar su soflama ante dos toretes que tenían poca cosa dentro, y a los que acabó por robar, que se dice por ahí, muletazos meritorios. Pero claro, ese estilo del que nuestro don Julián lleva haciendo gala un cuarto de siglo, es el "pero". Esa fea manera de estirar el brazo para echarse al toro fuera, ese abuso del pico y esos cites perfileros y escondiendo la pierna... A ambos toros le hizo lo mismo, y ambos eran de la misma condición: de esos que nadie daba un duro por ellos. Pero nuestro don Julián tiró de ellos, y al toro segundo incluso llegó a darle tres derechazos ligados de mano muy baja y rematando atrás. Les sacó su faena, soltó su soflama, sus acólitos jalearon, sus detractores le protestaron, y una buena colección de pinchazos haciendo gala del infame julipié se llevó todo.
Con estas trazas en el público y un toro tercero que se hartó de embestir, se encontró el incipiente nuevo valor del pegapasismo vulgar, Tomás Rufo. Pero no fue suficiente para evitar ser pitado cuando abandonó la plaza. Fue el único toro de toda la corrida que se empleó en la muleta (no tendrá nada que ver que se le hayan simulado los dos picotazos que se llevó). Gran toro en la muleta fue este tercero, pero a Tomás Rufo le vino muuuuuy grande el compromiso. Con un toro así y todas esas virtudes que le son atribuidas, era para haberse ido de la plaza en hombros y en verdadera figura del toreo, pero ha preferido esta tarde quedar como un vulgar pegapases, incapaz de imponerse a ese torazo que fue el tercero de Alcurrucén. Y ante el sexto, otra babosa más que pasaba sin ton ni son, más de lo mismo.
Un grano no hace granero, y por eso ese buen toro de Alcurrucén no tapa el tremendo petardo ganadero de esta tarde. Un petardo ganadero patrocinado por la familia Lozano y los figurines del toreo. Se sabía que íbamos a echar de menos en no pocas ocasiones corridas como la de don José Escolar Gil y la novillada de Los Maños (con sus cosas buenas y sus cosas malas). Y los pronósticos se están cumpliendo más de lo deseado.
Bien Luis
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