Este era el día. El día M, se podría decir. Con M de Marco Pérez. Cuánto bombo y platillo desde que se anunció esta encerrona, una encerrona intercalada en plena feria de San Isidro y con un novillero por protagonista. Ahí es nada. Y al final, a eso de las nueve y cuarto de la noche, lo que empezó siendo el día M, acabó por convertirse en el día P. Una P, como una catedral de grande, por la que empieza la palabra "parodia". Porque en eso consistió la tan cacareada encerrona de Marco Pérez: una auténtica parodia, culminada con la guinda de un estrepitoso fracaso. Será curioso, tal vez hasta cómico, el ver cómo van a maquillar los voceros del régimen semejante anti-espectáculo.
La parodia de Marco Pérez ya se veía venir desde que fuera anunciado el evento, con esos dos hierros que auguraban una absoluta comodidad, y disipaba todo atisbo de compromiso por parte de un novillero que, quizás, podría haber apostado por más variedad ganadera. Tan mal bajío que traía desde lejos la novillada se vio agravado esta mañana, cuando se hizo de dominio público la cara y las hechuras (y qué caras, y qué hechuras) de los seis novillos: nada menos que una novillada vergonzosamente presentada, chica, sin remate, muy cómoda y, para colmo, con la sospecha del célebre serruchazo (conocido de forma más decorosa como "bolitas") sobrevolando nuestras cabezas.
Y con estas trazas aposentamos las posaderas en el duro escaño de piedra, librándose una especie de batalla entre el solemne cabreo que produjo la novillada que esperaba en los chiqueros, con la esperanza de que todo eso tan bueno y tan pregonado (a esta hora es más propio decir "rebuznando") por los disparatados e interesados plumillas al servicio del taurineo, se hiciera realidad; y todo se condensara en una tarde apoteósica. Pero con el primer novillo arrastrado (no hizo falta más), el lobo quedó completamente al descubierto, y sin posibilidad ya de serle disimulada ni media oreja. Ante una novillada que tuvo de todo, bueno y malo, Marco Pérez ha dado una tarde de novillero completamente incapaz, muy por debajo de la situación, de los novillos, del compromiso y de todo aquello que la maquinaria mediática llevan ya bastante tiempo vendiéndonos.
Efectivamente, la novillada tuvo muchas cosas (aparte de pitones más que sospechosos, y presencia muy por debajo de lo que es Madrid). Por parte de El Freixo, esa factoría propiedad del llamado don Julián, y dedicada a la crianza de animales con claze y ritmo para que el torero triunfe, no saltó la sorpresa: novillitos muy medidos en varas, pastueños, manejables, ciertamente sosos y muy venidos a menos. Por la parte de Fuente Ymbro, en lo que fue su pleno al 15 particular de esta primera parte de la temporada madrileña (o mejor dicho, pleno al 21), la cosa tuvo más miga: el novillo de la tarde, que salió en 5º lugar, lució su hierro y divisa; y exigentes por complicados fueron los otros dos. Ante todos ellos, Marco Pérez intentó imponer su soflama pegapasista, basada en los cites fuera de cacho, los muletazos hacia fuera, la pierna retrasada y la falta de ajuste. Por momentos parecía que colaba (aunque no para todos), pero en el ambiente se palpó desde el principio que, a pesar de que gran parte del personal lo quería ver salir en hombros a toda costa, el propio interesado no andaba muy por la labor.
Ante el 1º, el 2º y el 4º, realizó tres faenas calcadas las unas de las otra: dos series de derechazos, una con la zocata, vuelta a la derecha acortando mucho las distancias, dejarse caer a continuación en los brazos del absurdo encimismo... Y poco más. El tercero fue un novillo complicado: manso y a la defensiva, Marco Pérez intentó imponerle su soflama pegapasista en los mismísimos medios. O lo que es lo mismo, hacerle todo al revés. El animal soltaba la cara en cada muletazo, y aunque el novillero anduvo con cierta firmeza, el planteamiento fue el equivocado: cerrando al manso más a las tablas, hacia su terreno, seguramente hubiera respondido mejor. Y cuando quiso hacerlo, ya era tarde: el novillo había echado el freno. Por cierto, que hubo que esperar a este turno para verle realizar el primer quite de la tarde, que consistió en algo que se pareció vagamente a dos chicuelinas y dos revoleras.
El 5º fue el novillo de la tarde, por encastado y exigente. Un novillo ideal para haber refrendado de manera rotunda, ante la exigente afición de Madrid, su condición de nuevo fenómeno del toreo... Pero lejos de ello, ante este buen novillo Marco Pérez quedó en absoluta evidencia. Electrizante fue el comienzo de faena, con los tan poco vistos pendulazos desde los medios, y algunos remates y pases del desdén que sí llevaron enjundia. Cómo embistió ese novillo por el pitón izquierdo durante ese comienzo de faena, si ya veíamos a Marco Pérez cuajarlo por naturales de ese mismo estilo que habían derrochado esos remates anteriores... Pues de nuevo, la vida al revés: muleta a la mano derecha para ser un derroche de vulgaridad, pegando dos series perfileras y sin acople ninguno. Pero cuando por fin decidió echársela a la zurda, la cosa empeoró: una primera serie fue de trallazos hacia fuera, descargando la suerte y sin ponerse ni una sola vez en el sitio. Se le iba el novillo al Fenómeno, se le iba sin torear y con las orejas puestas. La siguiente serie con la zurda, misma retahíla de mantazos hasta que... ¡¡volteretón!! ¿Por arrimarse demasiado? Qué va, qué va; por citar tan fuera que el novillo no perdonó, y le echó mano. Cosas de la casta. Afortunadamente sin consecuencias graves aparentes, se recompuso el novillero y volvió de nuevo a la cara del novillo con la muleta en la zurda, pegando más mantazos sin mando ninguno ni colocación... Y, como era natural ante un novillo encastado, la voltereta sucedió de nuevo. Otra vez sin consecuencias, por suerte, vuelve a la cara del novillo con la muleta en la mano derecha. El personal, como loco con las volteretas. Y es que en Madrid, ya se sabe: "voltereta es oreja segura". Todavía le quedó fuelle al novillo para embestir en otras dos series más por el pitón derecho, que no fue diferente a ninguna de las anteriores pero que se jalearon como si el mismísimo Antonio Bienvenida anduviera ahí abajo dando un recital al natural... De sobra sabido es que si a Marco Pérez le entra a la primera la espada, una oreja seguro hubiera caído, y quién sabe si no le hubieran pedido la segunda. Pero eso no ocurrió, y se tuvo que conformar con una vuelta al ruedo que se le protestó con vehemencia.
Y ante el 6º, un novillo de El Freixo que se dejó hacer, nada de nada. Nada que no hubiéramos visto anteriormente, quiere decirse. Más bien, aquello pareció ser un sentido homenaje al señor propietario de ese novillo: trallazos hacia fuera con la figura muy retorcida, casi en forma de alcayata; y estocada pegando un saltito hacia fuera. Qué conmovedor...
La encerrona de Marco Pérez fue un completo fracaso que deja en evidencias muchas cosas. Primero, la lamentable gestión que se ha hecho y está haciendo de la carrera de este joven: un novillero que apenas ha pisado las importantes ferias de novilladas, sin confrontar con sus iguales ni medirse a novilladas de toda clase de encastes. Muy llevado entre algodones desde siempre, con novilladas muy escogidas y siempre flanqueado al lado de dos figuras o, lo que es peor, un rejoneador y otra figura; sin medirse a sus rivales naturales de ese momento, que son otros novilleros. Con una alternativa de lujo programada desde hace meses, y unas cuantas corridas de toros y en carteles de lujo, ya firmadas. Una presentación en Madrid consistente en medirse a seis novillos muy pero que muy escogidos, para colmo infame de presentación y pitones; sin repertorio, sin espada, sin brillantez capotera ni lidiadora, sin nada de nada. Porque esta fue otra, que solo hubo tres quites en toda la tarde: chicuelinas (3º), el Quite de Oro (4º) y gaoneras (5º); todos ellos con más voluntad que acierto y, por supuesto, lucimiento. Tantos quites hizo como portagayolas (a los tres últimos novillos así les recibió). Apenas se atisbó un rayo de clase con el capote, intentó por momentos torear por verónicas pero todo quedó en agua de borrajas. Y con la espada, muy mal toda la tarde.
Esto fue la encerrona de Marco Pérez. Esto es, a fin de cuentas, Marco Pérez. Qué difícil les va a resultar, de aquí en adelante continuar con la misma mandanga.
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