Hay muchas maneras de rendirle tributo a San Isidro Labrador, el patrón de Madrid. Los hay quienes sacan en procesión su efigie, acuden a misas en su honor y le rezan y suplican. También está eso de echar el día en la famosa pradera de San Isidro, comerse un bocadillo de gallinejas, beber agua de la fuente del santo y comprar las típicas rosquillas. Y por la tarde, a los toros. A Las Ventas, donde parece haberse instaurado en los últimos tiempos una peculiar manera de honrar la memoria del Santo. O mejor dicho, a sus bueyes. Esos bueyes que tiraban del arado del santo labrador.
En Las Ventas, cada 15 de mayo y a las 7 de la tarde, la afición tiene a bien honrar la memoria de San Isidro y de sus bueyes, con un hermoso desfile de eso mismo: de bueyes. A lo largo de los últimos lustros, los hemos visto de toda clase y procedencia; pero en el día de la fecha, la marca a fuego que llevaban en el anca era la propia de don José Enrique Fraile de Valdefresno.
Valdefresno, una vieja conocida... ¿Qué más da si bajo ese pseudónimo de toda la vida, o el de Fraile Mazas, o el más actual, que es José Enrique Fraile de Valdefresno? Monta tanto, tanto monta. El resultado no se ha visto alterado ni lo más mínimo respecto años anteriores, independientemente del nombre que figurara en el cartel. Valdefresno y quince de mayo, mala combinación. Desfile de moruchos por el ruedo de Las Ventas, o si resulta más apropiado, de bueyes. Por eso del tributo al santo labrador, y tal.
Seis bueyes de don José Enrique Fraile de Valdefresno, cuyo comportamiento queda más que de sobra definido. Sobra decir todo lo demás. Sobra redundar en la mansedumbre en varas, en la falta de casta y de fijeza, en el comportamiento moruchero que sacaron durante toda la lidia, en su tendencia a huir de todo lo que se les ponía por delante, en la IMPOSIBILIDAD de alcanzar media gota de emoción con semejante encierro. Fueron bueyes los toros de Valdefresno (perdón, de don José Enrique Fraile de Valdefresno). Auténticos bueyes, aptos para tirar del arado, o de las carretas que desfilan en la romería hacia El Rocío. Bueyes como aquellos que salen representados en los cuadros dedicados a San Isidro Labrador, patrón de Madrid. Bueyes, pero no TOROS DE LIDIA.
Y ante semejante percal, una terna compuesta por Paco Ureña, David Galván y Alejandro Chicharro, que eligió para confirmar la alternativa el mejor día de todos. O peor aún (y seguramente sea lo más acertado), "le dieron". Ninguno de los tres tampoco llego a ser la alegría de la "huerta", haciendo de nuevo honor, en términos metafóricos esta vez, a San Isidro y a sus labores. A Paco Ureña le cupo en suerte el único toro, el 2°, que tuvo un comportamiento más acorde a lo que puede esperarse de una corrida de toros. No fue el paradigma de la bravura ni de la casta ese animal, pero sacó un puñado de embestidas como para haber reventado la tarde toreando a placer. Pero a Paco Ureña se le fue ese toro con las orejas puestas y sin torear, tras una faena de destoreo hacia las afueras, muy despegado y dejando a su vez una bonita retahíla de contorsiones, retorcimientos y feos gestos que le restaron aún más credibilidad al asunto. De aquella manera finiquitó Ureña una feria que ha sido de lo más discreta para él .
David Galván también finiquitó esta tarde y ante semejante bueyada una feria en la que no ha dejado de pasar de puntillas. Con el lote de hoy, imposible hacerlo de otro modo.
El bueno de Alejandro Chicharro, no sé si decir que se metió o le metieron en semejante jardín de mansos. Pero ahí anduvo, el hombre. Confirmó la alternativa con un ente que fue lo más parecido al Buey Apis. Huyó como loco de los caballos, puso en aprietos a los banderilleros a la hora de cubrir el segundo tercio y llegó a la muleta buscando solamente los adentros. Pero hete aquí que su matador se lo sacó a los medios y, milagrosamente (¿otro milagro atribuido al patrón de Madrid?), empujó con temperamento cada vez que se le ponía delante la muleta. Manso, sí; pero con temperamento. Aquí sí que cabe lidiar y torear. Una lidia por abajo y sobre los pies, por eso del someter, y luego ya se vería... No una faena de esas largas y vulgares que sí admiten las bobaliconas reses con las que las figuras se divierten y disfrutan una barbaridad. Pero Chicharro se limitó únicamente a pegar pases. Solo pases. Por arriba o a media altura, pero nunca bajando la mano ni mandando. La lidia a los toros mansos, como ese 1°, también existen y en nada se parecen al pegapasismo imperante. Otro día será para el joven Alejandro Chicharro.
El tedioso tributo que se le rindió a San Isidro labrador y a sus bueyes, fue alegrado por momentos gracias a los pares de banderillas de Iván García y Fernando Sánchez al 6°. Y es que en todas las tardes de toros siempre cabe rescatar algún momento.
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