Veintiún toros de Fuente Ymbro nos veremos entre ese 30 de marzo referido y el 30 de mayo, día en que comparecerá (de momento) por vez última. Veintiún toros en sesenta días, ¡¡qué barbaridad!! Los empachos nunca son buenos, ya sean de jamón de bellota o de mortadela a seis euros. Y con Fuente Ymbro, que no es ni la una ni la otra, nos estamos llevando unos cuantos durante los últimos años.
Doce de veintiuno. Numerador y denominador, respectivamente. No sería extraño que ese denominador siguiera aumentando en los sucesivos meses del año hasta llegar a octubre. Muy mal asunto, analizando el numerador. La novillada del 30 de marzo fue mala, pero la corrida de hoy, día 11 de mayo, no mejoró el percal. Muy lejos, ni tan siquiera, de llegar a maquillarlo. Seis toros que, finalmente, fueron cuatro. Al 1° y al 5° tuvo que salir el bueno de Florito a recogerlos con su tropa de escobas berrendas. El 1° se descordó tras tomar el primer telonazo de Miguel Ángel Perera, y el 5° ya venía inválido de serie.
Seis menos dos, igual a cuatro. Cuatro toros muy flojos de remos y que convirtieron la suerte de varas en un auténtico simulacro. Ni uno tomó un puyazo en regla y, por supuesto, ninguno llegó a cumplir bajo el peto. Dos de ellos, 4° y 6°, rentabilizaron los dos picotacines que les fueron propinados desde lo alto del jamelgo, y se vinieron arriba en el último tercio. Los otros dos, 2° y 3°, ni eso. Dos babosas de acusada sosería, y que no llevaban nada dentro. Lo dicho: mal asunto si a lo largo de la temporada, continúa esto con un gallardo empacho.
Hubo, efectivamente, dos toros que se vinieron arriba en la muleta y ofrecieron un puñado de embestidas francas y provechosas. Uno fue para Miguel Ángel Perera y el otro, para Ginés Marín. A uno se le llegó a entender y sacarle cierto partido. Al otro...
Miguel Ángel Perera se entendió perfectamente con el 4°, en un faena de más a menos en la que caben dos lecturas. La primera, orientada en el sentido de la técnica: en ello, es Miguel Ángel Perera uno de los toreros más excelsos de los últimos años. Tiene este torero un sentido del temple envidiable, con el que consigue someter a los toros por abajo y ligarle los muletazos con gran facilidad. Y así ha vuelto a demostrarlo en esa faena al cuarto, empezada por pendulazos de rodillas, y seguida con dos series de derechazos de mano muy baja, muy asentado en el piso y ligándole los muletazos a la perfección. Pero hay una segunda lectura, y aquí entra en juego la pureza y la verdad: Miguel Ángel Perera nunca, jamás, llegó a cargar la suerte. Ni por casualidad. Todos los muletazos llevaron el sello de la pierna retrasada y el cite perfilero; y si su técnica es elogiable, esa práctica de descargar la suerte es censurable. Un pecado capital del toreo. Tras ese vibrante comienzo de faena y las dos series de derechazos con tanto poderío, la faena se vino abajo. Descompuso el viento la tercera serie con la derecha, rematada por cierto con un natural muy obligado y a cámara lenta. Se echó Perera la muleta a la zurda, pero ya no vuelve a coger altura el asunto. Comprende en este punto el matador que la faena está hecha y, tras un cierre por manoletinas, hace mal uso de la espada. Perdió una oreja. ¿O quizás dos, viendo el lamentable cariz triunfalista que esto ha cogido? Sea como fuere, esta es la faena de Miguel Ángel Perera al 4° y, dejando patentes las dos lecturas realizadas, cada cual concluya como le convenga.
El otro torito que se vino arriba fue el 6°, pero no se le vio nada fino a Ginés Marín. Desconfiado, fuera de sitio, acelerado por momentos y por debajo de la situación, la faena que le realizó fue larga y vulgar. Destacó en la ejecución de la suerte suprema, entrando muy de verdad pero cobrando una estocada desprendida. Y como quiera que se le dedicó una ovación por ello, se creyó con todo el derecho del mundo a pegarse una vuelta al ruedo que nadie le agradeció y sí muchos protestaron. Y es que queda muy bonito ver impreso en el resultado final eso de "vuelta al ruedo". Para el currículum fenomenal, pero...
El resto de la corrida se desarrolló en un ambiente de hastío y decepción. Perera se las vio en primer lugar con un sobrero manso y descastado de Chamaco, con el que llegó a escuchar dos avisos tras una faena larga de mucho sobetear. Ginés Marín realizó un inspirado inicio de faena al 3°, de pases de la firma ligados al trincherazo que, de seguro, inspirarían a algunos pinceles. Nada más por su parte, de nuevo sin querer ponerse, ventajista y con muy poco que resaltarle.
A Paco Ureña le correspondió un toro de Fuente Ymbro flojo y soso, y un sobrero de Chamaco muy manso, sí, pero con tela que cortar. Y Ureña, ni con uno ni con otro. Ni con el soso, ni con el manso. Vulgarote y sin verlo claro con el de Fuente Ymbro. Sucumbido y sin ideas ante el sobrero, con el no quiso nada. Un toro manso que no lo puso nada fácil para ser picado, hasta el punto en que algunos ya visualizábamos en el horizonte el pañuelo rojo. Finalmente no asomó, y en el tercio de muleta el toro se arrancaba como un tren cada vez que el matador le citaba. A estos toros también se les puede (y debe) lidiar. Se les puede torear, y someter, y sacar partido. No era un toro para una faena preciosista. No era un toro con claze y ritmo, que dicen los paladines del arte, ni tampoco para realizar cucamonas. Se han visto a lo largo de la historia grandes triunfos ante este tipo de toros, lidiando, sometiendo y luego, toreando. Y Ureña ni estuvo, ni quiso.
Ruina de Fuente Ymbro. El empacho puede hacerse largo e infumable, una vez más. ¿Y si lo dosificáramos, de cara a temporadas venideras? Sería de agradecer.
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