A Victoriano del Río no le salió esta vez un Frenoso, uno de esos toros bravos de principio a fin, que cumple en varas y va a más durante toda la lidia. No hubo Frenoso alguno esta vez, como tampoco hubo alcurrucenes, ni lisardianos o aldeanuevas frailunos. Dicho de otro modo, la corrida de Victoriano del Río no fue extraordinaria, pero sí echó toros con posibilidades. Sirvió la corrida, sirvió dentro de los parámetros de la nobleza, la toreabilidad, las pocas fuerzas, la simulación del tercio de varas y la poca casta, enemiga pública esta del torero y del jarte. El medio-toro en toda su extensión. Ni toros, ni moruchos. Simplemente el medio-toro. Es cosa de según se mire el vaso, si medio lleno o medio vacío. Y yo, pobre de mí, lo veo medio vacío. Sugestionado acaso por los Frenoso, Brigadier, los de Palha del mes de abril, o el de Saltillo también de abril (que sí señores, que en Madrid no solo hay toros en mayo, a ver si se enteran). Pero también, sugestionado ya después de las inmundicias que llevan por nombre El Puerto de San Lorenzo, Alcurrucén, El Pilar o Valdefresno...
Pues fuera las sugestiones. En el día de hoy, Victoriano del Río se echó al morral una corridita bien presentada aunque sin grandes excesos, que no hizo cosas grandiosas en varas (si bien, hubo algunos que cumplieron bajo el peto y no mansearon), baja de casta, y que se dejó hacer. Y con el morral atestado de esas cualidades desembarcó Victoriano del Río en Madrid una vez más, con el personal esperando mucho más, y después de unos días de "mucho menos". Poca cosa ocurrió durante la lidia de los tres primeros toros, cuya pelea en varas fue más o menos igual que la que libraron en el último tercio: se dejaron sin hacer un mal gesto, pero sin grandes alardes de bravura y de casta. Al 1º, Emilio de Justo le realizó una faena muy poco asentada y atropellada, sin terminar de confiarse y pegando sus clásicos medios muletazos. El 2º, al que no se picó apenas, fue un toro reservón y muy agarrado al piso, que cuando decidía arrancarse repetía y otorgaba buenas embestidas. Sobre todo por el pitón izquierdo. Un toro, a fin de cuentas, complicado y con el que había que meterse mucho y saber lidiar. Pero fue a encontrarse con un huracán, el famoso Huracán de los Andes, que en el día de hoy no fue ni brisa. Desentendido e indolente, como si la cosa no fuera con él, se limitó a tirar líneas con una chabacanería absoluta. El 3º, dentro de esa línea pastueña y toreable, tuvo una faena de pocos pero intensos muletazos, de esos que hacen recordar el "pronto y en la mano" del inolvidable maestro del mechón blanco. Pero Tomás Rufo, que no es Antoñete ni mucho menos (poooooor favorrrrrr), realizó una faena larguísima y anodina, con un comienzo espectacular toreando de rodillas, pero venida rápidamente abajo, al asentar las plantas de los pies sobre la arena. Mal, además, con la espada.
En cierto modo, empezaron a ocurrir cosillas una vez el 4º irrumpió en el ruedo. Dos picotacitos recibió, saliendo suelto del segundo; pero en la muleta derrochó cierta alegría en sus embestidas. Emilio de Justo paseó una oreja de este toro tras su lidia, por una faena en la que hubo mucha paja y algún que otro grano. Faena de altibajos, con pocos altos y sí muchos bajos. Los bajos fueron cuatro series de derechazos muy pero que muy modestas, siempre citando muy fuera de cacho y escondiendo la pierna descaradamente, sin terminar de rematar ningún muletazo. Se la echa a la zurda y no ocurre nada en la primera serie, pero sí llega a lucir algunos naturales aislados al final, a pies juntos, con gusto y despaciosidad, que fueron rematados con un GRANDIOSO pase de pecho. Extasiado, arroja la espada al suelo en un feo gesto que no representa torería alguna, y comienza a pegar naturales con la mano derecha, cuyo calificativo más amable bien podría ser "ni fu, ni fa". Como culminación, algunas florituras de mucha enjundia para cerrarse al toro, y una buena estocada que sirvió por sí sola. Y orejita al canto, a un toro que mereció mucho más.
Al 5º toro lo asesinó un picador de cuyo nombre no quiero acordarme, pero que se hace llamar Sergio Molina. Semejante sujeto asestó una puñalada al animal en todo el costillar, y desde entonces el toro no hizo sino blandear y defenderse. Tampoco anduvo muy lucido el señor Presidente, que lo mantuvo en el ruedo. Y ese presunto huracán que hoy se quedó en una pequeña brisa, encantado de la vida. O al menos eso aparentó durante el largo trasteo al inválido, recreándose en sus cucamonas de excelso pepagapases que es, hasta el punto de llegar a escuchar un aviso. Ya hay que ser mal profesional para, en Madrid, llegar a escuchar un aviso por recrearse ante un pobre inválido. Pero claro, estamos hablando de Roca Rey, de quien nada puede ya sorprendernos. Ya sabemos que en cualquier otro lado, por esto le hubieran otorgado dos orejas y rabo, y hasta hubiera habido petición de indulto... Pero Madrid aún no se ha perdido del todo.
Y llega el momento culmen de la tarde. Es el 6º toro, que ya daba muestras de ser un completo inválido desde que asomó por chiqueros, sin tan siquiera pasar por el trámite (porque, al fin y al cabo eso es lo que es) de los puyazos. ¿Puyazos? Picotacines de nada, más bien. Como hubiera dicho un legendario aficionado de Madrid (a quien Dios tenga en su santo seno), "ni para un análisis". Y con esas, el toro se viene arriba tras ser banderilleado por Sergio Blasco y Fernando Sánchez. El primero dejó dos buenos pares de banderillas, y el que resta... Pues es que como ya se le aplaude todo, qué más da si lo fueron o no. Salió apurado Fernando Sánchez de ese par, el toro le hizo hilo y por poco le echa mano... Pero más apurado aún es salir perseguido y que sea Roca Rey quien deba estar al quite. ¿Apurado? Un deporte de riesgo, más bien. Como tirarse en paracaídas y que este no se abra... ¡¡Mal profesional y mal compañero es ese torero!! Y lo peor, no es la primera vez... En definitiva, que ese inválido se vino arriba y propició un puñado de enclazadas y rítmicas embestidas, que a cualquiera de esos paladines del jarte hubiera extasiado hasta el orgasmo. Pero Tomás Rufo no es un torero excelso, artista ni inspirado. Tomás Rufo es... Tomás Rufo. Un torero que torea retorcido, que se echa a los toros para fuera metiendo mucho el pico, que no carga la suerte, que se alivia... Y eso fue lo que hizo durante toda la faena, una faena por cierto muy jaleada. Varias series de muletazos por ambos pitones, bajando mucho la mano pero tal vez aceleradas, sin mando ni sometimiento. Muletazos despegados y escupiendo al toro fuera. Series ligadas, en algunas haciendo la noria y hasta haciendo ese censurable gesto de agarrarse a los cuartos traseros... ¿Que si entra la espada a la primera, se hubieran pedido las dos orejas? Ni qué decir tiene. Pero la espada no entró, y el bueno de Tomás Rufo se quedó sin cantar bingo.
La corrida de Victoriano del Río fue un canto al medio toro. Una lírica a la tauromaquia postmoderna. Un poema a la toreabilidad. Una fábula en la que la nobleza es protagonista principal; y la casta y la suerte de varas, antagonistas. El vaso medio vacío.
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