domingo, 25 de mayo de 2025

25 DE MAYO DE 2025, DECIMOQUINTA DE FERIA:"EMPACHO DE MORTADELA BARATA"

    Cogerse un empacho, sea de lo que sea, nunca es bueno. Pero claro, si uno ha de empacharse por decreto y porque no le queda otra, sería preferible que fuera a base de jamón 5J, y no mortadela. Que el estómago se va a resentir de la misma manera, pero a fin de cuentas, el paladar lo agradece más de una manera que de la otra. Si don Ricardo Gallardo, amo y señor de la ilustrísima vacada Fuente Ymbro, nos hubiera brindado 5J desde que empezó la temporada, igual el empacho tan gallardo que llevamos hubiera dejado buen regusto. De la cama al váter y del váter a la cama, sí; pero que a uno le quiten lo bailao. Por jamón del bueno, "mato". Pero como el renombrado ganadero se ha dedicado a repartir mortadela de la más barata que hay en el mercado, la cosa sabe mucho peor. 

    Doce de quince, que en total son dieciocho de veintiuno. El gallardo empacho suma tachones en sus correspondientes casillas, y ya hace estragos en el cuerpo. Mala novillada el pasado 30 de marzo (en Las Ventas, sí; donde también hay toros cuando no es feria de San Isidro, aunque algunos parezcan ignorarlo). Mala corrida hace exactamente catorce días, con desfile de inválidos y de sobreros incluido. Y en la tarde de hoy, domingo 25 de mayo, mediocre y soporífera corrida de toros. Ni los dos toros lidiados en 5º y 6º lugar, con los aires de la casta en su haber, logran maquillar un nuevo fiasco que lleva por Conste y Certifico la firma del señor Ricardo Gallardo.

    Los toros de Fuente Ymbro vinieron a Madrid con leña y ofensivos por la parte delantera, si bien desigual de hechuras. Desde alguno que otro más correcto, hasta otros que andaban escurridos y mal hechos. Mansos, flojos de remos y de poco poder en varas, la corrida llegó al último tercio muy apagada y a la defensiva. Durante la lidia de los cuatro primeros, lo único trascendental fue que un nuevo matador de toros mexicano había confirmado su alternativa en España. Su nombre, Diego San Román; quien celebró tan magno evento haciéndose cargo de un toro rajado al que no supo plantarle batalla. Muy voluntarioso por agradar el nuevo matador, el toro se le arrancaba a cada cite con nobleza pero al tercer muletazo se le iba hacia las tablas. No consiguió en ningún momento meterse en su terreno y sujetarlo, por lo que el trasteo pasó desapercibido. Lo mejor de su actuación ante ese toro, un quite por gaoneras de lo más ajustadas.

    Curro Díaz dispuso de un lote completamente de matadero, sin opción alguna. Salvo que se excedió más de la cuenta ahí delante pegando pases, y que a ambos se los cepilló de sendos bajonazos, poco más se le puede reprochar. Román también se eternizó más de la cuenta lidiando al 3º, al que se despachó de dos picotacines en el caballo y que embistió con tontuna y una sosería irritante. Lo intentó Román dándole mucho sitio y dejándoselo venir, pero no ocurrió nada relevante ni exento de vulgaridad. Una vulgaridad que llegó, a partes iguales, de toro y torero.

    A punto de llegar a lo más profundo del abismo estaba la tarde cuando Román agarró la muleta para hacerse cargo del 5º. Este toro pasó por el trámite (nunca mejor dicho) del picador para recibir dos caricias de nada. Un beso de amor hace más sangre e imprime más castigo que esos dos picotacitos que se llevó ese 5º en el primer tercio. Pero el toro, en lo más profundo de sus entrañas, llevaba un cierto fondo de casta que acabó por derrochar en el último tercio. La generosidad de Román echó el resto. Fueron seis series de muletazos, por ambos pitones, en las que el matador le dio sitio siempre y se lo dejó venir desde lejos. Esto hizo que el toro galopara con alegría y repitiera en cada muletazo, embistiendo con mucha franqueza. Buen toro en la muleta... ¿Toro? Más bien, medio toro: discreta pelea en varas (manseó y le dejaron crudo), y buen juego en la muleta. Román anduvo generoso, asentado y voluntarioso, sí. Otra cosa es que llegara a torearlo con limpieza y a realizarle una buena faena. No hubo muletazos rotundos, lo pasó siempre a base de trallazos, muy despegado y echándoselo hacia fuera metiendo el pico descaradamente. Ya en la última serie, con la diestra, sufrió una fuerte voltereta cuando se quedó totalmente fuera de cacho en uno de los cites, y el toro hizo por él sin dudarlo. Cerró la faena con un puñado de electrizantes bernardinas, en las que se jugó el tipo con gran sinceridad. Pero el uso de la espada fue deficiente: pinchazo y media estocada baja y atravesada. Se le otorgó una oreja, ciertamente cuestionable teniendo en cuenta varios factores, pero sobre todo el de la espada.

    El 6º toro también fue un ejemplar con mucho que torear. Manseó en el caballo, donde el picador Eduardo Reyna le plantó dos puñaladas traseras y metiendo bien las cuerdas. A pesar de todo, llegó a la muleta embistiendo como un tren. Fue un toro muy complicado y de embestida correosa, que pedía firmeza, mano baja y temple. La faena de Diego San Román acepta dos lecturas: la de la firmeza y el valor que derrochó en todo momento; y, por otro lado, el poco oficio que demostró tener. Dio la cara el matador en todo momento y tuvo la virtud de no venirse abajo ni aun cuando el toro le desbordaba. Poco a poco, esos trallazos que compusieron las primeras series fueron convirtiéndose en muletazos de más mano baja, hasta llegar a conseguir algunos más mandones y de mejor trazo. Ante una embestida que se encuentra en las antípodas de esa embestida mexicana suave y lenta a la que anda más acostumbrado, Diego San Román demostró estar sobrado de valor y muy flojo de oficio. 

    Del gallardo empacho, ya solo nos queda el postre en forma de tres novillos para el viernes. ¿Y si dosificáramos y, de paso, la mortadela la dejamos para otras ocasiones? Al final todos saldríamos ganando. Y nuestros estómagos, los primeros: los empachos son siempre desagradables. 


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