Descastada, falta de poder y picante, pastueña, sosa y, a fin de cuentas, decepcionante, tediosa y aburrida. Así ha sido la esperada corrida de Flor de Jara, remendada con dos de San Martín, en la tarde de hoy. Cuatro toros de Flor de Jara, los cuatro primeros, con hechuras y caritas de Santa Coloma, muy en tipo la corrida, bonita y correcta de presencia, y más teniendo en cuenta el encaste al que pertenece. Dos toros de San Martín, quinto y sexto, también de más que correcta presentación y de bella lámina, sobre todo el quinto de la tarde. Y el que quiera ver kilos y moles mastodónticas, que se vaya al zoo de la Casa de Campo a ver hipopótamos y elefantes.
De Santa Coloma solo tuvieron las hechuras los animales, porque en comportamiento fue una hermosísima borregada que no se empleó en absoluto en varas, no sacó ese picante que tanto caracteriza a este encaste, ni malas ideas, ni casta en definitiva, que es lo que le da emoción a esto de los toros. Para lidiar con tan penoso material vinieron un veterano de guerra, Fernando Robleño; un joven que necesitaba como agua de mayo un toque de atención, Miguel Ángel Delgado; y un dinástico del otro lado del charco, Diego Silveti.
Fernando Robleño se las vio en primer lugar con un toro al que le pegaron en varas dos puyazos en regla, lo mínimamente indispensable que se le debe picar a un toro. Lo justo y necesario. Fue un toro de embestida muy suavona, como las de esos cárdenos que tanto gustan en el otro lado del charco a las grandes figuras del neotoreo. Ni una mala idea, ni una sola mala mirada al matador en las muchas paradas que hizo el toro a mitad de los muletazos. Nada de nada, casi parecía un Domecq de capa cárdena. Sin pena ni gloria Robleño con tan poco material.
El segundo flojeó en el primer tercio, y ello llevó a que se le simulara el castigo desde lo alto del jaco. Surtieron efecto los cuidados paliativos, tanto en varas como en banderillas (donde Fernando Sánchez dejó un par enorme), y el animal se vino arriba en el último tercio, ofreciendo veinte arrancadas francas y humillando. Delgado puso tanta voluntad como poco acierto a poderlo y llevarlo toreado por abajo. Hasta que el toro se aburrió, y acabó Delgado pegándose el arrimón y hasta dando las feas bernardinas a la desesperada, cosa inútil cuando los tendidos están despoblados de grandes afisionaos que solamente pasan por aquí en tarde de glamour.
Al tercero también le pegaron dos puyazos en regla, el segundo arrancándose a distancia pero sin emplearse. Fue este otro torete calcado a esos cárdenos tan solicitados por México, suave como el terciopelo y más bondadoso que una monjita de la caridad. Ni Santa Coloma ni leches, un borrego en toda regla al que Silveti le pegó pases desde la lejanía tan cargados de sosería como el animalito que tenía delante. También Silveti se dio el arrimón, y "toreó" por bernardinas, y empezó en los medios con los dichosos pendulazos... Pero claro, ante la ausencia de los grandes afisionaos en el día de hoy, todo pasó desapercibido.
Con el cuarto toro en el ruedo, el tedio y el sopor ya habían campado a sus anchas por los tendidos, y la tarde estaba bendita. Poco se picó a este toro, que lo único que tuvo fue un macheteo por abajo y, acto seguido, quitárselo del medio lo más dignamente posible. Robleño porfió con él, pero lo único que se llevó fueron achuchones, gañafones, malos tragos, un animal cada vez desarrollando más sentido y la indiferencia del público y afición.
Aquí acabó el turno de Flor de Jara, y llegaron los dos remiendos de San Martín. El precioso quinto recibió un fuerte castigo en el que poco se empleó, y llegó a la muleta reservón, incierto, muy mirón, arrancándose de imprevisto y haciendo pasar un trago importante a un apático Miguel Ángel Delgado, que no supo ni qué hacer con él, más que andar por ahí pegando trapazos sin ser capaz de domeñar al bicho.
Y el sexto y último del festejo, también de San Martín, se movió a sus anchas por el redondel sin que nadie fuera capaz de echarle un capote abajo y fijarlo. La lidia fue caótica y no tuvo orden alguno, nadie se hacía con él. Pero llegó el manso cuando Silveti le presentó la muleta y... ¡¡Sorpresa!! Repitió con nobleza y humillando. Mucho que torear tuvo este sexto, cosa que, para no perderla costumbre, Silveti desaprovechó. Y desaprovechó con una faena trapacera, cargada de trallazos fuera de sitio y sin someter la noble y franca embestida del toro. Hasta que el animal se aburrió de tanta incompetencia y le soltó un "ahí te quedas, aburre a quien yo te diga", y se largó de allí. Pena de animal...
Una pena la corrida de Flor de Jara, esperada por la afición madrileña que tanto tiempo lleva solicitándola con una corrida de toros, vistas las magníficas sensaciones que dejaba en este ruedo hasta no hace mucho lidiando novilladas fuertes y muy encastadas. Todo se tradució en una enorme decepción entre los aficionados, que con tantas ganas la esperaban en esta plaza. Y también mucho aburrimiento y mucho sopor, el mismo que padecemos muchas tardes de la mano de esas ganaderías que venden como "bravas" y nunca han demostrado serlo.
Lo mejor (y único) del festejo, el par a banderillas marca de la casa que Fernando Sánchez le sopló al segundo. Por algo así mereció la pena soportar tanto sopor.
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