En su última comparecencia en esta feria de San Isidro, Paco Ureña ratificó de nuevo que lo suyo es de otra latitud diferente a la que se estila en el neotoreo de hoy en día.
Francisco José Ureña Valero, natural de Lorca (Murcia), es un torero que muchas cosas de las que hace gustan en Madrid: se pone en el sitio, da el pecho, ofrece la muleta plana, carga la suerte, se pasa a los toros a milímetros de los muslos, hace las cosas con gusto y, además, remata los muletazos atrás. En resumidas cuentas, Paco Ureña tiene predilección por el toreo de verdad, el de toda la vida, el que huye de esos retorcimientos horrendos, de torear escondiendo la patita, de llevar al toro en línea recta, de ofrecer solo el piquito de la muleta, de los cites al hilo y de todas esas chabacanas excentricidades de las que hace gala el toreo 2.0. Ureña llegó en esta tarde a Madrid con los puntos aún frescos de la cornada sufrida en el glúteo hace una semana, y esos ogros talibanes que todo lo protestan y no dejan de dar por saco se lo quisieron agradecer al finalizar el paseíllo con una ovación, algo que no fue secundado por esos güenos afisionaos que todo saben en esto de los toros y tan buen paladar tienen para todo. Claro, no había figuras ni torerines guapos en el cartel, ¿qué iban a aplaudir entonces? Por lo cual y consiguiente, solo quedó en tímidas palmas.
A su primero, Paco, muy echado para delante, lo recibió con algunas verónicas en las que primaron las buenas intenciones sobre el acierto. Fue este toro una babosa de Las Ramblas, a la cual no se le picó, que acudía al cite por ir, no miraba raro, ni metía la cara con convicción, ni nada propio de un animal de casta. El matador, pues, hizo las cosas casi a placer, dejó algunos muletazos de bisutería fina con la mano izquierda, un pase del desprecio de aunténtico cartel de toros, y sobre todo, el detalle de hacer las cosas siempre colocado en el sitio y de verdad. ¡¡Qué gustazo en estos tiempos en los que se jalean y se premian los trapazos citando en la oreja!!
En un arranque de tremendismo del que también dispone este murciano, y que a veces afea sobremanera su buen concepto del toreo, se fue a recibir al quinto de rodillas a la puerta de chiqueros. El toro salió regateando y haciendo extraños, por lo que el matador se quitó de ahí sin pensarlo dos veces tirando el capote. Acto seguido y una vez repuesto, dejó algunas verónicas a pies juntos despaciosas y de manos bajas. Este de Las Ramblas no fue como el otro de su lote, pues embestía rebrincado, con poco recorrido y llevaba malas intenciones. Ureña se volvió a poner de verdad a intentar sacarle lo mínimo a tan infame material. Y sacar, lo que se dice sacar, sacó un porrazo y un par de naturales arrancados a granel. Poco más.
La oreja le fue concedida, quiero pensar, premiando el conjunto de su buena tarde pero, a ser justos, se antoja muy generosa dado el pinchazo y la estocada caída con la que pasaportó al torito al otro mundo.
La corrida de las Ramblas fue una moruchada más que, además, pecó de una pésima presentación. Con el primero, que recibió una lidia caótica pero no se comió a nadie y era todo bondad, el Cid fue todo corazón por agradar a quienes un día tanto dio y tanto le dieron, pero su desordenada azotea le impidió sacar una mínima pizca de confianza para intentar llevar a la babosa por bajo y sacar algo estimable.
El cuarto fue un piojo de Buenavista que remendaba la moruchada de Las Ramblas, y el torito ofreció una clara colaboración por el pitón derecho que el Cid, de nuevo contagiado del baile de San Vito y sin saber por dónde meter mano, dejó escapar. Alargó además la faena en exceso y sin sentido ninguno. En fin, que siempre nos quedará el agradable recuerdo de aquellos años en los que el gran Manuel Jesús Cid Salas y su prodigiosa mano izquierda nos hicieron llorar de emoción.
La terna fue completada por Jiménez Fortes, que dispuso en su primer turno de un sobrero de Julio de la Puerta para enfrentarse a él con una lupa, y con el que poco pudo hacer dado el escaso potencial del animalico. El sexto tampoco fue material, y Fortes poco más pudo hacer que mostrar voluntad por el vulgo (des)toreo 2.0, ese con el que hoy en día se es figura, y que una vez más alguien ha dejado en evidencia, esta vez un torero que tiene que decir mucho en esto: son Francisco José Ureña Valero, Paco Ureña en los carteles.
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